jueves, 29 de noviembre de 2018

¿Qué tiempos vivimos? ¿Qué tiempo proponemos?

1.     El tiempo que vivimos
Tiempo de nuevas creaciones y nuevos algoritmos. Donde todo se pone en tela de juicio y los procesos llegan a la obsolescencia en menos tiempo. De juicio a las creencias y liberalismo extremo. De poder a través de la información convertida en un código de barras. De artificialidad galopante que ahora nos lleva a preguntar ¿Cuán artificiales somos? Y no ¿Cuánto necesitamos lo artificial? Y, como en recatpcha, “somos nosotros, los humanos, quienes tenemos que demostrar constantemente que no somos seres artificiales” (Glanzman, 2018).
Tiempo de ensalzar lo artificial, pues que la visión de la tecnología como extensión de los sentidos y, por tanto, como herramienta que permite o mejora la percepción es obsoleta: hoy lo natural y lo artificial se retroalimentan y, en ocasiones, da la impresión que se han compactado, de no ser así la impresión es que se compactarán en algún momento; “nuestra vida cotidiana se ha ido llenando de ecos de robots, de fantasmas, de embajadores”. Vida 3.0: Ser humano en la era de la inteligencia artificial. Según Jorge Carrión  (2018) “cuando toda la ropa que vistamos esté conectada a internet y no haya paso, latido, sudoración, pestañeo ni segundo de sueño que no sea procesado y traducido, a ver quién se atreve a llevar una camiseta que diga Yo no soy un robot”.
Tiempo de manipulación genética: el pasado 26 de noviembre el científico chino He Jiankui comunicó al mundo “el nacimiento de dos gemelas (Nana y Lulú) a las que modificó genéticamente en su etapa embrionaria para hacerlas resistentes a la infección del virus del sida” (Diario “El País”, 28/11/2018); este acto ha sido condenado por el gobierno chino y la comunidad académica y científica que califica el experimento como “inaceptable, profundamente perturbador y de naturaleza abominable”.
2.     ¿Qué proponemos?
Como sociedad poco o nada se hace. Es de suponer que debemos responder y para ello abrir espacios de reflexión, diálogo, debate. El espacio idóneo es, entre muchos otros, la universidad. La mayor mediocridad, el fracaso de la inteligencia académica, es el autoexilio en la mazmorra del yo (o del súper yo, así, separado y no como como concepto freudiano). Es el egoísmo de la apropiación, la insana visión del menosprecio. Se necesita pensar, y pensar mucho. Urgen promotores del pensamiento. Mentores. Personas dispuestas a socializar y argumentar sus ideas promoviendo sana divergencia pues el pensamiento uniforme es una miseria.
Propongo espacios de reflexión sobre dilemas éticos, ideología de género, manipulación genética, vida e inteligencia artificial, violencia (física, psicológica y estructural), nación (matria y patria), interculturalidad, historia de vida y cotidianidad, diálogo fe y razón, futurismo; entre otros tantos temas que con un método apropiado, especialistas en cada materia y estudio dirigido para la adquisición de saberes previos darán a luz intelectuales capaces de ver y construir el mundo hoy tendiente a lo material y deshumanizado. Ningún problema puede ser exitosamente confrontado desde el vértice de la ignorancia. Todo conocimiento abona a la postura intelectual y ella se construye no solo con conocimientos sino filtrados por los principios y creencias que complementan humanizando y dando valor a un corpus hoy diseminado.



1 comentario:

Francisco Reluz Barturén dijo...

Interesante reflexión estimado Martín. Urge la reflexión acuciosa, objetiva desde la academia... que en más de los casos secunda al sistema deshumanizador y despersonalizante. Pero lo propio de la persona es también la esperanza como manifestación de su interioridad, y el amor como plenitud de su existencia. Mientras ambas estén presentes y sobre todo esta última, valdrá la pena pensar para servir, esto es el sentido de la existencia.