domingo, 29 de mayo de 2011

Vida y Obra del Siervo de Dios Nicolás de Ayllón: Breve Hagiografía del Siervo

Nicolás Puycón Faxolemm (Faxollem, Xailón) nació en el pueblo de Chiclayo. Fue el último hijo de los indígenas Rodrigo Puycón, encargado de recaudar el tributo entre los indígenas, y Francisca Faxolemm, encargada de “componer huesos rotos y miembros desconsireados sin más recompensa que servir a Dios en su pobreza” (1). Ambos personajes prestigiosos dentro de su comunidad. “Los apellidos Puycon y Faxollem, que pertenecen al indio chiclayano, tuvieron gran importancia dentro de las comunidades indígenas. Su mención en diversos documentos de la conquista y del periodo colonial hacen referencia a su vínculo con la nobleza colonial india de Lambayaque y a las diversas castas de los caciques regionales de la región de Monsefú, Etén, Ferreñafe, Mochumi, Jayanca, Mórrope y otros muchos pueblos” (2).

Tal como ocurre, según la hagiografía, en la vida de los Santos Siervos de Dios; Nicolás nació con una disposición notable a dedicarse a una vida de virtudes y caridad. Su comportamiento infantil será el de un pequeño “que se desvive por demostrar su inclinación a Dios y todo lo que El representa”. A la edad de cuatro años “es su entretenimiento formar continuamente la señal de la cruz ya delineándola en las paredes, ya grabándola en los árboles y troncos, ya labrándola de madera, siendo el fin de todos estos afanes misteriosos, el adorar y besar devotamente estas cruces” (3). Según narra el filósofo y teólogo Jesuita Bernardo Sartolo en su famosa hagiografía “Vida y obra admirable del Siervo de Dios Nicolás de Ayllón” (1684) el pequeño Nicolás, a la edad de seis años, sufrió el ataque del demonio que se le apareció en medio del campo en forma de dragón; pudo derrotar al enemigo encomendándose a su Ángel de la Guarda. Dicha devoción se convirtió, según Sartolo, en una de las entidades protectoras durante el resto de su infancia.

Desde muy pequeño, Nicolás, se desempeñó como colaborador del Convento de Zaña. Fue tal su diligencia y tan notoria su devoción que despertó la atención del religioso franciscano Juan de Ayllón quien propuso a sus padres llevar consigo al niño al Convento franciscano de Lima con la intención de desarrollar su vocación religiosa. Tras un breve momento de indecisión, el niño fue trasladado a la capital del Virreinato peruano a la edad de ocho años. El viaje fue accidentado, casi muere ahogado en el Río Santa, y tan solo su devoción a la Santísima Virgen María pudo salvarle de un fatal desenlace.

El tiempo inicial en el claustro fue grato para el pequeño Nicolás. Sin embargo, una enfermedad ataca al religioso Juan de Ayllón quien impotente por el hecho traslada al joven Nicolás su frustración manifestada en malos tratos. “Años después, una vez restablecido de la enfermedad, Juan de Ayllón se disculpó con Nicolás y le agradeció por su paciencia y cuidados durante el tiempo en que se halló enfermo” (4)

La vida adolescente de Nicolás se vio marcada por la relación maestro – aprendiz y por el duro golpe que le significó el traslado de Juan de Ayllón a una nueva doctrina. Ante el alejamiento de su maestro, Nicolás decide quedarse en Lima y enrumbar su propio camino consiguiendo trabajo como aprendiz de sastre en el taller del maestro Sebastián Pérez. Pronto, pues pasaron pocos años, su habilidad mereció el reconocimiento de la gente logrando abrir su propio taller en la calle La Merced.

Nicolás sintió el llamado de formar una familia. Encomendándose a la poderosa intercesión de la Virgen María vio muy pronto la respuesta a sus oraciones. Francisco de Arteaga, amigo y cliente de Nicolás, le propuso contraer matrimonio con la mestiza María Jacinta de Montoya, una joven que se encontraba a su cuidado y estaba recluida en el monasterio de la Encarnación en calidad de criada. El, ahora, adulto Nicolás contraería matrimonio en la Iglesia del Sagrario el 08 de enero de 1661 con María Jacinta de Montoya y vería trascurrir su vida en medio de una serie de hechos extraordinarios. Mas adelante, su esposa, maría Jacinta sería una de las principales personas que apoyaban su causa de santidad.

