jueves, 30 de julio de 2015

Síntesis Histórica de la Educación Lambayecana a fines del Siglo XIX e Inicios del XX

Monsefú a inicios del siglo XX

A fines del siglo XIX e inicios del XX, se consideró como inferiores a los indígenas, negros, chinos y mestizos. Al blanco se le consideró superior (según Clemente palma). El Diario “El Comercio” de Lima (12 de junio de 1904), refiere que el principal objetivo de la educación en el Perú de inicios del siglo XX, fue “…transformar las siete octavas partes de la población indígena de la mísera condición social en que viven por su ignorancia, en factor de trabajo, como lo es para todo país su población consciente y activa”. Los postulados positivistas y del “racismo científico” de aquel tiempo permitieron disponer de una educación elemental (de dos años de duración) para la clase indígena (población aborigen rural) destinada a convertirla en mano de obra calificada y otra de centro escolar para los niños de áreas urbanas. En las primeras se aprendía “a leer, escribir y contar; sirviendo al aprendizaje de la lectura, para adquirir, a la vez, nociones de moral, de Historia y Geografía patrias, y de Higiene” (Ccahuana, 2013); mientras en la segunda se incluía, además, educación cívica, física o química. Se nota una visión elitista de esta división educativa en las siguientes palabras del Ministro Polar ante el Congreso: “… la mayor parte de nuestra población está muy retardada, intelectualmente (...) para esa población retardada se debe hacer solo la escuela elemental, (mientras que) para nuestras poblaciones más adelantadas, para nuestras ciudades, es necesario algo más, hay que establecer centros escolares…” (Polar, 1906). Así, podrían “…distinguir los (estudiantes) que son mentalmente aptos y los que no lo son, y estimular solamente a los primeros para continuar en las escuelas intermedias”… ¡Tamaña desigualdad!
En nuestra Región: en 1888,  se apertura la Escuela Nocturna para asociados de "Amantes de las Artes". Su director fue Don Juan de Dios Lora y Cordero. en 1891, en la Provincia de Chiclayo se contaban: 6 escuelas fiscales en Chiclayo, 1 en Pimentel, 4 en Eten 4 en Monsefú, 1 en Santa Rosa, 2 en Chongoyape, 2 en Reque, 1 en Lagunas, 1 en Picsi y 2 en Zaña. Hubo 3481 alumnos matriculados y 39 preceptores fiscales; además, 15 escuelas particulares con 321 alumnos adicionales. Los preceptores de las escuelas particulares fueron, en Chiclayo: Petronila Grandal, Catalina de Maire, Liboria Menchola, Rosaura Córdova, Gregoria Ortiz, Josefa Villalonga, Petronila Bello, Cristina Bernal, Carmen Paz, Simona Miranda y Rosa Francisco Vallejos. En Monsefú: José Balleto, Elisa Pastor y P. Sabogal. El mismo año, la Provincia de Lambayeque contaba con 2 escuelas fiscales en Lambayeque, 4 en Ferreñafe (no existía la actual Provincia de Ferreñafe) 1 en Mochumí, 1 en Túcume, 1 en Illimo, 2 en Olmos y 1 en Mórrope. Hubo 1585 alumnos y 24 preceptores fiscales; además, 9 escuelas particulares con 216 alumnos. Los preceptores de dichas escuelas particulares fueron, en Lambayeque: Bárbara Sánchez, María San Ginés, A. Parodi y Vivanco, M. Campos y Pizarro, José valiente, Manuel Ledesma y Manuel Sono. En Ferreñafe, José Toribio Gazco y Amalia Cornejo.

En 1901, el concejo de Chiclayo protestó cuando el gobierno dispuso que los concejos distritales y provinciales destinen el 20% de sus ingresos en el mantenimiento de las escuelas primarias. En 1902, el censo escolar determinó que en Chiclayo había 5680 pobladores entre 6 y 14 años (530 blancos, 2781 indígenas, 3160 mestizos y 147 negros)  de los cuales solo 2500 recibían instrucción. En Lambayeque fueron 4623 (351 blancos, 2905 indígenas, 2146 mestizos y 99 negros) de los cuales 1681 recibían instrucción. Sobre el número de escuelas fiscales (elementales); en Chiclayo había 22 en 1902, 25 en 1906, 23 en 1912, 26 en 1915 y 21 en 1918. En Lambayeque: 16 en 1902, 24 en 1906, 21 en 1912, 27 en 1915 y 23 en 1918. En total, los centros escolares urbanos en toda la Región, fueron: 5 en 1902, 4 en 1906, 6 en 1912 y 13 en 1920. En 1907 se fundó una escuela nocturna para obreros que contó con 49 alumnos. Para ingresar se pedía saber leer, escribir, conocer las cuatro operaciones fundamentales de la aritmética. En 1917, se creó la “Escuela de Artes y Oficios”, su primer director fue el Ing. Pedro A. Labarthe Durand. En 1923, se fundó en Chiclayo la Escuela Nocturna para obreros "José Balta" de la "Sociedad de Obreros Primero de Mayo"; además, la nocturna de la “Escuela de Artes y Oficios”. En 1925, la escuela de la Cárcel pública de Chiclayo, dirigida por Don Gregorio Vásquez.

