Zaña siglo XVIII |
Introducción:
Afirmó Voltaire
que “para el observador nada hay mudo en la tierra: absorto, el universo se
hace su tributario. Aventarse al zar, ver todo, no juzgar nada, es recorrer el
mundo…”[1].
Nuestro país, por su importancia histórica y geográfica, además de su
reconocida variedad natural; ha sido punto de destino de gran cantidad de
viajeros extranjeros (especialmente europeos) que, maravillados, registraron
las incidencias y describieron todo aquello que vieron y oyeron, brindando de
esa manera importante y valiosa información para el conocimiento de nuestro
pasado. Dichos viajes se produjeron a partir de la fundación del Virreinato
peruano, conforme pasaba el tiempo, con mayor incidencia.
Nuestra región
histórica, que había adquirido enorme importancia comercial por aquel tiempo,
fue también escala obligada de dichos personajes. En el presente artículo haré
un recuento de las observaciones de los viajeros extranjeros que visitaron
Lambayeque en los años anteriores a la Independencia del Perú, no sin antes
presentar las condiciones sociales y económicas de la región de lambayeque a
inicios del siglo XIX.
Notaremos su
vocación por describir el paisaje, la vida cotidiana y las labores de los
hombres y mujeres de nuestra región que más llamaron su atención: los
aborígenes, mal llamados “indios” a quienes dedicaron significativas líneas
reconociendo su dominio del paisaje geográfico y la capacidad creativa para el
trabajo, en un tiempo en el cual las ideas conservadoras de menosprecio a los
aborígenes peruanos de todas las regiones contrastaba con las liberales de
reconocimiento y valoración, ya expresadas en el “Mercurio Peruano” a fines del
siglo XVIII. Esto me lleva a considerar también, un espacio para el
conocimiento de esta confrontación ideológica.
La
información sobre Lambayeque, aquí
registrada, se obtuvo en base a los documentos de los viajeros Julien Mellet
(francés), William Bennet Stevenson (inglés) y Gabriel Lafond de Lurcy
(francés) contenidos en la “Colección Documental de la Independencia del Perú”
elaborada por la Comisión Nacional de la Independencia del Perú en 1971.
1. Lambayeque a
fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX[2]
A fines del siglo XVIII, el antiguo Partido de
Lambayeque había sufrido desastres naturales (Fenómeno de “El Niño” como los de
1720, 1728 y 1791 y un terremoto a fines de siglo; por mencionar los más
fuertes) la aplicación de las Reformas Borbónicas (y la consecuente alza de
impuestos) y la reorientación del mercado y precios deprimidos (a partir de las
mencionadas catástrofes y la aplicación de las Reformas Borbónicas).
A lo anterior se suma el aumento de impuestos en
1746, el monopolio del tabaco decretado en 1752 (en Lambayeque existió una
fábrica que procesaba 6000 fardos ó 125 manojos de tabaco sembrado,
principalmente, en Motupe) y el aumento de alcabala de 1776. En 1780 se produjo
el decreto de monopolio de cordovanes, producto de la zona cotizado por su gran
calidad,
A fines del siglo XVIII, el monocultivo de caña de
azúcar decayó por la competencia de los productos de Brasil, se optó entonces
por la ganadería como actividad alternativa. Por las intensas lluvias del
Fenómeno de “El Niño” gran parte del ganado se ahogó y se sufrieron pérdidas en
la comercialización de productos como carne, sebo y cueros.
Bajó la oferta de
esclavos. Muchos propietarios perdieron sus haciendas a manos de prestamistas a
quienes no pudieron devolver su dinero por los altos intereses que cobraban.
Los indígenas que se dedicaron a la actividad agrícola sufrieron por la
desigual repartición de aguas (correspondía mayor caudal de agua a los
españoles) y, según Susan Ramírez (1998), a fines del siglo XVIII ya se habían
presentado conflictos por motivos económicos debido a la abusiva posesión de
tierras a favor de los españoles americanos. Refiere: “El conflicto que brotó a
fines del siglo XVIII y comienzos del XIX en la costa norte del Perú fue el
legado de casi cien años de penurias para aquellos ubicados en los diversos
niveles de la pirámide social”.
