En Chiclayo de mediados y fines del siglo XIX e inicios del XX se dijeron, según Nixa, “muchas verdades políticas y otras tantas amorosas a golpe de arpa” (Revista centenaria, 1935). Cada una de esas “verdades” escritas en forma de verso o prosa, mostraron el apego apasionado por la tradición y la ternura por las cosas ordinarias pero entrañables; fueron palabras siempre acompañadas por ritmos contagiosos. Sea al son acompasado de algún instrumento de cuerda, viento o percusión; o al agradable impacto que ocasionaba el buen uso de la palabra hablada, en Chiclayo nada dejó de decirse y todo fue dicho con picardía y salero.
No pretendo hacer una historia de la literatura Lambayecana, Dios me libre de semejante despropósito, deseo compartir, de autores de nuestra tierra, palabras, versos, dichos… ¡alegría! La palabra induce o surge de la alegría, dependiendo del caso, por ese motivo quisiera que el presente pueda considerarse como un aporte a la historia de la alegría lambayecana, alegría que no cesa y siempre será parte de un pueblo que “vive en las calles”.
Durante la Revolución de Balta, en 1868, las negras Manuela “manonga” Nevao y la “ñata” Fidela, cantaron y bailaron ante las tropas del gobierno “La puerca raspada” que era un baile entre dos mujeres “que se levantaban la pollera hasta las rodillas, descalzas y al son del verso. Con el empeine del pié se golpeaban la pantorrilla de la pierna izquierda, produciendo un sonido como palmas” el baile, prohibido y considerado un delito en esa época, incluía el uso de pañuelos y cohetecillos. La letra del verso decía:
“La puerca raspada
La niña casada
Y tan casadera
Con su bañadera.
Negra, negra, negra
Sácale ese pique
Mi amo, mi amo, mi amo,
Ya me lo saqué,
No me pegue usted
Mi amo
Ya me lo saqué
Mi amo”
Durante el mismo hecho histórico una conga de José “juyupe” Guevara fue dedicada a Balta. Conga se denominó a este ritmo de esclavos africanos por la etnia a la que pertenecían y en Chiclayo, según Nicanor de la Fuente, a “una familia negra muy querida pues eran gente honrada pero de genio alegre”. Se dice que “mientras los soldados trabajaban el las defensas o descansaban por los suburbios, las jaranas pintaban su color más vivo, bailando y cantando”. La letra es la siguiente:
“De los coroneles
¿Cuál es el mejor?
El coronel Balta
Se lleva la flor
Porque lo merece
Hora
Porque es muy valiente
Hora.
Tun tun ¿Quién es?
¿Quién está aquí?
¿Si será la conga
Que viene por mí?z
Hora si la conga
Hora
Donde la manonga
Hora
Pa que se componga
Hora”
A Don Guillermo Billinghurst, “pan grande”, presidente peruano de corte populista a inicios de la segunda década del siglo XX; el pueblo le dedicó el siguiente verso:
“Dicen que el viejo es chileno
Y le gusta el anizao
No importa china del alma
Porque el pueblo lo ha llevao
El viejo la pinta y tumba
Al civilismo traídos
El viejo no aguanta pulgas
Como buen gobernador
Y si algún día, caracho
Alguien lo quiere tumbar
Aquí está el pueblo chiclayano
Que a su lado a de pelear”
Cuando “pan grande” fue derrocado por un golpe de estado un día 4 de febrero, el pueblo lamentó lo ocurrido:
“Con el viejo se ha perdido
La mejor autoridad
Se ha perdido el pan, la carne
Y nuestra amada libertad
No tenemos plata ni oro
El Perú ya se ha fregao
Porque con estos papeles
Es pior que el churre pelao
I diga usted alguna cosa
Pa que sepa la mejor
El cachaco tira palo
Yo mejor callo por Dios
Pero ahora y mañana
A Billinghurst he de avivar
Porque con el siempre tuvo
El pueblo en que trabajar”
Durante el gobierno de José Pardo, en 1914, la crisis económica golpeó a nuestro país. Los chiclayanos olvidaron pronto el apoyo brindado al presidente y, desengañados por los desaciertos políticos del régimen, le dedicaron el siguiente verso:
“Tanto avivar a Pardo
En lo que vino a parar
Las mujeres muertas de hambre
Y los hombres sin trabajar”
En Tumán cantaron:
“En Tumán no comen carne
En Tumán comen melao
El trapiche come carne
Ay, que viva el hacendao.
En Tumán nos daban pisco
Butifarras y melao
En cambiando con el voto
Que hace falta al hacendao.
