Uno de
los aspectos que debió significar un problema para las averiguaciones del Cura
de Reque, Vicario y Juez eclesiástico del
Partido de Chiclayo, Don Fernando de la Carrera sobre la verdadera ocurrencia
de la aparición, fue la lengua común de los concurrentes a la celebración
litúrgica que, salvo contados casos, fue la yunga (llamada también muchik). Ante
el hecho, la Crónica Franciscana sobre el Milagro Eucarístico de Eten (1649)
registra, después del análisis del juez eclesiástico, su decisión para
facilitar las indagaciones: “… por cuanto en esta información se han de
examinar muchos indios e indias de este dicho pueblo y sin embargo de ser unos y otros muy ladinos en la
lengua española por lo que pudiere suceder y dificultades que se ofrecieren a
los testigos, es necesario nombrar intérpretes que se hallen presentes al
examen de los dichos indios e indias. Por el presente oficio de la justicia
eclesiástica nombra a Tomás Castel residente en el pueblo de Reque, persona
entendida en la lengua materna de estos valles y a Nicolás Chiccul, natural así
mismo de dicho pueblo de Reque por intérpretes de esta causa y mandó se les
notifique y parezcan ante su majestad a aceptar y jurar como son obligados y
estando presentes los susodichos. Dijeron que aceptaban y aceptaron el
nombramiento de intérpretes que en ellos se hace y juraron a Dios y a la cruz
en forma de derecho de usar el dicho, oficio y cargo bien y fielmente a su leal
saber y entender, y a la conclusión del dicho juramento dijeron sí juro y amén,
y lo firmaron de sus nombres con el dicho señor Vicario: Don Fernando de la
Carrera, Tomas Castel, Nicolás Chiccul ante mi Iñigo de Sarabia notario público” (Folio 35, CMEE[1]).
Se
puede apreciar que esta solución, nombrar como intérpretes o lenguas a Tomás
Castel y Nicolás Chiscul, fue pensada
previamente por el Juez eclesiástico y que, en el documento, se formalizaba la
decisión. Se infiere que la estrategia para el tratamiento analítico del hecho
a investigar se gestó con anticipación y cada paso dado respondió a una
planificación convencional para casos similares de acuerdo a las disposiciones
eclesiásticas vigentes en la época.
Un
hecho a considerar es que Don Fernando de la carrera ya había publicado en 1644
la obra “El arte de la lengua yunga de los valles de Trujillo” por lo cual
sabía de la importancia de conocer el significado de los términos utilizados
por los aborígenes en el marco de su labor evangelizadora y, específicamente en
este hecho, para esclarecer el evento religioso materia de su estudio. También,
algún tiempo antes se había publicado “Ritvale, Sev Manvale Pervanvm”, obra
sobre la lengua yunga realizada por Don Luis Jerónimo de Oré en 1607. Según
José Antonio Salas García, los textos “son de tipo teológico, por haber sido
escritos por sacerdotes para adoctrinar a la población en su propia lengua”[2]
(Salas, 2001). A su vez, los textos antes referidos (los de oré y Daza)
respondieron al emitido por el Tercer Concilio Limense de 1584 denominado
“Doctrina Cristiana para instrucción de los indios y de las demás personas”. El
mismo Salas afirma “El orden en el que aparecen escritos es el mismo que el de
la Doctrina Christiana de 1584, aun cuando De la Carrera añada algunos más,
también de tipo religioso” (Ibídem).
Así,
cuando rindieron su testimonio Don Andrés Neciosup, Sacristán Mayor de la
Iglesia de Eten; Don pablo Quinocial, alcalde ordinario de Eten; Don Fabián
Chancafe, alcalde ordinario de Eten; y el pueblo presente en el acto; lo
hicieron ante Don Fernando de la Carrera y los dos traductores o lenguas.
