miércoles, 29 de diciembre de 2010

Intelectualidad en la Colonia

A continuación aporto información sobre las características de la vida intelectual durante el tiempo del Virreinato peruano, de acuerdo a investigaciones de diversos historiadores.
En “Historia General de los Peruanos” (tomo II – 1975) al referirse a la “vida intelectual” (capítulo VI) durante el tiempo del virreinato, el historiador Rubén Vargas Ugarte brinda valiosa información que, a continuación, resumo y complemento con nuevos aportes de investigaciones recientes sobre historia colonial.
Menciona Vargas Ugarte: “la sabiduría, en la antigüedad, había sido atributo exclusivo de los selectos, patrimonio de una verdadera casta social privilegiada, depositaria de la ciencia”. Indica que la ciencia y el conocimiento se encontraban ocultos, en secreto, en los “templos herméticos” (personas, pequeñas sociedades o gremios) que “impedían la salida de las grandes verdades” y “donde se ocultaban (aquellas) con celosa previsión”. Según vargas, fue así “hasta que los padres de la Iglesia vulgarizaron algunos principios y encerraron su interpretación en férreas normas, infranqueables para la masa”. Durante el virreinato, todo se aprendía de memoria sin cuestionar a los maestros y sin omitir palabra alguna.
Siendo estas la características primordiales de la instrucción colonial (selectiva, hermética, religiosa y memorística), no resulta extraño que Felipe Barreda Laos en “Vida intelectual del virreinato del Perú” (Lima: UNMSM, 1964, p. 136.) opine responsabilizándola de ser causa de “Deplorables vicios…que rompió todo equilibrio mental para producir espíritus de una sola tendencia, almas desviadas, unilaterales”.
La corriente del pensamiento de la época la define María Luisa Rivara de Tuesta, en “Las influencias clásicas en la filosofía virreinal peruana: fray Jerónimo de Valera (1568-1625)” donde refiere “el punto de contacto o denominador común de todas las instituciones de enseñanza regidas por el Estado y las congregaciones religiosas fue la filosofía aristotélica. Luego, a partir de esta base, era usual hacer una diferenciación entre los comentaristas y pensadores medievales: mientras los agustinos preferían a San Agustín y Gregorio el Magno, por ejemplo, los franciscanos seguían a San Buenaventura y Duns Scoto”. Guil Blanes, en “La filosofía en el Perú del XVII” aporta: “Los jesuitas, aunque exhibían mayor flexibilidad en la materia, adoptaron sobre todo los principios de Santo Tomás, y añadieron desde finales del siglo XVI la monumental contribucion del P. Francisco Suárez (1548-1617), el genio andaluz, teólogo, jurista y filósofo, que en el tratado De legibus atacó el derecho divino de los reyes e hizo radicar la soberanía en el pueblo”.
