viernes, 8 de noviembre de 2019

La Independencia de Lambayeque según los “Anales del departamento de La libertad en la Guerra de la Independencia” de don Nicolás Rebaza (1898)

Don Nicolás Rebaza. Vocal de la Corte de Trujillo
Autor de la obra analizada.

Introducción:
El presente artículo muestra la versión sobre la independencia de Lambayeque contenida en los informes que don Nicolás Rebaza, trujillano, recibió directamente de su amigo don Juan Manuel Iturregui Guilarte y otra información documentada (básicamente en cartas de la época) entre las décadas del 20 y 50 del siglo XIX y que forman parte de “Anales del departamento de La libertad en la Guerra de la Independencia”, obra de 328 páginas publicada recién en 1898.  
El autor define su obra y hace las advertencias sobre su contenido y la lectura que debe hacerse de ella: “Lo que contengan los anales solo debe estimarse como la crónica de los acontecimientos notables que tuvieron lugar en la Guerra de la Independencia y de los que tengo conocimiento citando documentos o personas que me los trasmitieron… lo que escriba será pues simple narración de los hechos y en muy pocos casos haré apreciaciones de ellos…” (p. 16)
Después de mencionar algunas, a su juicio, imprecisiones sobre los sucesos de la independencia en Trujillo (por lo tanto, en todo el norte del Perú) afirma la necesidad de su obra para dar a conocer acciones, en ese tiempo, desconocidas o silenciadas por los historiadores: “Cuan necesario ha sido narrar los hechos notales que tuvieron lugar el año 21 en la gobernación de Trujillo y que han silenciado los historiadores…” (p.9)
En la parte final del trabajo doy a conocer los errores en los que cae Rebaza, al parecer por una información inexacta de sus fuentes y testimonios.
A continuación sintetizo sus aportes.
1.     Lambayeque en la independencia del norte del Perú
En 1846, en París, el Gral. Juan Manuel Iturregui, representante de Perú ante la Corte de San James, realizó un recordaris de lo ocurrido en Lambayeque en 1820 y 1821, así como de la importancia que tuvo para el ánimo y organización de la expedición de San Martín la cooperación de los pueblos del norte:
San Martín se encontraba en Chancay sin recursos y los hospitales llenos de enfermos; “se habría visto obligado a reembarcarse para Chile, sino hubiese sido por la importante colaboración que con el pronunciamiento le prestaron los pueblos del norte” (p. 16).
El libertador se había puesto en contacto, a través de cartas privadas, con distintos personajes de la intendencia como el Marqués de Torre Tagle, Manuel Cavero y Muñoz (Marqués de Bellavista), Juan Manuel Iturregui y otras personas influyentes “haciéndoles comprender la obligación en que estaban de trabajar por la libertad e independencia de su patria” (p. 16). Sin embargo, en el caso de Iturregui, “(para persuadirlo) no fue necesario esfuerzos porque era antiguo carolino… discípulo del Sr. Sánchez Carrión, que era en el colegio San Carlos el mayor insurgente…” (p.16). además, la información sobre los sucesos de Lambayeque la recibió directamente de una fuente confiable: “El Sr. D. Juan Manuel Iturregui; cuya plena confianza merecí, me puso al corriente de cuanto tuvo lugar en la provincia de Lambayeque; en cuya capital fue alcalde de españoles, cuando en 1820 encabezó la proclamación de la independencia” (p. 11) vale la pena recordar que, en este proceso, Iturregui es considerado coronel en jefe del Regimiento de Infantería de Lambayeque que contó con 963 hombres de armas.
Una vez proclamada la independencia en la Intendencia de Trujillo el Marqués de Torre Tagle, investido con el cargo de Presidente, decide realizar dos acciones: auxiliar con prontitud al ejercito del Gral. San Martín que se hallaba en condiciones deplorables y que las provincias debían nombrar sus gobernadores (para reemplazar a los antiguos subdelegados coloniales). “En Lambayeque… el Sr. Juan Manuel Iturregui… no aceptó el cargo porque prefirió ir al ejercito de San Martín con los recursos de hombres y dinero que proporcionó la rica y abundante provincia de Lambayeque…” (p. 54).
2.     Juan Manuel Iturregui Aguilarte
 Acaudalado hijo de una de las familias más notables del Partido de Lambayeque. Coronel de Reales Milicias de Ferreñafe. Sus padres fueron Juan Manuel y Catalina. Realizó estudios en el Real Convictorio de “San Carlos” y fue discípulo del precursor de la independencia Dr. José Faustino Sánchez Carrión. Estudió artes, latín, filosofía, matemática y jurisprudencia con estudios en derecho natural y de gentes. Enfermo de asma regresó a Lambayeque. Su madre, ya viuda, inculcó en Juan Manuel la dedicación a las actividades comerciales y organizó su primer viaje a Jamaica para la compra de mercaderías para el negocio familiar. En Panamá y Jamaica, el año de 1818, se puso en contacto con patriotas colombianos (puede inferirse su relación con las logias masónicas) y “en vez de emplear el dinero en mercaderías, compró un considerable número de armas y municiones; y para no despertar sospechas, compró algunos efectos”. (p. 179). Por ese tiempo, la casa de Iturregui era el centro de reunión de muchos jóvenes de familias notables que de manera secreta leían impresos llegados desde Colombia y Buenos Aires. Se comprometieron desde entonces con la causa antimonárquica y pro republicana.
Enterados por el aviso de un amigo de la familia y miembro de la Real Audiencia de Buenos Aires de que las autoridades españolas habían sido notificadas de las reuniones en casa de los Iturregui y el peligro para su vida y economía que ello implicaba; Juan Manuel decide tomar precauciones y esconde el armamento y municiones comprados en Jamaica en una de sus tinas en el área rural de Lambayeque.
3.     El movimiento popular de Lambayeque y el “diablo grande”
Una vez proclamada la independencia de Lambayeque, entre fines de diciembre de 1820 e inicios de enero de 1821, Iturregui arma a la plebe y pone a la cabeza de esta gente a su hermano José Ignacio Iturregui. El pueblo armado defendió la independencia y a las autoridades (alcalde, regidores y vecinos notables) ante la amenaza del regimiento de caballería realista de tomarlos prisioneros, amenaza que duró por espacio de tres días hasta su rendición. Según el mismo Iturregui, este movimiento popular fue auxiliado por las milicias de Ferreñafe; afirmó “… en ese día se trasladó, puede decirse, todo Ferreñafe a Lambayeque…” (p. 182). “El jefe del cuerpo acantonado en la ciudad de Lambayeque fue un teniente coronel de apellido Romero, famoso por sus actos de crueldad… escapó de la ciudad cuando el pronunciamiento” (p. 187) Líderes del movimiento de Ferreñafe fueron “los vecinos Salazar”. Iturregui debió convencer a la multitud (haciendo esfuerzos denodados) las propiedades de los españoles ni de los ciudadanos de Lambayeque y Chiclayo considerados como realistas.
Era residente de Lambayeque Francisco de Paula Ruiz, oriundo de Buenos Aires (o Chile) conocido como “diablo grande”, “de ejercicio papelista…” caudillo de la plebe. Apoyado por un gran grupo de la plebe se propuso arrebatar los caudales de los españoles y los realistas. Ante ello, Juan Manuel Iturregui “llamó a la orden a diablo grande y a quienes lo apoyaban, les explicó que la patria no era para robar, ni atacar las propiedades, lo que era un crimen…” (p. 183).  A pesar de ello, el diablo grande, persistió en sus planes dirigidos contra las familias Estela, Delgado, el párroco español Lázaro Villasante y los Navarrete (residentes en Chiclayo). Hizo falta que, con el uso de las armas, una parte de la milicia del Sr. Iturregui lo contuviera y conminara con amenazas a dejar la ciudad, lo cual hizo.
4.     Las “cajetas” de Pedro Estela
El acaudalado lambayecano Pedro estela, apoyado por la familia Delgado, en su afán de quedar bien parado ante realistas y patriotas; remitió al Virrey dos mil onzas de oro selladas en cajetas de dulce. Y sabiendo que San Martín se encontraba en Chancay, parte de la misión fue compartir con su guarnición los exquisitos dulces de don Pedro Estela de paso a la ciudad de Lima.
El responsable de la misión fue un trabajador de Estela, José Bringas, quien cargado de las cajetas de dulce y aguardiente viajó por tierra haciendo una primera escala en Chancay y se presentó ante el libertador con los obsequios y algunas cartas falsas con supuestas recomendaciones de vecinos notables de Lambayeque. No sin antes haber compartido los productos con la oficialidad y soldados del ejército libertador, continuó camino a Lima donde entregó el metal enviado por Pedro Estela al Virrey en persona (p.194)
De todo lo anterior, Juan Manuel Iturregui no tuvo conocimiento. Si supo de algunas muestras de apoyo de parte de Estela y otros lambayecanos al virrey español. La versión de las cajetas se supo algún tiempo después de producida la independencia (en 1829) por versión del mismo Bringas.
5.     La carta sobre Lambayeque de José de San Martín
De manos del síndico procurados de Lambayeque, Sr. Mariano Quesada, el marqués de Torre Tagle recibe una misiva fechada en 24 de enero de 1821 dirigida a los beneméritos patriotas lambayecanos y que contiene expresiones elogiosas del libertador al valor y ayuda del pueblo de Lambayeque:
He visto con la más pura y viva complacencia el acta de la proclamación de la independencia en Lambayeque el 31 de diciembre último. Este movimiento espontaneo, esta augusta manifestación de la voluntad de sus beneméritos habitantes, es la prenda más segura de lo sublime de sus sentimientos, y el garante de su felicidad futura. Los hijos de Lambayeque no podían ser menos americanos que el resto de los habitantes de este continente; y al levantar el grito, osados contra la tiranía peninsular, al proclamar decididamente su libertad, manifestaron que eran dignos de obtenerla, que sabían conservarla y que merecían ocupar un lugar entre los pueblos del globo, que solo obedecen a sí mismos, obedeciendo las leyes que dicta la pluralidad de los que forman un estado independiente. Yo no puedo ser insensible a las muestras de heroísmo que los habitantes de Lambayeque dieron al mundo el memorable día ultimo del año, último de la esclavitud del Perú; y me gloriaré de ser justo en la época no muy distante del establecimiento de un gobierno general en este país, patentizando el mérito contraído por aquel ilustre pueblo y recomendándole a la gratitud de los contemporáneos no menos que a la admiración de la posteridad.

