miércoles, 23 de septiembre de 2015

Historia de la Primera Aparición del “Divino Niño del Milagro” de Eten: 02 de junio de 1649


Fotografía publicada en Revista Variedades de Lima - año 1911
En junio y julio de 1649, en Ciudad Eten, según el documento “Crónica del Milagro Eucarístico de Eten” (1649), ocurrieron dos apariciones del Niño Jesús en la Hostia Consagrada. Según el Profesor Carlos Millones Carrillo, investigador que analizó y transliteralizó los 82 folios de la crónica “se dio como secuela de un sacrilegio realizado en la ciudad de Quito (Ecuador) en la madrugada del 19 de enero de 1649, en el cual unos malhechores desfondaron el Sagrario y se llevaron el Copón de plata, maltratando las Sagradas Hostias y dejándolas regadas en el piso, algunas de ellas rotas y otras sin poder ser encontradas” (Millones, 2009). A continuación una narración de los hechos que considera el orden de la información registrada en la crónica franciscana.
En Reque, el 23 de junio de 1649 Don Fernando de la Carrera, Vicario Juez eclesiástico del Partido de Chiclayo creyó necesario citar y tomar declaración al cura franciscano de Eten, Fray Jerónimo de Silva Manrique, testigo presencial del extraordinario hecho, no sin antes solicitar a su superior, Fray Marcos López (“Presidente del Convento de San Francisco de Chiclayo”) la autorización para dicha comparecencia. Dicha solicitud se le notificó el 25 de junio a través del notario Iñigo de Sarabia quien leyó la petición y recibió la autorización solicitada en presencia de Fray Antonio Crespo, quien actuó como testigo del hecho.  
Foto publicada en Revista Variedades de Lima - año 1911
Testigos de la primera aparición, ocurrida el 02 de junio de 1649, fueron Fray Jerónimo de Silva Manrique, Cura y Vicario de Eten (46 años); Don Domingo Martínez, español natural, residente en la Ciudad de Zaña (27 años);  Andrés Neciosup, Sacristán Mayor de la Iglesia (36 años); Don Pablo Quinocial, alcalde ordinario de Eten (68 años); Don Fabián Chancafe, alcalde ordinario de Eten (36 años) y los pobladores presentes en el acto litúrgico. Todos ellos fueron entrevistados por Don Fernando de la Carrera. El interrogatorio, del que participaron por separado, constó de 7 preguntas: “¿si vieron con los ojos corporales, el 02 de junio de 1649, dichas las Vísperas del Corpus en la Hostia Consagrada que estaba, un niño como cosa distinta de la Hostia o como pintado?; ¿el dicho Niño que pareció en la dicha hostia era de medio cuerpo o de cuerpo entero, desnudo o vestido, si cubría toda la hostia o no?; ¿ si el dicho niño tenía cabellos, cara y carnes de cuerpo humano haciendo distinción de lo blanco del círculo de la hostia?; ¿si por los ocho días de la octava que se celebró con gran concurso de gente pareció en la misma hostia el dicho niño estando en el mismo lugar puesta la hostia como el primer día?; ¿si vieron todos los que estuvieron en la dicha Iglesia al dicho niño y qué efectos causó en sus ánimos y corazones?; ¿si todos a una dijeron milagro y fueron a repicar las campanas de su motu propio?; ¿si todo lo dicho es público y notorio, publica voz y fama así en este pueblo como en los circunvecinos y en la ciudad de Saña?” (Folio 30, CMEE) Cada testigo juró decir la verdad e hizo la señal de la Cruz.

Foto publicada en Antiguas Fotos de Chiclayo
De las declaraciones se concluye que el 02 de junio de 1649, víspera del Corpus Christi, mientras celebraba el acto litúrgico Fray Jerónimo de Silva Manrique, y estando de rodillas frente al viril que contenía el Santísimo Sacramento (Hostia Consagrada), vio un niño dentro de la hostia a manera de una lámina pintada. Se le podía ver de medio cuerpo hacia arriba con una vestimenta morada. Hubo dificultades para una exacta visión por ser horas de la noche y debido a la oscuridad que había en el altar. Dio certeza de haber visto un niño, su cuerpo y su cabello rubio ondulado hasta la altura de los hombros; este hecho no había ocurrido en los días anteriores de la octava. De inmediato mando a llamar con gran prisa al ciudadano español Domingo Martínez y al alcalde ordinario de Eten Don Pablo Quinoncial, para que subieran al altar y vieran al Niño en la Hostia Consagrada, siendo también ellos testigos del milagro. Refirió que todos quienes asistieron a la Iglesia vieron al niño y “movidos de devoción daban gritos y voces enterneciéndose y particularmente este declarante se conmovió con un gozo espiritual llenándose de ternura y lágrimas”, se postraron “y adoraron al Señor, muy tiernos y fervorosos”; a continuación, el sacristán gritó “¡Milagro, milagro! con lo cual todo el pueblo repitió lo mismo y tocaron chirimías, clarín y trompetas y repicaron las campanas y que de ahí a adelante acudían a los demás días de la octava con más fervor y devoción”.