jueves, 30 de julio de 2020

¿Réquiem por las bibliotecas?


El lugar más visitado en las instituciones educativas, especialmente las superiores universitarias, debe ser la biblioteca. La crisis social de este tiempo guarda una triste relación con el sonido que las hojas adheridas de los libros en desuso hacen cuando los abrimos. La cantidad de libros o la amplitud de los espacios de lectura hacen un favor escaso a la sociedad sin un sistema que promueva la lectura y sin la motivación o necesidad de las personas. 

Se evita lo difícil: la perplejidad, el análisis, la relación de las ideas… y, ya ven como estamos, aceptando y tolerando con inmerecida indulgencia ideas y modas que han subsumido a nuestra sociedad en el lodo del embrutecimiento aplaudido; somos incapaces de argumentar (por falta de conociento que genere autonomía) y, ya que se promueve la cultura de lo fácil y lo útil, preferimos edificar sobre la base del escándalo y el anonadamiento admitido frente a una pantalla de televisor. Hemos creado y extrapolado códigos lingüísticos; algunos para abreviar ideas, otros para calificar personas, instituciones y acciones según los contenidos paupérrimos de los video juegos, las canciones de letra obscena y la pobreza intelectual de los gorilas de cuerpos bronceados, que no conocen la letra completa del Himno Nacional y causas millones de suspiros diarios con su sonrisa perfecta.

Esto se pone peor, no he conocido aún ninguna biblioteca en Lambayeque que reúna las características de este espacio académico: ordenada, limpia, organizada, con textos y obras recientes y de interés catalogadas, repositorio especializado, sencilla, silente, con espacios diferenciados, abierta a otras actividades y no solo a la lectura: debates, cine, coloquios… ¡No faltaba más! Para ellas no se asigna un presupuesto digno pues promover el conocimiento a través de la lectura no es un buen negocio (no se cuantifica el retorno de la inversión). Nadie reclama, a los jóvenes esto no les interesa o afecta, pero lo que es peor ¿escuchó o leyó usted que algún maestro en las escuelas o universidades proteste o, al menos, muestre oficialmente su preocupación por el estado actual de las bibliotecas? (para ser justo conozco a tres o cuatro maestros universitarios que lo han hecho fracasando en el intento) Mucho me temo que las bibliotecas, que esperan a los jóvenes con los brazos (libros) abiertos, están casi vacías porque en las universidades y escuelas la mayoría de maestros no tiene por hábito leer y, siendo así, ¿no es, entonces, la situación actual de la cultura, educación y sociedad, un efecto del amodorramiento de los agentes en instituciones educativas más interesadas en el balance anual que en la calidad de sus egresados?

Francisca Josefina Peña González, maestra de la Universidad de los Andes, publicó “El placer de leer” (2018) he aquí una afirmación que comparto “la formación de lectores autónomos es una responsabilidad del sistema educativo. Es una función compleja y difícil por la connotación de tarea que se le imprime a la lectura en la educación formal sistematizada”. Muy pocas personas viven la experiencia del placer de leer: la sensación de goce o satisfacción que experimentamos al percibir ideas y realidades fascinantes que nos encandilan y agradan. La sensación positiva e infinita de las realidades que se abren y se muestran; la perplejidad y la alegría de conocer y saber que, luego, regresaré para conocer más y más y más. La realidad que me afecta positivamente a nivel físico, mental o espiritual, y que está asociado a mi felicidad, bienestar y satisfacción.

Por el momento, los anaqueles de las bibliotecas, lucen vetustos y olvidados. ¿Réquiem por las bibliotecas? ¡Todavía! Aún agoniza. Sus muchos libros ignorados y en desuso aún pueden ser abiertos, aunque, por el momento, me hacen recordar que corresponden a una realidad lamentable e inútil; tal como la de los cadáveres de una fosa común.


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