viernes, 13 de septiembre de 2019

Una cuestión de honor: El desafío y duelo del periodista chiclayano Pedro Ruiz Bravo a José de La Riva Agüero y Osma.

La imagen muestra el duelo entre Fernando Belaunde y Eduardo Watson Cisneros
En el aeroclub de Collique en 1957. Nos da una idea de las cuestiones de honor
en pleno siglo XX.

La práctica del duelo y los lances de honor por caballerosidad (al ser de exclusivamente masculina) y en defensa de la integridad del nombre, la sangre; persistieron hasta inicios del siglo XX en nuestro país, específicamente en Lima, según demuestra la historiadora Magdalena Chocano en su investigación “Pulsiones nerviosas de un orden craquelado: desafíos, caballerosidad y esfera política: Perú, 1883-1960” (2011) que cito como fuente y evidencia.[1]
Según Chocano, un caballero era modelo de masculinidad y estaba asociado a la práctica de una profesión liberal o su pertenencia a una familia notable de la sociedad. Un duelo no se relacionaba con cualquier tipo de violencia. Por lo general, los caballeros de la época se preparaban para dichas eventualidades. Así fue con Luis Alberto Sánchez y Jorge Basadre que aprendieron el uso de las espadas en la sala “Cavallero” de Lima. “Por esa razón, el honor mancillado se convertía en el fundamento de los desafíos, que debían restablecer la igualdad entre los varones de la comunidad”, tal como veremos en el hecho relatado a continuación.
El 13 de junio de 1918, durante una sesión de la Cámara de Diputados, el parlamentario Jorge Corbacho acusó de “germanófilo” al ex canciller del gobierno de José Pardo, Enrique de la Riva Agüero por su posición política durante la primera guerra mundial que, según Corbacho, trajo como consecuencia al país “… aislarlo del bando aliado en un momento en que eran necesarios más apoyos para solucionar de manera favorable las cuestiones pendientes con Chile”. Atacó, también, a José de la Riva Agüero y Looz Corswarem, quien fuera ministro de relaciones exteriores durante el gobierno de Manuel Pardo y Lavalle, responsable del Tratado defensivo con Bolivia (una de las causas invocadas por Chile para declarar la guerra al Perú).
La intervención del diputado Corbacho fue publicada ampliamente por el diario “El Tiempo” de Lima, dirigido por el periodista chiclayano Pedro Ruiz bravo, en una crónica de dos páginas titulada “Sensacional sesión en la Cámara de Diputados. El problema de la defensa nacional. Una sombría página de nuestra historia”. La nota mostró el discurso completo de Corbacho con su versión sobre el conflicto con Chile y su acusación al partido civil de ser responsable de dicha derrota. Además “El Tiempo publicó una carta del 20 de septiembre de 1879 dirigida al almirante Lizardo Montero, jefe del ejército del sur y también miembro fundador del Partido Civil, por su correligionario José Carlos de la Riva-Agüero, quien le aconsejaba que procurara obtener una gran victoria en Arica para hacer contrapeso a la figura de Miguel Grau, a quien los pierolistas querían lanzar como candidato. Grau era miembro del Partido Civil, pero no era el favorito del círculo de César Canevaro y de Riva-Agüero, quienes consideraban que otra victoria del Huáscar haría la corriente en favor de Grau irresistible”. Luego, el 15 y el 17 del mismo mes publicó otras cartas de Riva Agüero en las que el autor, aparentemente desprestigia a Grau, al diario El Comercio y al presidente Luis La Puerta; mencionó en su nueva crónica “Las sensacionales revelaciones del señor Corbacho en la Cámara de Diputados. El civilismo a través de nuestra historia [...] Temían que la gloria del almirante Grau contrariara tenebrosos proyectos de conquistar el gobierno” (El Tiempo - 15 de junio de 1918) y agregó “Los documentos del Sr. Jorge Corbacho. Una carta de don José de la Riva Agüero al general Lizardo Montero [...] Los planes maquiavélicos para adueñarse del gobierno”, en su edición del 17 de junio de 1918.
