miércoles, 29 de julio de 2020

Perú: estado empírico y el abismo social

"Basadre" - pintura de Fernando de Szyszlo


Jorge Basadre, en la década de 1940, explicó la desgracia peruana de la Guerra del Pacífico y la condición paupérrima de la República en “dos fallas esenciales que, si continúan existiendo, pueden llevarlo a nuevas catástrofes frente a las grandes pruebas del futuro: la supervivencia del Estado empírico y la del abismo social”.

Definió las características del empirismo de nuestro estado: alienado, frágil, corroído de impurezas, anómalo, inestable, ineficaz en su actuación, con un presidente inestable, un congreso de origen discutible, elecciones amañadas y, en suma, una democracia falsa. Da la impresión que este diagnóstico correspondiera a nuestro tiempo y no a una realidad de hace ochenta años. Destacó la falta de inteligencia en el gobierno, la escasez de personas preparadas para ejercer la función pública y el inexistente buen ejemplo entre los funcionarios, de manera que no había garantías de una formación de cuadros para el desempeño de dichas funciones.

El acceso al gobierno del estado ha sido, casi siempre, una cuestión de dinero. La democracia descansa en una ciudadanía débil. Esta anomia no puede ser distinta considerando la debilidad educativa y cultural que, da la impresión, terminará por llevarnos a la incivilidad total; a la catástrofe cavernaria del individualismo feroz, al desprecio de la inteligencia y a la vigencia consuetudinaria del cinismo.

Las miserias del estado, descansan hoy como en el tiempo de Basadre, en un profundo, injusto y lastimero abismo social. No se ha resuelto el problema de la pobreza, la desigualdad social, el acceso a los servicios básicos, la educación pública de calidad, la inclusión de las comunidades andinas y amazónicas, el respeto a la diversidad lingüística y cultural, el racismo, la exclusión del “otro” que no corresponde a los cánones alienados que se han establecido para gobernar, ser político o defender lo suyo.

Los dos extremos del Perú, bien pueden caricaturizarse en los personajes consuetudinarios de la permanente comedia que con el mismo guion y diferentes personajes significa el acto democrático (término alborotador para nuestra realidad) de elegir autoridades: los candidatos (con mínimas excepciones), políticos de inteligencia fracasada, tránsfugas, negociantes con mucho dinero y poca preparación, demagogos de labia fluida y fijaciones perversas; de otra parte, el ciudadano, persona de mano extendida, dispuesta a hipotecar su consciencia por una dádiva o una promesa de trabajo, capaz de menear su preferencia al ritmo del pungi que hipnotiza su consciencia.

Pensar que, en otros tiempos, el candidato fue así llamado pues vestía una túnica blanca que usaba para destacar por la nitidez de sus aportes e ideas, por sus cualidades personales y aptitudes de gobierno. Hoy, la túnica de la democracia ha sido seriamente manchada con el comportamiento de aquellos que mal gobiernan y de otros que preparan las tapas más bulliciosas de las ollas y los reales de la herencia familiar para postularse sin méritos intelectuales ni aptitudes académicas en el próximo proceso electoral de abril. ¿Y el ciudadano? Se ha convertido en un ser inconsciente de sus derechos políticos, de su rol como agente activo y determinante del estado. ¿Cuándo notará el ciudadano que su débil participación en la toma de decisiones del estado es una de las causas de la permisividad ante las decisiones erróneas? El sentido de identidad y pertenencia muestran su más débil expresión en el rol desinteresado y cómplice del ciudadano (¿?) peruano.

El estado empírico y el abismo social subsisten, también, por el desinterés de quienes saben y pueden, pero no quieren involucrarse.



 


Constitución… ¡Estruendosas carcajadas!

Constitución… ¡Estruendosas carcajadas!