Dios guarde a ustedes – Cuartel General en Huaura, enero 24 de 1821 – José de San Martín.
6.     Iturregui en la Guerra civil de 1823
Concluido el paso de la expedición sanmartiniana en Perú, ya en 1823, se instalan dos gobiernos: el del Marqués de Torre Tagle con sede en Lima y otro del Marqués de la Riva Agüero con sede en Trujillo. Se origina una cruenta guerra civil. Los pueblos del norte tomaron partido por Riva Agüero y, en ese sentido, Juan Manuel Iturregui le sirvió lealmente en las siguientes dos acciones:
-         Fue nombrado Ministro negociador (junto con el Dr. Pérez Tudela) y como tales se les asigna la misión de viajar a Guayaquil y entrevistarse con el libertador Simón Bolívar para solicitar su respaldo a Riva Agüero. La misión fracasó cuando en el trayecto se enteraron que el Gral. Bolívar decidió ir de Guayaquil a Lima y brindar su respaldo a Torre Tagle.
-         Fue nombrado representante de la legación diplomática de Perú en Chile. Dicho país reconoció a dos embajadores (el de Riva Agüero y el de Torre Tagle) afirmando que “por hallarse el Perú en guerra civil, con dos gobiernos sostenidos cada uno por una gran mayoría del país, (Chile) no debía decidir cuál era el gobierno legal” (p. 72)
-         De Chile, pasó a Mendoza (Argentina) en busca del Gral. San Martín a quien solicitó su retorno al país para “completar su obra de la independencia”.  San Martín respondió “pidiendo se pusiera término a la guerra civil reconociendo la autoridad del Congreso por malo y detestable que fuese.

