jueves, 30 de julio de 2009

Una Tradición Religiosa: "La Historia de los Curas Casimiro y Castrillo"



Hay recuerdos y costumbres que adornan la identidad católica de nuestros pueblos. En cada lugar las distintas fechas religiosas suelen vivirse de distintas maneras. En mi niñez, viví algunas: Padrinos lanzando monedas al aire después de la ceremonia en honor del ahijado para cumplir con el “capillo” y evitarse el canto aquel de: “Padrino pata de candado si no tienes monedas ¿Para qué tienes ahijado?" ; Niños llorando en plena misa mientras las “mayores” o ancianitas murmuran: “A ese niño el diablo le esta mordiendo la oreja”. Pero, si una cosa es la costumbre, otra es el recuerdo de hechos imborrables en algunas comunidades como el siguiente que a continuación paso a narrar:
En 1944 a túcume acudía desde Lambayeque un sacerdote dominico de buen corazón y amoroso trato, el Padre Casimiro, con la misión de impartir los sacramentos y atender a la feligresía. La principal festividad religiosa del pueblo en honor a la “Virgen Purísima” estaba, como hasta hoy, a cargo de la hermandad que, hace 65 años, tenía menos adeptos que opositores quienes referían manejos poco claros de las cuentas y desorganización de los dirigentes. Aquellos, hicieron circular por el pueblo el rumor de que el Padre Casimiro se había enterado de sus maldades y pediría a Trujillo autorización para el cambio de autoridades de la hermandad.
Los afectados por el rumor urdieron un plan y llamaron al Padre Casimiro a Túcume so pretexto de atender a un moribundo en el centro poblado Nancolam. El Padre acudió al llamado de ayudar a “bien morir”, sin saber de la mentira, y cuando ingresaba en su auto color blanco la turba, entre insultos y jaloneos, lo amenazó y pedió explicaciones sin que el Padre comprendiera lo que ocurría.
Como pudo, arrancó el auto y llegó hasta el local del teléfono público. En el lugar, más triste que asustado, el padre Casimiro con ayuda de tres fieles (Carmen Julia Vélez, Martina Soraluz y doña Herminia Asalde) llamaron al subprefecto quien envió un camión con policías que rescataron al ministro de Dios.
Ahora, la atención de la feligresía estaría a cargo del Padre Castrillo, párroco de Lambayeque, dominico de carácter fuerte, español sin pelos en la lengua, directo y, según refieren, valiente para aceptar atender a un pueblo como Túcume de medio siglo XX para abajo.
Por algún otro rumor, que hoy todos dan por olvidado, pero que “sospechan” fue la cola del primero; parte de la población enardecida quiso sacarlo fuera del pueblo. Padre Castrillo corrió y, como pudo, se refugió en el local del teléfono con ayuda de aquellas buenas mujeres que apoyaron también a Padre Casimiro. Ellas, para motivar el apuro del subprefecto, le engañaron que en Túcume darían muerte al Padre Castrillo. Al llegar la policía pidió al Padre informes sobre las personas que participaron en la revuelta. Todas ellas, al ser identificadas, le decían: “¿Yo padrecito? ¡No padrecito! Yo no le hice nada” a lo que el Padre replicó: “¡Callad, moriréis arrastrados como la serpiente!” Hasta hoy se dice que la mayoría de aquellas personas fallecieron, con el tiempo, víctimas de terribles enfermedades o desgracias.
Pero a las tres mujeres fieles el pueblo les dedicó un canto que hasta hoy las más ancianas entonan:
“Pobrecita Carmen Julia
que al teléfono corría
a engañar al subprefecto
que Castrillo era muerto.
Tres mujeres son las que hablan
Carmen Julia, Martina y Herminia
engañando al subprefecto
que castrillo era muerto”

