sábado, 17 de abril de 2010

Chiclayo Por Siempre

Hugo Alonso Valdivia en el artículo “Ser Chiclayano” (agosto-2008) comenta que la recordada artista nacional Chabuca Granda dijo alguna vez “los chiclayanos son originales, su alma vive en el mundo impenetrable de la dualidad. Beben en una misma copa o en un "poto de calabaza", la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto y se ríen de la música de otro; toman en serio los chistes y de todo lo serio hacen bromas. Tratan a dios como "el gran cholo" y extrañan la Iglesia Matriz, que don Carlos Castañeda Iparraguirre demolió cuando era alcalde. No renuncian a sus ilusiones. Nacen con sabiduría, saben y opinan de todo. Cuando viajan, todo lo comparan con Chiclayo, ellos son "el pueblo elegido"... Se caracterizan por su gastronomía, simpatía e inteligencia. Son hiperbólicos y desmesurados, dicharacheros, jaraneros y van de un extremo a otro con sus opiniones y sus acciones”.
Particularmente, y desde hace un tiempo, tomé conciencia de mi ser Chiclayo, me aferro a mis raíces, sintiendo el recorrido del agua profunda, el aroma del algarrobo, el faique y el overo… aquel que se desprende cuando decido abrazar sus ramas cual aristas de mi historia, cual testigos de mi ancestro.
Tomé conciencia de la estirpe de la que provengo y me sentí orgulloso de poseer tal fortaleza. Comprometí mi vida enamorado de mi historia, de las costumbres y tradiciones de un pueblo que se recrea en el tiempo y mira su destino envuelto en la paz de su presente.
Chiclayo me ha dado el viento que eleva mis sueños, el sol que bronceó mi piel chola cobriza y el agua de la fe para calmar mi sed de eternidad. Me ha dado la semilla del futuro que crece bajo la luz interminable de su celeste cielo, en el fértil valle de Naylamp con la savia espesa de su vida que permitirá mi regreso a las entrañas de mi origen.
Es Chiclayo mi pasado y mi futuro, a cada instante es mi todo, son tan amplios sus brazos que en su seno alcanzamos todos, podemos reír juntos y lamentarnos, podemos caminar con el firme paso del mochica en medio del bosque seco y esperar en paz con la firmeza del árbol milenario. Me declaro perdidamente enamorado del espacio mágico que me vio nacer, que me permitió su tierra para saberme hoy semilla… Ser chiclayano es un estilo de vida, una forma de ser, un sentimiento, un compromiso, una mentalidad.
Chiclayo es, también, una familia sin par en cualquier lugar del mundo. “Cuando dejas cualquier lugar apreciado dejas en el media vida; cuando dejas Chiclayo es inevitable sentir que dejas la vida entera”. La mía es una familia que sobrevive al tiempo dejando su impronta en la historia.
Es verdad, el 15 de abril de 1835 la Villa de Chiclayo es elevada a la categoría de ciudad por el entonces presidente Gral. Felipe Santiago Salaverry y es reconocida como “Ciudad Heroica”, para días después, el 18 de abril, ser convertida en provincia. Sin embargo la historia nos transporta en el pasado a distancias mas profundas: a Santa María de la Concepción de los Valles de Chiclayo, a Cinto y Collique, a Sipán y la tradición moche… Chiclayo es eterno, es el signo intemporal de la cultura dinamizada que se recrea al ritmo de la evolución de las mentalidades. Chiclayo es hoy lo que fue y lo que será.