- Los errores de Nicolás Rebaza
  Según el historiador Guillermo Figueroa Luna, el informe de Nicolás rebaza es una muestra de la abundancia de apología en la historia oficial. Señala como errores:
  - La frase de José de San Martín mencionando el 31 de diciembre como fecha de la proclamación de la independencia en Lambayeque no niega la proclamación del 27 de diciembre, sino que refiere a la segunda, la del "pueblo medio y bajo". Habrá que recordar que en Lambayeque hubo cuatro actos de proclamación.
- - El regimiento español no pudo haber amenazado a las autoridades independientes por espacio de tres días porque en documentos se registra que dichas fuerzas se riendieron solo dos horas después de la proclamación del 27.
   - Rebaza menciona la "Guerra civil entre Torre tagle y Riva Aguero"; sin embargo, el enfrentamiento se produjo entre el Congreso Constituyente y Riva Aguero y nunca se convirtió en una guerra civil.
    - El informe de Rebaza señala un momento en el cual la expedición sanmartiniana se retira o abandona el Perú. En realidad, el ejército nunca se retiró pues permaneció en Perú pero bajo el mando de Bolívar. Aunque el pelotón del sargento Moyano traicionó y entregó los castillos del Callao al jefe español Rodil.
  Según el historiador Jorge Izquierdo Castañeda:
  - No cabe duda que el evento que reviste mayor trascendencia en el calendario cívico patriótico de la ciudad de Lambayeque es la declaración de su independencia absoluta del gobierno español la memorable noche del 27 de diciembre de 1820.
   - Sabemos que Lambayeque comparte esta primacía con otros pueblos del Perú, como la otrora caleta de pescadores de Supe que proclamó su independencia el 5 de octubre de 1819 según el historiador recano Manuel Bonilla Castro. Además, Ica (21 de octubre de 1820) Huamanga (1 de noviembre) Huancayo (20 de noviembre) Jauja (22 de noviembre) Huaura (27 de noviembre) Tarma (28 de noviembre) Cerro de Pasco (7 de diciembre) Huánuco (15 de diciembre). Luego tocó el turno a Lambayeque el 27 de diciembre, a Trujillo el 29, a Chiclayo el 31 de diciembre de 1820 y a Ferreñafe el 01 de enero de 1821.
     - Aunque Lambayeque no tiene primacía cronológica, si la tiene en el discurso ideológico, pues "su actitud y trabajo a favor de la independencia y el ardor de los patriotas lambayecanos, antecede incluso al arrivo de las velas de la expedición libertadora del sur".
Conclusiones
1.     La obra aporta información relevante, alguna es discrepante y errónea con aquella que de ordinario referimos en Lambayeque. La fecha de su independencia consignada en este documento es 31 de diciembre y no 27 como afirmamos basados en documentos en la región de Lambayeque. Esto se debe a un error de interpretación de Rebaza. No es posible conocer su propósito.
2.     Se afirma la importancia concedida por el libertador José de San Martín al aporte material y personal realizado por el pueblo y patriotas lambayecanos en favor de la causa de la independencia.
3.     Se aporta información sobre la participación de la plebe y la importancia del movimiento popular liderado, entre otros, por diablo grande en el proceso de la independencia lambayecana.
4.     Se evidencia la postura bipolar de algunos miembros de la élite lambayecana en el proceso independentista. Tal es el caso de don Pedro Estela y la familia Delgado.
5.     Se destaca la participación y liderazgo de Juan Manuel Iturregui Guilarte en la conducción y liderazgo del proceso en Lambayeque; así como sus servicios a las causas de la libertad hasta cumplida la primera mitad del siglo XIX.
  6. Destacados historiadores lambayecanos, refutan el trabajo de Rebaza por contrariar los testimonios históricos en fuentes confiables que dan primacía a Lambayeque en cuanto a la proclamación de su independencia. Además, Figueroa Luna, refiere otros errores cometidos por Rebaza en sus anales.

Referencia bibliográfica:

1.     Rebaza, N. (1898) Anales del departamento de La libertad en la Guerra de la independencia. Trujillo: Perú. Ed. Imprenta “El obrero del norte”.
  2. Figueroa, G. & Idrogo, N. (2003) Historia del Perú y lambayeque siglo XIX.



viernes, 13 de septiembre de 2019

Una cuestión de honor: El desafío y duelo del periodista chiclayano Pedro Ruiz Bravo a José de La Riva Agüero y Osma.

La imagen muestra el duelo entre Fernando Belaunde y Eduardo Watson Cisneros
En el aeroclub de Collique en 1957. Nos da una idea de las cuestiones de honor
en pleno siglo XX.