Por varios años a Túcume no llegaron sacerdotes y la gente dice ¡Ese fue el castigo! Como verán la fe de un pueblo es como una planta: debe ser cultivada con esmero y cariño, así crece y fructifica. Hoy Túcume manifiesta valores de espiritualidad y compromiso solidario propios de una fe creciente y que se fortalece día a día. Estemos seguros que a los Sacerdotes que acudan a esa hermosa tierra se les dará siempre muy buen trato (Por siacaso, por favor, oremos por eso).

viernes, 24 de julio de 2009

José Francisco de San Martín y Matorras: "El Generalísimo de las Armas"


Me parece pertinente culminar la secuencia sobre “La Independencia del Perú” refiriéndome a la insigne figura de Don José Francisco de San Martín y Matorras, “Fundador de la libertad del Perú” y “Generalísimo de las Armas” (de acuerdo a las recompensas y honores otorgados por el Primer Congreso Peruano en 1822 presidido por Francisco Javier de Luna Pizarro). No bastan los datos biográficos. Trataré de acercarlos a la personalidad del “Generalísimo” mediante el conocimiento de algunos de sus escritos.
José Francisco de San Martín y Matorras, hijo de Juan de San Martín y de Gregoria Matorras, nació en Yapeyú el 25 de febrero de 1778. En 1781, su familia se traslada a Buenos Aires y en 1784 a España, donde José Francisco realizó sus estudios elementales para luego, en 1789, incorporarse como cadete al Regimiento de Infantería de Murcia a la edad de once años. Serviría en el ejército del Rey en Europa y África. Allí iniciaría una carrera militar que lo llevaría a convertirse en uno de los más importantes libertadores de América. Sobre su experiencia diría: “Yo servía en el ejército español en 1811. Veinte años de honrados servicios me habían atraído alguna consideración, sin embargo de ser americano; supe de la revolución de mi país, y al abandonar mi fortuna y mis esperanzas, sólo sentía no tener más que sacrificar al deseo de contribuir a la libertad de mi patria; llegué a Buenos Aires a principios de 1812 y desde entonces me consagré a la causa de América: sus enemigos podrán decir si mis servicios han sido útiles”.
En 1812, retornó a su patria con el deseo de colaborar en la lucha por la Independencia. Tres años después, se encargó de la gobernación de la provincia de Mendoza donde formó el ejército que liberó a Chile en 1817 y programa la Expedición libertadora de Perú. Diría: “No aspiro a la fama de conquistador del Perú. ¿Qué haría yo en Lima si sus habitantes me fuesen contrarios? No quiero dar un paso más allá de donde vaya la opinión pública. La opinión pública es un nuevo resorte introducido en los asuntos de estos países: los españoles, incapaces de dirigirla, la han comprimido. Ha llegado el día en que va a manifestar su fuerza y su importancia”.
Lograda la independencia peruana, se embarca a Guayaquil para entrevistarse con Bolívar y ponerse a sus órdenes en la consolidación de independencia americana, según se desprende de las misivas cruzadas entre ellos. San Martín en carta a Bolívar con fecha 29 de agosto de 1822, refiere: “Los resultados de nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la pronta terminación de la guerra. Desgraciadamente yo estoy íntimamente convencido o que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes, con las fuerzas de mi mando, o que mi persona le es embarazosa”. Es firme pero prudente: “He hablado a usted, general, con franqueza, pero los sentimientos que expresa esta carta quedarán sepultados en el más profundo silencio; si llegasen a traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para perjudicarla, y los intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia”.
San Martín está dolido por la actitud de Bolívar pero, aun así, da muestras de una gran humildad: “Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien América debe su libertad. El destino lo dispone de otro modo y es preciso conformarse”. Trata de comprender y, al despedirse de Bolívar dice: “Con el comandante Delgado, dador de ésta, remito a usted una escopeta y un par de pistolas juntamente con el caballo de paso que le ofrecí en Guayaquil. Admita usted, general, esta memoria del primero de sus admiradores. Con estos sentimientos y con los de desearle únicamente sea usted quien tenga la gloria de terminar la guerra de la independencia de la América del Sur, se repite su afectísimo servidor”.
Tras gobernar el Perú entre 1821 y 1823, regresó a Chile camino a Argentina, desde donde partió al exilio en Europa. Tras su estadía en Inglaterra, Escocia, Bruselas y diversos lugares de Francia, y de un complicado viaje al Río de la Plata (1829), en 1834 decidió radicarse definitivamente en Grand Bourg, cerca de París, donde murió el 17 de Agosto de 1850 en Francia.
Antes de morir legó el texto conocido como “Máximas a Mercedes Tomasa” (su hija) en que le invoca a humanizar el carácter, amar la verdad, inspirar confianza y amistad, dar a los pobres, ser honrada, saber guardar secretos, respetar las creencias, tratar dulcemente a los pobres y viejos y hablar poco.
Sus restos mortales fueron repatriados a Buenos Aires en 1880 según su voluntad expresada en su testamento “Sí deseo que mi corazón sea depositado en el cementerio de Buenos Aires”.

