Entre las ciudades del Perú que se extienden y distinguen en modernismo al grado de ocupar el sitial de cosmopolita se encuentra Chiclayo. Ciudad que guarda para sí y los cholos que por sus calles transitamos el refinamiento colonial, los alcances de la “Belle epoque”( de inicios de siglo) así como tradiciones y costumbres arraigadas fuertemente a su vigencia como los algarrobos de las antiguas “Capillas” que, aunque en menor cantidad que hace veinte años, aún nos hacen suspirar y evocar los bellos tiempos de la nostalgia evocadora.
Ha pasado mucho tiempo y no se ha podido enderezar la disposición de sus calles (para suerte nuestra) de manera que “su recorrido desafiante a los reclamos de la modernidad mantiene vivo el recuerdo de su romana proyección”. Existen todavía viejas casonas de patios amplios y abiertos, con ventanas de rejas; casitas que con banderitas blancas adornadas de verduras frescas, nos hacen pensar cada lunes en un “Domingo chiquito” como en tiempos casi perdidos cuando el espesado caliente acompañado de un jalado de caballa dibujaba finas sonrisas, acentuaba la mirada en dirección de las viandas y propiciaba la regordeta figura de cholos que, como yo, no resisten al encanto de la culinaria de esta bendita tierra.
Se sabe que Francisco Pizarro entregó nuestra tierra como encomienda a Blas de Atienza en 1536. Luego, siendo corregidor Juan Bautista Nano se hizo la donación del terreno que recibieron los franciscanos para una iglesia y convento en 1585… Creo que así comenzó todo.
Cuando, en su tiempo, adquirió la importancia comercial que hoy ostenta fue reconocida como “La perla del norte del Perú”. “Sus calles más antiguas se trazaron en una forma desordenada, anárquica y en eso reside su gracia”.
Elías Aguirre fue la Calle Real, Luís Gonzáles fue San Sebastián, Manuel María Izaga fue la Calle San Isidro, Miguel Grau fue la Calle Nueva, Larco Herrera ó “La morgue”.Vicente de la Vega fue la Calle San Pedro, Juan Cuglievan fue Santo Domingo, Alfredo Lapoint fue la Calle Teatro(hasta hoy le seguimos llamando así) Lora y Cordero fue la Calle Santa Catalina.
Y ¿Qué decir de su nombre? Dicen que pudo deberse a un indio aborigen llamado “chiclayoc” o “chiclayep” que hacía acarreo de yeso entre las primigenias ciudades de Zaña, Lambayeque, y Mórrope. Otros sostienen la versión que, cuando la ciudad se encontraba en plena formación, se daba en abundancia un fruto de color verde llamado “chiclayep” o “chiclayop”, que en lengua yunga significa «verde que cuelga». Otros indica que es una palabra traducida del muchik “Cheqta” que significa que significa “terreno de propiedad común”. En lengua yunga “Chiclayap” o “Chekliayok” quiere decir “lugar donde hay ramas verdes”
Walter Sáenz Lizarzaburu calificó a “Santa María de la Concepción de los Valles de Chiclayo” como “un gran puerto interior”un mercado de gran movimiento. Yo califico a Chiclayo como ciudad de tradición, pedacito de cielo, tierra de nuestras raíces, ciudad acogedora, paraíso de la chala y motivo de inspiración de personas que aman, viven y construyen su historia.
Ha pasado mucho tiempo y no se ha podido enderezar la disposición de sus calles (para suerte nuestra) de manera que “su recorrido desafiante a los reclamos de la modernidad mantiene vivo el recuerdo de su romana proyección”. Existen todavía viejas casonas de patios amplios y abiertos, con ventanas de rejas; casitas que con banderitas blancas adornadas de verduras frescas, nos hacen pensar cada lunes en un “Domingo chiquito” como en tiempos casi perdidos cuando el espesado caliente acompañado de un jalado de caballa dibujaba finas sonrisas, acentuaba la mirada en dirección de las viandas y propiciaba la regordeta figura de cholos que, como yo, no resisten al encanto de la culinaria de esta bendita tierra.
Se sabe que Francisco Pizarro entregó nuestra tierra como encomienda a Blas de Atienza en 1536. Luego, siendo corregidor Juan Bautista Nano se hizo la donación del terreno que recibieron los franciscanos para una iglesia y convento en 1585… Creo que así comenzó todo.
Cuando, en su tiempo, adquirió la importancia comercial que hoy ostenta fue reconocida como “La perla del norte del Perú”. “Sus calles más antiguas se trazaron en una forma desordenada, anárquica y en eso reside su gracia”.
Elías Aguirre fue la Calle Real, Luís Gonzáles fue San Sebastián, Manuel María Izaga fue la Calle San Isidro, Miguel Grau fue la Calle Nueva, Larco Herrera ó “La morgue”.Vicente de la Vega fue la Calle San Pedro, Juan Cuglievan fue Santo Domingo, Alfredo Lapoint fue la Calle Teatro(hasta hoy le seguimos llamando así) Lora y Cordero fue la Calle Santa Catalina.
Y ¿Qué decir de su nombre? Dicen que pudo deberse a un indio aborigen llamado “chiclayoc” o “chiclayep” que hacía acarreo de yeso entre las primigenias ciudades de Zaña, Lambayeque, y Mórrope. Otros sostienen la versión que, cuando la ciudad se encontraba en plena formación, se daba en abundancia un fruto de color verde llamado “chiclayep” o “chiclayop”, que en lengua yunga significa «verde que cuelga». Otros indica que es una palabra traducida del muchik “Cheqta” que significa que significa “terreno de propiedad común”. En lengua yunga “Chiclayap” o “Chekliayok” quiere decir “lugar donde hay ramas verdes”
Walter Sáenz Lizarzaburu calificó a “Santa María de la Concepción de los Valles de Chiclayo” como “un gran puerto interior”un mercado de gran movimiento. Yo califico a Chiclayo como ciudad de tradición, pedacito de cielo, tierra de nuestras raíces, ciudad acogedora, paraíso de la chala y motivo de inspiración de personas que aman, viven y construyen su historia.
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