“A la ética le ocurre lo
que la estatura, al peso o al color, que no se puede vivir sin ellos”. Todos
tenemos una estatura moral, somos constitutivamente, morales y no existen los
seres amorales, situados más allá del bien y del mal. Así como se cultivan la
inteligencia y habilidades connaturales, se cultiva la capacidad moral y
podemos hacerla fecunda o estéril de acuerdo a nuestras decisiones.
La política implica el buen
gobierno de las ciudades. En cuanto se trata de proteger, en general, el bien
común, la confianza debe ser la base de las relaciones entre gobernantes y
gobernados. Una relación política basada en la confianza no es utópica, es
normal (o debe serlo). Esta relación de base ética evita amargura, dolor,
despilfarro, conflictos, rencores, venganza y también ineficiencia. La ética
abarata y la inmoralidad encarece. La ética reúne, vincula, relaciona,
comparte; la inmoralidad divide, impone, daña, perjudica.
Resulta, entonces,
importante sustituir en los procesos políticos la retórica barata y el
clientelismo, por la verdad, la rectitud y la confianza que solo se genera
“desde adentro” y no “hacia fuera”. Se necesita liderazgos coherentes, capaces
de generar confianza; Profesionales dispuestos a hacer política poniendo al
alcance de todos los beneficios de sus talentos, para evitar el empirismo;
intelectuales dispuestos a generar reflexiones que nutran de riqueza ideológica
y filosófica la conducción de los líderes.
Es desalentador interpretar
las medias palabras de los personajes públicos; percibir, en la actual
coyuntura, gobernantes sin talla de líder mostrando desprecio por el bien común
y preocupados en su imagen pública, de vez en cuando ligada a escándalos
propios de su ignorancia. Es por ellos que George Bernard Shaw, mencionó “La política es el paraíso de los charlatanes”.
Un político de escasa talla
moral es “una bestia salvaje soltada a este mundo” (Albert Comús) “es como una
retórica sofista, como una retórica sin escrúpulos, la cual maneja un discurso
que busca persuadir para engañar, no para conocer la verdad… en realidad, la
política es una actividad al servicio del poder, por eso es que no hay bien
común, pero sí hay desigualdades e injusticias” (Fernando Cubas). Al político
de hoy le preocupa llegar al poder, conservarlo y perpetuarse; actúa con
astucia y no con prudencia.
La política, afirma Cubas,
debería tener una visión más clásica, donde las personas sean un ejemplo de
virtudes, que tengan el conocimiento y la capacitación necesaria. El bien
político deber ser el fruto de una deliberación conjunta, del diálogo, es
decir, de la acción. Consideremos que Democracia es “el predominio del pueblo
en el gobierno político de un Estado”.
Un alto grado de
responsabilidad de la actual situación de las entidades de gobierno está en los
mismos electores, preocupados por la elocuencia, la promesa, la dádiva, la
simpatía y encandilados por la retórica mal usada. Habrá que cuidar de analizar
propuestas, evitar el clientelismo y dejar de lado las pasiones y los
fanatismos a cambio del orden, la paz social y el progreso. La ciudadanía debe
ser seriamente educada en temas cívicos y electorales.
Estimo que el actual
momento histórico demanda una decidida participación de los intelectuales,
profesionales, artistas, universitarios y, en general, de todos aquellos que
tradicionalmente nos desvinculamos por comodidad y somos culpables, por nuestra
permisividad y desinterés, del actual deterioro de la función pública,
especialmente a nivel local. Bien haríamos en constituir espacios de reflexión
histórica, filosófica, sociológica, artística… que luego pasen a la acción, en
este caso, política. No es tiempo de forjar “nuevas religiones” sino de
proponer ideas concretas e interesarse por ejecutarlas. Procuremos que, de
estas reflexiones, resulten líderes de tal talla moral que permitan una
relación de confianza entre gobernantes y ciudadanos. El momento del cambio es
hoy.
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