La tierra más fértil
de los valles más altos era cedida en dominio a los españoles americanos,
mientras los indígenas eran relegados a zonas menos fértiles, más cercanas al
océano pacífico, donde la producción era limitada por la presencia de hongos,
niebla, humedad, altas capas freáticas y formaciones salinas.
Este
procedimiento fue posible debido a las llamadas “visitas de la tierra”. Por
este sistema abusivo, “los indígenas tenían títulos sobre la tierra y los
españoles sobre os pastos…” (Ramírez, 1998) así, los pastos, arbustos y árboles
que crecían sobre los bordes o entre los surcos de chacras indígenas fueron
forraje para los animales de los propietarios de los pastos. Una muestra de
esta negativa repartición se produjo en la “visita de la tierra” que realizó al
Partido de Lambayeque el Juez Antonio Sarmiento de Sotomayor, quien vendió
pastos comunales al mejor postor; hecho ocurrido entre 1711 y 1712 (según
Ramírez) aunque Enrique Bruning los registra como ocurrido en 1713 en la zona
de Jayanca, y concluye: “a raíz de la entrada de los españoles en el Perú, los
conquistadores empezaron a tomar para sí cuantas tierras podían y las de esta
región fueron codiciadas…” (Bruning, 1922)
2. La opinión
sobre el indígena peruano
A fines del siglo
XVIII e inicios del siglo XIX se produjo en el Perú y el resto de América una
confrontación ideológica entre conservadores y liberales sobre la dignidad y el
carácter del indígena, su capacidad intelectual, sus costumbres sociales y su
laboriosidad. Uno de los conservadores más críticos del carácter del aborigen
peruano fue el español Antonio de Ulloa[3]. A
continuación algunas de sus ideas:
“La propensión al ocio y a la desidia es la misma
en los (indios) de la Luisiana y el Canadá que en los del Perú y partes
meridionales de la América, civilizados o gentiles. Y los únicos ejercicios en
que se ocupan los que subsisten en su libertad es la caza y la pesca…Para
cualquier cosa que sea de crueldad se les encuentra dispuestos, reconociéndose
en la alegría que muestran tener complacencia de ello…Es general en esta gente
la propensión a la embriaguez y para ello prefieren siempre los licores más
fuertes. Los del Perú usaban de la chicha hasta de pocos años a esta parte…La
grande afición que conservan al ocio y a la flojera les induce a ser extremosos
en el uso de las bebidas que embriagan, siendo tal el desatino que tienen por
ellas que lo atropellan todo, arrastrando por cuanto peligros pueden
oponérseles, por saciar esta desenfrenada pasión…En el Perú beben las mujeres
al igual de los maridos, se privan con ellos y no pueden socorrerse uno a otro.
