No siempre “la voz del pueblo es la voz de Dios” ni
“la verdad del pueblo es la verdad de Dios”. Tampoco acepto el concepto de
Séneca: "créeme, sagrada es la lengua del pueblo". Ya, en
una epístola, Carlomagno advirtió que “… no debería escucharse a los que
acostumbran decir que la voz del pueblo es la voz de Dios, pues el desenfreno
del vulgo está siempre cercano a la locura” y según Tito Livio “Nada es más
vano e inconstante que la multitud”.
Existen
causas que han motivado discusiones desenfrenadas, enfgrentamientos y hasta
guerras fratricidas, todas ellas inspiradas por mayorías aparentemente
ilustradas. La Guerra Civil Americana, por ejemplo, enfrentó a toda una nación
a partir del debate ideológico sobre la esclavitud; y, aunque una amplia
mayoría blanca respaldara la inferioridad del negro y, en consecuencia, las
políticas esclavistas, esto no significa de manera alguna que dicha causa tenga
un fundamento ético válido en este tiempo de la historia. Creo, como Alfonso Aguiló, que “Pueblos enteros
pueden permanecer por siglos sumidos en errores sorprendentes…”
Es cierto, “Unas verdades resultan más patentes en
cierto momento, mientras que otras, igualmente verdaderas, contrarían actitudes
y hábitos muy arraigados, y cuesta mucho reconocerlas”. Las mentalidades
evolucionan en cada espacio cultural. Pero, Siendo Dios “fiel a su Palabra” es
inmutable, no cambia, es perfecto. El ser humano cambia pues no es perfecto,
busca la perfección y reflexiona sobre ella; aunque, a veces, en su necesidad
de proyectar sociedades, a su juicio, “perfectas” o al menos ideales,
atropella, impone, obliga, minimiza otras voces, excluye a quienes no piensan
igual y homogeniza, o al menos pretender hacerlo, en la práctica de una suerte
de culto a la ideología particular. Vale considerar, la verdad humana es
siempre relativa, cambia de acuerdo a los factores sociales, políticos o
económicos, a los avances tecnológicos… la verdad de Dios no cambia, es por
ende absoluta, El mismo es la Verdad. Si la voz de Dios transmite una verdad
absoluta, ella no es comparable a las verdades mutables e influenciables del
hombre. Siendo estas últimas la base de la voz del pueblo, entonces se colige,
que la voz del pueblo no es la voz de Dios.
No siempre hay una relación directa entre la verdad
y el número de personas a las que esa verdad persuade… la mera mayoría no
legitima cualquier decisión, porque ni el 99% de los votos justifica que se
prive de sus derechos al restante 1%. Habrá que considerar los derechos humanos
convencionales por encima de las decisiones particulares o de grupo, aunque a
estas alturas suene a utopía, es la dignidad de las personas la que debe
inspirar las posturas personales y de grupos que, luego, se convierten en
ideologías de masa. Digo utopía pues existen grupos privados de la defensa de
sus derechos fundamentales que no son respaldados por los conceptos de las
mayorías: los no nacidos, los pobres, las comunidades aborígenes, entre otros…
a ellos nos se les presta la atención de otras luchas. Defender los derechos de
los indefensos siempre será una causa loable para quienes no ahogan su
conciencia en el cómodo refugio de la masa.
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