La práctica del duelo y los lances de honor por caballerosidad (al ser de exclusivamente masculina) y en defensa de la integridad del nombre, la sangre; persistieron hasta inicios del siglo XX en nuestro país, específicamente en Lima, según demuestra la historiadora Magdalena Chocano en su investigación “Pulsiones nerviosas de un orden craquelado: desafíos, caballerosidad y esfera política: Perú, 1883-1960” (2011) que cito como fuente y evidencia.[1]
Según Chocano, un caballero era modelo de masculinidad y estaba asociado a la práctica de una profesión liberal o su pertenencia a una familia notable de la sociedad. Un duelo no se relacionaba con cualquier tipo de violencia. Por lo general, los caballeros de la época se preparaban para dichas eventualidades. Así fue con Luis Alberto Sánchez y Jorge Basadre que aprendieron el uso de las espadas en la sala “Cavallero” de Lima. “Por esa razón, el honor mancillado se convertía en el fundamento de los desafíos, que debían restablecer la igualdad entre los varones de la comunidad”, tal como veremos en el hecho relatado a continuación.
El 13 de junio de 1918, durante una sesión de la Cámara de Diputados, el parlamentario Jorge Corbacho acusó de “germanófilo” al ex canciller del gobierno de José Pardo, Enrique de la Riva Agüero por su posición política durante la primera guerra mundial que, según Corbacho, trajo como consecuencia al país “… aislarlo del bando aliado en un momento en que eran necesarios más apoyos para solucionar de manera favorable las cuestiones pendientes con Chile”. Atacó, también, a José de la Riva Agüero y Looz Corswarem, quien fuera ministro de relaciones exteriores durante el gobierno de Manuel Pardo y Lavalle, responsable del Tratado defensivo con Bolivia (una de las causas invocadas por Chile para declarar la guerra al Perú).
La intervención del diputado Corbacho fue publicada ampliamente por el diario “El Tiempo” de Lima, dirigido por el periodista chiclayano Pedro Ruiz bravo, en una crónica de dos páginas titulada “Sensacional sesión en la Cámara de Diputados. El problema de la defensa nacional. Una sombría página de nuestra historia”. La nota mostró el discurso completo de Corbacho con su versión sobre el conflicto con Chile y su acusación al partido civil de ser responsable de dicha derrota. Además “El Tiempo publicó una carta del 20 de septiembre de 1879 dirigida al almirante Lizardo Montero, jefe del ejército del sur y también miembro fundador del Partido Civil, por su correligionario José Carlos de la Riva-Agüero, quien le aconsejaba que procurara obtener una gran victoria en Arica para hacer contrapeso a la figura de Miguel Grau, a quien los pierolistas querían lanzar como candidato. Grau era miembro del Partido Civil, pero no era el favorito del círculo de César Canevaro y de Riva-Agüero, quienes consideraban que otra victoria del Huáscar haría la corriente en favor de Grau irresistible”. Luego, el 15 y el 17 del mismo mes publicó otras cartas de Riva Agüero en las que el autor, aparentemente desprestigia a Grau, al diario El Comercio y al presidente Luis La Puerta; mencionó en su nueva crónica “Las sensacionales revelaciones del señor Corbacho en la Cámara de Diputados. El civilismo a través de nuestra historia [...] Temían que la gloria del almirante Grau contrariara tenebrosos proyectos de conquistar el gobierno” (El Tiempo - 15 de junio de 1918) y agregó “Los documentos del Sr. Jorge Corbacho. Una carta de don José de la Riva Agüero al general Lizardo Montero [...] Los planes maquiavélicos para adueñarse del gobierno”, en su edición del 17 de junio de 1918.
Por lo anterior, el historiador José de la Riva-Agüero y Osma, descendiente de los personajes mencionados por Corbacho e implicados en estas “revelaciones” del diario, envió una carta repudiando las acusaciones publicadas en el Diario “El Tiempo”. Al respecto “Luis Alberto Sánchez ha señalado que la preocupación de Riva-Agüero era extrema en lo referente a los miembros de su familia, presentes y pasados… Genealogía e historia se confundían en esta percepción. Una luz poco favorable proyectada sobre un antepasado se convertía en un problema de reputación política…” (Ibd).
“El Tiempo” responde con nuevos artículos; esta vez sobre Jose de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, primer presidente del Perú, otros de los antepasados de Riva Agüero y Osma sobre quien tanto José de San Martín como Simón Bolívar, en su momento, expresaron muy malas opiniones según mencionaba el diario. Riva Agüero y Osma notó que el diario pretendía mostrar una actividad continua por parte de los Riva Agüero (de todas las generaciones) contra los intereses del Perú.
El 21 de junio de 1918, el diario “El Comercio” a pedido de Riva Agüero y Osma, publica el artículo de su autoría “La personalidad histórica del Mariscal Riva Agüero. Acápites de un libro”; en el refiere: “…Lo que El Tiempo busca, no es la verdad, sino la sorpresa y el engaño en el bullicio, siguiendo la proterva máxima de que de la calumnia algo queda…  Y en esta maldita obra no repara en medios, atropellando el honor ajeno y hasta la sagrada memoria de los muertos. Herido en lo más íntimo de mis sentimientos familiares, y prescindiendo de toda consideración política, mancomunado con mi más próximo pariente, denuncio al desprecio público esta nueva campaña pasquinesca, inmundo amasijo de ignorancia, de impostura y de perfidia”.
Pedro Ruiz Bravo, director de “El Tiempo” responde el 19 de junio de 1918 con el artículo “El señor Riva Agüero y El Tiempo” señalando: “Nos hemos limitado a reproducir una carta… el señor Riva Agüero trata de justificar a su abuelo… nosotros no le hemos negado ese derecho. Únicamente hemos sostenido y continuaremos sosteniendo que los egoísmos y ambiciones del grupo político a que pertenecía el abuelo del Sr. Riva Agüero debilitaron nuestra defensa y contribuyeron a nuestra derrota… (Riva Agüero) acusándonos de pasquinistas, se expresa en el lenguaje menos propio de un político, intelectual y maestro, obligado a ser ejemplo de prudencia, serenidad y cultura, y no de matonería y agresividad”. Ambos personajes, como se nota, estaban seriamente ofendidos. Según Luis Alberto Sánchez “el retador fue Riva Agüero…”[2]
Al momento de la publicación del artículo en “El Comercio”, Pedro Ruiz Bravo envió a sus dos padrinos Manuel Químper y Miguel Grau, hijo del almirante Grau, quienes se reunieron con los del historiador: José María de la Jara y Víctor Andrés Belaúnde. Decidieron que Riva Agüero y Ruiz Bravo se batirían con “sable de combate, arma de punta, filo y contrafilo. El combate debía suspenderse cuando uno de los adversarios quedara en manifiesta condición de inferioridad (una herida que le impidiera continuar la lucha). El director del combate designado no se pudo presentar; por ello, asumieron el cargo, por turno, los maestros de esgrima Sarco y Fabbi” (Ibd).
Según Chocano, hubo dos asaltos. En ambos, Riva Agüero profirió insultos a Ruiz Bravo según hizo notar Miguel Grau, padrino de Ruiz. El combate fue detenido pues ambos duelistas estaban heridos impidiéndoles, según Eduardo Basadre (médico) continuar batiéndose. Al concluir el duelo debía redactarse un acta y, sin embargo, no lograron conciliar sobre el contenido de la misma.
Fue así que la caballerosidad de un mestizo provinciano, el chiclayano
Pedro Ruiz Bravo; quedó incólume ante la de José de la Riva Agüero y Osma, personaje limeño de rancio abolengo.



[1] Ver en “Pulsiones nerviosas de un orden craquelado: desafíos, caballerosidad y esfera política: Perú, 1883-1960” (2011) Revista Histórica XXXV.1
[2] Ver “Conservador, no; reaccionario, sí. Ensayo heterodoxo sobre José de la Riva Agüero, marqués de Montealegre y Aulestia”. Lima: Mosca Azul, 1985, pp. 42-43