Al inicio, el matrimonio, resultó una experiencia frustrante para maría Jacinta que renegaba de la orden que recibió de casarse con el indio y lo menospreciaba debido a dicha condición. Solo las oraciones y paciencia de su joven esposo lograron llenar de amor su corazón. Años después, la propia María Jacinta reconocería con dolor, en una versión recogida por Sartolo, “no solo he agraviado a Nicolás, sino también a Dios, que me llamaba por su medio; tantos llamamientos he frustrado, cuantas han sido las virtudes que he visto: sorda he vivido, para no escuchar sus inspiraciones, y sin ojos, para tropezar en mis yerros; pero ya Señor, que me los habéis dado para que los mire, dadme también lagrimas para que los llore”.

Nicolás decide vivir castamente a pesar de su condición de esposo desde la edad de 24 años. Hasta ese momento ya tenía dos hijos y había logrado la conversión real a una vida virtuosa de su esposa. Sartolo menciona que ambos decidieron de común acuerdo vivir en adelante el estado del matrimonio no como marido y mujer sino como hermano y hermana, decidieron entonces compartir una vida signada por la continencia y la castidad.

Algunos hechos extraordinarios son muy dignos de mencionar. El primero ocurrió frente a su esposa y se conoce como el milagro del nardo. Nicolás con el solo poder de la oración, logró unir las ramas quebradas de una planta de nardo. María Jacinta, juzgando como imposible lo que veía, desde ese día no lo amó solo como su marido sino como a un santo. El segundo es conocido como el milagro de Damasco. Nicolás con un pequeño trozo, antiguo y sucio de tela de Damasco logró obtener hermosas vestimentas para los oficios por los difuntos.

Según relatos de Sartolo, Nicolás fue capaz de reparar tan solo con la oración una olla de barro que había caído repleta de alimentos destinados a los pobres. No solo reparó la olla sin usar sus manos, también los pobres que eran incontables quedaron saciados y el alimento, que fue multiplicado, sobró.

Tuvo Nicolás la capacidad de tener visiones y sueños premonitorios. En 1668, cuando Lima esperaba la noticia de la canonización de Santa Rosa, Nicolás pudo ver en un sueño la ceremonia y la firma del decreto de beatificación dentro de los aposentos vaticanos. En el mismo sueño Nicolás sostiene un breve encuentro con Santa Rosa: “llegándose a Nicolás, que estaba como fuera de si de gozo, y admiración por lo que pasaba, viéndolo lleno de un encogimiento, y temor reverencial, le dijo: Nicolás, ¿Qué te parece las honras que el Señor me hace? Ama mucho a Dios, y en nuestra tierra cuida mucho de celebrar mi fiesta, que así honra Dios á quien le sirve, y también te honrara a ti si le sirvieres” (5).

En olor de santidad, Nicolás fallece en 1677. “No vio Lima día de mayor concurso y apertura que este. No parece que sacaban a enterrar a un oficial pobre, sino que entraba en aquella corte algún nuevo Virrey, y Gobernador del Perú, ni parecía solemnidad fúnebre de sepultura, sino algún triunfo ostentoso, o algún festín exquisito, que convidaba a todos a salir de sus casas para apacentar, entretener la curiosidad. En las casas de donde se podía lograr el acompañamiento, no había ventana, ni balcón vacío, y hasta los tejados se veían poblados de gente que esperaba con ansias lograr la postrera vista de aquel Venerable tesoro. Las calles estaban del todo impenetrables, porque el Pueblo las tenía ocupadas, y llenas con que era imposible dar un paso hacia la Iglesia, y así fue necesario, que saliesen los soldados para romper camino entre la multitud, que con gran dificultad se apartaba, aunque tenían delante de si las amenazas de los chuzos” (6).

A la muerte de Nicolás de Ayllón, su esposa María Jacinta de Montoya tomó los hábitos siendo conocida como la Hermana María Jacinta del Sagrado Corazón.

Fallecido el venerable indio han permanecido en la memoria colectiva de nuestro pueblo las pruebas de sus heroicas virtudes. Actualmente la causa de su beatificación está, nuevamente, en curso.

(1) Romero del Valle, Emilia. “El indio santo del Perú. Nicolás de Ayllón” 1958, p.5.

(2) Castillo – Moro Sime, Augusto. “El indio santo del Perú. Rasgos biográficos del venerable siervo de Dios Nicolás de Ayllón. Razón de las labores del comité ejecutivo nacional a la memoria del venerable siervo de Dios Nicolás de Dios Ayllón” 1963, p.7.