jueves, 16 de julio de 2009

La Independencia del Perú



1.- La vida limeña meses y días antes.

Para comprender el hecho histórico de la Independencia del Perú es necesario tener información acerca de sus tres tiempos fundamentales: antes, durante y después. En esta primera entrega trataré de responder a la pregunta ¿cómo se vivía en la ciudad de los Reyes pocos meses y días antes de la declaración, proclamación y jura de la independencia? Para lo cual detallaré algunas características de la vida limeña basándome en el trabajo del historiador peruano Arnaldo Mera Ávalos de la Pontificia Universidad católica del Perú, titulado “Cuando la Patria llegó a la capital: El miedo ante el advenimiento de la independencia” (1985).
La ciudad de Lima se había convertido en un refugio de criollos del Virreinato del Río de la Plata y de otros llegados de distintas partes de América. Tales personas vinieron junto a las “malas noticias de caos, pobreza y desorden en las zonas liberadas a causa de la independencia”. Se nota un grave temor al cambio, un miedo comprensible a lo desconocido.
La gente temía a la Patria, simbolizada por el Ejército libertador, los aristócratas limeños temían perder sus propiedades y quebrar su unidad familiar. Las mujeres eran realistas y, aunque no pudieron firmar ningún documento, mantuvieron un fuerte vínculo con su confesor. Sus confesores eran sacerdotes españoles. Los esclavos dependían de la suerte de sus amos y los indios de Lima, acomodados al sistema, servían en su mayoría en el ejército realista.
El clima era el de una guerra civil. Faltaban alimentos y trigo, y había carestía de harinas debido al bloqueo armado del inglés Lord Thomas Cochrane que apoyó la causa libertadora. Muchas familias (alrededor de 350) se refugiaron en los conventos y en el Castillo del Callao (mal llamado Real Felipe). Además, Lima amurallada era rodeada por las tropas del General realista José de Canterac desde La Molina, San Borja, Limatambo y Bellavista. La acción de Canterac destinada a mostrar el poderío del ejército español creó entre los limeños un clima de mayor inseguridad por el temor a los enfrentamientos con las tropas patriotas.
La plebe de la ciudad dependía de las decisiones de la aristocracia. Era, en realidad, acomodaticia, es decir, estaba con el momento. No existía el concepto de ciudadano. Un ejemplo: Poco tiempo antes, la plebe de Lima, había escuchado la Jura de la Constitución de Cádiz en las Plazas y la avivaron, en especial cuando los oradores del acto lanzaron algunas monedas.
Los esclavos no eran todos de la misma condición. El esclavo negro de la élite (carroceros, cocineros, mayordomos) vestía mejor que muchos blancos pobres. Su vida dependía de lo que pasaba con su amo. Se mantuvieron junto a ellos hasta que San Martín ofrece libertad a los negros que se pasen al bando libertador. Por eso en Lima se temía al ejército libertador, a las “Tropas” desordenadas proclives al pillaje y al saqueo y a los desertores del ejército realista.
El ejército realista estaba intacto, aunque eventualmente se daban algunas deserciones. Habían abandonado Lima para dirigirse al Cuzco luego del cerco de Lord Thomas Cochrane. Estaba conformado por indios de todo el territorio.
Debo aclarar que, si bien es cierto, aunque hubo limeños notables que apoyaron la causa de la emancipación, fue más notoria la actitud a favor de la fidelidad a la corona española por parte de la aristocracia. Las características generales mencionadas líneas arriba nos pueden dar una luz para reconstruir mentalmente la realidad vivida en la ciudad capital del Perú que fue también centro de nuestro proceso emancipador.