Pero lo que es más particular en este exceso es que las madres incitan a los
hijos desde muy tiernos de el pecho, dándoles de lo mismo que ellas beben, y
antes de despertar a las luces del conocimiento los acostumbran a la embriaguez…No
son temibles los indios por su valor como lo son por sus alevosías y las
astucias de que se valen para cometerlas. Vencedores por sorpresa son inhumanos
hasta el extremo, sin conocer piedad ni compasión, y esto lo hacen a sangre
fría, deleitándose en la carnicería; vencidos son los más cobardes y
pusilánimes que se puedan ver…Por lo que queda explicado se reconocerá ser la
vida de estas gentes semejante a la que hacen los brutos, sin horas
determinadas para las distribuciones, y que también les parecen en ser de poco
sueño, manteniéndose en vela mayor parte de las naciones…A la rusticidad y
barbarie, de que respectivamente se hallan poseídos, se sigue la cortedad o
falta de nociones. Ya se ha dicho no contar los días, ni distinguir semanas. La
luna cuando la ven les indica el término de un tiempo, sin embarazarse en los
días que contienen...” (Ulloa, 1992)
Olinda
Celestino[4],
en “Afroindios entre los siglos XVI al XX”, brinda una selección de artículos
publicados en el “Mercurio Peruano” e infiere que Los mercuristas, como
portavoces de la élite local, preferían la división natural en castas. A
continuación algunos textos:
“El indio
como conquistado odia por lo general cordialmente al español. En cuanto a los
mestizos aman más a los españoles que a los indios, de quienes, segregándose,
se declaran enemigos mortales…mientras los indios detestan a los negros, éstos
son mirados en menos por los mulatos, a quienes ven como inferiores a los
mestizos, y a todas estas razas trata como superior el español”. (Celestino,
1992)
Hasta aquí se
puede apreciar una ideología negativa respecto del indio (aborigen) sus
capacidades y posibilidades sociales. En el caso de los mercuristas estas
posiciones variaron con el paso del tiempo. En un inicio (1790 a 1792) sus críticas
contra el indio fueron parecidas a las de los conservadores (como Antonio de
Ulloa). Más adelante, desde 1793 a 1795, variaron reconociendo el valor de la
raza aborigen. En las páginas del Mercurio Peruano se pudo leer:
“Mucho se ha ponderado para
eximirse de tan indispensable empeño, la rudeza e incapacidad de los indios. Se
les ha llegado a figurar ineptos para toda doctrina (…) No faltaron quienes los
confundiesen con brutos, excluyéndolos de la clase de humano, y dudando si eran
capaces de los sacramentos de la iglesia. Pero, valga la verdad, exclama uno de
los más experimentados y sinceros escritores del Perú: la tan decantada
barbarie de los indios no tanto provenía de su ineptitud, cuanto de la incuria
de sus primeros maestros (…)”
(“Mercurio Peruano” IX – 302 –
1793: 194 – 198)
“La América en su interior no
prospera como fuera justo; y es que dentro de sí misma brota la cizaña de la
división que debilita y destruye (…) resulta una separación de intereses con
que se consideran como enemigos, o rivales preparados (…) son otras tantas las
líneas de división que forman dos repúblicas en cierto modo distintas de un
mismo estado, lo cual en política viene a ser un desorden y a la sociedad atrae
no pocos inconvenientes (…) la separación se ve que no aprovecha. Pruébese, pues,
si tendrá mejor efecto la reunión”.
(“Mercurio Peruano” X – 344 – 1794:
259 – 261)
En el primer
texto se reconoce el maltrato y marginación sufrida por los aborígenes y se le
califica de injusta por cuanto no fue cierta su ineptitud sino la actitud
negligente y malintencionada de los conquistadores. En el segundo texto se considera
injusta, inconveniente e innecesaria la división política, económica y social
del virreinato sobre la base de dos repúblicas, la de los españoles y los
indios. Se propone entonces la unión de ambas clases sociales. A mi juicio esta
unión no pasaría de ser una utopía.
3. Observaciones
de viajeros extranjeros en Lambayeque:
a) Observaciones
de Julien Mellet
El francés Julien
Mellet fue comerciante y viajó por América desde 1808 y por espacio de 12 años
llegando a recorrer la costa de Perú (principalmente) el año 1815. El registro
de sus observaciones se puede encontrar en el apartado “Impresiones sobre el
Perú en 1815” de su obra “Viajes por el interior de la América meridional 1808
– 1820” publicada en español el año 1824. En la introducción de dicha obra,
Mellet señala que el objetivo de su obra fue “estudiar las costumbres, el
carácter y sus de sus habitantes”, otros temas de su interés fueron el clima,
las artes, el comercio, entre otros. A la vez que pide indulgencia por su
estilo de escribir, garantiza exactitud y verdad “como testigo ocular” de los
lugares que visitó, personas, costumbres y actividades que conoció.