(3) Sartolo, Bernardo. 1684, p.8.

(4) Vargas Ugarte, Rubén. 2007. “Historia de la Compañía de Jesús en el Perú” 1963. pp. 22 – 24.

(5) Sartolo, Bernardo. “Vida y obra admirable del Siervo de Dios Nicolás de Ayllón” 1684, p.175.

(6) Sartolo, Bernardo. “Vida y obra admirable del Siervo de Dios Nicolás de Ayllón” 1684, p. 265.

viernes, 20 de mayo de 2011

El paso de Castilla por Olmos y los dolores del Señor Alcalde

“Firruñap” (publicación que circuló en Chiclayo y Ferreñafe) contiene en su edición Nº24 – Año II del 30 de octubre de 1965 el artículo titulado “Una anécdota de Castilla”. El artículo, aparecido en la página 5, es firmado por A.O.A y puede ser leído en el Archivo Regional de Lambayeque como parte de la Colección “Nixa” – Revista Nº5. A continuación alcanzo una breve reseña de la ocurrencia.

Ramón castilla inició su tercer gobierno derrocando al conservador Don Rufino Echenique en la Batalla de “La Palma” (1855). Desde Arequipa los conservadores llamaron al general Manuel Ignacio de Vivanco para que, contando con el apoyo de gran parte de la escuadra peruana, hiciera frente y derrocara a Ramón Castilla y Marquesado.

Desde el inicio la suerte no acompañó a los vivanquistas “la sedición vivanquista se pronunció en Arequipa en octubre del 56 y la misma repercutió en los departamentos del norte y sur del Perú. El general Vivanco con sus tropas y el apoyo de la escuadra se dirigió a Trujillo y se posesionó de dicha ciudad durante varios días, mientras que los sediciosos sostenían continuos encuentros con las fuerzas del orden que llegaron desde Lima para batirlos, teniendo Vivanco que emprender viaje más al norte porque sus tropas habían sufrido muchas bajas en Trujillo y sus alrededores, llegando a Lambayeque donde estableció su vivac y perseguido por Layzeca nuevamente abandonó esta última capital y marchó a Piura donde debía reembarcarse en Paita, en cuyo puerto varios buques de guerra lo esperaban para seguir viaje al sur, hasta Islay, como así sucedió”.

Conociendo los fracasos de Vivanco, en Lima, Ramón Castilla decide dejar el gobierno en manos de un Consejo de Estado para venir con su ejército al norte y cercar a las tropas rebeldes. Partió del Callao, desembarcó en Pacasmayo y, conociendo la ruta seguida por los rebeldes de Vivanco, cruzó por Chiclayo y Lambayeque; luego “siguió apresuradamente su marcha hacia el norte llegando al pueblo de Olmos que tiene por patrono a Santo Domingo de Guzmán, después de haber sufrido sus tropas muchos contratiempos debido a que los puentes de los caminos habían sido destruidos por los revolucionarios a fin de no ser copados por los enemigos que les pisaban el poncho”. Vivanco pasó por Olmos dos días antes que Castilla.

Cuando en Olmos, los vecinos y autoridades supieron que Castilla pasaría por el lugar, no dudaron en organizar un acto de bienvenida para manifestar al tarapaqueño su apoyo y respaldo en tan apremiante situación “toda vez que ese distrito era castillista cien por cien”.

Se preparó un programa que incluía el discurso de parabién “que leería bien repasado” el Sr. Alcalde así como otros discursos de vecinos notables y comuneros. Se acordó recibir al presidente a una legua de camino para acompañarlo hasta el pueblo y, al salir, acompañarlo nuevamente una legua hacia el norte. “Todas las autoridades y notables del pueblo olmano, vestidos de parada, montados en briosos caballos debidamente enjaezados, salieron del pueblo en numerosa caravana y dieron alcance al jefe de estado y sus generales y todos avanzaban aceleradamente hasta las goteras de la ciudad. Eran las 2 de la tarde. Las tropas hallábanse cansadas y hambrientas”.