2.- Declaración, Proclamación y Jura.

Se trata de tres actos jurídicos distintos que ocurrieron entre los meses de julio y Agosto de 1821 en la Ciudad de Lima.
Luego de ocupar Lima, el general José Francisco de San Martín y Matorras, envió un oficio al Cabildo de la ciudad, en cuyo texto comunicaba la necesidad de declarar la independencia. El ayuntamiento habría reconocido la voluntad general que respaldaba dicha alternativa, respondiendo con el texto de un acta donde acuerda la declaración de independencia el 15 de julio de 1821. Dicha Acta, redactada por Don Manuel Pérez Tudela, fue la respuesta formal del cabildo de Lima. En ella se establece que la voluntad general esta decidida por la independencia del Perú y por el rechazo de la dominación española y cualquiera otra extranjera. La decisión fue tomada por los miembros del cabildo de Lima en presencia del Arzobispo de la iglesia de Lima Francisco Javier de Zárate, los prelados de los conventos religiosos, los títulos de Castilla y otros vecinos.
La proclamación de la independencia se realizó el día 28 de Julio de 1821 (se eligió ese día por ser sábado) desde cuatro plazas públicas según la costumbre de la época. El hecho fue comunicado a la población de Lima mediante la publicación de un bando en toda la ciudad en el que se indicó que se proclamaría la independencia en “los lugares públicos en que en otro tiempo se os anunciaba la continuación de vuestras tristes y pesadas cadenas”. Debo indicar que de la misma forma, en el pasado, se habían proclamado las noticias importantes llegadas desde España. La Proclamación la hizo el propio San Martín desde las Plazas de Armas, La Merced. Santa Ana y de la Santa Inquisición (actual Plaza Bolívar). El General patriota Tomás Guido, en una carta dirigida a su esposa en la que narraba la proclamación de la independencia que presenció, manifiesta: “No he visto en América un concurso ni más lucido ni más numeroso. Las aclamaciones eran un eco continuado de todo el pueblo... Yo fui uno de los que pasearon ese día el estandarte del Perú independiente... Jamás podría premio alguno ser más lisonjero para mí, que ver enarbolado el estandarte de la libertad en el centro de la ciudad más importante de esta parte de América, cumpliendo el objeto de nuestros trabajos en la campaña.”
A partir del 29 del mencionado mes se realizó la juramentación por el pueblo organizado en sus diversas instituciones. La jura era una tradición virreinal. Cada vez que se entronizaba un nuevo monarca la población procedía a jurarle fidelidad en un gesto de sometimiento. Por ello San martín se apresuró a pedir el compromiso de la población, las instituciones y gremios de la capital. La jura se realizó en el Cabildo Eclesiástico, en la Congregación de San Felipe Neri, en la Sacristía de la Catedral, en el Colegio de Abogados, en el Convento de San Francisco, en la Universidad de San Marcos, en el Ramo de Correos, en la Casa de Moneda y en diversos barrios de Lima y el Callao. Posteriormente, debieron hacer lo propio, y ante sus respectivos párrocos, los pueblos de los departamentos libres. En el caso de Lima, era fundamental que las instituciones establecidas en la capital y que recibieron la convocatoria acataran el mandato de San Martín en tanto Jefe del Ejército Libertador, quien notificó mediante oficio de 23 de julio, que dichas instituciones se hicieran presentes el domingo 29 en la catedral a fin de asistir al Te Deum y la Misa de acción de gracias y que, posteriormente, en cada local institucional, procedieran al acto del Juramento. La fórmula usada para la Jura de la independencia fue la siguiente: “¿Juráis por Dios y la Patria sostener y defender con vuestra opinión, persona y propiedades la Independencia del Perú, del Gobierno Español, y de cualquier otra dominación extranjera? Si así lo hiciereis, Dios os ayude, y, si no, Él y la Patria os lo demanden."