Vargas Ugarte escribe, además, sobre el régimen escolar de la época: “la severidad del método escolar, la creencia general de que el saber ingresaba con sangre, daban a la escuela el aspecto de una cárcel horrenda, que solo la dignidad nobiliaria resistía” agrega: “el método severo, rígido, que usaban los maestros coloniales (generalmente frailes) era el menos apropiado para la difusión de la cultura. La escuela resultaba, como las cárceles, lugar de prisión y castigo” los mismos padres de la época poco contribuían al respecto: “en el mismo hogar, los padres para conseguir por el método bárbaro de la amenaza la quietud de los hijos, presentaban la escuela como un claustro, siempre con el látigo, dispuesto a caer sobre las espaldas de los niños, sería el segundo padre inflexible y cruel. Por que los padres delegaban en el maestro (magíster) el derecho de patria potestad. Y el magíster domaba, instruyendo. Domaba con la palmeta implacable y con el estrecho calabozo, donde un cráneo vacío alumbrado débilmente ponía su nota de horror en la mente delicada de los niños”
Esta severidad no puede atribuirse únicamente a la instrucción colonial. Durante la edad antigua, griegos y romanos basaron la educación en la disciplina y la severidad. Tal es el caso de la escuela Pitagórica en la que los discípulos eran sometidos a pruebas de tipo iniciático. Recuerda Vargas: “las pruebas que debía sufrir el discípulo pitagórico, en aquella remota época, eran de iniciación de pureza, bajo juramento de guardar el secreto, para evitar el terrible mal que originaría en la sociedad el uso indebido del saber”. Durante el siglo II la educación griega estuvo marcada por la memorización y los castigos corporales (uso de la férula) y hubieron voces como las de Quintiliano en “Instituciones oratorias” donde atribuye a los maestros griegos deberes alejados del uso de la violencia extrema: “Asuma ante todo un espíritu de padre con respecto a sus alumnos, y piense que está en el lugar de aquellos que le han confiado a sus hijos. No tenga él vicios, ni los tolere. No sea desagradable su actitud austera, no sea excesiva su familiaridad; no vaya a ser que nazca de la una odio y de la otra desprecio. Hable mucho de honestidad y bondad, pues cuantos más avisos dé, menos castigará. No se deje llevar nunca por la ira, pero tampoco deje pasar lo que debe corregirse. Sea sencillo en su enseñanza, sufridor del trabajo, esté siempre cercano, pero no en exceso. Responda gustoso a los que le preguntan, a los que no les preguntan, pregúnteles de repente. En las alabanzas de las exposiciones de sus alumnos no sea tacaño, pero tampoco exagerado, porque lo uno provoca disgusto con respecto al trabajo, lo otro autosuficiencia. Al corregir lo que debe, no sea duro, y mucho menos, amenazador, pues a muchos les aleja del propósito de estudiar el que algunos les repriman como si les odiasen. Diga alguna vez, es más, muchas, y diariamente, constantes ejemplos sacados de la lección para su imitación, sin embargo, según se dice, la viva voz alimenta mucho más y, sobre todo, la del maestro al que sus discípulos, si están bien educados, aman tanto como veneran. No se puede decir cuánto más gustosamente imitamos a quienes apreciamos”.
El mismo Quintiliano recomienda a los estudiantes: “Después de hablar bastante de los deberes de los maestros, a los discípulos, entretanto, sólo les recomiendo esto: que amen a sus maestros no menos que a los mismos estudios, y crean que son sus padres, no físicamente hablando, sino en el plano intelectual. Este deber hacia el maestro ayudará mucho al estudio, pues los escucharán mejor y creerán en sus palabras, y desearán vivamente parecerse a ellos. Finalmente vendrán contentos y entusiasmados a las reuniones de las escuelas, no se enfadarán cuando se les corrija, se alegrarán cuando se les alabe, y se dedicarán al estudio para ser los más queridos. Pues así como el deber de aquéllos es enseñar, el deber de éstos es mostrarse dóciles. De lo contrario, una cosa no sirve sin la otra. Y así como el hombre nace de la unión de uno y otro progenitor, y en vano se esparce la semilla si no la calienta el surco bien mullido, de la misma manera, la elocuencia no puede desarrollarse si no existe la concordia asociada del que transmite y del que recibe”.
En el Perú virreinal se privilegiaron contenidos como catecismo, lectura sacra, aritmética, moral, urbanidad, gramática, escritura, historia sagrada, etc. En el caso de las mujeres se creía que estas no necesitaban cultura para sus funciones sociales y eran formadas en urbanidad, doctrina cristiana y trabajos domésticos.
Merecen especial atención los llamados “colegios máximos”. Según Domingo Angulo en “La Universidad y Estudio General de la Ciudad de los Reyes, en su primer período” (Revista histórica - Tomo IX - 1935) “deben considerarse entre los centros de cultura privilegiada: a) a los que Toledo mandó crear en todos los obispados para los hijos de los caciques; b) el que Esquilache fundó para los caciques, llamado colegio de Príncipes y el de San Bernardo del Cuzco; c) el de San Pedro Nolasco en tiempo de Guadalcázar, de los mercedarios; d) la Real Universidad y Colegio Seminario de San Antonio (Cuzco) fundado en 1598 por Antonio Raga; e) La real Universidad de San Cristóbal de Trujillo, en 1677; f) el Seminario de Santo Toribio de 1591”. Entonces, resumiendo la información, sabemos que para 1592 funcionaban en Lima los Colegios Máximos de San Felipe, San Pablo y San martín. En Cuzco San Bernardo y San Borja.
