Constitución… ¡Estruendosas carcajadas!
El Perú ha redactado leyes
imposibles y dignas de las más estruendosas carcajadas. La constitución es la
primera de ellas. La “Carta magna” invoca desde el inicio enunciados propios de
un país de retórica barata, donde la palabra vale poco y la viveza implica
sacar la vuelta a la ley. Un país, donde la “ley del embudo” (invocada por
satíricos del siglo XIX) sigue (y seguirá) vigente con su muy antigua fórmula
de usufructo: en la parte más amplia, arriba, quienes gozan del poder, deleitándose
en la ostentación y el despilfarro; abajo, en la punta del embudo, los pobres,
apenas maman de las gotas que los de arriba dejan caer. No creo que la
constitución deba cambiar. Pienso que la actitud ante ella debe mejorar. A
continuación algunos ejemplos:
¿La defensa de la persona humana
y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado? Quedo
perplejo ante la incapacidad social de definir los términos persona, dignidad,
sociedad y estado. Ya que la onomatopeya no basta, mejor emito la metonimia
“¡ya es tiempo de tener seso!”. Otra, ¿El
concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece? ¡Tamaña mentira! ¿no
estamos, acaso, en el territorio de “ellos y ellas” de “todos y todas”? ¿no
también, gobernantes que (por jugar a la inclusividad) restan dignidad a la
unicidad de la persona y admite constantes ataques contra la familia natural?
¿Nadie se ha dado cuenta que la constitución declara viva a la persona desde el
momento mismo de la concepción?
¿El estado propicia la creación
intelectual, artística, técnica y científica; propicia el acceso a la cultura y
fomenta su desarrollo y difusión? ¡No! No sabe cómo hacerlo, sus mayores
órganos estructurales en materia de educación y cultura apenas luchan por salir
del sótano del ranking de la lectoescritura o contratan cantantes desconocidos
para dictar charlas motivacionales a los burócratas y papeleros de turno.
Irrespeta la creación intelectual con un tratamiento tibio de la colusión, el
plagio y el auto plagio, a través de un organismo que para admitir denuncias o
respaldar creaciones cobra derechos inaccesibles para algunos. Permite con
desparpajo la existencia de universidades que “investigan” según el papel,
cuyos maestros (en su gran mayoría) no leen, publican, ni crean conocimientos;
universidades con bibliotecas paupérrimas, de libros con hojas pegadas por el
desuso, estantes apolillados y una baja cantidad de lectores (obligados, para
ciertos documentos) … ¿Alguien leyó El
principito, Corazón o La divina
comedia?
¿Todo peruano tiene derecho a
usar su propio idioma ante cualquier autoridad mediante un intérprete? No lo
creo. Es más sencillo para un turista de habla inglesa comunicar su estado de
ánimo y solicitar el baño de un restaurante que para un quechua, aimara, conibo
o ashaninka comunicar que sus tierras son contaminadas, que necesitan vacunas,
alimentación básica (para combatir la anemia) y educación de calidad en su
propio idioma. ¿Cuántas tesis en quechua o en cualquier lengua nativa se han
defendido en las universidades del país? Hasta donde sé, una.
¿La comunidad y el Estado
protegen especialmente al niño, al adolescente, a la madre y al anciano en
situación de abandono? ¿También protegen a la familia y promueven el matrimonio?
¿Reconocen a estos últimos como institutos naturales y fundamentales de la
sociedad? ¡Estoy al bode del desmayo!¡No y No! Hemos permitido palmoteando como
morsas que la sub cultura del más fuerte, del más bello, de la cabeza vacía, del
más grosero, invada la televisión y, por ende, las familias, con mensajes
distorsionados de masculinidad, amor y tratamiento al prójimo. Hemos sido
permisivos ante la vulgarización de los contenidos y comportamientos.
Un país que no es capaz de
respetar la mayor, la más importante, citable e incontrastable de sus leyes
¿será capaz de promover la ética, la legitimidad, la legalidad en todos los
estamentos y áreas de su desarrollo?... finalmente, retiro lo de “estruendosas
carcajadas”. Prefiero ir a leer, a lo mejor y encuentre en el plagio de Bryce
una razón para argumentar sobre lo original.
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