En Tumán nos echan palo
Y nos quitan el melao
Es que el niño Pepe pardo
En palacio está sentao”
Don Teodoro Rivero Ayllón nos dice: “Cultores del Romanticismo, fueron en nuestro medio, poetas dispares como Emiliano Niño, Gregorio campos Polo, Fidel Arana, Augusto León, José García Urrutia o las poetisas Luisa Montjoy Chávarry y Juana Rosa Sime de Villena” (“Lambayeque: sol, flores y leyendas” – 1975). Sobre Juana Rosa Sime debo indicar que recibió versos de admiración y, por muchos años, cartas de Don Jorge Isaacs, autor de “María”.
A Don Augusto león corresponde la autoría de un verso muy conocido en los ámbitos escolares de inicios del siglo XX:
“Yo soy la colegiala
Alegre y decidora
Que ríe a cada hora
Que canta sin cesar”
Por la misma época Don Germán Leguía y Martínez cantó a la mujer amada:
“Tu tez de mármol y de azucena
Campo de nieve, lirio sin par…”
El satírico José Clodomiro Soto y Ortiz escribió, en “Cienos y Manantiales” algunos sonetos:
“… y amé la vida, no porque es la vida,
Amé la vida porque estás en ella…”
Y en otro, “A Magdalena”, nos dice:
“… la acción de tu mirada prodigiosa
Infunde vida para dar la muerte”
Manuel Bonilla, poeta e historiador, escribió en “Allá en Cinto y Collique”:
“En mi región natal hay una aldea
Alegre pintoresca y bulliciosa
Allí cuando la aurora
Con sus luces colorea
De la agresta colina la ancha falda
Chiscos, tordos, chiroques y jilgueros
Cruzando de arrozales el mar de oro
Modulan sus gorjeos placenteros”
El jayancano Germán campos, escribió en “Invierno”:
“Se oye el concierto de los astros
En la quietud propicia…
Un claro azul recubre el firmamento
¿Qué tienes, alma mía?
Volvamos a la política. Leguía promulga, durante el Oncenio o “Patria nueva”, la Ley de conscripción vial. Con ella, cada peruano debía dedicar un día de su trabajo a la construcción de carreteras. La ley fue interpretada de forma tal que perjudicó al indígena y al cholo. Ante ello a la gente del campo se le dio por cantar:
“Señora por vida suya
Présteme su totoral
Pa esconder a mi cholito
Que se lo lleva la vial”
Otro sí digo
Los cholos de Eten, con su encantador final en “e”, cantaron a golpe de cajón:
“Pajarite amarille
Color de alfalfe
Como has de tener frie
Por las ories del ríe
Si no tienes ponche”
Otro canto, a golpe de arpa fue:
“China hija de tu madre
Conmigo te has dir
Por la oríe del ríe
Ayayay de ti
Yo estaba durmiende
Y me despertates
El sombrero e junco
Yo te ay de tejer”
La antigua pretensión del lambayecano de imponerse al chiclayano inspiró a nuestros paisanos cantos ofensivos a los lambayecanos:
“De Lambayeque a Chiclayo
Mataron un huerequeque
Y del buche le sacaron
Un cholo de Lambayeque”
Para terminar
Y solo para no desentonar, quiero dejarles uno mío y con el entrañable amor por mi tierra. ¿Cómo dejar de escribir sobre ella? ¡Dios es Chiclayano! Y Chiclayo es el paraíso:
Mi pensamiento se abraza
A este verso que se expande
Para cantarle a mi raza
Con un corazón muy grande.
Soy peruano, aquí nací
En esta faja costeña
Entre algarrobos y leña
Con el oro y el maní
Porque surgieron aquí
Nobles culturas sin tasa
Que con sol de ardiente masa
Gobernaron al Perú
Al Mochica y al Chimú
Mi pensamiento se abraza.
Yo nací en la cordillera
El alto pico y la puna
Con orgullo fue mi cuna
Una nube mensajera
A mis pies tengo praderas
Y no hay rigor que me ablande
Extendiéndose en el ande
Mi Tahuantinsuyo brinca
Uno la herencia del Inca
A este verso que se expande.
Yo nací en la selva agreste
Dominando ricas zonas
Soy el rey del Amazonas
Bajo un cielo azul celeste
No hay aquí quien contrarreste
Mis dardos en su coraza
Mi sangre hierve cual braza
Nativa de este terreno
Levanto mi voz de trueno
Para cantarle a mi raza.
Soy amo en las tres regiones
Respetando mis orígenes
Y las tribus aborígenes
Orgullo de las naciones
Al opresor sin razones
No permito que se agrande
Y donde quiera que ande
Gritaré con mucho honor
Soy Chiclayano, Señor
Con un corazón muy grande
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