viernes, 6 de septiembre de 2019

El cholo lambayecano y el sentido de superioridad racial del invasor chileno

Sobrevivientes chiclayanos de la Guerra del Pacífico - 1924

Introducción
En el ensayo “los cholos y los rotos: Actitudes raciales durante la Guerra del Pacífico” (1978) de Jeffrey L. Klaiber, se hace una aproximación al sentido de superioridad que prevaleció entre los miembros de la armada chilena durante el conflicto bélico que se inició en 1879 y enfrentó a Chile con los ejércitos aliados de Perú y Bolivia.
Es importante reconocer que “Desde el comienzo (mucho antes de la Guerra del Pacífico), el término cholo tenía una connotación racial porque se usaba para designar tanto a los indios como a los mestizos nacidos de español e india o indio y negra. Ya en el siglo XIX se usaba despectivamente para referirse a cualquier mezcla racial entre las clases populares” (Varallanos, 1962, p. 21-36). Es, además, un término que con sus variantes (nominales como cholismo, cholísimo, acholado; de reconocimiento como cholo emprendedor, cholo de tomo y lomo; despectivos u ofensivos como cholo cochino, cholo de mierda, etc. Sobre esta última variante solicito al lector considerarla no como una creación del autor ni una grosería sino como enunciados sociales usados, en casi todos los casos, hasta el día de hoy) toma connotaciones distintas que han evolucionado en el tiempo a medida que los cholos hemos asumido roles de mayor importancia social, política y económica… aunque nuestra intervención sea aun escasa y sean también notorios los actos de discriminación y racismo.
El presente artículo relaciona algunos actos producidos durante la ocupación del departamento de Lambayeque en la Guerra del Pacífico con la idea de superioridad racial entre los miembros de la armada chilena; comparto la tesis de Klaiber que señala “La victoria de Chile sirvió para confirmar, fortalecer y aún popularizar el mito de la superioridad racial chilena. Por otra parte, la guerra también tuvo como consecuencia la reacción justamente inversa en el Perú, pues sirvió para confirmar y alentar el mito de la inferioridad del indio (cholo) peruano”. Afirmo que esta tesis se confirma de manera evidente durante la ocupación del ejército chileno en el departamento de Lambayeque.
El artículo consta de tres partes: en la primera daré información general sobre la invasión chilena de Lambayeque; luego, evidenciaré la sensación de superioridad racial que reinaba entre los miembros de la armada chilena y, finalmente, mostraré algunos actos y comportamientos de militares chilenos en Chiclayo y Lambayeque y que están relacionados, a mi juicio con la mencionada sensación de superioridad racial.
Capellán Castrense durante la Guerra del Pacífico
R.P Narciso Batanero - 1912
1.     La invasión Chilena del departamento de Lambayeque
El departamento de Lambayeque fue dos veces invadido por la armada chilena durante la Guerra del Pacífico: en setiembre de 1880 y en abril de 1881. la primera vez, según narra Don Eric Mendoza Samillán, los chilenos desembarcan en Eten, sin encontrar resistencia, con una fuerza integrada por 2700 hombres a bordo de las embarcaciones “Itata”, “Copiapó”, “Chacabuco” y “O´Higgins”; de inmediato, causaron pánico (robaron, incendiaron y destruyeron embarcaciones) en Eten y Monsefú. Más adelante, estos pueblos serían literalmente arrasados). La invasión chilena la más grande desgracia de nuestra historia y nuestra dignidad se vio, inolvidablemente, pisoteada. Los chiclayanos jamás pensaron que tal desgracia pudiera ocurrir, pues “(se dio) poca importancia a las noticias de la guerra” (Gómez, 1992)
En Chiclayo, incendiaron los locales de la Prefectura, la Caja Fiscal, la Subprefectura, el Palacio Municipal y la Torre del reloj público. Saquearon y robaron comercios, esto a pesar que “…los jefes chilenos habían declarado que sus tropas no harían la guerra a la propiedad privada; que solo iban a pelear con el enemigo en campaña; que los intereses y la honra de la población civil estarían cobijados por el glorioso pabellón chileno…” (Markham, 1882) sin embargo, en la práctica ocurrió todo lo contrario.
El Prefecto Manuel Aguirre huyó con los suyos, en tren, a Pátapo y, luego a Chongoyape; lo mismo el alcalde y otras personalidades locales. Así, los chilenos, con facilidad hicieron de las suyas: impusieron un cupo de 150 mil soles a todo el Departamento, incendiaron ocho viviendas de familias notables, dañaron haciendas (galpones, casas y terrenos de cultivo).
