Parque principal de Chiclayo, año 1919.
A propósito de la llegada de
sacerdotes franceses a Chiclayo en 1913, el Periódico chiclayano "La Abeja"
del 08 de junio de 1913, publica la nota titulada "¡Alerta!, Sacerdotes
extranjeros como párrocos de Chiclayo" en la que sale en defensa de los
sacerdotes peruanos salientes; Villavicencio y Torres. Culpan al Obispo de
Trujillo (Manuel
Santiago Medina y Bañón) y reclaman acción a las autoridades
"Como lo hizo el Dr. Leguía y Martínez cuando fue Prefecto de Piura, que
no dejó ejercer el ministerio a los Redentoristas" (Ver: "Disturbios
en Chiclayo" de Miguel Díaz T.) Desde el 18 de abril de 1919, se producen
disturbios en la ciudad debido a los "cambios" ejercidos por tres
sacerdotes franceses respecto a costumbres y tradiciones católicas de la
ciudad. Los hechos concluyen con la muerte de tres manifestantes y la huida,
por el Puerto de Eten, de los sacerdotes Cipriano Casimir, León Bon y Dionisio
Jonneretop. El 28 de abril de 1919, Se abre, de oficio, un juicio por lesiones
y maltratos en perjuicio de los sacerdotes franceses como víctimas en los
disturbios en Chiclayo en viernes santo. Fue juez del crimen Don Augusto
Llontop. Ya, desde el inicio, el año 1919 se mostró convulsionado en lo
político con una mayoría (entre la población) proleguiísta, antipardista y
antiaspillaguista; y por la exigencia de la población del cumplimiento del
decreto de exhumación y homenaje a los restos de los próceres de la
Independencia de Lambayeque.
La Revista Variedades de Lima,
fechada en 10 de mayo de 1919, afirma "Los desórdenes religiosos en
Chiclayo. Ha sido tema de vivos comentarios los desórdenes religiosos ocurridos
en la ciudad de Chiclayo hace una quincena, más o menos, y de resultas de los
cuales han tenido que abandonar esa ciudad los curas franceses a quienes se
había confiado los servicios parroquiales. Los desórdenes, que culminaron en un
conflicto entre la tropa y el pueblo en el que hubo dos muertos y muchos
heridos, se debieron a que la autoridad secundó a los curas franceses en su
propósito de impedir la salida de una procesión nocturna de Semana Santa. La
idea en sí es excelente, pues toda fiesta religiosa nocturna debe abolirse,
pero parece que se tropezó ante la fe y el apego a la tradición inquebrantables
de las clases populares de Chiclayo y hay que notar también que la autoridad
estuvo muy precipitada ante el temor de que la procesión degenerara en
manifestación antigobiernista, como se afirmaba".
El 31 de mayo de 1919, el periódico
satírico “El diablo predicador” de Chiclayo, publica una sátira sin autor tras
la expulsión de los curas franceses en Chiclayo. La sátira narra los hechos en
parte: “Plegaria de una Beata. Canción triste de moda - ¡Que triste vida nos
vamos pasando/ las ovejitas de este redil/ desde aquel día de viernes santo/ en
que perdimos a Casimir// Era un curita de los que hay pocos/ con más virtudes
que Jesucristo/ ¡Que lo regrese, pedimos locos/ hoy de rodillas a taita
obispo// El pobrecito que es muy buenmozo/ el, nos amaba con amor santo/ y nos
quería con sumo gozo/ que era el encanto de mis encantos/ el, nos sabía corresponder/
y era el consuelo de mi sufrir/ ¡cuándo, curita, te podré ver!/ ¡Curita mío, mi
Casimir!// triste es la vida sin los curitas/ que les contaba la vida ajena/
con mi carita de alma contrita/ me siento triste como alma en pena/ Padre
Dionisio, Padre León Bor/ pasamos tristes el mes de mayo/ consuelen pronto mi
corazón/ regresen pronto, pronto a Chiclayo// Soy pajarillo que vivo triste/ de
rama en rama, vivo llorando/ ¡Oh que tremendo! Cura, te fuiste/ en cruel
angustia yo me he quedado/ ya no resisto tanto sufrir/ que se ha secado mi
corazón/ ¡Mi padre amado, mi Casimir! / ¡Padre Dionisio, Padre León Bon! //
Padres franceses, padres jesuitas/ no nos olviden ¡Ay no, por Dios! / no
olviden nunca a sus ovejitas/ vengan prontito, vengan veloz/ Señor Obispo, su
señoría/ a vos pedimos de corazón/ que venga pronto mi Casimir/ a consolarme de
esta aflicción// Vengan prontito de cualquier modo/ vengan prontito con sumo
gozo/ y los herejes muérdanse el codo/ con mi Cipriano, que está buenmozo/ que
no resisto tanto sufrir/ que se ha secado mi corazón/ ¡Mi padre amado, mi
Casimir! / ¡Padre Dionisio, Padre León Bon! // ”
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