3.- El significado de la gesta emancipadora en la actualidad
Una sonrisa única, un uniforme radiante, muchas banderas flameando, escarapelas... No necesito más para anidar otra vez una esperanza fiel y sencilla: El Perú es grande y procuraré ser digno de llamarme hijo de la Patria. Quizá, solamente me deje llevar por la emotividad de estos días, por los recuerdos de grandes hazañas y logros casi imposibles de una nación que besa el cielo con su fe y pisa firmemente la tierra con su trabajo; pero hoy agradecí a Dios por haber sido educado en el amor a lo nuestro, en el aprecio por su tradición que, como firme base de su presente, alimenta las ansias de un futuro distinto, de una historia renovada, escrita a pulso por cada peruano de a pié, por cada hombre y mujer, que al repetir el término PERÚ pueda decir con alegría ¡Es mi Patria!El niño de la sonrisa única, el de la escarapela y la esperanza tiene derecho a aprender a amar a su Patria. Se lo ganó, con el natural y decisivo hecho de haber nacido en este suelo. Ese niño, que hace un instante pasó desfilando ante mí con gallardo paso, mirada fija y rostro templado, goza del derecho a ser educado en tal amor. No interesa dónde ni como nació, o si tiene más o menos que otro, interesa mucho que es peruano y su derecho a ser y pertenecer se lo ha ganado como una gracia especial. El niño de la marcialidad y la esperanza necesita amor y orden, requiere ejemplo, voluntad de educar y sueños, muchos sueños. Hay que amar a la Patria para ganarse el derecho de tener un futuro en ella y en ese amor se guía, se afirman y se multiplican virtudes. Amo a mi Patria: Ella me brindó su suelo, su historia, su idioma, su identidad multirracial, sus mártires y el derecho a luchar por un futuro acá.Es este nuestro humilde modo de pagarle lo mucho que le debemos. Aquí estamos, poniendo en libertad nuestros anhelos, alegrándonos de los colores rojo y blanco, los colores de la Patria: ¡Arriba los corazones!... porque ese niño de la sonrisa única necesita que se le eduque en el mismo amor en que nosotros o muchos de nosotros hemos sido educados; ya no se puede, ni se debe vivir más en la ignorancia ni en la desidia; porque el futuro de nuestro país necesita de seres que lo amen con compromiso, si hoy no le enseñamos a amarla, cercenaremos tal derecho. Es preciso amar a la Patria para fortalecerla y exaltarla, de nuestro amor brota su futuro y de ese retoño florecerá el porvenir de nuestros hijos y nuestros nietos, que sabrán renunciar o aprender a amarla gracias a nuestro ejemplo. En nosotros está forjarlo. Hoy pongo en tus manos este mensaje con los colores de la Patria, con un blanco y rojo ilusionado, con afecto y felicidad. De ti dependerá multiplicarlos en este julio y para siempre. Otra sonrisa única, otro uniforme radiante, otra escarapela, otra esperanza. Perú: tengo tanto para darte. ¡Hoy comenzaré!


