lunes, 17 de agosto de 2015

Guerra con Chile en Chiclayo: "La Guardia de los Neutrales"

Sobrevivientes de la Guerra del Pacífico. Fotografía tomada en Chiclayo
de propiedad del Sr. Marco Maguiña, descendiente del héroe Eliseo Maguiña.
Chiclayo fue dos veces invadido por los chilenos durante la Guerra del Pacífico: en setiembre de 1880 y en abril de 1881. la primera vez, según narra Don Eric Mendoza en “Lambayeque en el Siglo XX” los chilenos desembarcan en Eten, sin encontrar resistencia, con una fuerza integrada por 2700 hombres a bordo de las embarcaciones “Itata”, “Copiapó”, “Chacabuco” y “O´Higgins”; de inmediato, causaron pánico (robaron, incendiaron y destruyeron embarcaciones) en Eten y Monsefú (más adelante, estos pueblos serían literalmente arrasados). Fue la invasión chilena la más grande desgracia de nuestra historia y nuestra dignidad se vio, inolvidablemente, pisoteada. Los chiclayanos jamás pensaron que tal desgracia pudiera ocurrir, pues “(se dio) poca importancia a las noticias de la guerra” (Gómez, 1992)
Veteranos chiclayanos de la Guerra del Pacífico, homenajeados
en la Municipalidad de Chiclayo en 1934.
En Chiclayo, incendiaron los locales de la Prefectura, la Caja Fiscal, la Subprefectura, el Palacio Municipal y la Torre del reloj público. Saquearon y robaron comercios, esto a pesar que “…los jefes chilenos habían declarado que sus tropas no harían la guerra a la propiedad privada; que solo iban a pelear con el enemigo en campaña; que los intereses y la honra de la población civil estarían cobijados por el glorioso pabellón chileno…” (Markham, 1882) ¡Tamaña mentira! Cada vez que aparecía un soldado chileno muerto se aplicaba el quinto en aquel barrio: los hombres eran contados y a quien por ventura tocaba el número cinco, era fusilado. Si no encontraban hombres, hacían la cuenta con mujeres a quienes cortaban el seno.
El comportamiento de las autoridades fue vergonzoso. El Prefecto Manuel Aguirre huyó con los suyos, en tren, a Pátapo y, luego a Chongoyape; los mismo el alcalde y otras personalidades locales. Así, los chilenos, con mucha facilidad hicieron de las suyas: impusieron un cupo de 150 mil soles a todo el Departamento, incendiaron 8 viviendas de familias notables,  dañaron haciendas (galpones, casas y terrenos de cultivo).
Ante esta lamentable realidad y “como las principales autoridades habían fugado con rumbo desconocido, tanto Montjoy como el vicecónsul inglés señor Fry formaron con ciudadanos extranjeros radicados en Chiclayo la Guardia de los neutrales para el cuidado de las propiedades abandonadas, que estaban siendo atacadas por delincuentes”. Evitaron la destrucción del Teatro “Dos de mayo”, el mercado, un colegio y el local “City may”; gracias a la participación de los ciudadanos extranjeros Carlos Montjoy y Alfredo Lapoint.
Resulta sorprendente comprobar que “… esta actitud de proteger la propiedad fue tomada en vista que los mismos chiclayanos eran lo que terminaban los saqueos que iniciaban los chilenos”. Don Antero Aspíllaga en carta a su hermano Ramón, el 18 de octubre de 1880, referida por Eric Mendoza,  indica “Todo (en) Chiclayo ha sido vergonzoso… por los robos de los mismos hijos de Chiclayo…no solo formaban cola tras los chilenos cuando incendiaban y sacaban muebles y artículos del país… luego los del pueblo de Chiclayo barrían y recogían con todo”.
Mendoza, también refiere la publicación aparecida en el Diario “La Patria” de Lima del 6 de diciembre de 1880 en la que indican el arribo a Chile de un cargamento procedente de Perú con el producto de los hurtos efectuados por las tropas invasoras en Chiclayo, Eten, Ferreñafe, Lambayeque, Monsefú, San Pedro y zonas aledañas; contenía arroz, azúcar, algodón, tabaco y ocho cajones de piedras preciosas (oro, plata, brillantes, diamantes, perlas) y una gran cantidad de dinero en plata fuerte (casi 12 mil pesos) y libras esterlinas (poco más de 29 mil)
Cripta de los Heroes Lambayecanos, fotografía
tomada por Don Ricardo Silva Peralta
Otros extranjeros, específicamente, los chinos, trabajadores de las haciendas agrícolas, “…colaboraban en cuanta barbaridad cometían las hordas invasoras en las haciendas y fundos de la localidad”. Algunos, vistieron el uniforme chileno. Este comportamiento se justifica por el trato inhumano que recibieron por parte de los hacendados que los hicieron víctimas de un sistema de semiesclavitud, siendo varios de ellos encadenados.