El Perú ha redactado leyes imposibles y dignas de las más estruendosas carcajadas. La constitución es la primera de ellas. La “Carta magna” invoca desde el inicio enunciados propios de un país de retórica barata, donde la palabra vale poco y la viveza implica sacar la vuelta a la ley. Un país, donde la “ley del embudo” (invocada por satíricos del siglo XIX) sigue (y seguirá) vigente con su muy antigua fórmula de usufructo: en la parte más amplia, arriba, quienes gozan del poder, deleitándose en la ostentación y el despilfarro; abajo, en la punta del embudo, los pobres, apenas maman de las gotas que los de arriba dejan caer. No creo que la constitución deba cambiar. Pienso que la actitud ante ella debe mejorar. A continuación algunos ejemplos:

¿La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado? Quedo perplejo ante la incapacidad social de definir los términos persona, dignidad, sociedad y estado. Ya que la onomatopeya no basta, mejor emito la metonimia “¡ya es tiempo de tener seso!”.  Otra, ¿El concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece? ¡Tamaña mentira! ¿no estamos, acaso, en el territorio de “ellos y ellas” de “todos y todas”? ¿no también, gobernantes que (por jugar a la inclusividad) restan dignidad a la unicidad de la persona y admite constantes ataques contra la familia natural? ¿Nadie se ha dado cuenta que la constitución declara viva a la persona desde el momento mismo de la concepción?

¿El estado propicia la creación intelectual, artística, técnica y científica; propicia el acceso a la cultura y fomenta su desarrollo y difusión? ¡No! No sabe cómo hacerlo, sus mayores órganos estructurales en materia de educación y cultura apenas luchan por salir del sótano del ranking de la lectoescritura o contratan cantantes desconocidos para dictar charlas motivacionales a los burócratas y papeleros de turno. Irrespeta la creación intelectual con un tratamiento tibio de la colusión, el plagio y el auto plagio, a través de un organismo que para admitir denuncias o respaldar creaciones cobra derechos inaccesibles para algunos. Permite con desparpajo la existencia de universidades que “investigan” según el papel, cuyos maestros (en su gran mayoría) no leen, publican, ni crean conocimientos; universidades con bibliotecas paupérrimas, de libros con hojas pegadas por el desuso, estantes apolillados y una baja cantidad de lectores (obligados, para ciertos documentos) … ¿Alguien leyó El principito, Corazón o La divina comedia?

¿Todo peruano tiene derecho a usar su propio idioma ante cualquier autoridad mediante un intérprete? No lo creo. Es más sencillo para un turista de habla inglesa comunicar su estado de ánimo y solicitar el baño de un restaurante que para un quechua, aimara, conibo o ashaninka comunicar que sus tierras son contaminadas, que necesitan vacunas, alimentación básica (para combatir la anemia) y educación de calidad en su propio idioma. ¿Cuántas tesis en quechua o en cualquier lengua nativa se han defendido en las universidades del país? Hasta donde sé, una.

¿La comunidad y el Estado protegen especialmente al niño, al adolescente, a la madre y al anciano en situación de abandono? ¿También protegen a la familia y promueven el matrimonio? ¿Reconocen a estos últimos como institutos naturales y fundamentales de la sociedad? ¡Estoy al bode del desmayo!¡No y No! Hemos permitido palmoteando como morsas que la sub cultura del más fuerte, del más bello, de la cabeza vacía, del más grosero, invada la televisión y, por ende, las familias, con mensajes distorsionados de masculinidad, amor y tratamiento al prójimo. Hemos sido permisivos ante la vulgarización de los contenidos y comportamientos.

Un país que no es capaz de respetar la mayor, la más importante, citable e incontrastable de sus leyes ¿será capaz de promover la ética, la legitimidad, la legalidad en todos los estamentos y áreas de su desarrollo?... finalmente, retiro lo de “estruendosas carcajadas”. Prefiero ir a leer, a lo mejor y encuentre en el plagio de Bryce una razón para argumentar sobre lo original.