Por lo anterior, el historiador José de la Riva-Agüero y Osma, descendiente de los personajes mencionados por Corbacho e implicados en estas “revelaciones” del diario, envió una carta repudiando las acusaciones publicadas en el Diario “El Tiempo”. Al respecto “Luis Alberto Sánchez ha señalado que la preocupación de Riva-Agüero era extrema en lo referente a los miembros de su familia, presentes y pasados… Genealogía e historia se confundían en esta percepción. Una luz poco favorable proyectada sobre un antepasado se convertía en un problema de reputación política…” (Ibd).
“El Tiempo” responde con nuevos artículos; esta vez sobre Jose de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, primer presidente del Perú, otros de los antepasados de Riva Agüero y Osma sobre quien tanto José de San Martín como Simón Bolívar, en su momento, expresaron muy malas opiniones según mencionaba el diario. Riva Agüero y Osma notó que el diario pretendía mostrar una actividad continua por parte de los Riva Agüero (de todas las generaciones) contra los intereses del Perú.
El 21 de junio de 1918, el diario “El Comercio” a pedido de Riva Agüero y Osma, publica el artículo de su autoría “La personalidad histórica del Mariscal Riva Agüero. Acápites de un libro”; en el refiere: “…Lo que El Tiempo busca, no es la verdad, sino la sorpresa y el engaño en el bullicio, siguiendo la proterva máxima de que de la calumnia algo queda…  Y en esta maldita obra no repara en medios, atropellando el honor ajeno y hasta la sagrada memoria de los muertos. Herido en lo más íntimo de mis sentimientos familiares, y prescindiendo de toda consideración política, mancomunado con mi más próximo pariente, denuncio al desprecio público esta nueva campaña pasquinesca, inmundo amasijo de ignorancia, de impostura y de perfidia”.
Pedro Ruiz Bravo, director de “El Tiempo” responde el 19 de junio de 1918 con el artículo “El señor Riva Agüero y El Tiempo” señalando: “Nos hemos limitado a reproducir una carta… el señor Riva Agüero trata de justificar a su abuelo… nosotros no le hemos negado ese derecho. Únicamente hemos sostenido y continuaremos sosteniendo que los egoísmos y ambiciones del grupo político a que pertenecía el abuelo del Sr. Riva Agüero debilitaron nuestra defensa y contribuyeron a nuestra derrota… (Riva Agüero) acusándonos de pasquinistas, se expresa en el lenguaje menos propio de un político, intelectual y maestro, obligado a ser ejemplo de prudencia, serenidad y cultura, y no de matonería y agresividad”. Ambos personajes, como se nota, estaban seriamente ofendidos. Según Luis Alberto Sánchez “el retador fue Riva Agüero…”[2]
Al momento de la publicación del artículo en “El Comercio”, Pedro Ruiz Bravo envió a sus dos padrinos Manuel Químper y Miguel Grau, hijo del almirante Grau, quienes se reunieron con los del historiador: José María de la Jara y Víctor Andrés Belaúnde. Decidieron que Riva Agüero y Ruiz Bravo se batirían con “sable de combate, arma de punta, filo y contrafilo. El combate debía suspenderse cuando uno de los adversarios quedara en manifiesta condición de inferioridad (una herida que le impidiera continuar la lucha). El director del combate designado no se pudo presentar; por ello, asumieron el cargo, por turno, los maestros de esgrima Sarco y Fabbi” (Ibd).
Según Chocano, hubo dos asaltos. En ambos, Riva Agüero profirió insultos a Ruiz Bravo según hizo notar Miguel Grau, padrino de Ruiz. El combate fue detenido pues ambos duelistas estaban heridos impidiéndoles, según Eduardo Basadre (médico) continuar batiéndose. Al concluir el duelo debía redactarse un acta y, sin embargo, no lograron conciliar sobre el contenido de la misma.
Fue así que la caballerosidad de un mestizo provinciano, el chiclayano
Pedro Ruiz Bravo; quedó incólume ante la de José de la Riva Agüero y Osma, personaje limeño de rancio abolengo.