Cuando la caravana se detuvo para el descanso y almuerzo de la tropa y Castilla discutía con sus generales la mejor forma de cercar a los vivanquistas, el Sr. Alcalde de Olmos puesto frente al jefe de estado y haciendo una reverencia (como solicitando permiso) sacó de su saco el discurso de parabién escrito en varias hojas de papel con buena caligrafía. Castilla notado la largura que tendría la alocución, dijo al alcalde con mucho ingenio y cortesía: “Señor Alcalde, doy por oído su discurso de salutación al Presidente de la República que le retribuye con agradecimiento el saludo a este pueblo laborioso y trabajador, pero dada la misión que llevo no me es posible visitar la ciudad y más bien vería con satisfacción que Ud. Y sus acompañantes ayudaran a mis soldados a acarrear chamizos, mucha leñita para prender lumbre y preparar el rancho a mis tropas que hasta este momento están sin almorzar”.

Ante el pedido del presidente, no quedó al alcalde y sus acompañantes más remedio que bajar de sus enjaezados corceles y amontonar chamizos para prender el fuego y preparar el rancho que luego se sirvió el hambriento regimiento gubernamental y que compartieron el alcalde olmano y su comitiva.

Culminado el almuerzo y sin perder el tiempo, Castilla y su tropa continuaron viaje rumbo al norte a la caza de las tropas de Vivanco. Mientras los ilustres olmanos retornaron a su pueblo para contar a los suyos del apuro de Castilla que no permitió leer el discurso. Se dice que por varios días varios de ellos permanecieron “en cama (mientras) frotaban sus cuerpos con árnica fuertecita por los dolores que sentían en la cintura originados al acarrear chamizos de por aquí y de por allá”. El más quejoso fue el Señor alcalde cuyos “ayes” provocaban más de una sonrisa. La gente presume que su discurso tuvo el mismo destino de los chamizos para el rancho de la tropa.





sábado, 14 de mayo de 2011

Los Puentes de Reque y Úcupe en la Historia

El día 21 de junio de 1939 apareció la edición Nº11 de la publicación quincenal ilustrada “Nor – Perú”. El quincenario se publicó periódicamente hasta la edición Nº10 pero, según versión en nota editorial, motivos de fuerza mayor impidieron la publicación de la edición Nº11 hasta seis meses después de la anterior. La onceava edición se publicó en 24 páginas y se vendió a 10 centavos dentro del departamento de Lambayeque y a 20 centavos fuera del departamento. Fue director de la publicación Don Oscar Rivera Carrillo. El texto íntegro puede encontrarse en el Archivo Regional como parte de la colección “Nixa” (Revista Nº6).La página 7 de la citada publicación consigna el artículo “La Construcción del Puente de Reque Significa un paso vital para el progreso del Departamento: Conmemorando el Día del Camino fue inaugurado conjuntamente con el Puente sobre el Río Zaña”.

La ceremonia en mención fue presidida por el Sr. Gerardo Mejer, Prefecto del Departamento, quien llegó a Reque acompañado de una comitiva oficial integrada por autoridades civiles, militares y eclesiásticas (según puede confirmarse en las fotografías que acompañan el artículo). Acompañó al Sr. Prefecto el Alcalde de Reque, Sr. Manuel Enriquez, y su comitiva de regidores.

Al inicio de la ceremonia hizo uso de la palabra el ingeniero lambayecano Vila, responsable de la obra, quien hizo entrega oficial del puente y la carretera asfaltada al Sr. Prefecto y comunidad en general. Luego, el Sr. Prefecto departamental, manifestó la preocupación del gobierno (de Don Oscar R. Benavides) por la realización de obras que signifiquen progreso para las comunidades del interior del país. El Sr. Manuel Enriquez, alcalde de Reque, agradeció en nombre de su comuna al Sr. Prefecto departamental reconociendo en el al artífice de la gestión y la realización de la obra que era entregada. Finalmente, el Sr. Carlos Puican (vecino notable de Reque) agradeció en nombre de los pobladores de su comunidad la entrega de la obra y recalcó la importancia de la misma para todos los pobladores.

La publicación refiere textualmente la penosa situación que tocó vivir a los pobladores de la zona antes de la construcción del puente “como todos sabemos la campiña de Reque es una de las más ricas y fértiles del departamento, pero su economía se veía siempre en peligro y no podía desenvolverse debido a la falta de un puente que en las épocas de grandes avenidas evitase el que su río anegara los sembríos y paralizara el tráfico a los productos”.

Más adelante recalca “el progreso de este pueblo se veía constantemente estrangulado con el agravante de que sus hombres representativos carecieron siempre en absoluto de espíritu de empresa; una gran abulia los dominaba y en el trascurso de los años nada efectivo hicieron para solucionar este grave problema de su provenir”.

