La imagen muestra el duelo entre Fernando Belaunde y Eduardo Watson Cisneros En el aeroclub de Collique en 1957. Nos da una idea de las cuestiones de honor en pleno siglo XX. |
La práctica del duelo y los lances de
honor por caballerosidad (al ser de exclusivamente masculina) y en defensa de
la integridad del nombre, la sangre; persistieron hasta inicios del siglo XX en
nuestro país, específicamente en Lima, según demuestra la historiadora
Magdalena Chocano en su investigación “Pulsiones nerviosas de un orden
craquelado: desafíos, caballerosidad y esfera política: Perú, 1883-1960” (2011)
que cito como fuente y evidencia.[1]
Según Chocano, un caballero era
modelo de masculinidad y estaba asociado a la práctica de una profesión liberal
o su pertenencia a una familia notable de la sociedad. Un duelo no se
relacionaba con cualquier tipo de violencia. Por lo general, los caballeros de
la época se preparaban para dichas eventualidades. Así fue con Luis Alberto
Sánchez y Jorge Basadre que aprendieron el uso de las espadas en la sala “Cavallero”
de Lima. “Por esa razón, el honor mancillado se convertía en el fundamento de
los desafíos, que debían restablecer la igualdad entre los varones de la
comunidad”, tal como veremos en el hecho relatado a continuación.
El 13 de junio de 1918, durante una sesión
de la Cámara de Diputados, el parlamentario Jorge Corbacho acusó de “germanófilo”
al ex canciller del gobierno de José Pardo, Enrique de la Riva Agüero por su posición
política durante la primera guerra mundial que, según Corbacho, trajo como consecuencia
al país “… aislarlo del bando aliado en un momento en que eran necesarios más
apoyos para solucionar de manera favorable las cuestiones pendientes con Chile”.
Atacó, también, a José de la Riva Agüero y Looz Corswarem, quien fuera ministro
de relaciones exteriores durante el gobierno de Manuel Pardo y Lavalle,
responsable del Tratado defensivo con Bolivia (una de las causas invocadas por
Chile para declarar la guerra al Perú).
La intervención del diputado Corbacho
fue publicada ampliamente por el diario “El Tiempo” de Lima, dirigido por el
periodista chiclayano Pedro Ruiz bravo, en una crónica de dos páginas titulada “Sensacional
sesión en la Cámara de Diputados. El problema de la defensa nacional. Una
sombría página de nuestra historia”. La nota mostró el discurso completo de
Corbacho con su versión sobre el conflicto con Chile y su acusación al partido
civil de ser responsable de dicha derrota. Además “El Tiempo publicó una carta
del 20 de septiembre de 1879 dirigida al almirante Lizardo Montero, jefe del
ejército del sur y también miembro fundador del Partido Civil, por su
correligionario José Carlos de la Riva-Agüero, quien le aconsejaba que
procurara obtener una gran victoria en Arica para hacer contrapeso a la figura
de Miguel Grau, a quien los pierolistas querían lanzar como candidato. Grau era
miembro del Partido Civil, pero no era el favorito del círculo de César
Canevaro y de Riva-Agüero, quienes consideraban que otra victoria del Huáscar
haría la corriente en favor de Grau irresistible”. Luego, el 15 y el 17 del
mismo mes publicó otras cartas de Riva Agüero en las que el autor,
aparentemente desprestigia a Grau, al diario El Comercio y al presidente Luis
La Puerta; mencionó en su nueva crónica “Las sensacionales revelaciones del
señor Corbacho en la Cámara de Diputados. El civilismo a través de nuestra
historia [...] Temían que la gloria del almirante Grau contrariara tenebrosos
proyectos de conquistar el gobierno” (El Tiempo - 15 de junio de 1918) y agregó
“Los documentos del Sr. Jorge Corbacho. Una carta de don José de la Riva Agüero
al general Lizardo Montero [...] Los planes maquiavélicos para adueñarse del
gobierno”, en su edición del 17 de junio de 1918.
Por lo anterior, el historiador José
de la Riva-Agüero y Osma, descendiente de los personajes mencionados por
Corbacho e implicados en estas “revelaciones” del diario, envió una carta
repudiando las acusaciones publicadas en el Diario “El Tiempo”. Al respecto “Luis
Alberto Sánchez ha señalado que la preocupación de Riva-Agüero era extrema en
lo referente a los miembros de su familia, presentes y pasados… Genealogía e
historia se confundían en esta percepción. Una luz poco favorable proyectada
sobre un antepasado se convertía en un problema de reputación política…” (Ibd).