[1] Ver en “Pulsiones nerviosas de un orden craquelado: desafíos, caballerosidad y esfera política: Perú, 1883-1960” (2011) Revista Histórica XXXV.1
[2] Ver “Conservador, no; reaccionario, sí. Ensayo heterodoxo sobre José de la Riva Agüero, marqués de Montealegre y Aulestia”. Lima: Mosca Azul, 1985, pp. 42-43

viernes, 6 de septiembre de 2019

El cholo lambayecano y el sentido de superioridad racial del invasor chileno

Sobrevivientes chiclayanos de la Guerra del Pacífico - 1924

Introducción
En el ensayo “los cholos y los rotos: Actitudes raciales durante la Guerra del Pacífico” (1978) de Jeffrey L. Klaiber, se hace una aproximación al sentido de superioridad que prevaleció entre los miembros de la armada chilena durante el conflicto bélico que se inició en 1879 y enfrentó a Chile con los ejércitos aliados de Perú y Bolivia.
Es importante reconocer que “Desde el comienzo (mucho antes de la Guerra del Pacífico), el término cholo tenía una connotación racial porque se usaba para designar tanto a los indios como a los mestizos nacidos de español e india o indio y negra. Ya en el siglo XIX se usaba despectivamente para referirse a cualquier mezcla racial entre las clases populares” (Varallanos, 1962, p. 21-36). Es, además, un término que con sus variantes (nominales como cholismo, cholísimo, acholado; de reconocimiento como cholo emprendedor, cholo de tomo y lomo; despectivos u ofensivos como cholo cochino, cholo de mierda, etc. Sobre esta última variante solicito al lector considerarla no como una creación del autor ni una grosería sino como enunciados sociales usados, en casi todos los casos, hasta el día de hoy) toma connotaciones distintas que han evolucionado en el tiempo a medida que los cholos hemos asumido roles de mayor importancia social, política y económica… aunque nuestra intervención sea aun escasa y sean también notorios los actos de discriminación y racismo.
El presente artículo relaciona algunos actos producidos durante la ocupación del departamento de Lambayeque en la Guerra del Pacífico con la idea de superioridad racial entre los miembros de la armada chilena; comparto la tesis de Klaiber que señala “La victoria de Chile sirvió para confirmar, fortalecer y aún popularizar el mito de la superioridad racial chilena. Por otra parte, la guerra también tuvo como consecuencia la reacción justamente inversa en el Perú, pues sirvió para confirmar y alentar el mito de la inferioridad del indio (cholo) peruano”. Afirmo que esta tesis se confirma de manera evidente durante la ocupación del ejército chileno en el departamento de Lambayeque.
El artículo consta de tres partes: en la primera daré información general sobre la invasión chilena de Lambayeque; luego, evidenciaré la sensación de superioridad racial que reinaba entre los miembros de la armada chilena y, finalmente, mostraré algunos actos y comportamientos de militares chilenos en Chiclayo y Lambayeque y que están relacionados, a mi juicio con la mencionada sensación de superioridad racial.
Capellán Castrense durante la Guerra del Pacífico
R.P Narciso Batanero - 1912
1.     La invasión Chilena del departamento de Lambayeque
El departamento de Lambayeque fue dos veces invadido por la armada chilena durante la Guerra del Pacífico: en setiembre de 1880 y en abril de 1881. la primera vez, según narra Don Eric Mendoza Samillán, los chilenos desembarcan en Eten, sin encontrar resistencia, con una fuerza integrada por 2700 hombres a bordo de las embarcaciones “Itata”, “Copiapó”, “Chacabuco” y “O´Higgins”; de inmediato, causaron pánico (robaron, incendiaron y destruyeron embarcaciones) en Eten y Monsefú. Más adelante, estos pueblos serían literalmente arrasados). La invasión chilena la más grande desgracia de nuestra historia y nuestra dignidad se vio, inolvidablemente, pisoteada. Los chiclayanos jamás pensaron que tal desgracia pudiera ocurrir, pues “(se dio) poca importancia a las noticias de la guerra” (Gómez, 1992)
En Chiclayo, incendiaron los locales de la Prefectura, la Caja Fiscal, la Subprefectura, el Palacio Municipal y la Torre del reloj público. Saquearon y robaron comercios, esto a pesar que “…los jefes chilenos habían declarado que sus tropas no harían la guerra a la propiedad privada; que solo iban a pelear con el enemigo en campaña; que los intereses y la honra de la población civil estarían cobijados por el glorioso pabellón chileno…” (Markham, 1882) sin embargo, en la práctica ocurrió todo lo contrario.
