lunes, 5 de septiembre de 2016

Versiones sobre la "santidad" de la niña Isabel Miranda de Monsefú. 1917

Fotografía de la niña Isabel Miranda ("santa" Isabel) de Monsefú.
Año 1917, en su lecho de muerte. Fotografía del
Historiador Miguel Díaz Torres.

La religiosidad popular en Lambayeque ha tenido y tiene manifestaciones dignas de ser resaltadas, y estudiadas. En pleno siglo XX, en 1973, según reportó el Diario La Industria en sucesivas ediciones del mes de agosto, una niña afirmó haber visto a la Santísima Virgen María en el Distrito de Olmos (Tineo, 2016); el mismo diario y otras fuentes periodísticas hicieron mención a la supuesta aparición de la Virgen en los vidrios de un domicilio en el sector “9 de octubre” de la ciudad. Esto, por mencionar algunos casos en los que el imaginario popular recrea situaciones supuestamente espirituales. Una de ellas, tal vez, la que más ha llamado la atención en el pasado siglo ocurrió en 1917 en el Distrito de Monsefú teniendo como personaje principal a la niña Isabel Miranda. Sobre tal hecho, Pedro Dávalos, historiador de inicios del siglo XX y estudioso de este caso, mencionó: “Casos como ése ocurren en la sierra y en la costa…” (Dávalos, 1919)

Según el maestro e historiador monsefuano David Ayasta, “(Para el pueblo de Monsefú) 1917, (es un) año en el que coinciden dos hechos de gran arraigo en la mentalidad monsefuana: La masacre de los integrantes de la banda del silencio y la explosión de fanatismo expresado hacia la Santa Isabel de Monsefú. La tradición oral refiere una combinación de pobreza en los hogares y robos nocturnos por la época. Se dice que la Santa Isabel, durante sus ataques de catalepsia (sic), pronosticó (frente a los feriantes que curiosos se acercaron a ella) la muerte de los facinerosos de la banda del silencio…” (Ayasta, 2010)

El párroco de Monsefú Manuel Ríos, según el historiador Miguel Díaz Torres, acerca de los supuestos prodigios de la llamada santa Isabel, dijo: “no habido milagros ni profecías, lo único que hizo fue engañar a la gente ignorante, asegurando que hablaba con los muertos y la gente la visitaba y le dejaba flores, plata y velas… al ver que la idolatraban, pedía le besen las manos y los pies y hacia le laven esas extremidades, y esa agua servía para curar decían, muchos la bebieron y aseveraron que era milagrosa… a pesar de muerta, muchos seguían haciendo negocio (como los fotógrafos) la gente afirmaba que en su sepulcro continuaba incorruptible y con los ojos abiertos, mucha gente ha llegado de la sierra y le pide milagros y deja dinero en resumen : para el párroco" la miranda fue una histérica, cataléptica y tísica" (Díaz, 2015)

La niña Isabel Miranda, fallece un 29 de diciembre de 1917 y, según Díaz Torres, los diarios de la época le dedicaron extensos comentarios. “Algunos resaltaron los 67 días que pasó sin comer ni beber. Otro diario dice que fue envenenada en algún momento y no hizo efecto el veneno, además de atribuirle milagros, visiones celestiales y prodigios místicos. Que la mano divina la había señalado” (Díaz, 2015) y refiere, además, la manifestación del Dr. Muro Pacheco, médico tratante en Monsefú, sobre el real estado de salud de la supuesta niña santa: “En uno de los primeros días de diciembre se me llamó a Monsefú, allí volví a encontrar a la Srta. Isabel en estado cataléptico, con respiración y circulación regulares, y una paraplejia con rigidez en miembros inferiores, dilatación de las pupilas, que creo fue debido a los parásitos intestinales que debían haber sido la causa de su catalepsia… de paso sea dicho que de histeria y catalepsia nadie se ha muerto, pero la familia de la Srta. Isabel descuidó su alimentación de la enferma que contribuyó a su inanición” (Díaz, 2015).

Este hecho, estudiado en la época, por el historiador Pedro Dávalos y Lissón en su obra “La Primera Centuria” refiere: “El fanatismo popular, rico siempre en fantasía, suele santificar a las personas que se distinguen por su virtud o por sus dolencias catalépticas. Últimamente ha llamado la atención el caso de Isabel Miranda, una niña enferma en Monsefú, a quien la población indígena atribuyó misión divina para convertir a los hombres… Las gentes ignorantes de las vecindades, sugestionadas por lo que se les contaba, se apresuraron a rodearla y a rendirla culto. Con habilidad e imaginación forjáronse historias de milagros y predicciones que pusieron en gran alboroto a Monsefú y a las comarcas vecinas. Como era de esperar, los médicos del departamento negáronse a practicar los reconocimientos solicitados por la autoridad política, temerosos de desvanecer la ilusión de las gentes fanáticas y de provocar la ira popular. El cura quedó todavía en peor situación. ¡Pobre de él que hubiera pronunciado la palabra catalepsia! …” (Dávalos, 1919).

La iglesia Católica por aquel tiempo no refirió versión alguna sobre el hecho y se apoyó en la versión del Párroco Ríos.