martes, 28 de julio de 2015

El Triunfo de la Inteligencia y la derrota de la Estupidez Política



Postulo que en este tiempo histórico las ciudades y el gobierno del estado deben estar a cargo de intelectuales honestos; personas probas y preparadas; ciudadanos identificados con los valores milenarios de nuestra cultura; profesionales y técnicos de diversas áreas dispuestos a testimoniar virtudes fundamentales para el quehacer político; líderes y no caudillos; hombres y mujeres de bien y no personajes mesiánicos; personas dispuestas a planificar, innovar, crear,  arriesgar … políticos inteligentes, radicalmente veraces y apartados de la estupidez propia de los políticos con inteligencias fracasadas que hicieron mal uso de la soberanía delegada por los ciudadanos. José Antonio Marina (2008) refiere: “la inteligencia fracasa cuando es incapaz de ajustarse a la realidad… de comprender lo que nos pasa, de solucionar problemas sociales o políticos; cuando se equivoca sistemáticamente, emprende metas disparatadas, o de empeña en usar medios ineficaces; cuando desaprovecha las ocasiones…” ¿Qué es la corrupción, la falta de planificación, el empirismo gubernamental, el clientelismo, la improvisación; sino muestras de fracaso intelectual y, por tanto, signos de estupidez política?
Los ciudadanos estamos hartos de delegar soberanía, es decir, entregar el poder político, a quienes, luego, con sus comportamientos públicos y privados, y con su ineficacia en el desempeño de la función pública muestran desprecio por aquella encargatura. A lo mejor, tal delegación de facultades, poco valorada, deba llamarse “soberasnía” y a quien mal la ejerce “soberasno”. Los ciudadanos quedamos atónitos al notar la violencia verbal de quienes encabezan la función pública por falta de argumentos, la degradación, soberbia, egocentrismo y mentira con la que actúan… ostentan el poder y no logran autoridad, pues aunque el poder se recibe, la autoridad se cosecha y es efecto de la integridad en el ejercicio diario de nuestras responsabilidades.
Debemos pasar de la queja a la acción. El cambio está en manos de los ciudadanos. Debemos elegir con probidad y evaluar, criticar con argumentos, respaldar los aciertos y exigir el cumplimiento de sus deberes a las actuales autoridades a nivel local, regional y nacional. Cualquiera no es merecedor de recibir la porción de soberanía y poder que me corresponde. No son suficientes la retórica brillante, el verbo fluido y la promesa atractiva; tampoco lo son el rostro y la buena presencia (a lo mejor efecto de un retoque computarizado) la campaña llamativa, ruidosa y de obsequios. Necesitamos dar un salto cualitativo y razonar nuestra elección. ¡Que triunfe la inteligencia! Es el tiempo de todos y no de algunos. Más que antes, hoy, tenemos la obligación de interesarnos por la cosa pública, por el bien común, por el éxito de la ciudad y el país. Para resolver los problemas morales y urbanos, económicos y educativos, es imprescindible actuar con inteligencia. A esto me refiero cuando digo “Intelectuales honestos”, a los mejores hijos de nuestra sociedad, dispuestos a devolver a su tierra y a su patria, con sus conocimientos y esfuerzo desinteresado, todo aquello que recibió de ella. Debemos constituirnos en una sociedad inteligente, pues está destinada al fracaso la sociedad que ponga su gobierno en manos de personas poco preparadas y probas, torpes, ignorantes, perezosas o sin capacidad de crítica.
“El triunfo de la inteligencia personal es la felicidad. El triunfo de la inteligencia social es la justicia… son inteligentes las sociedades justas. Y estúpidas las injustas. Puesto que la inteligencia tiene como meta la felicidad, todo fracaso de la inteligencia entraña desdicha… la desdicha pública es el mal, es decir, la injusticia” (Marina, 2008).
Estamos a poco de iniciar una nueva campaña electoral en la que elegiremos a un nuevo presidente y congresistas. Además, hay autoridades en funciones que deben ser fiscalizadas con respeto, inteligencia y argumentos. Es necesario no cometer los errores pasados. No tropezar por enésima vez con la misma piedra. Hago un llamado a los intelectuales probos y honestos de nuestra tierra a candidatear en la próxima justa electoral o a contrastar con argumentos técnicos cada una de las propuestas de los candidatos. Los próximos congresistas lambayecanos deben tener bien en claro el significado del cumplimento de los deberes adquiridos con dicha representación. ¡Que sea un honor representarnos!

