sábado, 12 de abril de 2014

De ornato e Higiene: La Fiebre Amarilla y sus Consecuencias Sobre las Fuerzas de Ocupación Chilena en Chiclayo Durante la Guerra del Pacífico (1879 – 1883)

A manera de Introducción
La ocupación chilena de la región de Lambayeque se produjo en dos ocasiones: la primera desde el 26 de setiembre de 1880 y la segunda entre el 12 de abril de 1881 y abril de 1883. Según Miguel Ángel Díaz Torres, en su relato “Nosotros también luchamos en Chiclayo” (2014), durante la segunda ocupación, el mando de las fuerzas de ocupación fue ejercido por  los oficiales Eulogio Robles y, más adelante, José Umiel Urrutia; mientras en la alcaldía de la ciudad dejaba el gobierno Don Belisario Arizola para dar paso a Don Ángel Gonzales “hombre de edad que con su barba blanca, sombrero en mano y bastón con puño de oro imponía respeto, siendo el quien ordenó el embanderamiento general por fiestas patrias” (Díaz, 2014). El 13 de mayo de 1882 asume la jefatura de la junta política y militar el oficial chileno coronel Demetrio Carvallo, en reemplazo de José Umiel Urrutia, fallecido víctima de fiebre amarilla “… al arrojarse a la calle desde el balcón de su casa de Chiclayo, en un acceso del delirio causado por las fiebres. La enfermedad se manifestaba en sus diferentes formas; en ocasiones,  la fiebre amarilla iba acompañada de parálisis. También falleció en Lambayeque el Capitán comandante de las fuerzas chilenas  allí destacadas; su cadáver fue llevado a la bóveda de la Iglesia  por ocho hombres del pueblo, obligados a hacerlo, ya que los soldados chilenos tenían miedo a contraer el mal” (Díaz, 2014).
Se estima que la fiebre amarilla causó, en la fuerza de ocupación chilena, la muerte de casi cien soldados, cinco oficiales y dos médicos[1]. Las condiciones de higiene y ornato en la ciudad contribuyeron a la propagación del mal que varias veces había azotado en forma de epidemia a la población. Sin embargo, los chiclayanos, a diferencia de los chilenos, tenían defensas orgánicas contra dicho mal que no les era desconocido. Ya en el pasado diversas zonas del Perú, incluyendo Chiclayo, habían sido afectadas por el mal que, desde tiempos coloniales, adquirió denominaciones diversas como “´vómito negro´, ´grasó´, ´fiebre ardiente´ (entre otras)” (Neyra, 1998)
El propósito del presente artículo es determinar cuáles fueron las condiciones de higiene y ornato de la ciudad de Chiclayo durante el tiempo de la Guerra del Pacífico (1879 – 1883) que, a juicio de las autoridades chilenas, provocó la propagación del mal con los antes mencionados resultados en las fuerzas de ocupación. Además, las medidas adoptadas por el jefe político militar durante la segunda ocupación chilena de Chiclayo, Don Demetrio Carvallo, su motivación real y las consecuencias de ellas en nuestra ciudad. No se trata, entonces, de tocar enfrentamientos bélicos producidos debido a la resistencia de la población a la ocupación chilena en nuestra  región, sino analizar el ornato e higiene de la ciudad en dicho tiempo histórico.
Para la publicación del presente artículo he revisado, entre otros, dos documentos que me parece importante destacar: el relato “Nosotros También Luchamos en Chiclayo” (2014) y “Los Médicos y el Nuevo Hospital de Chiclayo” (2014) del investigador, recopilador de fuentes documentales y hemerógrafo chiclayano Miguel Ángel Díaz Torres y la “Segunda Memoria que el Contralmirante Don Patricio Lynch, General en Jefe del Ejército de Operaciones en el Norte del Perú, presenta al Supremo Gobierno” (Volumen I – 1883).
La Ciudad de Chiclayo en tiempos de la Guerra
En el propósito de ser lo más exacto posible al describir la ciudad de Chiclayo entre 1879 y 1883, usaré pasajes escritos por Ernst Middendorff[2]  durante su visita de un mes a diversos pueblos de la región de Lambayeque el año 1885. Considerando dos años después de concluida la ocupación chilena en nuestra ciudad es casi seguro que vio in situ muchas de las condiciones de ornato e higiene de la ciudad que son materia de nuestro estudio:
a      Las casas eran, muchas de ellas, chozas de caña y casas mal construidas que formaban calles irregulares. Vio también residencias de personalidades bien hechas en el centro de la ciudad.
    Una ciudad, en parte, ruinosa debido a los estragos de la Guerra del Pacífico y las inundaciones de 1828, 1871 y 1875.
c    Una ancha calle principal que conduce a la plaza principal, José Balta, que era “La mejor de la ciudad”. 
d   Una plaza no muy grande dividida en dos por la calle principal y una Iglesia nueva a medio construir (hace referencia a la Catedral actual).