El Prefecto Manuel Aguirre huyó con los suyos, en tren, a Pátapo y, luego a Chongoyape; lo mismo el alcalde y otras personalidades locales. Así, los chilenos, con facilidad hicieron de las suyas: impusieron un cupo de 150 mil soles a todo el Departamento, incendiaron ocho viviendas de familias notables, dañaron haciendas (galpones, casas y terrenos de cultivo).
Ante la falta de autoridad, dice Eric Mendoza, los ciudadanos extranjeros radicados en Chiclayo conformaron la “Guardia de los neutrales” para el cuidado de las propiedades abandonadas, que estaban siendo atacadas por delincuentes. Evitaron la destrucción del Teatro “Dos de mayo”, el mercado, un colegio y el local “City May”. Sin embargo, la actitud de los extranjeros no fue del todo altruista. En una carta del chileno José Tomás Ramos al Vice Cónsul inglés en Lambayeque William Fry deja mal parado al cónsul norteamericano Charles Montjoy, de quien dice “Ya presumo como habrá estado de plácemes nuestro señor Cónsul Montjoy, entre pardos picos y entre picos pardos” (José Tomás Ramos a William Fry.  Valparaíso 6 de noviembre de 1880). Además, el destacado historiador Guillermo Figueroa Luna, advierte que el Inglés William Fry “fue un cobrador de los cupos que Chile impuso a los pobladores del departamento de Lambayeque”. (Figueroa, 2003)
El caos reinaba en la ciudad de Chiclayo y todo el departamento. Resulta sorprendente comprobar que “… esta actitud de proteger la propiedad fue tomada en vista que los mismos chiclayanos eran lo que terminaban los saqueos que iniciaban los chilenos”. Don Antero Aspíllaga en carta a su hermano Ramón, el 18 de octubre de 1880, referida por Eric Mendoza, indica “Todo (en) Chiclayo ha sido vergonzoso… por los robos de los mismos hijos de Chiclayo…no solo formaban cola tras los chilenos cuando incendiaban y sacaban muebles y artículos del país… luego los del pueblo de Chiclayo barrían y recogían con todo”.
Mendoza, también refiere la publicación aparecida en el Diario “La Patria” de Lima del 6 de diciembre de 1880 en la que indican el arribo a Chile de un cargamento procedente de Perú con el producto de los hurtos efectuados por las tropas invasoras en Chiclayo, Eten, Ferreñafe, Lambayeque, Monsefú, San Pedro y zonas aledañas; contenía arroz, azúcar, algodón, tabaco y ocho cajones de piedras preciosas (oro, plata, brillantes, diamantes, perlas) y una gran cantidad de dinero en plata fuerte (casi 12 mil pesos) y libras esterlinas (poco más de 29 mil)
Los inmigrantes chinos, según Mendoza, trabajadores de las haciendas agrícolas, “…colaboraban en cuanta barbaridad cometían las hordas invasoras en las haciendas y fundos de la localidad”. Algunos, vistieron el uniforme chileno. Este comportamiento se justifica por el trato inhumano que recibieron por parte de los hacendados que los hicieron víctimas de un sistema de semiesclavitud, siendo varios de ellos encadenados.
La actitud del poblador cholo del departamento fue de resistencia. Hubo lambayecanos dispuestos a enfrentar a los chilenos, integrados por zonas en el ejército de resistencia en los pueblos de: Lambayeque, San José, Mórrope, Batán Grande,  Mochumí, Jayanca, Olmos, La Viña, Salas, Cañaris, Ferreñafe, Chacupe, Capote, Picsi, Pomalca, Combo, Chiclayo, Samán, Collud, Calera, Calupe, Pucalá, Reque, Monsefú, Pátapo, Tumán, San Miguel, Chongoyape, Carvajal, Luya, Vista Alegre, Bella Vista, Vista Florida, Miraflores, Lagunas, Villa y Puerto Eten, Santa Rosa, Pimentel, Cayaltí, Chumbenique, Salitral, San Antonio, Rafán, Úcupe, Palomino, Otra Banda, Potrero, Viña, Culpón, Oyotún, Sipán, Pampa Grande, Tablazos, Huaca Blanca, Tabacal, Almendral, Tinajones y Carniche.