Los “Espejos de Príncipes” y los “Niños de Azote”


Según David Nogales, maestro de la Universidad Complutense de Madrid, los espejos o tratados de educación de príncipes europeos de los siglos XIII al XVIII “son obras de carácter político-moral que recogen un conjunto de directrices morales y de gobierno básicas que han de inspirar la actuación del buen soberano cristiano… Por ello, estos tratados se convertirán, en un sentido figurado, en espejos, en los cuales todo príncipe cristiano debería mirarse para guiar su actuación…”. Era de gran importancia formar a quien debía convertirse en Rey, por lo cual, los tutores eran generalmente clérigos y desarrollaban una formación severa, de corte escolástico y destinada a la formación del carácter de quien, por motivos ideológicos, se convertiría en soberano absoluto, juez supremo y ser divino. La antigua pedagogía real incluyo, como la general, el castigo físico pero, en este caso de modo singular.
Los Niños de azote, fueron parte de un procedimiento pedagógico de algunas cortes europeas de los siglos XVI al XVIII por el cual los castigos físicos merecidos por los príncipes los soportaban otros niños nobles. Este procedimiento tuvo su origen en Inglaterra, se aplicó en Alemania y se intentó implantar en Francia, pero el Rey Enrique IV se negó, en 1607, a aceptarlo, indicando en una carta, referida por José A. Marina (2008): “Deseo y ordeno que el Delfín [príncipe francés] sea castigado siempre que se muestre obstinado o culpable de una mala conducta; por experiencia personal sé que nada aprovecha tanto a un niño como una buena paliza…”. Es seguro que este castigo infringido en cuerpo ajeno no daba los resultados esperados.

Las monarquías absolutistas europeas de los siglos XV y XVI se fundamentaban en el “Derecho Divino de los Reyes”; los ideólogos del absolutismo afirmaron que “Dios establece a los reyes como sus ministros y reina a través de ellos sobre los pueblos (...) Los príncipes actúan, pues, como ministros de Dios y son sus representantes en la Tierra. Por esto, el trono real no es el trono de un hombre sino el trono de Dios mismo. Así, la persona de los reyes es sagrada y atentar contra ellos es un sacrilegio. Se debe obedecer a los príncipes por principio de religión y de conciencia. El servicio de Dios y el respeto por los reyes son cosas unidas (...) Dios ha puesto en los príncipes algo divino.” (Bossuet, 1681) por lo anterior, los príncipes debían ser protegidos y no castigados, menos físicamente, siendo este un derecho solo del Rey quien se encontraba, casi siempre, demasiado ocupado en el gobierno monárquico delegando en un tutor la educación formal y formación moral de sus hijos.
Desde su nacimiento, cada príncipe tenía un Niño de Azote; anecdóticamente, los príncipes desarrollaban un fuerte lazo afectivo con aquellos niños “a quienes llegaban a querer como hermanos…” a pesar de esto, la función de estos niños era una sola: “recibir los castigos que no podían impartirse al Príncipe”.  Por ejemplo, en Inglaterra, Sir William Murray, fue nombrado Primer Conde de Dysart por el Rey Carlos I, la razón: William había sido su Niño de Azote. Fue tal su amistad que, cuando el tirano Carlos I fue despojado de su corona y condenado a muerte al ser derrotado en la Revolución Inglesa de 1648, liderada por Oliver Cromwell, huyó y se exilió en Francia junto al hijo de su amado amigo, el futuro Rey de Inglaterra Carlos II.
Desde el siglo XIII los “Espejos de Príncipes” contenían normas morales en las que los futuros gobernantes debían ser educados, como: “Ay de los que promulgan leyes injustas y al plasmarlas en papel escribieron injusticias… la clemencia, es la que salvaguarda siempre a un rey, el amor hacia los ciudadanos es el único bastión inexpugnable… el príncipe es un dios en las tierras y tiene que ser adorado por sus vasallos no con la adoración que se debe a un dios sino con la contención y el saludo a un rey debidos… conviene que el príncipe imite, en la clemencia y el amor hacia sus súbditos, a Dios omnipotente… El príncipe tiene que ver también que sus súbditos no se vean agraviados ni maltratados por sus jueces u oficiales… conviene que tenga una intención correcta… debe ser una persona estable y constante… Los príncipes y los reyes se conciben de forma justa y amantes de la justicia de tal forma que nunca se concibe que ellos encarguen a alguien que cometa una injusticia…” Como podemos apreciar, antiguamente y hoy, ¡Del dicho al hecho, hay mucho trecho”.