“El Tiempo” responde con nuevos
artículos; esta vez sobre Jose de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, primer
presidente del Perú, otros de los antepasados de Riva Agüero y Osma sobre quien
tanto José de San Martín como Simón Bolívar, en su momento, expresaron muy
malas opiniones según mencionaba el diario. Riva Agüero y Osma notó que el
diario pretendía mostrar una actividad continua por parte de los Riva Agüero (de
todas las generaciones) contra los intereses del Perú.
El 21 de junio de 1918, el diario “El
Comercio” a pedido de Riva Agüero y Osma, publica el artículo de su autoría “La
personalidad histórica del Mariscal Riva Agüero. Acápites de un libro”; en el
refiere: “…Lo que El Tiempo busca, no es la verdad, sino la sorpresa y el
engaño en el bullicio, siguiendo la proterva máxima de que de la calumnia algo
queda… Y en esta maldita obra no repara
en medios, atropellando el honor ajeno y hasta la sagrada memoria de los
muertos. Herido en lo más íntimo de mis sentimientos familiares, y
prescindiendo de toda consideración política, mancomunado con mi más próximo
pariente, denuncio al desprecio público esta nueva campaña pasquinesca, inmundo
amasijo de ignorancia, de impostura y de perfidia”.
Pedro Ruiz Bravo, director de “El
Tiempo” responde el 19 de junio de 1918 con el artículo “El señor Riva Agüero y
El Tiempo” señalando: “Nos hemos limitado a reproducir una carta… el señor Riva
Agüero trata de justificar a su abuelo… nosotros no le hemos negado ese
derecho. Únicamente hemos sostenido y continuaremos sosteniendo que los
egoísmos y ambiciones del grupo político a que pertenecía el abuelo del Sr.
Riva Agüero debilitaron nuestra defensa y contribuyeron a nuestra derrota…
(Riva Agüero) acusándonos de pasquinistas, se expresa en el lenguaje menos
propio de un político, intelectual y maestro, obligado a ser ejemplo de
prudencia, serenidad y cultura, y no de matonería y agresividad”. Ambos personajes,
como se nota, estaban seriamente ofendidos. Según Luis Alberto Sánchez “el
retador fue Riva Agüero…”[2]
Al momento de la publicación del
artículo en “El Comercio”, Pedro Ruiz Bravo envió a sus dos padrinos Manuel
Químper y Miguel Grau, hijo del almirante Grau, quienes se reunieron con los del
historiador: José María de la Jara y Víctor Andrés Belaúnde. Decidieron que
Riva Agüero y Ruiz Bravo se batirían con “sable de combate, arma de punta, filo
y contrafilo. El combate debía suspenderse cuando uno de los adversarios
quedara en manifiesta condición de inferioridad (una herida que le impidiera
continuar la lucha). El director del combate designado no se pudo presentar;
por ello, asumieron el cargo, por turno, los maestros de esgrima Sarco y Fabbi”
(Ibd).
Según Chocano, hubo dos asaltos. En ambos,
Riva Agüero profirió insultos a Ruiz Bravo según hizo notar Miguel Grau,
padrino de Ruiz. El combate fue detenido pues ambos duelistas estaban heridos
impidiéndoles, según Eduardo Basadre (médico) continuar batiéndose. Al concluir
el duelo debía redactarse un acta y, sin embargo, no lograron conciliar sobre
el contenido de la misma.
Fue así que la caballerosidad de un
mestizo provinciano, el chiclayano
[1]
Ver en “Pulsiones nerviosas de un orden craquelado: desafíos, caballerosidad y
esfera política: Perú, 1883-1960” (2011) Revista Histórica XXXV.1
[2]
Ver “Conservador, no; reaccionario, sí. Ensayo heterodoxo sobre José de la Riva
Agüero, marqués de Montealegre y Aulestia”. Lima: Mosca Azul, 1985, pp. 42-43
1 comentario:
Hola muy intersante tu blog. Gracias por dar a conocer tantos datos de nuestro querido Chiclayo, no sabes lo mucho que significa para un chiclayano que vive hace mucho alejado de su querida tierra. Por favor has una reseña sobre la radio en Chiclayo en espercial la pionera radio Delcar. Saludos.
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