Casi en la cuarta parte del siglo XXI, las distintas corrientes ideológicas y la confusión de una sociedad a la que no le basta lo evidente nos obliga a reflexionar y redefinir términos que, en otro tiempo, tuvieron significado indiscutible y diáfano. ¿Qué significa hoy ser patriota? ¿Qué es amar al Perú? ¿Estamos dispuestos a “dar la vida” para construir una patria mejor? Sin lugar a dudas, los valores (también el patriotismo) han sido puestos en tela de juicio por una modernidad que nos “extiende” globalmente y nos reduce por falta de buenos recuerdos y el reconocimiento de la labor de innumerables prohombres. Este relato busca mostrar como Chiclayo se movilizó motivada por el patriotismo en torno a sus héroes; cómo los reconoció y agradeció su valor, siendo personas de todas las edades y condiciones quienes nos han legado un gran ejemplo de amor al Perú que, espero, podamos nosotros imitar y superar.
Las fiestas
patrias de 1890 fuero de las más significativas que experimentó la ciudad de
Chiclayo a lo largo de su historia republicana. Por décadas se habló de
aquellos actos conmemorativos en honor a los lambayecanos caídos en la Guerra
del Pacífico y que se realizaron el día 20 de julio de 1890.
El Periódico
"El Republicano" fechado en Chiclayo el 26 de julio de 1890 (p. 3)
publicó la Crónica "Honras fúnebres" en la que narra el acto cívico
religioso ocurrido días antes, y fue considerado parte del programa por las
fiestas patrias de 1890, en memoria de los héroes lambayecanos de la Guerra del
Pacífico: Elías Aguirre, Diego Ferré, Juan Faning, José Andrés Torres Paz y
"P. Gómez. Muerto en la Batalla de Miraflores". El acto estuvo encabezado
por el prefecto departamental y tanto las casas de nuestra ciudad como los
locales de las instituciones, mostraron un luto y recogimiento total en honor a
tan insignes y valerosos conciudadanos. Se vio "Las banderas de las
colonias extranjeras y de particulares a media asta, las puertas medio cerradas
y vestidas de luto, la enlutada y silenciosa romería que acudió a la iglesia y
los arcos especialmente el túmulo de la Sociedad Amantes de las Artes, la
suspensión del tráfico de vehículos y por último el aspecto lúgubre de la
población, todo nos decía que el departamento está de luto, que Chiclayo sabe
honrar la (ininteligible) de sus héroes y particularmente de sus hijos".
El cronista, no
puede evitar referir “la profunda impresión que (causó) la imponente ceremonia
con que Chiclayo ha honrado la memoria de los mártires de la guerra”; así como
el cumplimiento estricto del programa preparado para tal fin. Desde las 11 del
día, acudían a la “Casa Prefectural” de la Calle San José, las escuelas de
varones, colegio nacional de “San José”, sociedades libres, municipalidades,
miembros del poder judicial, militares, etc. Empezando el desfile del cortejo
fúnebre. Los oficios fúnebres fueron en la Iglesia Matriz la cual presentaba un
aspecto serio e imponente; sus columnas vestidas de negro con lágrimas de plata
mostraban carteles donde se leían inscripciones patrióticas, figurando en ellas
los nombres de los héroes a quienes se rendía homenaje de gratitud. Coronas,
cruces y alegorías guerreras de flores naturales y artísticas, fueron ofrendas
de las “matronas” de la localidad y de algunas instituciones y escuelas.
Un sencillo y
elegante catafalco se levantaba en el centro de la iglesia, en él se veía cual
reliquia la casaca y chaleco acribillados a balazos del inteligente chiclayano
José Andrés Torres Paz. Tales restos hicieron derramar lágrimas a los
presentes. A los costados, entre flores de laurel y rosas naturales, los
retratos de Elías Aguirre, Diego Ferré, José A. Torres Paz y el coronel Faning.
Llamó mucho la atención un retrato encerrado en una modesta corona, en cuya
inscripción se leía “P. Gómez muerto en la batalla de Miraflores – sus padres”.
¡Honor y gloria a este héroe hasta hoy desconocido!
Los actos
tuvieron un matiz de urgencia cuando se produjo un amago de incendio ocasionado
por el derrame de un hachón inflamado que no impidió el desarrollo de la
ceremonia fúnebre presidida por el Sr. Vicario de la Provincia Presbítero José
María Maza y diez sacerdotes. Se conformó una orquesta compuesta por los
mejores músicos del departamento y dirigida por el profesor Manuel J. Tejada
que acompañaron todos los actos celebrados. La homilía patriótica a cargo del
sacerdote Andrés C. Jaramillo, pasará a la historia de nuestra ciudad según el
cronista por su discurso de elevadas ideas, estilo florido y galano, oportunas
apreciaciones históricas y patrióticas.
Concluida la
ceremonia, el cortejo fúnebre se trasladó a la esquina de la calle Real (hoy
Elías Aguirre) que entra a la plaza de armas, donde se elevó el elegante arco
levantado por la Sociedad “Obreros de la Unión” donde a nombre de dicha
institución, dio un discurso patriótico el Sr. Gervasio Arizola. Toda la
antigua calle Real hasta la salida de la estación del ferrocarril a Eten (en el
actual local del Banco de la Nación) lucía las fachadas con banderas, cortinas,
coronas; destacando la decoración en la vivienda del Sr. Clodomiro Caucci, en
la cual se leyó “Homenaje a las víctimas de la Guerra”. Entre las calles Santo
Domingo (actual Juan Cuglievan) y la calle Real (Elías Aguirre), la Sociedad
“Cruz de acero” (inexistente en la actualidad) construyó un elegante arco que tenía
el retrato de Miguel Grau y demás héroes del “Huáscar”; aquí se detuvo la
comitiva para oír el discurso excelente del Sr. Rodimiro Campos (presidente de
dicha sociedad). En la esquina siguiente se elevó el vistoso arco levantado por
el Club “Instrucción y Recreo” representado por el Sr. Dr. Ramón Navarrete y frente
al hospital, la Sociedad “Amantes de las Artes” construyó un precioso monumento
que llamó la atención por su elegancia y diseño artístico. Era un túmulo que
mostraba en la parte superior el Monitor Huáscar rodeado por frases
patrióticas. En el lugar, tomó la palabra el Sr. Juan de Dios Lora y Cordero,
presidente de dicha sociedad quien improvisó un vehemente discurso, exaltando
el patriotismo con su sentida palabra. Concluido el discurso se puso la primera
piedra (obsequiada por la Sociedad “Amantes de las artes”) del monumento a los
héroes en la plazoleta del hospital dejándose oír el discurso agradecido del
Prefecto departamental. Los discursos continuaron con los señores José María
Arbulú Balcázar, el Dr. José Rivadeneira, el joven Maximiliano A. Campos
Pizarro y el Sr. Juan Manuel Colmenares.
En toda la
ciudad se mostraba las banderas de las colonias extranjeras y de particulares a
media asta, las puertas medio cerradas y vestidas de luto, la enlutada y
silenciosa romería que acudió a la iglesia y los arcos especialmente el túmulo
de la Sociedad “Amantes de las Artes”, la suspensión del tráfico de vehículos y
por último el aspecto lúgubre de la población, todo nos decía que el
departamento está de luto, que Chiclayo supo honrar la memoria de sus héroes y
particularmente de sus hijos.