La instrucción pública se inicia con el Virrey Luís de Velasco y Castilla en 1596. El mismo Velasco expresó: “En esta ciudad se cría gran suma de muchachos, hijos de gente pobre necesitada, que no les pueden dar buena crianza ni doctrina; los he mandado poner por lista o padrón y repartirlos por las escuelas, pagando a los maestros que les enseñan a leer y escribir; y las oraciones y doctrina, una casa moderada de tributos vacos en que se hace servicio a Dios y bien a ellos y a sus padres”. La expresión “tributos vacos” La expresión "tributos vacos" se relaciona con las instituciones coloniales de la Encomienda y el Repartimiento, renombrados mecanismos de control y mediación: por medio de ellos la Corona española entregaba perentoriamente a un encomendero el dominio de un determinado territorio y el usufructo de sus tributos de indios. Al vencerse el término fijado a la concesión, esta "vacaba", quedando los tributos bajo el control directo de la Corona. Un colegio de instrucción pública fue el de Santa Rosa de Ocopa. Estos colegios en todo el territorio peruano eran de instrucción gratuita aunque de tendencia exclusivamente religiosa.
En la Universidad de San Marcos, refiere Vargas Ugarte: “la vida era triste, gris, incompatible con la impulsión biológica juvenil…sus actividades en el claustro tendían, sobre todo, a recordarles que la única preocupación del hombre, la máxima inquietud espiritual, debía consistir en llegar a la muerte sin mancha de pecado. Se hablaba a la juventud, el lenguaje pesimista de la vejez; se procuraba el enfrentamiento de sus impulsos naturales, y se creía aleccionarlos en la sabiduría, pintándoles por doquiera el cuadro tétrico del mal y de la condenación eterna”. La norma sanmarquina dispuso de un régimen de actividades diarias que era, de no mediar actividades extraordinarias, la siguiente: Misa rezada al abrir el día, lectura sagrada en el almuerzo, salmos cantados en coro por la tarde, meditación de una hora durante el “paseo digestivo”, contemplación mística al concluir el día de labor, preces por el Papa y el Rey, conversación religiosa, letanías en la capilla a las 9 de la noche. Durante estas actividades toda muestra de alegría era considerada pecaminosa.
El probabilismo del dominico Bartolomé de Medina, llegó a Lima y San Marcos alentado por los jesuitas. Los Papas Alejandro VII (en 1665) e Inocencio XI (en 1680) prohibieron el método. En el Perú, en 1768, el Virrey Amat suprimió el sistema en San Marcos e impuso juramento a maestros y alumnos “de no escuchar ni transmitir proposiciones probables”.
El probabilismo había permitido en San Marcos que los jóvenes manifestaran de manera tímida el derecho de pensar y discutir determinados problemas que antes habían sido evadidos por el silencio sectario y dogmático.
