Oleo: San Francisco Solano De Kracker Johann Lucas Año: 1770 |
En 1676 en Madrid (España), se
publica la obra “Vida, virtudes y milagros del apóstol del Perú el B. P. Fr.
Francisco Solano” del presbítero franciscano Diego de Córdoba y Salinas. El texto
reúne las declaraciones y testimonios de quinientos testigos sobre la acción
milagrosa de San Francisco Solano. Los testigos pertenecieron a las diócesis de
Sevilla, Granada, Lima. Córdoba y Málaga. En la obra aparecen (Cap. XI – p. 523
- 526) cuatro testimonios registrados
entre 1634 y 1640 en el pueblo de San Pedro de Lambayeque.
A San Francisco Solano se le llama el
“Taumaturgo del nuevo mundo” reconociéndosele como una Persona que actuó de
forma milagrosa y a quien se atribuyó actos prodigiosos. Nació en 1549 en
Andalucía (España). Recorrió a pie los territorios de Perú, Argentina y
Paraguay, instruyendo a los naturales y ganando fama por su humildad, alegría, servicio
y labor pacificadora. Falleció en 1610
pero sus virtudes fueron reconocidas también en Lambayeque.
“Sana
una niña desahuciada: A 26 de enero de 1634, juraron ante el juez apostólico
en el pueblo de Lambayeque, Martín Godínez Ternero y su mujer María de Mingolla
que hacía tres años que una hija suya llamada Lucía estuvo desahuciada y sin
esperanza de vida, ni remedio alguno le era de provecho, no podía comer y para
que recibiese alguna sustancia le habrían la boca con un palo. El padre
afligido pidió una imagen de San Solano que puso en la cabecera de la enferma
invocando su intercesión que luego se experimentó, pues el mismo día mejoró y pidió
de comer y de bien en mejor en breve consiguió entera salud. Y lo declararon
sus padres juntamente con Luisa de Mingolla testigo conteste”.
“Resucita
un niño: Mayor fue la maravilla que dentro de dos años sucedió, que según buena
cuenta fue el de 1639. Parió la dicha María Mingolla un niño que llamaron Pedro
que por haber nacido antes de tiempo salió enfermizo y desmedrado y a los siete
días le sobrevino un mal repentino. Tomolo en los brazos su padre, pusosele el
rostro renegrido, fuele faltando el aliento y la respiración, dio dos o tres
boqueaqueadas y con ellas acabó la vida dando principio a general llanto y lágrimas
en todos los de su casa. El padre certificado de la muerte del hijo, hizo
memoria de lo mucho que valen con Dios los méritos del S. Solano, partió de
carrera por el retrato del santo, llegó al difunto y pidió a todos hiciesen
pausa en sus lágrimas y tuviesen fe, que sin duda Dios le restituiría la vida a
su hijo por medio de su siervo el santo
Solano. Y así sucedió pues dentro de media hora que estuvo puesto el retrato
del santo al rostro del niño, resucitó, abrió los ojos y de improviso el color
difunto y amarillo se transformó en un color rosado y apacible cobró nuevo
aliento y tomó el pecho y quedó bueno y sano y lo estaba al tiempo que se escribió
ante el juez apostólico esta maravilla. Todos quedaron como pasmados y alabaron
a Dios que por la intercesión del bendito padre Solano obró tan gran milagro,
por cuya causa llaman al niño Pedro Solano. Hicieron declaración con juramento
en forma los dichos su padre y su madre, y su hermana Lucía de Mingolla,
testigo conteste a 26 de enero de 1640”.
“Sana
una niña muy peligrosa: Una niña llamada Francisca, hija de Alonio García
Flores y de Lucía de Mingolla su mujer, vecinos de Lambayeque, estuvo muy
peligrosa de una enfermedad que le dio a modo de perlesía, torcíasele la boca a
un lado y hería lastimosamente de pies y manos. Viendo su madre cuan poco le
prestaban los remedios que le hacían, pidió a su cuñado Martín Ternero el
retrato del S. P Solano que con viva fe puso en la cabecera de la doliente y
siendo esto de parte de noche, volvió luego en sí y a medianoche tomo el pecho
que en tres días no había sido posible con que fue mejorando de manera que amaneció
quitada la fealdad de la boca y vuelta a
su lugar, y en señal de su salud milagrosa, apareció delante de todos (con
notable admiración) sobre la cabeza de la niña una señal en forma de cruz, como
dorada y muy hermosa que luego se fue desapareciendo, y sin otra cura ni
remedio humano, en breve se conoció su maravillosa salud y algunos dos años después
reconocidos al santo padre Solano, hicieron de esta declaración ante el juez apostólico
según derecho los dichos su padre y madre y María de Mingolla testigo conteste
el enero pasado de 1640”.
“Sana
un niño de calenturas: Doña María Santillán, viuda de Miguel de Ribas, juró
en el dicho pueblo de Lambayeque ante el juez apostólico, a treinta y uno de
enero de 1640, que habría tiempo de cuatro meses, que estando un niño llamado
Pedro, que criaba en su casa muy enfermo, una noche llego a estar tan mortal y
con tal pestilencial calentura, que no hablaba ni comía y todos aguardaban que
expirase. Acudió esta señora con un poco del aceite de las lámparas del santo
Solano que le aplicó al vientre implorando su auxilio que luego se sintió con
la súbita mejoría de manera que al tiempo que trataban de su entierro amaneció
sin calentura y pidió de comer y siempre se continuó su mejoría. Y esta
declarante y los demás de su casa celebraron el suceso por milagro obtenido por
los méritos del santo Solano”.
Portada de la Obra de Diego Córdoba y Salinas “Vida, virtudes y milagros del apóstol del Perú el B. P. Fr. Francisco Solano” - 1676 |
Algunos comentarios que me parecen
necesarios: En los tres primeros milagros es notoria la participación de
personajes cercanos, familiares. Los prodigios ocurrieron en favor de dos de
los hijos y un nieto de Martín Godínez y María de Mingolla. Se puede inferir la
notable devoción familiar a San Francisco Solano. Tenían un retrato del santo y
según la costumbre de la época pienso debió tratarse de un retrato grande. En el
primer caso se testimonia la sanación de su hija Lucía, al parecer de epilepsia,
en 1634 aclarando que el hecho se produjo en 1631. En el segundo caso, Pedro el
recién nacido hijo de la pareja, resucita por la intercesión milagrosa de San
Francisco Solano treinta minutos después de invocarse su acción milagrosa. Entre
los testigos de los hechos se cuenta a Luisa y Lucía de Mingolla hermanas de la
madre de los pequeños. El tercer prodigio fue en favor de Francisca, hija de
Lucía de Mingolla, usándose medios similares a los dos primeros; esta vez, una
cruz dorada apareció por poco tiempo en su cuero cabelludo. Sobre el cuarto
prodigio, no puedo evitar relacionarlo con el segundo, en favor del pequeño
Pedro; me da la impresión que refieren al mismo milagro.
Me parece significativo que en la dedicación
de la obra de Córdoba y salinas realizada por Fray Pedro de Mena a Don Pedro de
Portocarrero y Aragón, Conde de Medellín y Presidente del Real Consejo de
Indias entre 1676 y 1679; Mena, califique a San Francisco Solano como el “místico
diamante de subidos fondos de fe, celo, austeridad y milagros… tesoro perulero
con que aquella opulentísima ciudad de Lima adorna la Iglesia…”.