Obelisco en honor a los caídos durante la Guerra del Pacífico
ubicado en la intersección de la actual calle Elías Aguirre y
Av. José Leonardo Ortiz - 1930
2.     La sensación de superioridad racial del roto
En un Diccionario de Chilenismos, publicado en 1875 y estudiado por Zorobabel Rodríguez, se expresó los prejuicios que había atrás del término cholo, afirmando: “ocupa el cholo en la sociedad peruana, más o menos la misma posición que el roto en la chilena… es por lo general débil de complexión, flaco de piernas y abultado de panza… expansivo y casi siempre palangana… más artista… en fin un andaluz injerto a indio peruano…" (Rodríguez 1876: 180).
Aporta un poema rescatado por Pascual Ahumada Moreno en su obra recopilatoria de documentos oficiales durante la Guerra del Pacífico. En él, desborda “la pasión engendrada por la guerra (en forma de) cantos y versos que exaltaron la superioridad del roto sobre el cholo” (Ahumada, 1884, t. III – p. 282). A continuación un extracto:
Composición anónima, "El Roto":
"Al cholo afeminado de la peruana sierra
(El roto) Desprecia por lo tímido, castiga por lo cruel:
Tan solo en pos de glorias el roto va a la guerra,
El cholo porque a palos lleváronle al cuartel.
Los hijos de Atahualpa, lacayos de Pizarro,
Al araucano indómito quisieron humillar:
Los hércules de bronce y el ídolo de barro,
Del mundo en la balanza, ¿tendrán un peso igual?”
(Ahumada 1884, t. III: 282).
Algunos calificativos dados por la prensa chilena al Perú y los peruanos fueron:
a)     “El Ferrocarril” de Santiago (1879):
-         País de “indios aborígenes, negros o mestizos de varias castas”.
-         Anunció que después de la guerra, Chile asumiría el papel de regenerar al Perú “inculcándole amor por el trabajo”.
-         Atribuyó al Perú “falta de energía” y falta de un “espíritu verdaderamente nacional”.
b)    “El Mercurio” de Valparaíso (1879):
-         País “desorganizado, corrompido, incapaz de buscar en la labor y en la honradez un remedio a sus males”.
-         Comparó al Perú con “Babilonia” y a los peruanos con “los persas afeminados”.

Además, el Diario “El Comercio” del Callao, durante la invasión chilena, publicó que los combatientes peruanos “confusas manadas de indios ignorantes y abyectos”.
El mensaje racista es muy claro.
Soldados chilenos en Chiclayo
3.     Los actos de racismo en Lambayeque durante la Guerra del Pacífico
Una forma de sometimiento del chileno al cholo poblador de Lambayeque fue la imposición de cupos de guerra, el robo de sus bienes y productos, y la sospecha permanente de su incapacidad, debilidad, falta de higiene y, en suma, inferioridad.
A continuación algunos hechos, históricamente registrados, y que son evidencia del impacto racial de la presencia chilena en Lambayeque.
a)     La visión del cholo violento (“Corta huevos con carrizo”): Con este singular mote se identificó, hasta hace poco (según versión del poeta ferreñafano José Primo Bonilla) a los pobladores del distrito de Pueblo Nuevo (Ferreñafe). Según el sociólogo Julio César Sevilla en “Del folklor ferreñafano” (2003) durante la guerra del pacífico en dicho distrito, soldados chilenos ingresaban a una picantería y libaban chicha hasta la embriaguez mancillando, en una ocasión, el honor de la hija de los propietarios. La madre de la menor que, según el uso y costumbre de los cholos de la época, usaba carrizo y no cuchillo para cortar la carne de pescado o de res y los vegetales usados en los “piqueos” (potajes tradicionales como cebiche, pellejito, etc.) lo usó, esta vez, para cercenar los miembros viriles de los soldados ebrios e inconscientes. Habiéndoles producido la muerte, sus cuerpos fueron escondidos o enterrados en el mismo lugar y la familia agraviada fugó del lugar sin dejar rastro alguno.