sábado, 11 de julio de 2009

Historia Regional Lambayecana: Una necesidad de cara al futuro


La Región de Lambayeque, con un dinamismo histórico impresionante desde hace 10 mil años, ha ido gestando con la creatividad y el esfuerzo de sus hombres y mujeres la realidad compleja y pluricultural que hoy vivimos. Sin embargo, en los últimos años, el convivir bajo el influjo de una cultura oficial centralista y cosmopolita, propia de las grandes ciudades como Chiclayo, nos hace perder poco a poco la memoria colectiva y los valores que nos identifican como pueblo. Lo moderno se aparta de nuestra cultura nacida en el interior de las comunidades. En algunos casos la ignora y margina, en otros la estiliza y acomoda de acuerdo a su refinado gusto por lo exótico.
Según Walter Alva (“Sharuko” – Hombres de Bronce) “No somos ahora ni indígenas ni occidentales, somos un pueblo mestizo que necesita reivindicar su pasado nativo, ponerlo a la misma altura de la contribución del mundo occidental y forjar una cultura nacional a partir de lo local”.
Por definición, la historia es el pasado, presente y futuro posible de la actividad humana; es una disciplina de investigación que nos acerca a los procesos sociales del pasado para garantizar su mejor reconstrucción, análisis, síntesis y utilidad; es el conjunto de huellas cotidianas que deja el hombre en su paso por el tiempo y que son recordadas; es el conjunto de representaciones de la memoria colectiva que moldea la identidad de los pueblos interpretados en forma escrita (fuentes secundarias y terciarias) y verbal (fuentes primarias).
Actualmente se necesita hacer la historia escrita reflejando el desarrollo integral de las comunidades a través de la identificación de los individuos con su entorno inmediato, utilizando como elemento fundamental la investigación colectiva del pasado de ese ambiente. El resultado se ha denominado Historia Regional (Historia Matria según el historiador mexicano Luís Gonzáles y Gonzáles) por ser la historia del espacio afectivo más próximo donde el individuo nace, vive y muere. Podemos clasificar la historia según su ámbito espacial o geográfico. Así, la historia de nuestro país es la historia nacional, pero al acercarnos a espacios geográficos internos la historia puede ser regional y local.
La Historia Regional Lambayecana es aquella que nos remite al pasado de nuestras localidades distritos, provincias, caseríos, anexos, parroquias, barrios, urbanizaciones, etc; ofreciéndonos un panorama de las motivaciones individuales y colectivas. Un rasgo característico de esta historia es que se sirve de fuentes orales de las comunidades, lo cual le da un gran valor afectivo pues se vale de las experiencias subjetivas de sus habitantes. Son las narraciones, historias contadas de generación en generación, fantásticas y reales, las que dan a luz los más importantes datos de la historia espacialmente cercana. Sobre la oralidad, Eduardo Arcila Farías, historiador venezolano, “Recuerdo e historia son una misma cosa, aunque no absolutamente idénticas, pues la historia existe por sí misma, independientemente del recuerdo, en cambio el recuerdo no se concibe sino como historia”.
El conocimiento de estas experiencias fortalece la identidad de la comunidad, la integración de sus miembros y las acciones que buscan su desarrollo.
Son muchas las personas que hacen esfuerzos denodados pero desarticulados para dar forma al cuerpo de nuestra memoria colectiva. El Proyecto educativo Regional es otro esfuerzo institucional que incluye esta necesidad y que, sin embargo, pierde fuerza con el tiempo por ineficiencia y falta de perseverancia. Los clubes de historia y turismo significan el aporte de experiencias que permiten la relación Hombre – naturaleza y cubren, mayormente, el conocimiento paisajístico y geográfico de nuestra realidad. Solo dos instituciones escolares dictan la asignatura de Historia Regional Lambayecana (Colegio de aplicación de UNPRG y Colegio Mixto “Independencia de Chiclayo) y en las Universidades son muy pocos los trabajos que aporten información sobre el tema. Hacer Historia Regional es una necesidad humana de estos tiempos. El hombre presente siente necesidad de penetrar en ese mundo del pasado, constantemente se dirige a el buscando un poco de luz y lo interroga como queriendo obtener respuestas que le permitan iluminar su porvenir. Sin un pleno conocimiento de su pasado histórico, la Región de Lambayeque permanecerá desarraigada y de espaldas a tradiciones, costumbres y actos de los hombres y mujeres de nuestras más recónditas zonas geográficas y también de los lugares más cercanos. De seguir actuando de manera tan despreocupada, dichos recuerdos están condenados a perecer con el tiempo.