Ser un buen maestro no solo es fundamental para alcanzar el desarrollo cognitivo y el de las múltiples inteligencias de los estudiantes, sino también para conseguir su bienestar espiritual. Si un estudiante mantiene una adecuada valoración del testimonio profesional y personal de su maestro, es más sencillo que desarrolle una estrecha relación con Dios.
Muchos no han tenido un buen ejemplo. En las aulas algunos maestros están como ausentes. Otros son fríos y severos. ¿Cómo romper con este círculo vicioso y ser maestros camino entre nuestros estudiantes y Dios?
Muchos no han tenido un buen ejemplo. En las aulas algunos maestros están como ausentes. Otros son fríos y severos. ¿Cómo romper con este círculo vicioso y ser maestros camino entre nuestros estudiantes y Dios?
1.- Busquemos al modelo perfecto del amor.
Dios es el modelo perfecto de amor para los maestros. Jesús nunca dudó del amor de su Padre. Aquel vínculo de confianza, entrega y comunicación debe buscarse siempre entre un maestro y sus estudiantes. Inspirados en Dios debemos ser sabios para aprobar, corregir, aconsejar y encaminar. Si el amor de Dios es la fuerza que nos permite vivir inspirará nuestra pedagogía, nuestra palabra, nuestros métodos, nuestra vida.
2.- Vivir como “Libros abiertos”
Esto es vivir en la verdad. El conocido músico Cliff Burton en “To live is To die” nos dice: “Cuando un hombre miente mata a una parte del mundo. Éstas son las muertes pálidas a las que los hombres mal llaman 'sus vidas'. No puedo soportar seguir siendo testigo de todo esto. ¿No puede elReino de los cielos llevarse a casa?”
Vivir en la verdad consiste en llevar el Reino de los cielos a la escuela. También implica tratar con respeto y dignidad a los estudiantes, así les enseñamos a tratar con el mismo respeto y dignidad a los demás. La manera de actuar del maestro influye siempre en sus estudiantes. Dos palabras son claves para crear un ambiente de apego a la verdad o de “Libros abiertos”: felicidad y perdón.
El maestro debe promover un ambiente de felicidad mediante la dedicación a todas pero a cada una de las vidas puestas, por voluntad de Dios, en sus manos de alfarero o formador. Cada estudiante es único y necesita no solo de los conocimientos de su maestro, sino de un norte y objetivos para su vida. El maestro le puede ayudar a encontrarlos, con respeto, con apego a la verdad y sin manipulaciones.
El ambiente de perdón se promueve también con el ejemplo. El maestro perdona y pide perdón. La felicidad y el perdón fortalecen la unidad de toda comunidad humana, una de ellas es la escuela.
3.- Preocupación por la espiritualidad
Un maestro responsable, con principios y valores cristianos, vela por las necesidades espirituales de sus estudiantes. Es responsabilidad de los maestros fortalecer su conducta de fe, animarles cada día a tener una relación intima con Dios. Orar juntos, meditar en el ejemplo de Jesús, promover la práctica de nuestros valores cristianos en la escuela y en su casa. Que los estudiantes vean que su maestro ama y honra a Dios con su vida. Los maestros tenemos que demostrar que valoramos las cuestiones espirituales; de lo contrario, los estudiantes lo notarán enseguida.
4.- Disciplina y correción
“En su acepción más común la disciplina es la capacidad de enfocar los propios esfuerzos en conseguir un fin, si bien etimológicamente, disciplina hace referencia a la instrucción dada a un discípulo, acepción que preserva el sentido de la palabra original en latín (instrucción) cuya raíz “discere” significa aprender. Su sentido es amoldar el carácter y el comportamiento de un individuo para conseguir una eficiencia máxima en alguna labor. Así se habla de disciplina militar a la seguida por las fuerzas armadas o disciplina escolar a la que se aplicaría en las escuelas para conseguir un mejor aprendizaje”.
Los estudiantes necesitan que se los corrija con amor. La disciplina es fundamental para que se conviertan en personas de bien. Algunos maestros parecen creer que la disciplina implica un trato severo, que incluye amenazas, insultos y humillaciones. Sin embargo, nunca se debe relacionar la disciplina con la crueldad. Por supuesto, en ocasiones tal vez haya que imponer alguna sanción, pero esta debe ser aplicada con paz y en un ambiente de diálogo veraz, perdón, tolerancia y comprensión.