e    Sobre los chiclayanos, su comportamiento e higiene indica “parecen ser gente alegre a la que le gusta gozar la vida… cuatro quintas partes de la población son indios que viven en casas desprovistas, sin muebles, andan descalzos y fuera de su sencilla comida no sienten más necesidad que la de chicha y tabaco… rara vez se sientan en sillas o bancas, y generalmente lo hacen en el suelo, sobre esteras… si se enferman no llaman nunca al médico… usan hierbas medicinales recogidas en la región, o se abandonan a su suerte, sin probar remedio alguno, salvo la quinina. El uso de esta se ha generalizado y se la toma sin consulta médica y sin dosificación”. 
A lo anterior podemos agregar algunos pasajes de la descripción por Demetrio Carvallo al Coronel Patricio Lynch en 1883 y que son sintetizadas por Miguel Díaz en los siguientes términos: “Las casas albergaban corrales de aves y ganado y se habían convertido en nidos de roedores y bichos diversos; empezaba a notarse con claridad la relación de las enfermedades estomacales con el consumo de agua de acequia y de esa observación surgió la advertencia de hervirla y colarla en piedras porosas para despojarla de sus ´partes groseras´ y así evitar la disentería, la tifoidea y otras enfermedades diarreicas agudas. Otra mala costumbre era la de quemar la basura en la calle favoreciendo sin quererlo la propagación de enfermedades respiratorias y alérgicas como bronquitis, tuberculosis pulmonar y asma. Por otra parte, el hábito de defecar y orinar en las calles complicaba la salubridad pública; muchas viviendas carecían de un cuarto especial para esas necesidades, falta que era suplida principalmente con el uso de bacines. Como es de suponer, se reclamaba a las autoridades municipales por quienes debían procurar un aire sano a toda la población evitando las ´emanaciones miásmicas´
En estas condiciones, la fiebre amarilla, “enfermedad vírica aguda, hemorrágica, transmitida por mosquitos infectados”[3] tuvo el caldo de cultivo para propagarse en la ciudad.
La Fiebre Amarilla y sus Estragos en las Fuerzas de Ocupación
Al momento de la ocupación chilena de Chiclayo, la fiebre amarilla hacía estragos en medio de la población que, “acostumbrada” al rebrote de la enfermedad debido a epidemias anteriores (1852 – 1854), tomaba con cierta naturalidad el tratamiento de la misma. Usaba, entre otros medios curativos, la quinina (conocida desde tiempos ancestrales) y plantas medicinales autóctonas.
Sobre el inicio de la gestión como jefe político y militar de Chiclayo, Patricio Lynch refiere que Demetrio Carvallo “(asumió el cargo) en circunstancias difíciles, pues aún no se había extinguido la epidemia de fiebre amarilla… ha llenado una ruda y pesada tarea”. Entre los chilenos, desacostumbrados a este tipo de eventos, las bajas fueron notables, conduciendo a la muerte al antecesor de Demetrio Carvallo, Don José Umiel Urrutia.
Lynch (1883) afirma: “Como era natural, Carvallo, se dedicó con mayor empeño a implantar hábitos de aseo e higiene, dictando, al mismo tiempo, medidas conducentes a poner término a la epidemia de fiebre y evitar mayores males para lo sucesivo. Comenzó por hacer destruir los muladares y formar cómodos y espaciosos hospitales y cuarteles, distribuyendo además convenientemente el servicio sanitario”.
Es muy claro que las medidas aplicadas por los chilenos en cuanto al ornato e higiene en la ciudad de Chiclayo tienen estrecha relación con la epidemia de fiebre amarilla y las bajas producidas en su propia fuerza militar. Sin embargo, es innegable que las medidas tomadas, aunque generaron el rechazo de los ciudadanos por las obligaciones generadas (trabajo forzado y pago de tributos) concluyeron resultando, también, positivas para controlar y evitar la propagación de la enfermedad.
Los chilenos culparon de la epidemia a las antiguas autoridades peruanas  “las epidemias han tomado un carácter endémico en esta región de las costas del Perú por el culpable abandono en que se han mantenido a los pueblos”
Carvallo destaca que “la policía de aseo no era conocida y los desperdicios orgánicos de las poblaciones se amontonaban en los suburbios o en los sitios eriazos, convirtiéndolos así en repugnantes muladares… los sembríos de arroz que llegaban hasta sus murallas, por su especial cultivo, envolvían a los pueblos en una sábana de agua estancada durante los meses más fuertes del calor, colocándolos así bajo la mortífera influencia de sus emanaciones”  luego concluía diciendo “…no es extraño, entonces, que en los primeros meses del año último recibiéramos el tremendo azote que tantas y tan sensibles bajas ocasiono en estas guarniciones”
En una cronología es posible apreciar las medidas más importantes tomadas por el jefe político y militar chileno:
a)      El 15 de mayo de 1882, luego de un mes de permanecer postrado debido a la misma enfermedad, ordenó a la población las siguientes medidas de higiene:

