jueves, 21 de enero de 2010

Bendecir

Es necesario bendecir...

En muchas culturas, bendecir es parte de su tradición. Una antigua bendición árabe para los viajeros dice: "Vayan seguros y con bien. Paz. Alegría. Valentía." En la tradición judía, antes de que los niños puedan caminar, sus padres los bendicen en cualquier día sagrado. Una antigua tradición celta dice "Que tu cuerpo sea bendecido. Que te des cuenta de que tu cuerpo es un bello y fiel amigo de tu alma. Y que estés en paz y alegría y reconozcas que tus sentidos son umbrales sagrados."
En latín, la palabra bendición se dice “benedicere”. Significa literalmente: Hablar (dictio) bien (bene), es decir, hablar bien de alguien. Eso me llama la atención. Bendecir a una persona es la afirmación más poderosa que le podemos ofrecer. Es más que una palabra de aprecio. Es mucho más que resaltar sus talentos o buenas acciones; es más que enfocarme en el prójimo. Bendecir es afirmar, decir sí a la necesidad suya y mía de vivir en el amor. Cuando bendecimos el cielo se acerca a la tierra.
Sí, La bendición es una señal del amor. El tiempo de bendecir es hoy. Sin bendiciones el futuro es vacío. Únicamente podemos bendecir a los demás, cuando hemos aprendido a bendecirnos a nosotros mismos.
Me doy cuenta de una realidad, de la misma boca salen las bendiciones y las maldiciones. Las bendiciones fortalecen y atraen el bien; ayudan a las personas a lograr su potencial y saberse queridas, les permiten personas conocer su fuerza interior. Las maldiciones destruyen. Hacen mucho daño y dejan profundas heridas espirituales. Las maldiciones ridiculizan, minimizan, rechazan al prójimo, limitan nuestro potencial y aceleran los comportamientos negativos y autodestructivos. Una bendición atrae otra bendición, una maldición atrae otra maldición.
Jesús habló a la higuera, al mar y a las montañas. Yo, en su Nombre, puedo bendecir mi casa, sus paredes, las ventanas y cimientos. Mis bendiciones pueden dar forma a mi casa para que luego mi hogar de forma a sus miembros. Puedo bendecir a quien no veo ni conozco, a mis compañeros de trabajo, la naturaleza y las obras del ser humano puestas al servicio de los demás. Puedo bendecir los sistemas de ideas, la filosofía, la historia; puedo bendecir a las personas que piensan igual o distinto que yo, a quienes me aprecian y a quienes no. Todo depende de mí. Es mía la determinación: abrir mi boca para decir solo cosas buenas, palabras llenas del amor y de la aceptación de Dios a través de mi vida. La bendición esta tan cerca como nuestras manos y nuestra boca. Bendicen una palabra, una caricia, un beso, un abrazo.

Hoy andamos estamos muy ocupados para escuchar las bendiciones. Tal vez estamos recibiendo una bendición y no nos damos cuenta. Baja el ritmo y nota las bendiciones que te envían todos los días. Descanse un poco en los brazos de Jesús. Detente. Escucha. Pon atención. Recibe con alegría las palabras y gestos que bendicen. Luego agradece, valora a los demás y valora lo que ellos nos dan con su amistad y amor. Bendícelos con una palabra de agradecimiento.

Que Dios te bendiga y se hagan realidad todos tus buenos deseos.










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