¿Por qué los jóvenes mantienen, en general, una
visión acrítica y estereotipada sobre el pasado? ¿Por qué muestran una escasa
capacidad de justificar cómo saben lo que saben y de tomar conciencia de la
complejidad de dicho pasado?… los resultados inmediatos de la formación
histórica en los niveles escolar y superior, tan plagada de vicios y errores
metodológicos, han sido, entre otros, no solo la despreocupación, sino el
debilitamiento en la tarea de construir nuestras identidades (personal, local,
regional, nacional…en general, identidad cultural); el desinterés, generado por
la ausencia de métodos y estrategias que privilegien a cada persona en
particular, entendiendo que cada cual aprende su historia, y la historia, de
manera distinta; la formación memorística, que atrasó aquella que forma
nuestras habilidades de historiadores (investigar, comunicar, comparar,
explicar, sintetizar, analizar y, especialmente, argumentar); la creación de
una corriente que promueve la repetición sin sentido de una multitud de datos,
que por ser inadecuadamente presentados y manejados, carecen de pertinencia y
contradicen el sentido reflexivo de la historia, haciéndola descender a una
simple colección de nombres, lugares y fechas; la descontextualización, que ha
impedido relacionar el presente y el futuro con el pasado. Estas, entre otras,
son las consecuencias de una versión deshumanizada, rígida, fría y manipuladora
de ver el pasado… los peruanos miramos nuestra historia de lejos, pues no
tenemos los medios para acercarla, conocerla, recrearla, imaginarla,
contextualizarla y recuperarla de manera significativa para nuestras personas y
comunidades.
¿Hasta qué punto es posible enseñar y aprender
nuestro pasado reciente de forma crítica y razonada? ¿Permiten los actuales sistemas
y métodos que los jóvenes realicen nuevas interpretaciones y propuestas
alternativas a problemas reales? Y, en tercer lugar, ¿Qué visión dispone el
joven de a pie de ese pasado reciente como problema histórico desde los
contenidos escolares y universitarios y por tanto, qué visión podrá construir
sobre ese pasado reciente?
Los contenidos muestran una imagen poco crítica y
estereotipada de nuestro pasado, nuestros alumnos apenas explican, no
argumentan ni critican el pasado, no lo relacionan con el presente. Los
contenidos históricos han sido ordenados solo de manera cronológica, siendo
esta una debilidad cuando no se ordena a los intereses presentes de la persona,
de las comunidades locales y regionales y del país.
El recurso más importante para la enseñanza de la
historia no es el libro, mucho menos los documentos y archivos (estas son
fuentes de la historia); es la afición y el compromiso del maestro; su
conocimiento y capacidad para crear y recrear métodos y estrategias; su deseo
sincero de formar en habilidades históricas que permitan la reflexión
contextualizada de los hechos más que la repetición sin sentido de los datos. Necesitamos maestros de historia
investigadores, inquietos, libre pensadores, capaces de filosofar y reflexionar
con mente abierta; maestros que promuevan y compartan la investigación sobre
temas históricos diversos; hombres y mujeres enamorados de su pasado pero con
los pies en el presente y su compromiso con el futuro.
Hoy más que nunca se necesita espacios de reflexión
y de análisis acerca del tratamiento que recibe la delicada tarea de la
formación histórica de nuestros compatriotas. Se requiere revisar la estructura
y el planteamiento didáctico, contraponiéndolo a las necesidades de este nuevo
tiempo histórico.
El mundo ha cambiado, también nuestra forma de
percibirlo. El hombre de hoy, inmediatista, veloz, individualista… necesita con
urgencia una aproximación de calidad con su pasado. La educación histórica debe
aportar este componente.