Ante la falta de autoridad, dice Eric Mendoza, los ciudadanos extranjeros radicados en Chiclayo conformaron la “Guardia de los neutrales” para el cuidado de las propiedades abandonadas, que estaban siendo atacadas por delincuentes. Evitaron la destrucción del Teatro “Dos de mayo”, el mercado, un colegio y el local “City May”. Sin embargo, la actitud de los extranjeros no fue del todo altruista. En una carta del chileno José Tomás Ramos al Vice Cónsul inglés en Lambayeque William Fry deja mal parado al cónsul norteamericano Charles Montjoy, de quien dice “Ya presumo como habrá estado de plácemes nuestro señor Cónsul Montjoy, entre pardos picos y entre picos pardos” (José Tomás Ramos a William Fry.  Valparaíso 6 de noviembre de 1880). Además, el destacado historiador Guillermo Figueroa Luna, advierte que el Inglés William Fry “fue un cobrador de los cupos que Chile impuso a los pobladores del departamento de Lambayeque”. (Figueroa, 2003)
El caos reinaba en la ciudad de Chiclayo y todo el departamento. Resulta sorprendente comprobar que “… esta actitud de proteger la propiedad fue tomada en vista que los mismos chiclayanos eran lo que terminaban los saqueos que iniciaban los chilenos”. Don Antero Aspíllaga en carta a su hermano Ramón, el 18 de octubre de 1880, referida por Eric Mendoza, indica “Todo (en) Chiclayo ha sido vergonzoso… por los robos de los mismos hijos de Chiclayo…no solo formaban cola tras los chilenos cuando incendiaban y sacaban muebles y artículos del país… luego los del pueblo de Chiclayo barrían y recogían con todo”.
Mendoza, también refiere la publicación aparecida en el Diario “La Patria” de Lima del 6 de diciembre de 1880 en la que indican el arribo a Chile de un cargamento procedente de Perú con el producto de los hurtos efectuados por las tropas invasoras en Chiclayo, Eten, Ferreñafe, Lambayeque, Monsefú, San Pedro y zonas aledañas; contenía arroz, azúcar, algodón, tabaco y ocho cajones de piedras preciosas (oro, plata, brillantes, diamantes, perlas) y una gran cantidad de dinero en plata fuerte (casi 12 mil pesos) y libras esterlinas (poco más de 29 mil)
Los inmigrantes chinos, según Mendoza, trabajadores de las haciendas agrícolas, “…colaboraban en cuanta barbaridad cometían las hordas invasoras en las haciendas y fundos de la localidad”. Algunos, vistieron el uniforme chileno. Este comportamiento se justifica por el trato inhumano que recibieron por parte de los hacendados que los hicieron víctimas de un sistema de semiesclavitud, siendo varios de ellos encadenados.
La actitud del poblador cholo del departamento fue de resistencia. Hubo lambayecanos dispuestos a enfrentar a los chilenos, integrados por zonas en el ejército de resistencia en los pueblos de: Lambayeque, San José, Mórrope, Batán Grande,  Mochumí, Jayanca, Olmos, La Viña, Salas, Cañaris, Ferreñafe, Chacupe, Capote, Picsi, Pomalca, Combo, Chiclayo, Samán, Collud, Calera, Calupe, Pucalá, Reque, Monsefú, Pátapo, Tumán, San Miguel, Chongoyape, Carvajal, Luya, Vista Alegre, Bella Vista, Vista Florida, Miraflores, Lagunas, Villa y Puerto Eten, Santa Rosa, Pimentel, Cayaltí, Chumbenique, Salitral, San Antonio, Rafán, Úcupe, Palomino, Otra Banda, Potrero, Viña, Culpón, Oyotún, Sipán, Pampa Grande, Tablazos, Huaca Blanca, Tabacal, Almendral, Tinajones y Carniche.
Obelisco en honor a los caídos durante la Guerra del Pacífico
ubicado en la intersección de la actual calle Elías Aguirre y
Av. José Leonardo Ortiz - 1930
2.     La sensación de superioridad racial del roto
En un Diccionario de Chilenismos, publicado en 1875 y estudiado por Zorobabel Rodríguez, se expresó los prejuicios que había atrás del término cholo, afirmando: “ocupa el cholo en la sociedad peruana, más o menos la misma posición que el roto en la chilena… es por lo general débil de complexión, flaco de piernas y abultado de panza… expansivo y casi siempre palangana… más artista… en fin un andaluz injerto a indio peruano…" (Rodríguez 1876: 180).
Aporta un poema rescatado por Pascual Ahumada Moreno en su obra recopilatoria de documentos oficiales durante la Guerra del Pacífico. En él, desborda “la pasión engendrada por la guerra (en forma de) cantos y versos que exaltaron la superioridad del roto sobre el cholo” (Ahumada, 1884, t. III – p. 282). A continuación un extracto:
Composición anónima, "El Roto":
"Al cholo afeminado de la peruana sierra
(El roto) Desprecia por lo tímido, castiga por lo cruel:
Tan solo en pos de glorias el roto va a la guerra,
El cholo porque a palos lleváronle al cuartel.
Los hijos de Atahualpa, lacayos de Pizarro,
Al araucano indómito quisieron humillar:
Los hércules de bronce y el ídolo de barro,
Del mundo en la balanza, ¿tendrán un peso igual?”
(Ahumada 1884, t. III: 282).
Algunos calificativos dados por la prensa chilena al Perú y los peruanos fueron:
a)     “El Ferrocarril” de Santiago (1879):
-         País de “indios aborígenes, negros o mestizos de varias castas”.
-         Anunció que después de la guerra, Chile asumiría el papel de regenerar al Perú “inculcándole amor por el trabajo”.
-         Atribuyó al Perú “falta de energía” y falta de un “espíritu verdaderamente nacional”.
b)    “El Mercurio” de Valparaíso (1879):
-         País “desorganizado, corrompido, incapaz de buscar en la labor y en la honradez un remedio a sus males”.
-         Comparó al Perú con “Babilonia” y a los peruanos con “los persas afeminados”.