En la región
histórica de Lambayeque, visitó los pueblos de Eten, Chiclayo y Lambayeque.
Sobre su primer destino indica:
“Eten es una gran población que tiene gran comercio
con el Puerto de Guayaquil; sus habitantes son en gran parte indios tributarios
sumisos y laboriosos; fabrican hermosos cobertores de algodón, adornados con
toda clase de dibujos que venden hasta en veinticinco francos; muchas esteras
de juncos, muy finas, de variados colores, de cien francos de precio; sombreros
del mismo junco a cuarenta francos y cigarreras que se venden hasta en
veinticinco francos. El delicado trabajo y la extraordinaria boga de estos
objetos les procura grandes entradas. Las afueras de esta aldea abundan cañas
de azúcar, maíz, raíces de mandioca, batatas y todo lo necesario para la vida,
a excepción del trigo, lo que hace que el pan se venda muy caro. Además, hay
mucho ron de un gusto delicioso. Hay un árbol llamado palto que tiene un fruto
exquisito y singular. Este árbol se asemeja al manzano, pero de hojas más
grandes; produce una fruta de la forma de una pera grande y tiene una especie
de hueso parecido a la castaña. Esta fruta se come con sal y pimienta como la
alcachofa cuyo gusto es parecido. El cocimiento de sus hojas es muy saludable;
se le emplea con buen éxito en la curación de las inflamaciones. Aunque el
calor es excesivo en verano, el clima es sano, no llueve jamás; y por eso, para
regar las tierras usan el mismo procedimiento que en Lima” (Mellet, 1824)
De
sus observaciones en Eten vale destacar los siguientes importantes datos:
a)
Eten mantuvo
relaciones comerciales con Guayaquil.
b)
La mayor parte de
la población fue aborigen y es calificada como “sumisa y laboriosa”
c)
La artesanía les
proveyó notables ingresos para su sustento. Además destaca la originalidad y
variedad de la artesanía etenana.
d)
Destaca, como
alimento, la palta y el uso de sus hojas cocidas a las que atribuye propiedades
curativas.
e)
Refiere el mismo
procedimiento que en Lima para regar los campos. En su misma obra, cuando
describe las actividades en Lima, indica: “para regar los campos usan el agua
del río, que se conduce por canales practicados al efecto y que suministran a
cada propietario la cantidad suficiente para poder regar sus tierras” (Mellet,
1824)
La laboriosidad
de la población aborigen a la que refiere Mellet contrasta con la sumisión
también observó. Ésta ocurrió debido al ejercicio violento del poder por parte
de los españoles y se puede apreciar en diversos documentos y códices de la
época.
A continuación,
su relato nos muestra la información registrada de su observación a la ciudad
de Chiclayo:
“Después de esta población y a tres leguas de
distancia se encuentra Chiclayo. Chiclayo es una aldea bastante importante, que
tiene mucho comercio de azúcar y algodón que cosecha, como también jabones de
sus fábricas que surten en abundancia a Lima y Guayaquil; tiene otro no menos
importante de tabaco llamado desagüe, que
igualmente producen sus campos, consumido en gran parte en otras provincias.
Todos esos diversos artículos dan a la población inmensas entradas. Hay en
abundancia víveres; los alrededores están cubiertos de soberbios viñedos, de
algunos árboles frutales de Europa y muchos otros de América, entre los cuales
se distingue el palto. La mayor parte de los habitantes son indios tributarios
y mulatos, industriosos para el comercio y muy amables; las mujeres,
particularmente las indias son muy hermosas y de carácter muy dulce. El clima
es el mismo de Eten; la población de Chiclayo, que no dista dos leguas de
Lambayeque, es de cerca de cuatro mil habitantes, comprendidos los de su
jurisdicción” (Mellet, 1824)
Sobre Chiclayo
destaco la siguiente información:
a)
La reconocida
importancia comercial de Chiclayo el año 1815.