b)    La visión del Cholo cochino (la epidemia de fiebre amarilla): Con fecha 19 de abril de 1882, Patricio Lynch (comandante de las fuerzas de ocupación chilena en el norte del Perú) informa al Ministro de Guerra de su país el “fallecimiento del teniente coronel José Humiel Urrutia, el del sub teniente Clodomiro Moreno, el del sub teniente Emilio Rocuant y el de 31 individuos de tropa sin contar 3 granaderos y dos artilleros que suman un total de 36…” (Ahumada, 1884, p. 498); todas víctimas de la epidemia de fiebre amarilla que asoló el norte del Perú y motivó la solicitud de medidas preventivas debido al “estado actual de salubridad de aquellos lugares, las condiciones higiénicas bajo las cuales se encuentran, el estado de aseo de las poblaciones…” (Ibd.). El oficial reemplazante del fallecido José H. Urrutia fue el coronel Demetrio Carvallo quien sobre Lambayeque, manifestó “la policía de aseo no era conocida y los desperdicios orgánicos de las poblaciones se amontonaban en los suburbios o en los sitios eriazos, convirtiéndolos así en repugnantes muladares… los sembríos de arroz que llegaban hasta sus murallas, por su especial cultivo, envolvían a los pueblos en una sábana de agua estancada durante los meses más fuertes del calor, colocándolos así bajo la mortífera influencia de sus emanaciones” (Ibd.). En otra versión, que podría contraponerse a la chilena, sobre condiciones de salubridad y el carácter del cholo de nuestra tierra; Ernst Middendorff (investigador alemán) refiere “parecen ser gente alegre a la que le gusta gozar la vida… cuatro quintas partes de la población son indios que viven en casas desprovistas, sin muebles, andan descalzos y fuera de su sencilla comida no sienten más necesidad que la de chicha y tabaco… rara vez se sientan en sillas o bancas, y generalmente lo hacen en el suelo, sobre esteras… si se enferman no llaman nunca al médico… usan hierbas medicinales recogidas en la región, o se abandonan a su suerte, sin probar remedio alguno, salvo la quinina. El uso de esta se ha generalizado y se la toma sin consulta médica y sin dosificación”. (Middendorf, 1893).
Lo cierto es que, basados en su idea sobre la suciedad cotidiana producida por los pobladores de Chiclayo, desde el 15 de mayo de 1882, se obligó a la población las siguientes medidas blanqueo y friso de alquitrán en las casas, fumigación con azufre u otra materia desinfectante, desinfección periódica de escusados, dar cuenta por los vecinos de los atacados de fiebre que hubiese en sus casas, sacrificio de aves de corral, cuyes, conejos y animales menores. Además, se les asignó como “trabajo forzado” todos los días lunes el empedrado de las calles, la limpieza de acequias y la erradicación de “carretadas” con desperdicios a las afueras de las ciudades, dando con ello la impresión que los chiclayanos, antes de la guerra, no hubiésemos tenido medida alguna de salubridad e higiene.
c)     La visión del cholo de mierda (Resistencia y fusilamientos): catalogados así los cholos de la resistencia. La “Revista Centenaria” editada por Nicanor de la Fuente Sifuentes menciona que a los chilenos “se les negaba el pan, el agua y la carne pero estos la tomaban y la conseguían imponiéndose con el terror…los abuelos irritados por la derrota hacían que el pueblo hostilizara a los ocupantes. En cambio, las represalias eran terribles.” (Nixa, 1935, p. 73) uno de aquellos actos de hostilización se produjo una noche en que el chiclayano Mercedes Millones junto a otro no identificado, increparon y atacaron a un soldado chileno hasta producirle la muerte. Al día siguiente, conocido el hecho y después de torturar a la chiclayana Carmen Larrea, se procede a la captura y fusilamiento de Millones y su cómplice en la huaca ubicada, por aquel tiempo, en la actual Plazuela “Elías Aguirre”. Presenciaron el ajusticiamiento un gran número de la población.
El 2 de agosto de 1882 un batallón chileno desembarca en Eten y se enfrenta en Chiclayo a las tropas de la resistencia encabezadas (en ese momento) por el coronel chotano Manuel José Becerra. Se producen 10 bajas chiclayanas en combate y una más por fusilamiento. Aunque los documentos chilenos no lo registran, una tradición popular señala que los fusilados solían morir al grito de ¡Viva el Perú libre!