viernes, 17 de julio de 2015

La Causa Económica de la Independencia en Lambayeque

A fines del siglo XVIII, el antiguo Partido de Lambayeque había sufrido desastres naturales (Fenómeno de “El Niño” como los de 1720, 1728 y 1791 y un terremoto a fines de siglo; por mencionar los más fuertes) la aplicación de las Reformas Borbónicas (y la consecuente alza de impuestos) y la reorientación del mercado y precios deprimidos (a partir de las mencionadas catástrofes y la aplicación de las Reformas Borbónicas).
A lo anterior se suma el aumento de impuestos en 1746, el monopolio del tabaco decretado en 1752 (en Lambayeque existió una fábrica que procesaba 6000 fardos ó 125 manojos de tabaco sembrado, principalmente, en Motupe) y el aumento de alcabala de 1776. En 1780 se produjo el decreto de monopolio de cordovanes, producto de la zona cotizado por su gran calidad,
A mediados y fines del siglo XVIII, el monocultivo de caña de azúcar decayó por la competencia de los productos de Brasil, se optó, entonces por la ganadería. Por las intensas lluvias del Fenómeno de “El Niño” gran parte del ganado se ahogó y se sufrieron pérdidas en la comercialización de productos como carne, sebo y cueros.
Bajó la oferta de esclavos. Muchos propietarios perdieron sus haciendas a manos de prestamistas a quienes no pudieron devolver su dinero por los altos intereses que cobraban. Los indígenas que se dedicaron a la actividad agrícola sufrieron por la desigual repartición de aguas (correspondía mayor caudal de agua a los españoles) y, según Susan Ramírez (1998), a fines del siglo XVIII ya se habían presentado conflictos por motivos económicos debido a la abusiva posesión de tierras a favor de los españoles americanos. Refiere: “El conflicto que brotó a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX en la costa norte del Perú fue el legado de casi cien años de penurias para aquellos ubicados en los diversos niveles de la pirámide social”. 
La tierra más fértil de los valles más altos era cedida en dominio a los españoles americanos, mientras los indígenas eran relegados a zonas menos fértiles, más cercanas al océano pacífico, donde la producción era limitada por la presencia de hongos, niebla, humedad, altas capas freáticas y formaciones salinas.
Este procedimiento fue posible debido a las llamadas “visitas de la tierra”. Por este sistema abusivo, “los indígenas tenían títulos sobre la tierra y los españoles sobre os pastos…” (Ramírez, 1998) así, los pastos, arbustos y árboles que crecían sobre los bordes o entre los surcos de chacras indígenas fueron forraje para los animales de los propietarios de los pastos. Una muestra de esta negativa repartición se produjo en la “visita de la tierra” que realizó al Partido de Lambayeque el Juez Antonio Sarmiento de Sotomayor, quien vendió pastos comunales al mejor postor; hecho ocurrido entre 1711 y 1712 (según Ramírez) aunque Enrique Bruning los registra como ocurrido en 1713 en la zona de Jayanca, y concluye: “a raíz de la entrada de los españoles en el Perú, los conquistadores empezaron a tomar para sí cuantas tierras podían y las de esta región fueron codiciadas…” (Bruning, 1922)