Maestro, tu escuela será un evangelio viviente en cuyas aulas es sembrada la semilla del amor de Dios que permita cosechar salvación. Si alguna vez creímos que no es posible, que es demasiado tarde o que a pesar de los esfuerzos realizados nos resulta casi imposible lograrlo, no nos sintamos mal, Dios es especialista en las razones imposibles ante los ojos de los hombres. Ora por mí que yo lo haré por ti. En Dios si es posible.
Dios es el modelo perfecto de amor para los maestros. Jesús nunca dudó del amor de su Padre. Aquel vínculo de confianza, entrega y comunicación debe buscarse siempre entre un maestro y sus estudiantes. Inspirados en Dios debemos ser sabios para aprobar, corregir, aconsejar y encaminar. Si el amor de Dios es la fuerza que nos permite vivir inspirará nuestra pedagogía, nuestra palabra, nuestros métodos, nuestra vida.
2.- Vivir como “Libros abiertos”
Esto es vivir en la verdad. El conocido músico Cliff Burton en “To live is To die” nos dice: “Cuando un hombre miente mata a una parte del mundo. Éstas son las muertes pálidas a las que los hombres mal llaman 'sus vidas'. No puedo soportar seguir siendo testigo de todo esto. ¿No puede elReino de los cielos llevarse a casa?”
Vivir en la verdad consiste en llevar el Reino de los cielos a la escuela. También implica tratar con respeto y dignidad a los estudiantes, así les enseñamos a tratar con el mismo respeto y dignidad a los demás. La manera de actuar del maestro influye siempre en sus estudiantes. Dos palabras son claves para crear un ambiente de apego a la verdad o de “Libros abiertos”: felicidad y perdón.
El maestro debe promover un ambiente de felicidad mediante la dedicación a todas pero a cada una de las vidas puestas, por voluntad de Dios, en sus manos de alfarero o formador. Cada estudiante es único y necesita no solo de los conocimientos de su maestro, sino de un norte y objetivos para su vida. El maestro le puede ayudar a encontrarlos, con respeto, con apego a la verdad y sin manipulaciones.
El ambiente de perdón se promueve también con el ejemplo. El maestro perdona y pide perdón. La felicidad y el perdón fortalecen la unidad de toda comunidad humana, una de ellas es la escuela.
3.- Preocupación por la espiritualidad
Un maestro responsable, con principios y valores cristianos, vela por las necesidades espirituales de sus estudiantes. Es responsabilidad de los maestros fortalecer su conducta de fe, animarles cada día a tener una relación intima con Dios. Orar juntos, meditar en el ejemplo de Jesús, promover la práctica de nuestros valores cristianos en la escuela y en su casa. Que los estudiantes vean que su maestro ama y honra a Dios con su vida. Los maestros tenemos que demostrar que valoramos las cuestiones espirituales; de lo contrario, los estudiantes lo notarán enseguida.
4.- Disciplina y correción
“En su acepción más común la disciplina es la capacidad de enfocar los propios esfuerzos en conseguir un fin, si bien etimológicamente, disciplina hace referencia a la instrucción dada a un discípulo, acepción que preserva el sentido de la palabra original en latín (instrucción) cuya raíz “discere” significa aprender. Su sentido es amoldar el carácter y el comportamiento de un individuo para conseguir una eficiencia máxima en alguna labor. Así se habla de disciplina militar a la seguida por las fuerzas armadas o disciplina escolar a la que se aplicaría en las escuelas para conseguir un mejor aprendizaje”.
Los estudiantes necesitan que se los corrija con amor. La disciplina es fundamental para que se conviertan en personas de bien. Algunos maestros parecen creer que la disciplina implica un trato severo, que incluye amenazas, insultos y humillaciones. Sin embargo, nunca se debe relacionar la disciplina con la crueldad. Por supuesto, en ocasiones tal vez haya que imponer alguna sanción, pero esta debe ser aplicada con paz y en un ambiente de diálogo veraz, perdón, tolerancia y comprensión.
Maestro, tu escuela será un evangelio viviente en cuyas aulas es sembrada la semilla del amor de Dios que permita cosechar salvación. Si alguna vez creímos que no es posible, que es demasiado tarde o que a pesar de los esfuerzos realizados nos resulta casi imposible lograrlo, no nos sintamos mal, Dios es especialista en las razones imposibles ante los ojos de los hombres. Ora por mí que yo lo haré por ti. En Dios si es posible.
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