Además, el Diario “El Comercio” del Callao, durante la invasión chilena, publicó que los combatientes peruanos “confusas manadas de indios ignorantes y abyectos”.
El mensaje racista es muy claro.
Soldados chilenos en Chiclayo
3.     Los actos de racismo en Lambayeque durante la Guerra del Pacífico
Una forma de sometimiento del chileno al cholo poblador de Lambayeque fue la imposición de cupos de guerra, el robo de sus bienes y productos, y la sospecha permanente de su incapacidad, debilidad, falta de higiene y, en suma, inferioridad.
A continuación algunos hechos, históricamente registrados, y que son evidencia del impacto racial de la presencia chilena en Lambayeque.
a)     La visión del cholo violento (“Corta huevos con carrizo”): Con este singular mote se identificó, hasta hace poco (según versión del poeta ferreñafano José Primo Bonilla) a los pobladores del distrito de Pueblo Nuevo (Ferreñafe). Según el sociólogo Julio César Sevilla en “Del folklor ferreñafano” (2003) durante la guerra del pacífico en dicho distrito, soldados chilenos ingresaban a una picantería y libaban chicha hasta la embriaguez mancillando, en una ocasión, el honor de la hija de los propietarios. La madre de la menor que, según el uso y costumbre de los cholos de la época, usaba carrizo y no cuchillo para cortar la carne de pescado o de res y los vegetales usados en los “piqueos” (potajes tradicionales como cebiche, pellejito, etc.) lo usó, esta vez, para cercenar los miembros viriles de los soldados ebrios e inconscientes. Habiéndoles producido la muerte, sus cuerpos fueron escondidos o enterrados en el mismo lugar y la familia agraviada fugó del lugar sin dejar rastro alguno.
b)    La visión del Cholo cochino (la epidemia de fiebre amarilla): Con fecha 19 de abril de 1882, Patricio Lynch (comandante de las fuerzas de ocupación chilena en el norte del Perú) informa al Ministro de Guerra de su país el “fallecimiento del teniente coronel José Humiel Urrutia, el del sub teniente Clodomiro Moreno, el del sub teniente Emilio Rocuant y el de 31 individuos de tropa sin contar 3 granaderos y dos artilleros que suman un total de 36…” (Ahumada, 1884, p. 498); todas víctimas de la epidemia de fiebre amarilla que asoló el norte del Perú y motivó la solicitud de medidas preventivas debido al “estado actual de salubridad de aquellos lugares, las condiciones higiénicas bajo las cuales se encuentran, el estado de aseo de las poblaciones…” (Ibd.). El oficial reemplazante del fallecido José H. Urrutia fue el coronel Demetrio Carvallo quien sobre Lambayeque, manifestó “la policía de aseo no era conocida y los desperdicios orgánicos de las poblaciones se amontonaban en los suburbios o en los sitios eriazos, convirtiéndolos así en repugnantes muladares… los sembríos de arroz que llegaban hasta sus murallas, por su especial cultivo, envolvían a los pueblos en una sábana de agua estancada durante los meses más fuertes del calor, colocándolos así bajo la mortífera influencia de sus emanaciones” (Ibd.). En otra versión, que podría contraponerse a la chilena, sobre condiciones de salubridad y el carácter del cholo de nuestra tierra; Ernst Middendorff (investigador alemán) refiere “parecen ser gente alegre a la que le gusta gozar la vida… cuatro quintas partes de la población son indios que viven en casas desprovistas, sin muebles, andan descalzos y fuera de su sencilla comida no sienten más necesidad que la de chicha y tabaco… rara vez se sientan en sillas o bancas, y generalmente lo hacen en el suelo, sobre esteras… si se enferman no llaman nunca al médico… usan hierbas medicinales recogidas en la región, o se abandonan a su suerte, sin probar remedio alguno, salvo la quinina. El uso de esta se ha generalizado y se la toma sin consulta médica y sin dosificación”. (Middendorf, 1893).
Lo cierto es que, basados en su idea sobre la suciedad cotidiana producida por los pobladores de Chiclayo, desde el 15 de mayo de 1882, se obligó a la población las siguientes medidas blanqueo y friso de alquitrán en las casas, fumigación con azufre u otra materia desinfectante, desinfección periódica de escusados, dar cuenta por los vecinos de los atacados de fiebre que hubiese en sus casas, sacrificio de aves de corral, cuyes, conejos y animales menores. Además, se les asignó como “trabajo forzado” todos los días lunes el empedrado de las calles, la limpieza de acequias y la erradicación de “carretadas” con desperdicios a las afueras de las ciudades, dando con ello la impresión que los chiclayanos, antes de la guerra, no hubiésemos tenido medida alguna de salubridad e higiene.
c)     La visión del cholo de mierda (Resistencia y fusilamientos): catalogados así los cholos de la resistencia. La “Revista Centenaria” editada por Nicanor de la Fuente Sifuentes menciona que a los chilenos “se les negaba el pan, el agua y la carne pero estos la tomaban y la conseguían imponiéndose con el terror…los abuelos irritados por la derrota hacían que el pueblo hostilizara a los ocupantes. En cambio, las represalias eran terribles.” (Nixa, 1935, p. 73) uno de aquellos actos de hostilización se produjo una noche en que el chiclayano Mercedes Millones junto a otro no identificado, increparon y atacaron a un soldado chileno hasta producirle la muerte. Al día siguiente, conocido el hecho y después de torturar a la chiclayana Carmen Larrea, se procede a la captura y fusilamiento de Millones y su cómplice en la huaca ubicada, por aquel tiempo, en la actual Plazuela “Elías Aguirre”. Presenciaron el ajusticiamiento un gran número de la población.
El 2 de agosto de 1882 un batallón chileno desembarca en Eten y se enfrenta en Chiclayo a las tropas de la resistencia encabezadas (en ese momento) por el coronel chotano Manuel José Becerra. Se producen 10 bajas chiclayanas en combate y una más por fusilamiento. Aunque los documentos chilenos no lo registran, una tradición popular señala que los fusilados solían morir al grito de ¡Viva el Perú libre!
Según información histórica de Eric Mendoza Samillán, El 24 de noviembre una expedición de 81 soldados chilenos capturaron en Mochumí a dos patriotas de la resistencia lambayecana que se encontraban reclutando gente para engrosar las fuerzas peruanas, estos valientes fueron ultimados en el mismo lugar, como señal de advertencia, en este pueblo se quedaron algunas horas esperando refuerzos. Luego continuaron su viaje hacia la hacienda del señor Barragán, al llegar iniciaron una búsqueda casa por casa, encontrando en una de ellas 20 fusiles, el peón que allí vivía fue fusilado y al hacendado se le impuso un pago de 1,000 soles de plata. El mismo Mendoza, afirma “En ocasiones uno que otro soldado chileno aparecía muerto en la calle, si este había sido asesinado, los soldados reunían a todos los hombres del vecindario aplicándole la cuenta del “quinto”, este quinto significaba contar en forma sucesiva separando 5 personas, a los que les tocaba este número eran fusiladas en el acto, sino encontraban hombres reunían a las mujeres y por sorteo les cortaban un seno”.
Según Mendoza, el Prefecto de Lambayeque Sr. Federico Ríos escribió en su memoria lo siguiente “Las huestes chilenas que invadieron este departamento, antes y después del desastre nacional, se olvidaron de los principios de la guerra usados en los pueblos cristianos, llevaron por todas partes la devastación y la ruina a muchas personas, cuya riqueza privada impulsaba antes el desarrollo comercial e industrial del departamento. Al retirarse dejaron nuestros pueblos en el más lamentable estado de miseria y frustración”.
Conclusiones
-         El sentido de superioridad racial existió en Chile mucho antes de la Guerra del Pacífico e inspiró, durante la guerra, los comportamientos de los miembros de su armada, especialmente durante la invasión del interior del Perú, por ejemplo, en el departamento de Lambayeque.
-         El pánico, robo, saqueo, expropiaciones y trabajos forzados generados por los chilenos en sus invasiones al departamento de Lambayeque evidencian, por una parte, el falso ofrecimiento de respeto a la vida y la propiedad pública y privada y, de otra, las actitudes discriminatorias reforzadas por su sensación de superioridad racial lo cual se puede aseverar a partir de conceptos aportados por la propia prensa chilena de aquel tiempo.
-         Hubo, entre los pobladores de Lambayeque, una actitud de resistencia frente a los invasores. La defensa del departamento estuvo a cargo, fundamentalmente, de la población chola.
-         La victoria de Chile sirvió para confirmar, fortalecer y aún popularizar el mito de la superioridad racial chilena. Por otra parte, la guerra también tuvo como consecuencia la reacción justamente inversa en el Perú, pues sirvió para confirmar y alentar el mito de la inferioridad del indio (cholo) peruano
Referencias bibliográficas
1.     Ahumada, P. (1884). Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, 9 vols. Valparaíso: Chile. Ed. Imprenta del Progreso.
2.     Cabrejos, C. (2016). Almácigos de historia lambayecana. Chiclayo: Perú. Ed. USAT.
3.     Figueroa, G. (2003) Historia del Perú y de Lambayeque siglo XX. Chiclayo: Perú.
4.     Klaiber, J. (1978). Los "cholos'' y los "rotos": actitudes raciales durante la guerra del pacifico (ensayo). Revista Histórica, vol. 11, Nº 1, julio de 1978. Lima: Perú. Ed. PUCP.
5.     Mendoza, E. Lambayeque durante la Guerra del Pacífico. Disponible en https://cdehdl.wordpress.com/2014/06/03/lambayeque-durante-la-guerra-del-pacifico/
6.     Middendorf. E. (1894) Perú. Vol. 2. Berlín: Alemania. Ed. Meisenbach Riffarth & Co.
7.     Rodríguez, Z. (1876). Miscelánea Literaria, política y religiosa. Santiago: Chile. Ed. Imprenta “El independiente”.