1.      Levantamientos en Lambayeque de causa económica siglos XVIII y XIX.
Figueroa y Montoya (1986) afirman: "No se conoce levantamientos independentistas tempranos en Chiclayo…". Sin embargo, reconocen que en nuestra región hubo siempre manifestaciones de resistencia contra la autoridad colonial. Aunque no hubo movimientos propiamente de inspiración ilustrada; es posible inferir una postura ideológica y política, contraria al yugo español, con certeza desde el siglo XVIII.
Hasta las gestas de 1820, puramente anticoloniales, que concluyen en las independencias de Chiclayo, Lambayeque y Ferreñafe y el subsiguiente respaldo material y humano a la lucha del General San Martín, es de reconocer que, los levantamientos contra los abusos por la repartición de tierras y aguas, sociales y anticoloniales, fueron una forma de enfrentarse al poder español y muestran la disposición a la lucha contra el poder político establecido.
En 1785, se produjo una revuelta de chiclayanos contra los hermanos Juan José y Juan Alejo Martínez y Pinillos, propietarios de la Hacienda Pomalca, por los abusos contra los indígenas de esta tierra a quienes confiscaban ganado y castigaban duramente por, supuestamente, “invadir sus propiedades”. Según Susan Ramírez, en esta revuelta “… se dejó oír el nombre de Túpac Amaru II” y, aunque fue rápidamente repelida, significa una señal de resistencia contra la autoridad colonial. También, contra los hermanos Pinillos y Martínez, en 1807, los indígenas de Monsefú se sublevaron por las mismas razones. En aquella ocasión, las autoridades ordenaron a los hermanos Pinillos la devolución de ganado y propiedades confiscadas a los monsefuanos. Otras revueltas se produjeron en 1817 en Lagunas y Motupe.
El 15 de enero de 1804, el procurador indígena Clemente Anto, se subleva después de una “larga y persistente actitud de defensa de sus paisanos…” (Figueroa e Idrogo, 2004). Fue apoyado por ex esclavos (zambos, mulatos, morenos) mestizos y plebe (indios forasteros). Los amotinados protestaron en defensa del medio ambiente y contra la construcción de una tina y curtiembre en la zona urbana de Lambayeque. Los levantados, tomaron la Iglesia y el Cabildo, destruyeron la casa del cacique procolonialista Dámaso Temoche e intentaron ocupar la cárcel pública y el local de la aduana. Sofocada la revuelta, Anto fue encarcelado y una vez libre, murió en la más absoluta pobreza y soledad. Fue necesaria la participación de la milicia realista para derrotar el movimiento.
Los negros, manifestaron también similares formas de resistencia a través litigios judiciales contra sus amos, fuga, cimarronaje y revueltas. Así, en 1784, el zambo José Patrocinio Faya (“Geraldo”) fue injustamente acusado de revoltoso y encarcelado. Junto  otros presos, logró escapar y al grito de “¡Viva el rey y muera el mal gobierno, que no hay justicia en Lambayeque!”. En 1779, se produjo una protesta de milicianos “pardos” y “morenos” del Partido de Lambayeque contra los cambios en el régimen de tributación que se inició en 1778. Se negaron a pagar la “contribución militar” de 2 pesos anuales. El virrey, recibe su pedido y lo acepta siendo exonerados de dicho pago, temiendo un “desbande general de las castas”. Según Cristine Hunefeldt, este movimiento tiene relación con las protestas que se producían en todo el país y concluyeron con la sublevación de Túpac Amaru II.
Sirvan los anteriores casos solo de muestra. Lambayeque no fue una región pasiva y ausente a la lucha y resistencia contra el orden colonial.


2.      Algunas reflexiones finales
Coincido con la siguiente afirmación “la independencia del Perú hay que entenderla como un problema social, humano, antes que una cuestión política y militar...” (De la Puente, 1971). Antes de la protesta política definitiva se comenzó a gestar seriamente una idea clara de Perú. Se discrepa, entonces, del orden político, económico y social. Se prefigura la idea de porvenir y se es más conciente de SER peruano y PERTENECER al Perú.
En esta lucha trasciende el mestizaje, biológico y cultural, que resulta en “un estilo mestizo, que es el estilo peruano de vivir”. El nuevo país, el Perú mestizo, el Perú definitivo, hay que reconocerlo en esta transformación que se sigue desarrollando en todos los campos de nuestra cultura.
Lambayeque fue partícipe de esta aspiración. En la lucha contra la opresión colonial, jamás estuvimos ausentes.
Referencias Bibliográficas
1.      Bruning, E. (1922) “Lambayeque: Estudios Monográficos”. Chiclayo: Perú. Ed. Mendoza.
2.      De la Puente, J (1971) “Notas sobre la causa de la Independencia”. Lima: Perú. Talleres Gráficos P. L Villanueva.
3.      Figueroa e Idrogo (1997) “No queremos amos: lambayecanos en lucha por libertad e igualdad (1750 – 1850)”. Chiclayo: Perú. CES “Solidaridad”
4.      O´Pelhan & Saint Geours (1998) “El Norte en la Historia Regional, Siglos XVIII – XIX”. Lima: Perú. Instituto Francés de Estudios Andinos.






martes, 14 de julio de 2015

¿Pena de muerte en el juzgamiento de los delitos de corrupción?