Un dato
importante que aporta la crónica es el referido al interrogatorio realizado a
los pobladores asistentes al acto litúrgico. El cura De la Carrera, acompañado
por el notario Iñigo de Sarabia y los intérpretes o lenguas, ingresó a la
Iglesia mientras Fray Jerónimo de Silba Manrique adoctrinaba al pueblo “por ser
viernes de los señalados por las Reales ordenanzas sinodales y concilios
provinciales para que los naturales oigan doctrina los dichos días, sean
instruidos en la ley evangélica y en los misterios de nuestra santa fe” (Folio
40, CMEE)
El acto
de interrogatorio ha quedado registrado en los siguientes términos: “(De la
Carrera) fue preguntando a las indias e indios por voz de los dichos
interpretes qué es lo que vieron en la Hostia Consagrada, el miércoles víspera
del Corpus pasado desde este presente mes y año qué efecto causó en sus ánimos
y corazones lo que vieron y todos unánimes y conformes, dijeron a una voz que
el dicho miércoles cuando el dicho Padre Vicario quería encerrar al Señor
después de dichas las vísperas del Corpus vieron por sus ojos en la Hostia
Consagrada que estaba en el viril puesto encima del Sagrario a un niño de la
cintura para arriba con rostro y cuerpo humano y con cabello rubio, que estaba
vestido con una vestimenta como morada y que luego que lo vieron se postraron
en tierra adorándolo con muy grande gozo y contentamiento espiritual y con
notable ternura en sus corazones y así lo dijeron y certificaron por cosa
pública y notoria que vieron todos, jurándolo a Dios y a la cruz en forma de
derecho y para que coste lo firmó el dicho señor vicario con los intérpretes,
don Fernando de la Carrera, Tomas Castel, Nicolás Chiccul ante mi Iñigo de
Sarabia notario Publico” (Ibídem)
Se
puede apreciar que el interrogatorio no se hizo de manera personal. Las
preguntas fueron dirigidas a la asamblea. No se hace referencia a las personas
del pueblo que dieron testimonio, pero se resalta el hecho que los testimonios
dados en ese momento fueron validados por todos los asistentes.
El
proceso continuó con una constatación del lugar donde ocurrieron los hechos,
para lo cual la delegación: Juez eclesiástico, notario y testigos (Frailes Antonio
Crespo, Diego Valentín de Rojas y Gregorio López de Zúñiga) además del lengua
Tomás Castel de Luna; llegó a la Iglesia y en el altar “(pidieron se) ponga al
Santísimo Sacramento, en la parte y lugar que estaba cuando se apareció el niño
para ver si teniendo el mismo adorno y las mismas luces que entonces tenía,
pudo algún reflejo o alguna vislumbre dando a las vidrieras del Viril causara a
la vista naturalmente aquella aparición” (Folio 41, CEMM).
Por
indicaciones del Padre De la Carrera “(se ubicó) el Santísimo Sacramento en su
viril con sus rayos encima del Sagrario adornado con seis velas de cera
encendidas y siete rostros de Ángeles que caían a las espaldas del Señor y abía
(había) puestas cuatro luces y bultos de Santa Maria Magdalena y de San Pedro y
de san Andrés y de san Francisco y habiendo concurrido a este acto muchas
personas del pueblo después de haber adorado al Señor, el dicho señor vicario
anduvo por todas partes viendo si alguna luz u otro accidente podía causar
algún reflejo en el dicho viril de manera que apareciese en forma de niño como
dicen los testigos y hechas muchas diligencias así por aparte del señor Vicario
como de los testigos referidos no pareció que fuese natural la aparición que
los dichos testigos antes caso raro y admirable en que nuestro Señor quiso
manifestar su grandeza dignándose de que los hombres le viesen con ojos
corporales y el dicho Padre Vicario que presente estuvo certificó que es la
misma Hostia Consagrada que actualmente está en el viril lo que entonces causó
aquella aparición que los testigos refieren y el dicho señor vicario lo firmó
con el dicho Padre Vicario y testigos” (Ibídem)
Entonces,
se ubicaron todos los objetos sagrados en el mismo lugar que tuvieron el día
que se produjo el evento y se buscó en distintos lugares de la Iglesia
aberturas que permitan el paso de luz u objetos que produzcan reflejo. El acto
realizado muestra el deseo de comprobar que el hecho fuera realmente
extraordinario, milagroso y no el resultado de una experiencia física que haya
pasado desapercibida o de alguna psicológica colectiva resultado de la intensa
devoción de los pobladores. La conclusión fue que la aparición se produjo pues no encontraron explicaciones convencionales, normales,
a la luz del conocimiento humano. Así, Don Fernando De la Carrera declaró “que
en cuanto puede y a lugar de derecho guiado de la sustancia de estos autos
declaraba y declaró que la dicha aparición del Señor fue real y verdadera como
certifican los testigos en sus posiciones por ser como son personas de todo
crédito y de las más capaces de este dicho pueblo, y particularmente el Padre
Predicador Fraile Jerónimo de Silba Manrique Cura y Vicario de él” (Folio 42,
CMEE)
[1] CMEE:
Crónica del Milagro Eucarístico de Eten.
[2]
Ver “El Ave María en idioma Muchik” de José Antonio Salas García, disponible en
file:///C:/Documents%20and%20Settings/ccabrejos/Mis%20documentos/Downloads/Dialnet-ElAveMariaEnIdiomaMochica-4070472.pdf
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