En Marzo del año 2010 publiqué el artículo “La Construcción de la Capilla La Verónica de Chiclayo” y referí que en 1927, Don Ricardo Miranda en su “Monografía General del Departamento de Lambayeque” (pp. 147) informa haber encontrado, sobre la capilla de “La Verónica”, un artículo publicado en un diario de la época, en el cual se informa que “siendo gobernador del distrito de Chiclayo, Don Enrique Vela, los indígenas julcas cedieron el terreno para la construcción de La verónica, al acaudalado hijo de esta población, Don José Leonardo Chiclayo “El Calvo” quien por tres veces la reedificó por haberse destruido en varias épocas”. Además se confirma que fue construida a principios del siglo XIX en el terreno que ocupó la casa de José Leonardo Ortiz ó José Leonardo Chiclayo (1782 -1854).
Un relato de Walter Sáenz Lizarzaburu en “Los Orígenes de Chiclayo” señala que: “En cierta oportunidad, que se hacían unas excavaciones en su casa, se encontró un entierro consistente en muchos objetos de plata labrada, destacándose por su tamaño, peso y adornos, una hermosa Cruz de plata maciza, que tenía por característica principal un delicado labrado de “La Verónica” secando el sudor del nazareno y que por una inexplicable rareza tenía una lejana semejanza con la hija del calvo llamada Ángela Chiclayo (Ortiz), descendiente directa de los caciques de Cinto, probablemente los primeros habitantes de Chiclayo. El calvo, hizo la promesa de construir con su propio peculio una Iglesia en su casa, o sea en el lugar donde se encontró el tesoro, si es que los gases de antimonio que despide la plata enterrada no le hacían daño. Como el “calvo” siguió viviendo y aprovechó el tesoro encontrado, cumplió con erigir la Iglesia, a la que puso por nombre “Verónica” en recuerdo de la imagen de esta santa encontrada y de la semejanza con su hija preferida”.
Basado en los aportes de César Toro quien recoge, en su “Antología de Lambayeque” (1989), los relatos de Don Francisco Arbulú Maradiegue y Doña Natalia de Vidaurre; estoy en condiciones de agregar que desde el mismo lugar en que fue encontrada la hermosa cruz de plata maciza con el labrado de “La Verónica”, “salían los patitos de oro, como una prolongación del milagro realizado”.
Eran en total seis, una pata y cinco patitos, que salían uno detrás de otro en las noches de luna llena. Cuando salían del lugar del entierro eran de plata, pero mientras caminaban y cruzaban la Huaca de los Peredo y después de bañarse en la Compuerta, salían convertidos en auténticos patitos de oro, “despidiendo áureos destellos y relumbrando en las noches iluminadas”.
Según la tradición popular, si en el entierro de la casa del “Calvo” se encontró un tesoro de objetos de plata labrada, en la Huaca de los Peredo y en el sitio de la Compuerta existe un entierro con objetos de oro repujado.
Debo indicar que fue Don Virgilio Dall’orso quien, como presidente del “Comité de Obras Públicas”, primero, y como alcalde, después, modernizó nuestra ciudad y ordenó prescindir de las Huacas que rodeaban nuestra ciudad hasta inicios del siglo XX: Huaca de los Peredo, Huaca de La Cruz, Huaca del Coliseo. En nuestro caso, la Huaca de los Peredo se encontraba prácticamente en el centro de nuestra actual ciudad. La Compuerta que referimos es la prolongación de la antigua acequia Coix
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