El pasado viernes, durante la presentación de la obra “Filosofía del Derecho” del Dr. Oscar Vílchez, llamó mi atención el anuncio del distinguido maestro, filósofo y hombre de bien Dr. Juan Manuel Gamarra Romero quien, afirmó, encabezará un movimiento a nivel local y nacional que solicitará vía referéndum la aplicación de la pena de muerte para los funcionarios públicos corruptos. A su juicio, no basta la “muerte civil”, sino que es necesario aplicar esta radical medida siguiendo el ejemplo de Singapur, nación que tomó dicho camino y donde casi no existe el delito de corrupción de funcionarios. Conociendo su trayectoria personal y académica estoy seguro que el Dr. Gamarra ha meditado su propuesta y, aunque no la comparto, estamos a la espera de sus argumentos. De inicio considero la propuesta exagerada.
La corrupción, qué duda cabe, es un delito que causa nuestra más grave indignación. Las personas a quienes confiamos nuestra soberanía actúan de manera tal que muestran, con sus actos, desprecio por la democracia como sistema y por los ciudadanos a quienes, adicionalmente, roban la esperanza, la confianza en la justicia, el anhelo de orden, progreso y desarrollo... Es, entonces, un delito que debemos combatir en todos los niveles: ideológicamente a partir de la educación y formación ética de los ciudadanos que tenga como base la normalización del buen desempeño de quienes reciben empoderamiento; y legalmente, a través de normas menos permisivas y de aplicación inmediata, sin distinción, ni favoritismo.
Los ciudadanos exigimos una lucha frontal contra la corrupción porque, entre otros motivos, la paz es efecto de la justicia. Estar, en general, a favor de la vida y en contra de la pena de muerte, específicamente, para el delito de corrupción no significa encogerse de hombros, poner la otra mejilla o actuar permisivamente contra quienes delinquen. Es razonable, en situaciones dramáticas, la muerte del otro en caso de legítima defensa, cuando el derecho de defender la propia vida y el deber de no dañar la del otro resultan difícilmente conciliables. O en aquellos casos que la ley ha establecido y donde el bien común se ve seriamente amenazado; en el Perú, el delito de traición a la patria se puede sentenciar con pena de muerte, aunque en las últimas 3 décadas la tendencia, en nuestro país y el resto del mundo, es a favor de la vida.
La pena de muerte para el delito de corrupción es debatible y, en mi caso, inaceptable. No es la solución del problema considerando el espíritu pro vida de la legislación peruana. Generaría complicaciones en el ámbito supranacional. No está garantizada la seguridad en los juzgamientos por la intromisión política en los órganos de justicia. Favorece la venganza, no está acorde con la finalidad de la pena. Existe el riesgo de generalizar, para otros casos, la pena de muerte. Distrae la atención de temas centrales basados en la dignidad humana.
Considero indispensable reconsiderar la legislación sobre delitos de corrupción. Deben elevarse las penas, ser más drásticas y disponer adecuadas reparaciones. Pero no considero pertinente la pena de muerte. Estimo que es, también, indispensable tener más cuidado al seleccionar a los operadores del sistema de justicia, mejorar dicho sistema, limpiarlo e insistir permanentemente en esa tarea. El estado debe gestar un sistema anticorrupción con profesionales bien preparados, tecnología de primer nivel y una constante retroalimentación sobre moral, patriotismo y bien obrar.
Sobre Singapur. Es cierto, se fusiló a varios miles de corruptos, se prevé la cadena perpetua para homosexuales, masticar chile, repartir volantes en las calles, no tirar la cadena del inodoro o pintar grafitis supone multas, plazos carcelarios y castigos con varas. Hoy, la delincuencia es casi nula. es uno de los países más seguros y estables del mundo (en cifras). El precio ha sido la muerte y la libertad de muchos.