8.     Varallanos, J. (1962). El cholo y el Perú. Perú mixto. Buenos Aires: Argentina. Ed. Imprenta López.

martes, 2 de julio de 2019

Tomas Murray, 1880: ¿Un espía inglés en Chiclayo?

Sobrevivientes de la Guerra del Pacífico en 1924.
Fotografía de Marco Maguiña, hijo del héroe
Eliseo Maguiña. 

En Chiclayo, desde abril de 1879, hubo la percepción que los efectos de la declarada Guerra con Chile no nos alcanzarían. Al respecto el historiador José Gómez Cumpa, señala “Es necesario señalar antes la precariedad y la poca importancia real que se dio inicialmente a las noticias de la guerra, el ambiente provinciano simplemente tuvo un ingrediente más para las disputas caudillistas tan comunes en la vida política local de la época” (Gómez, 2010, p. 2).

Guillermo Parvex, cronista e historiador chileno, afirma que “alrededor de entre setenta a cien agentes operaron secretamente para Chile durante alguna etapa de la guerra en la zona del conflicto… ni Perú ni Bolivia desarrollaron un servicio semejante de recopilación de informaciones en Chile y se limitaron a extraer desde los informes de prensa chilena la valiosa información que encontrasen.” (Parvex, 2017).

El presente artículo se basa en dos cartas dirigidas por el Ministro de la legación británica en Lima al Ministro de Relaciones Exteriores de Perú en 1880, Sr. Pedro José calderón y guarda relación con un aparente caso de espionaje ocurrido en nuestra ciudad.

Veteranos de la Guerra del Pacífico en el interior del Palacio Municipal.
Chiclayo, 1924.

Con fecha 19 de abril de 1880 el Ministro residente de la legación británica en Lima, Spenser St. John, dirige una carta al Sr. Pedro José Calderón, Ministro peruano de Relaciones Exteriores, informando el arresto del inglés Tomas Murray en Eten y su traslado a Chiclayo acusado de ser espía chileno. En su carta, manifiesta “me han asegurado que piensan juzgarlo por un Consejo de Guerra en lugar de los tribunales de costumbre” (St. John, 1880). Para aquel entonces en la provincia de Chiclayo no surtía efecto la Ley Marcial, por ello, un juzgamiento a Murray en dichas condiciones era considerado por St. John como un acto ilegal. En la misiva no se presenta un argumento de peso para afirmar la inocencia de Murray; sin embargo, expresa que “… estas acusaciones de ser espía se hacen con facilidad y es muy difícil refutarlas. Puedo repetir la opinión que ya he expresado, que mis paisanos, por su naturaleza y por su educacion, son los últimos que escogerían por ser espías…” (Ibd). La misiva concluye con un pedido de St. John por una buena investigacion y la puesta en libertad de Murray elagando que la acusacion fue hecha en un momento de acaloramiento.

Una segunda carta de St. John fechada en Lima el 10 de mayo de 1880, informa al Ministro de Relaciones Exteriores peruano que, hasta esa fecha, Tomas Murray no había podido entrevistarse con el Vicecónsul inglés en lambayeque, Sr. William Fry; esto a pesar  de la correspondencia mantenida entre el representante inglés y el Sr. José Manuel Ríos, Prefecto de Lambayeque. Indica, también, en su misiva que es necesario se impartan órdenes para que Murray pueda conversar con el Prefecto y con el Vicecónsul y se le someta a juicio o se le ponga en libertad. St. John finaliza afirmando “Tomas Murray ha vivido en el Perú cerca de treinta años; se me ha informado de que es enteramente incapaz de desempeñar el rol de espía”. El 13 de mayo, en respuesta a la solicitud del Ministro Inglés, el Ministro Calderón ordena al secretario de Gobierno que “se sirva recomendar la pronta terminación del asunto…”.

Del estudio realizado a los documentos se puede concluir:

1.     No es posible constatar la presencia de Tomas Murray en Chiclayo en otros documentos oficiales. Aunque se sabe, por los resultados del censo nacional de población de 1876 que en Lambayeque hubo 516 ciudadanos británicos; no existe una lista con sus nombres y en el padrón de extranjería con los ingresos a nuestra región entre los siglos XIX y XX son inubicables por lo cual se puede inferir que Murray, como los demás ingleses de Lambayeque, ingresó por el Puerto del Callao considerando los treinta años de residencia en Perú a 1880.
2.     Murray debió haber residido en otra ciudad del Perú. No era conocido en Chiclayo siendo, entonces, catalogado de espía.
3.     Pudo haber llegado por Eten en barco y, una vez identificado como ciudadano británico, detenido y trasladado a Chiclayo. Otra posibilidad es su arribo a Chiclayo por tierra y de la misma manera a Eten.
4.     Una vez capturado y considerando que por aquel tiempo Chiclayo no tenía una cárcel pública, debió estar internado en los calabozos de la prefectura ubicada, como hoy, en la Calle San José.
5.     Los temores de la población fueron motivados por el hecho que en la Guerra del Pacífico la armada chilena contó con gran cantidad de oficiales con apellido inglés como Condell, Cox, Christie, Edwards, Leighton, Lynch, Macpherson, Pratt, Rogers, Simpson, Smith, Souper, Stephens, Thomson, Walker, Warner, Williams, Wilson y Wood. Además debemos considerar el hecho que, iniciadas las expediciones al norte del país, los chilenos encabezados por Patricio Lynch incendiaron edificios públicos y privados e impusieron cupos y sanciones severas a los pobladores y autoridades locales lo cual repercutió en el temor del poblador chiclayano de aquel tiempo.

Referencias bibliográficas
Ahumada, P. (1982) Guerra del Pacífico (Vol. VII – VIII). Santiago de Chile. E. Andrés Bello.
Gómez, J. (2010) Impacto de la Guerra del pacífico en Lambayeque: 1879-1886 (artículo).
Parvex, G. (2017) Servicio secreto chileno en la Guerra del Pacífico. Santiago de Chile. Ed. Penguin Random House