El libro 1, título 24 de la Recopilación de las Leyes de Indias y el Index del Tribunal de la Santa Inquisición determinaron, de una parte, el sistema de importación de libros desde la metrópoli (España) hacia América; de otra parte, las obras prohibidas por atentar contra la sana doctrina. Finalmente, a territorio americano, llegaban libros místicos, de legislación y aquellos considerados como inofensivos. “El libro era el fruto prohibido del árbol de la ciencia, que daba, con el saber, la pérdida del paraíso”
La más apreciable biblioteca peruana fue la de la Universidad de San Marcos, la misma que sirvió en 1821 como base para la fundación de la Biblioteca Nacional. Pero es también sabido que muchos autores y sus obras fueron perseguidos, vetados, censurados, prohibidos. “Nadie tenía el derecho de salirse del área concedida por los dos poderes soberanos. Y, el libro, como instigador a la desobediencia, debía ser perseguido. Como fueron perseguidos Savonarola y Giordano Bruno. Como fue silenciado el gran Galileo, por divulgar la teoría de Copérnico, sobre la rotación terrestre… porque el pensar estaba bajo control, como lo estaban la vida, las modas, las comidas, los lutos, el descanso, las diversiones…”
El artículo “Origen de las Universidades más Antiguas del Perú” (Revista Historia de la Educación latinoamericana) de Elmer Robles Ortiz, aporta sobre la fundación de la Universidad de Lima (San Marcos) lo siguiente: “En el libro Nº6 de Reales Cédulas, en el Legajo Lima 566, folio 182, se encuentra La Real Provisión del 12 de mayo de 1551, por la cual Carlos V crea la Universidad de Lima, en la cual se lee: Don Carlos e Doña Juana su Madre. Por cuanto fray Thomv de San Marón, de la Orden de Santo Domingo. Provincial de la dicha Horden en las Provincias del Perú, nos ha hecho relación que en la ciudad de los Reyes, de las dichas Provincias, esu hecho y fundado un monasterio de su Horden, en el cual ay buen aparejo para se hazer un Estudio General, el cud sería muy provechoso en aquellas tierras, parque los hilos de los vecinos de ella serían doctrinados y enseñados y cobrarían habilidad ... tenemos por bien y es nuestra merced e voluntad que en el dicho monasterio de Santo Domingo de la dicha ciudad de Los Reyes por el tiempo que nuestra voluntad fuercen el entretanto que da horden como está en otra parte donde más convenga en la dicha ciudad pueda haber y haya el dicho Estudio General, el cual tenga y goce de todos los privilegios, franquezas y excenciones que tiene y goza el Estudio de la dicha ciudad de Salananca, con tanto que, en lo que toca a Ir jurisdicción, se quede y esté como ahora esrí y que la Universidad del dicho Estudio. .. Dado en la Villa de Valladolid a XII días del mes de mayo de 1551”
Robles Ortiz, en general sobre la educación universitaria en la colonia nos dice: “No se había consolidado aún el poderío hispano en el Perú, cuando surgió la primera universidad: San Marcos, creada por Real Cédula de 12 de mayo de 1551, a dieciséis años de la fundación de Lima. Llamada San Marcos desde 1574, es un caso singular en la historia de la educación; en Lima de entonces y demás ciudades peruanas existían solo algunas escuelas elementales. Así, de un nivel de primeras letras se dio un salto a la educación superior. La educación intermedia surgió después. En 1571 fue confirmada por Breve del Papa Pío V. San Marcos aparece como una Universidad estatal y pontificia, bajo el amparo de ambos poderes. Siguió el escolasticismo, en ella imperó la enseñanza libresca, memorista y dogmática. Fue aristocrática y elitista. La Universidad de San Cristóbal de Huamanga (Ayacucho) fue fundada por el obispo del lugar en 1677, ratificada por real Cédula de 1680 y Breve Papal de 1682. La Universidad de San Antonio Abad, en Cusco, nació con Breve Papal y Real Cédula de 1692. La Universidad de San Ignacio, también en Cusco (1621) se extinguió al ser expulsados los jesuitas (1767). Las características de estas instituciones fueron semejantes a las de San Marcos. Todas reprodujeron el modelo universitario hispano. Y nacieron vinculadas a comunidades religiosas. La Universidad Nacional de Trujillo, primera de la república, fue fundada en plena campaña final de la emancipación, el año 1824, por Simón Bolívar y José Faustino Sánchez Carrión. Con ella comienza el modelo universitario republicano. Le siguió la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa (1827); después apareció la San Carlos de Puno, de vida corta. La Universidad Católica, la primera de carácter privado, fue creada en 1917”