miércoles, 8 de julio de 2015

El Compañerismo Roto


R. Warren ha trabajado este importante tema. Restaurar las relaciones interpersonales es importante. En cuanto dependa de nosotros, debemos vivir en paz con todos. Leo habitualmente un texto que comparto, en síntesis: “… si tienen algún estímulo en su unión, si en ella alguna vez encontraron consuelo, si fueron capaces de experimentar compañerismo, si percibieron el afecto entrañable… ¡alégrense! Fueron capaces de tener un mismo pensamiento, un mismo parecer, una sola alma y un solo corazón…sin embargo, nunca olviden su humanidad imperfecta: tenemos pies de barro y somos inconstantes…los tiempos de alegría son el mejor motivo para el perdón y la restauración…”. En las bienaventuranzas no se dice: “Dichosos los que aman la paz” o “Dichosos los que son pacíficos”, sino “Dichosos los que TRABAJAN por la paz”; es decir, quienes saben resolver conflictos. Ya que la pacificación es una tarea difícil, es muy complicado hallar pacificadores, lo común es dar solución a los conflictos sin el esfuerzo que implica la restauración.
San Agustín, dijo: “Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices…”. La búsqueda de la felicidad es una tarea relacionada con el prójimo, por tanto, el compañerismo (que implica ser pacificadores) es una habilidad que debemos desarrollar. Sobre esto, R. Warren, dijo: “… por desgracia, a la mayoría de nosotros, nunca se nos enseñó como resolver conflictos”. El mismo Warren refiere que “Trabajar por la paz no es evitar los conflictos. Huir de los problemas, aparentar que no existen o tener miedo de hablar de ellos es cobardía…Trabajar por la paz no es apaciguar; siempre cediendo, dejándonos pisar y permitiendo que los demás nos pasen por encima…”
Pienso que no debemos temer al conflicto. A veces es necesitamos provocarlos, otras evitarlos, pero siempre resolverlos. Ceder es una muestra de madurez. Nuestra posición debe ser firme en contra de la inmoralidad, la ilegalidad, el desprecio contra los demás, la premeditación del mal… pero la caridad que comprende la imperfección y se alista para corregir y, luego, seguir caminando, engrandece, ennoblece y es muestra de sabiduría.
En orden, sugiero los siguientes pasos para restaurar el compañerismo: Habla, primero, con la persona: sin intermediarios. Oír  muchas voces, antes de ir con la persona que debes, o comentar con otros nuestro dolor, enojo o inseguridad, nos expone a la decepción y la amargura. Toma la iniciativa siempre: No importa quien ofendió o quien fue el ofendido. El primer paso lo da quien es más valiente y tiene más amor. No esperes por la otra persona. Restaurar el compañerismo es más importante que la propia oración: “Si entras en tu lugar de adoración y, al presentar tu ofrenda, recuerdas de pronto que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda, ve directamente a donde se encuentra tu amigo y hagan las paces. Entonces, y sólo entonces, vuelve y relaciónate con Dios”. Sé comprensivo: usa tus oídos más que tu boca. San Pablo, dijo: “Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás”. Pienso que antes de la solución está la misericordia. Ataca el problema, no a la persona: buscar un culpable nunca es buen punto de inicio. Recuerda “La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego… Eviten las palabras dañinas, usen sólo palabras constructivas, que sirvan para edificación y sostén, para que lo que digan haga bien a quienes escuchan”. Creo que también debemos evitar el sarcasmo y no ser ásperos. Coopera tanto como puedas: la paz siempre tiene un precio: nuestro orgullo. Por amor al compañerismo es posible hacer compromisos, dialogar y cambiar actitudes. El bien siempre vence al mal, esto ocurre cuando se obra con amor. El orden correcto es Reconciliación y Solución: no a la inversa. No es realista esperar que estemos de acuerdo en todo. Creo que si es posible discutir y debatir en un espíritu de armonía. La reconciliación consiste en enterrar el arma, no el tema de discusión.