Un dato que puede darnos idea de la “lejanía” de Reque con respecto de Chiclayo en aquel tiempo. Según Teodoro Rivero Ayllón en “Lambayeque: Sol, flores y leyenda” el primer automóvil que llegó a la ciudad de Chiclayo, algunos años antes de la inauguración del puente, hizo el recorrido hasta Reque en 20 horas.

Otro dato, la construcción de los puentes de Reque y Úcupe (sobre el Río Zaña) formaron parte del Plan vial denominado “Plan trienal de caminos• (1937 – 1939) realizado durante el gobierno de Oscar R. Benavides quien, según registra Don Raul Rodríguez Palacios en “Historia de la República del Perú: 1933 – 200” (Diario “El Comercio”- 2006) en uno de sus discursos había mencionado: "¿Cómo llevar la cultura a los pueblos sin las carreteras? ¿Cómo movilizar, sin ellas, el volumen extraordinario de las riquezas naturales del Perú? ¿Cómo forjar, en fin, la auténtica unidad nacional sin resolver previamente el problema de las vías de comunicación?”

Este fue el segundo plan de construcción de carreteras, el primero correspondió a Don Augusto B. Leguía durante el “Oncenio”. En su discurso del 8 de diciembre de 1936 anunció el inicio de las obras mencionando: "Desde hace tiempo contemplo la realización de un Plan Vial de largo alcance que vertebrará la economiá de la República. Me propongo reconstruir y mejorar 6.000 kilómetros de carreteras ya existentes y construir más de 3.000 kilómetros de nuevas carreteras, que recorrerán nuestro territorio de Norte a Sur, bifurcándose a las mejores zonas productoras de sus diversas regiones (...). El cálculo del costo de este atrevido Plan Vial se eleva aproximadamente a 50 milliones de soles. Haré que esa suma esté garantizada en su total y oportuna percepción. Por eso no trepidaré en recurrir, dentro de las prudencia y sin acudir al crédito exterior, a cualquier medida que permita realizarlo (...). Entre las ventajas del Plan Vial que me propongo realizar, forma parte de mi propósito el proporcionar trabajo remunerativo a millares de obreros y a numeroso personal técnico. Casi la totalidad de la suma invertida permanecerá en el país y contribuirá a fomentar la riqueza privada. No tenemos necesidad alguna de recurrir a profesionales, técnicos u operarios extranjeros. Lo hemos comprobado en la Carretera Central, que por su trazado y su construcción puede compararse con las mejores del mundo (...).

El artículo de "Nor - Perú" concluye con la siguiente idea: "Concluida la ceremonia sobre el Puente de Reque, la comitiva se dirigió a Úcupe para la inauguración del Puente sobre el Río Zaña".







miércoles, 11 de mayo de 2011

Principios para la Enseñanza de la Historia Lambayecana: Fines y Objetivos



A pesar de la existencia de un Proyecto Educativo Regional (PER - Lambayeque) que propone la inclusión de contenidos de historia y geografía lambayecana en los programas y planes de estudio de las instituciones educativas escolares y superiores; no se ha propiciado en los espacios académicos e intelectuales una discusión de especialistas en la materia que permita la inclusión de dichos contenidos, la creación de una asignatura de Historia Lambayecana y las modificaciones en los programas curriculares escolares y universitarios de nuestra región.

En artículos anteriores propuse hacer una labor de sensibilización entre los agentes educativos para lograr, en cuanto a la asignatura que propongo, el convencimiento de su pertinencia, reconociendo que es posible la integración de los conocimientos de Historia Regional existentes (por estar al alcance de sus capacidades) como la respuesta a una serie de necesidades educativas de los destinatarios.

Para desarrollar capacidades, y no solo acumular información, la asignatura (escolar y universitaria) de Historia Regional Lambayecana se constituye en un componente válido del gran Proyecto Educativo Regional (¿parte del currículo invisible?) que debe ser asumido como un verdadero reto de la segunda década del tercer milenio.

En “Enseñar Historia: Notas para una didáctica renovadora” (Barcelona, 1998) Joaquín Prats Cueva y Juan Santacana Mestre, refieren: “Los contenidos de historia son útiles en la medida que sean susceptibles de ser manipulados por los alumnos. Para ello, se tendrá que tener en cuenta el grado de desarrollo cognitivo propio de cada grupo de edad y subordinar la selección de contenidos y los enfoques didácticos a las necesidades educativas y capacidades cognitivas de los escolares”.