b)
La exportación de
jabón a Lima y Guayaquil.
c)
La laboriosidad y
amabilidad de los pobladores aborígenes de la ciudad.
d)
La belleza y el
buen carácter de la mujer chiclayana.
e)
Una población
estimada en cuatro mil habitantes.
b) Observaciones
de William Bennet Stevenson
La obra de Bennet Stevenson, un conjunto de
documentos que a manera de informes circularon entre 1820 y 1821, fue
oficialmente publicada en una compilación en español el año 1917 bajo la
denominación de “Memorias sobre las campañas de San Martín y Cochrane en el
Perú” por Luis Terán. A pesar de estar centrada en la lucha por la
independencia del Perú, Bennet no se aleja del espíritu observador e indagador
de los viajeros extranjeros de la época.
En sus observaciones sobre nuestra tierra, pone
énfasis en Eten. Señala que se trata de un pueblo habitado “casi exclusivamente
por indios” e indica:
“(fabrican)
muchos artículos de algodón tales como servilletas, manteles y pisos, algunos
de los cuales son magníficos y ornamentados con curiosas figuras entretejidas
en el damasco. He visto sus colchas vendidas por veinte o veinticinco dólares
cada una. Hacen ellos también esteras para el piso, de la planta del junco y
fabrican sombreros… estos sombreros son generalmente hechos de finos juncos
crecidos en los terrenos pantanosos o de mocora
producto de una palmera en la provincia de Lambayeque” (Terán citando
textualmente a Stevenson, 1917)
Como se puede apreciar, la
información de Bennet resalta para el caso de Eten las bondades de su actividad
artesanal, su originalidad, creatividad y variedad. Agrega el uso de mocora
(macora) como el elemento vegetal del cual se obtiene el material para la
fabricación de sombreros. Los productos de paja palma macora son hechos también
en la actualidad por los artesanos etenanos. Destaco el hecho de haber sido una
comunidad trabajadora y capaz de sostenerse económicamente de acuerdo a las
costumbres occidentales.
De otra parte, en un tiempo en el
cual conservadores y liberales debatían sobre el valor intelectual de la
población aborigen; Bennet niega la idea de Antonio de Ulloa, naturalista
español del siglo XVIII, y recuerda que fue quien había señalado al “indio”
como poco laborioso y lento para aprender al afirmar “ningún expediente puede
inducirlos a dejar de lado su gruesa ignorancia”. Frente a este concepto,
Bennet responde que la originalidad y capacidad mostrada por los aborígenes de
Eten “son suficientes pruebas de que cuando un indio cosecha el beneficio de su
obra no tiene aversión al trabajo”. Así Bennet demuestra su carácter liberal y
su oposición, por tanto, a las formas de marginación contra el aborigen que el
mismo pudo testimoniar.