1.       Blanqueo y friso de alquitrán en las casas.
2.       Fumigación con azufre u otra materia desinfectante.
3.       Desinfección periódica de escusados.
4.       Dar cuenta por los vecinos de los atacados de fiebre que hubiese en sus casas.
5.       La misma medida por médicos en ejercicio de sus funciones.
6.       Nombrar una comisión vigiladora de la higiene interior y exterior de las propiedades.

b)      El 22 de mayo se conforma una junta de facultativos para que visiten los centros de expendio de drogas (medicinas) para determinar su eficacia y el conocimiento sobre las mismas que tengan los responsables o encargados de dichos establecimientos. Médicos chilenos que prestaron servicio en esta coyuntura fueron: Dr. Alberto Zenteno Barros y Dr. David Perry.
c)       El 31 de mayo se ordenó que todos los días lunes de cada semana se reunieran los indios en cada comunidad llevando herramientas necesarias para la erradicación y traslado de los muladares existentes dentro de la población y sus alrededores.
d)      El 11 de octubre se prohibió la siembra de arroz en todo el departamento hasta dar cuenta del estado de las acequias.
     Un hecho digno de resaltar es la pavimentación y empedrado de más de sesenta cuadras en las calles de Chiclayo y el traslado en "carretadas" de la basura acumulada en la ciudad a una zona en las afueras, posiblemente en la que hoy en día es la Urbanización Patazca.
Conclusiones
1.      Las fuerzas de ocupación chilena en Chiclayo fueron víctimas de la fiebre amarilla debido a las condiciones de ornato e higiene en la ciudad y, fundamentalmente, a su falta de defensas orgánicas ante tal enfermedad.
2.      Las medidas tomadas por Demetrio Carvallo, jefe político y militar en la segunda ocupación de Chiclayo, fueron realizadas primero para evitar más bajas en el ejército de ocupación y, luego, solo por extensión en beneficio de los pobladores de la ciudad. Ese fue el orden lógico que motivó la dación de las ordenanzas.
3.      La fiebre amarilla, como enfermedad epidémica, atacó Chiclayo y la región de Lambayeque en varias oportunidades, desde tiempos coloniales hasta las primeras décadas del siglo XX. Solo con el mejoramiento de las condiciones de ornato e higiene se ha convertido en una enfermedad, literalmente, inexistente en nuestra ciudad y región.
           

[1] Ver en vídeo de presentación del relato “Nosotros también luchamos en Chiclayo” la participación de Miguel Díaz quien hace referencia al hecho. Dicho video puede ser recuperado en http://www.youtube.com/watch?v=thAR_F3bkcE

[2] Médico e investigador alemán radicado en Lima y que realizó visitas a diversas zonas del Perú luego sintetizadas en la Obra “Perú” (1894). Para el caso de Lambayeque se ocupó en describir los pueblos y ciudades, estudiar sus costumbres, idioma, entre otros menesteres. Su obra es vital para la comprensión de la historia lambayecana de finales del siglo XIX. Más información al respecto en http://historiacienciadevida.blogspot.com/2012/04/ernest-wilhem-middendorf-observaciones.html

[3] Definición de la Organización Mundial de la Salud en su nota informativa N° 100 de Mayo del 2013. Sobre el término “amarilla” que alude a la ictericia que presentan algunos pacientes.

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