El proceso por edades, para el estudio de la Historia Regional, deberá considerar:

a) Desarrollar las capacidades de dominio de nociones de tiempo convencional.

• Antes de.

• Después de.

• Convenciones cronológicas.

• Periodización de la historia regional.

• Línea del tiempo comparativa (Historia Regional, nacional, universal).

b) Desarrollar las capacidades de dominio de la situación espacial.

• Representaciones cartográficas.

• Descripción y recreación de paisajes.

• Identificación de características propias del espacio lambayecano.

c) Analizar y caracterizar las épocas históricas y realidades sociales.

• Narrar hechos del pasado.

• Identificar las permanencias.

• Analizar las motivaciones humanas.

• Identificar las causas y consecuencias de los hechos del pasado lambayecano.

• Ritmos de cambio: rápidos y acelerados, periodos, continuidad, lento.

En esta propongo una enunciación de los fines educativos y objetivos de la asignatura de Historia Lambayecana.

1.- Fines educativos de la asignatura de Historia Regional

Convencido de que la asignatura que propongo contribuirá a la formación intelectual, social y afectiva de los estudiantes; someto a consideración los siguientes fines educativos de la misma:

a) Facilita la comprensión del presente.

b) Forma para la vida adulta.

c) Despierta interés por el pasado.

d) Potencia el sentido de identidad, origen y pertenencia.

e) Afirma la idea de “herencia común”.

f) Contribuye al conocimiento y comprensión de otras culturas.

g) Fomenta la investigación rigurosa y disciplinada.

h) Propicia la interacción didáctica y la transversalidad.

2.- Objetivos de la enseñanza de la Historia Regional

a) Comprender los hechos ocurridos en el pasado lambayecano y saber situarlos en su contexto.

b) Analizar los diferentes estudios y puntos de vista sobre el pasado lambayecano.

c) Comprender las formas diversas de adquirir, obtener, manipular y evaluar la información sobre el pasado lambayecano.

d) Sistematizar y transmitir los conocimientos adquiridos.

Comprender el pasado lambayecano implica contextualizar los hechos considerando las necesidades y rasgos característicos de las formaciones sociales; situando (por orden de importancia) las causas y consecuencias hasta llegar a la comprensión clara del CAMBIO producido.

Analizar estudios y puntos de vista implica ser capaces de sorprendernos y reaccionar ante informaciones y narraciones del pasado haciendo comentarios de las mismas e identificándolas como parte de una entre varias versiones sobre un mismo hecho histórico.

Comprender las diversas formas de manipular la información implica la habilidad de extraer información a partir de una fuente histórica. En un segundo nivel significa pasar al estudio de fuentes diversas haciendo una previa valoración de las fuente que existen para el estudio de una línea concreta de investigación.

Sistematizar y transmitir los conocimientos adquiridos implica exponer una investigación histórica, sintetizar informaciones complejas y dispares, argumentar coherente y equilibradamente.

Es imposible edificar sin fundamentos. Es necesario vincular a estudiosos y especialistas de las ciencias sociales para interiorizar la necesidad de esta asignatura. Creo que ha llegado la hora de asumir el liderazgo de esta tarea desde las universidades.

Estoy convencido que es solo cuestión de tiempo. Mucho me temo que por el momento esta tarea no sea prioritaria para muchos. Confío en que finalmente la presión misma de las necesidades sociales dé a luz en las escuelas y universidades de nuestra región este espacio intelectual para conocer el pasado y comprender nuestro presente.







lunes, 2 de mayo de 2011

Lambayeque Colonial en Semana Santa

El actual fervor del pueblo cristiano de nuestra región refleja la condición piadosa de una multitud de creyentes que reunidos en torno a la persona de Cristo le manifiesta su amor y gratitud por su sacrificio y entrega en pro de nuestra salvación. De los actos religiosos son los de Semana Santa los más conmovedores y entrañables.

Durante la colonia la vivencia de aquellos actos era distinta. La semana de conmemoración de la vida, pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo era conocida como “Semana de Dolores”. El acto primero era la conformación de una “comisión eclesiástica” encargada de recolectar fondos económicos entre los fieles, casa por casa, diciendo: “para el Santo Monumento”. Tal comisión la conformaban un clérigo y dos ayudantes; uno que llevaba la bandeja donde nuestros paisanos pondrían su contribución y otro que llevaba un parasol (sombrilla) para la protección del eclesiástico.