c)
Observaciones de Gabriel Lafond de Lurcy
Un joven Gabriel
Lafond, de apenas veinte años, viajó extensamente y participó en algunos
episodios de la independencia de Sudamérica. En 1822, en “Remembranzas de
Guayaquil, Lima y Arica” anota sus observaciones en territorio peruano. Para el
caso de Lambayeque, refiere sobre el clima de su costa:
“Toda la costa del Perú y principalmente desde la
Punta de Nasca hasta Lambayeque y Paita, está cubierta de brumas que se elevan
del mar y son traídas hacia la costa por los rayos del sol, permaneciendo
suspendidas sobre ella hasta mediar el día, es decir hasta que la calor sea lo
bastante fuerte para disiparlas” (Lafond, 1822)
La bruma a la que refiere Lafond, es
la neblina matutina que apreciamos desde Chérrepe hasta el fin del litoral
lambayecano. Por otra parte hace hincapié en la presencia de “plata piña” (de
alta pureza) en la zona lambayecana:
“Lambayeque
provee de jabón, pieles de cabra curtidas, dulces de toda especie, tabaco y un
poco de vino. Este valle, el más rico del Perú, une los productos de Europa a
los de la India. También se encuentra en el interior de ella algodón, pita,
paja para sombreros y la plata piña o plata de las minas que posee” (Ibídem)
Lafond,
destaca el comercio de ponchos desde Lambayeque:
“Lambayeque produce ponchos de toda calidad que se
ven a precios bastante elevados, por cuya razón no pueden colocarse sino en los
países en los que se sabe apreciar su valor como objetos de lujo” (ibídem)
Da la impresión que las anotaciones
de Lafond sobre Lambayeque son fruto, en parte,
de algunas referencias de gente que pasó por esta zona y que, en algunos
casos, informaron erróneamente al viajero. A continuación, en una de sus
“observaciones” que a mi juicio es errada, Bennet afirma:
“es de Colán
o de Lambayeque que los habitantes de Paita traen, valiéndose de mulas, no
solamente las legumbres frescas, la leche y las provisiones diarias, sino,
asimismo, el agua que sirve para beber, que es reclamada para el servicio usual
de los hogares”
Es imposible que desde Lambayeque a
Paita lleguen “legumbres frescas”, mucho menos agua, leche o provisiones
diarias. Sin embargo, el valor de sus observaciones, contrastadas con las de
otros viajeros resulta en la mayoría de casos acertado.
Conclusiones
1.
Julien Mellet, William
Bennet y Gabriel Lafond, registraron sus observaciones poniendo énfasis en las
costumbres, actividades económicas y sociales, dominio del espacio geográfico,
laboriosidad, creatividad y originalidad de los antiguos pueblos de Eten,
Chiclayo y lambayeque. Cabe indicar que los datos brindados nos distan
demasiado de los que proporcionará, posteriormente, el alemán Ernest Middendorff
a fines del siglo XIX.
2.
De los tres,
William Bennet muestra una posición liberal respecto de las ideas conservadoras
de Antonio de Ulloa que significaron la minimización del carácter y la dignidad
del aborigen peruano. En el Perú, uno de los medios difusores de las ideas
liberales fue el “Mercurio Peruano”.
3.
Algunos de los
registros de Lafond podrían haberse realizado sobre la base de versiones de
otros, hecho que se concluye por los errores que se notan al relacionar Paita y
Lambayeque como si se tratara de dos comunidades cercanas, vecinas o contiguas.
Con lo cual y por haber incurrido en error no es posible afirmar que pisó tierras lambayecanas.
Referencias
1.
Bennet W. (1917) “Memorias sobre las campañas de San Martín y
Cochrane en el Perú” (Luis Terán, trad.) España: Sociedad española de
libreria. (Obra original publicada en 1824)
2.
De Ulloa, A.
(1992) “Noticias americanas”. Edición
de Miguel Molina Martínez, Granada.
3.
Mellet, J. (1824)
“Viajes por el interior de la América
meridional 1808 – 1820: Impresiones sobre el Perú en 1815”.
4.
Mercurio
Peruano
(1790‐1795).
Lima:
Imprenta
Real
de
los
Niños
Huérfanos.
Edición
digital,
Biblioteca
virtual
Miguel
de
Cervantes.
disponible en:
[1]
Ver en “El mundo como va” (1748) de Francois Marie Arouet (Voltaire).
[2]
Ver “La causa económica de la independencia de Lambayeque” de mi autoría. Disponible
en http://historiacienciadevida.blogspot.pe/2015/07/la-causa-economica-de-la-independencia.html
[3] Naturalista,
intelectual, militar y escritor español del siglo XVIII.
[4]
La antropóloga alemana peruana Olinda Celestino, fallecida en 2003, legó una
serie de trabajos sobre los problemas de las castas en el Perú colonial. El
trabajo referido corresponde a una de sus publicaciones en 1992.
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