Según información histórica de Eric Mendoza Samillán, El 24 de noviembre una expedición de 81 soldados chilenos capturaron en Mochumí a dos patriotas de la resistencia lambayecana que se encontraban reclutando gente para engrosar las fuerzas peruanas, estos valientes fueron ultimados en el mismo lugar, como señal de advertencia, en este pueblo se quedaron algunas horas esperando refuerzos. Luego continuaron su viaje hacia la hacienda del señor Barragán, al llegar iniciaron una búsqueda casa por casa, encontrando en una de ellas 20 fusiles, el peón que allí vivía fue fusilado y al hacendado se le impuso un pago de 1,000 soles de plata. El mismo Mendoza, afirma “En ocasiones uno que otro soldado chileno aparecía muerto en la calle, si este había sido asesinado, los soldados reunían a todos los hombres del vecindario aplicándole la cuenta del “quinto”, este quinto significaba contar en forma sucesiva separando 5 personas, a los que les tocaba este número eran fusiladas en el acto, sino encontraban hombres reunían a las mujeres y por sorteo les cortaban un seno”.
Según Mendoza, el Prefecto de Lambayeque Sr. Federico Ríos escribió en su memoria lo siguiente “Las huestes chilenas que invadieron este departamento, antes y después del desastre nacional, se olvidaron de los principios de la guerra usados en los pueblos cristianos, llevaron por todas partes la devastación y la ruina a muchas personas, cuya riqueza privada impulsaba antes el desarrollo comercial e industrial del departamento. Al retirarse dejaron nuestros pueblos en el más lamentable estado de miseria y frustración”.
Conclusiones
-         El sentido de superioridad racial existió en Chile mucho antes de la Guerra del Pacífico e inspiró, durante la guerra, los comportamientos de los miembros de su armada, especialmente durante la invasión del interior del Perú, por ejemplo, en el departamento de Lambayeque.
-         El pánico, robo, saqueo, expropiaciones y trabajos forzados generados por los chilenos en sus invasiones al departamento de Lambayeque evidencian, por una parte, el falso ofrecimiento de respeto a la vida y la propiedad pública y privada y, de otra, las actitudes discriminatorias reforzadas por su sensación de superioridad racial lo cual se puede aseverar a partir de conceptos aportados por la propia prensa chilena de aquel tiempo.
-         Hubo, entre los pobladores de Lambayeque, una actitud de resistencia frente a los invasores. La defensa del departamento estuvo a cargo, fundamentalmente, de la población chola.
-         La victoria de Chile sirvió para confirmar, fortalecer y aún popularizar el mito de la superioridad racial chilena. Por otra parte, la guerra también tuvo como consecuencia la reacción justamente inversa en el Perú, pues sirvió para confirmar y alentar el mito de la inferioridad del indio (cholo) peruano
Referencias bibliográficas
1.     Ahumada, P. (1884). Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, 9 vols. Valparaíso: Chile. Ed. Imprenta del Progreso.
2.     Cabrejos, C. (2016). Almácigos de historia lambayecana. Chiclayo: Perú. Ed. USAT.
3.     Figueroa, G. (2003) Historia del Perú y de Lambayeque siglo XX. Chiclayo: Perú.
4.     Klaiber, J. (1978). Los "cholos'' y los "rotos": actitudes raciales durante la guerra del pacifico (ensayo). Revista Histórica, vol. 11, Nº 1, julio de 1978. Lima: Perú. Ed. PUCP.
5.     Mendoza, E. Lambayeque durante la Guerra del Pacífico. Disponible en https://cdehdl.wordpress.com/2014/06/03/lambayeque-durante-la-guerra-del-pacifico/
6.     Middendorf. E. (1894) Perú. Vol. 2. Berlín: Alemania. Ed. Meisenbach Riffarth & Co.
7.     Rodríguez, Z. (1876). Miscelánea Literaria, política y religiosa. Santiago: Chile. Ed. Imprenta “El independiente”.

8.     Varallanos, J. (1962). El cholo y el Perú. Perú mixto. Buenos Aires: Argentina. Ed. Imprenta López.