El “Domingo de Ramos” después de la bendición de las palmas y ramas, salía la imagen del Señor sobre una burra. La procesión era conocida como la del “Señor del borriquito” y la burra era separada el resto del tiempo solo para ese uso y como tal era llamada la “burra del Señor”. La “burra del Señor” era tenida por sagrada “nadie podía tocarlas ni negarles el alimento que sabían ellas mismas pedir. Que sabían pedir porque se presentaban en las casas, golpeando el suelo, exigiendo el tributo alimenticio del vecindario… raro es hoy el pueblo del Perú que conserve su burra del Señor a la cual los chiquillos aprendieron a respetar y cuidar”

La celebración de los “Oficios” de los días jueves y viernes santo era multitudinaria y se iniciaban con el descubrimiento o develación de los monumentos. Los personajes bíblicos eran representados con figurines o tallas (judíos, apóstoles, romanos y el mismo Señor Jesucristo). Según su participación en la Historia Sagrada tales figurines o tallas tenían aspecto sufriente, maligno o ridículo. Por ejemplo, Judas Iscariote era representado con la cara encendida “un ají colorado en la boca y una talega en la mano izquierda conteniendo treinta monedas, precio por el que vendió a su maestro”. Cuando las imágenes salían en procesión, las personas recriminaban vehementemente “cual si fueran los verdaderos verdugos que atormentaron y crucificaron al Salvador”.

En jueves santo se ponía en libertad a los reos por delitos leves. También se pensaba que el día de la muerte del Señor los pecados no eran registrados pues el Señor no veía el mal que se hacía.

Una imagen de Cristo yaciente salía en procesión el viernes y las familias notables enviaban a sus criadas con zahumadores de plata. Las criadas llegaban muy bien vestidas pues las procesiones eran momento de competencia entre las familias “Es interesante, dicen los crónicos, contemplar una procesión acompañada por zahumadoras deslumbrantes en pedrería, ricas en telas, ostentosas en lujo” El sábado se celebraba la “Misa de Gloria” y, ese mismo día, a las doce de la noche en punto se quemaba en las pulperías a Judas. El cronista del siglo XIX Don Ismael Portal comenta la supervivencia de las costumbres que narro al menos en la primera mitad del siglo XIX.

El historiador José Manuel Valega en sus “Aspectos Sociológicos y Costumbristas” publicado en “Historia General de los Peruanos” (tomo II – 1975) indica sobre las procesiones que “daban ocasión al elemento juvenil a exhibirse, admirarse y conocerse. Se creía en aquella época, y los decires familiares lo comprueban, que las chicas sacaban novio de la procesión, atribuyendo a los santos la virtud de resolver la grave y tan delicada cuestión entre las gentes conservadoras de la clase media. Y si los santos daban asidero al conocimiento de la gente, si del conocimiento se llegaba al compromiso y a los esponsales, y si la ingenuidad virreinal asentaba la creencia en que matrimonio y mortaja del cielo baja, hay que admitir, por tradición de los beneficiarios, el interés social en mantener tales festividades como auspiciadoras de la gran ley de la multiplicación de la especie”.

Pude apreciar, pues soy hombre del siglo pasado, desde fines de la década de los años 60 que en tales fechas las ciudades de nuestra región se silenciaban en señal de luto. Las mujeres ancianas vestían de negro. Los niños no podíamos jugar en las calles. Se evitaban las señales de alegría. Los trastes no se lavaban. Los negocios cerraban y, en general, la vida urbana descansaba con Cristo. La tradición popular decía: “no rías pues te burlas del Señor”. En aquel tiempo la señal de radio emitida en las radios “Heróica”, “Delcar” o “Chiclayo” música sacra o clásica, mientras en el único canal de televisión (canal 4) la señal, que se recibía solo a partir del mediodía, emitía la Eucaristía celebrada por el Padre Juan Thomis Stack y en ella la representación del ingreso triunfal de nuestro Señor Jesucristo a Jerusalen.

Felizmente y todavía se cumple con la piadosa tradición de recorrer los siete monumentos. Algunos siguen haciendo los “velatorios” (velar al Señor durante la vigilia Pascual). Las imágenes de los santos se cubren o se retiran. Las flores desaparecen en tales días. Es innegable el ambiente de recogimiento y meditación.