Esforcémonos para vivir en paz unos con otros. Después, volvamos con nuestras ofrendas.

miércoles, 1 de julio de 2015

Lambayeque y Juan Parra del Riego

Juan Parra del Riego, poeta futurista y vanguardista, nació en 1894 y, a los 18 años, con su “Canto a Barranco” ganó en los Juegos Florales convocados por la Municipalidad de Surco, y se dio a conocer. En adelante, este huancaíno, hijo de un coronel pierolista, bohemio,  trashumante y seguidor de Marinetti; inicia un periplo que lo llevará a entrar en contacto con poetas de diversas ciudades de la costa del Perú y otras de Sudamérica. Radicó en Montevideo, donde, escribió sus mejores poemas, falleció, tiene un monumento y el reconocimiento póstumo de poeta uruguayo.
Teodoro Rivero Ayllón, refiere que Parra del Riego “residió en Chiclayo por los años 1916 – 17, luego de participar en la bohemia del Grupo Norte de Trujillo. Hizo acá periodismo en El Progreso, fundado por Pedro José y en La tarde, de Virgilio R. Pérez y Víctor M. Vélez. Recién llegado se presentó en el Teatro Dos de Mayo y cantó: “Tierra de Chiclayo, campos sonreídos/del sol más poeta que alumbra el Perú/sinfónicos toros, mameyes dormidos/pinceladas suaves de sueños floridos/tierra de Chiclayo, gran tierra ¡Salud!...//”
En Trujillo, compartió tertulias con los poetas José Eulogio Garrido, Juvenal Chavarri, Domingo Parra del Riego, César Vallejo, Antenor Orrego, entre otros. En Chiclayo, ya era conocida la poesía de Emiliano Niño, Juana Rosa Sime, Germán Leguía y Martínez, Rómulo Paredes, Sara Bullón… no puedo afirmar que alguno de ellos socializó con Parra del Riego, creo que es posible. En el mismo teatro “Dos de Mayo”, un año después (julio de 1918), también se presentaría Abraham Valdelomar aunque por distintas razones. El “Conde de Lemos” dictó una Conferencia a los Obreros de Chiclayo, discurso que fue recogido por la prensa de aquel tiempo y analizaré en posterior artículo.
A Lambayeque, por su monotonía, según Rivero Ayllón, Parra del Riego, lo calificó de “pueblo muerto” y le escribió: “En este pueblecito rodeado de una yerma/monotonía que nos hace sufrir/parece que del alma más triste y más enferma/sobre él se hubiese echado un suspiro a dormir//El tiene un aire dulce de empolvadas consejas/mustias casonas graves que, unas de otras contiguas/recuerdan esos grupos lamentables de viejas/que se ponen a hablar de las cosas antiguas//Este es un pueblo triste, señor, un pueblo muerto/en las calles ni un alma, ya lo ve U. desierto…/me dice un hombre ingenuo del lugar… y yo paso//pensando indiferente, por la calle dormida/que este pueblo es el más feliz del mundo acaso/porque no sabe nada del dolor de la vida//
Tiempo después, en París, a inicios de los 20, Parra del Riego tendrá un segundo encuentro con Chiclayo homenajeando a uno de sus mejores hijos. Llegó un día domingo, portando un ramo de rosas blancas, a la estación “4 de setiembre”, el mismo lugar en el que un día 14 de diciembre de 1907, falleció trágicamente el joven poeta chiclayano Jesé Eufemio Lora y Lora (JELIL). Aquel momento, de seguro, fue ideal para rememorar los más sentidos versos: “…y para el pensamiento que en la Noche/sin bordes de la Nada, quedo preso/antes de hablar su verbo cristalino//como la flor helada antes del broche/como el amor extinto antes de beso/como el canario muerto antes del trino…// Parra reconoció el valor excepcional del JELIL y su poesía. Aunque Rázuri lo llamará, más tarde, “el poeta olvidado”, Parra recordó al sarcástico “Kuroki” (seudónimo usado por JELIL en algunas sátiras publicadas en “El Diario” de Chiclayo)  lleno de dolor por su trágica partida.
Seguramente este hecho le permitió volver al pasado y recorrer, nuevamente, nuestra ciudad; esta vez, de forma imaginaria… seguramente retornaron las imágenes de la plaza en construcción, del teatro y su emocionado canto, de sus breves días de articulista en “El Progreso” y “La tarde”, del tranvía y la estación del ferrocarril, de la Iglesia Matriz, del hombre y la mujer de a pié… conversé con Don Oscar Vílchez, Maestro de la Universidad Nacional "Pedro Ruíz Gallo" y exdirector del antiguo Instituto Nacional de Cultura; me confirmó que fue Parra del Riego el autor del calificativo "Ciudad de las flores" para referirse a Monsefú.
Bohemio, cosmopolita, dejó este tierra pasajera, y cumplió su sino. Víctima de tuberculosis, enfermedad contraída en París, y sin conocer a su hijo, nacido seis días antes de su deceso; culminó sus días, viviendo en plenitud. Antes de partir, dijo a Blanca Luz, su esposa, “¡muero en mi ley!