Aunque no
sea propiamente un espacio, la memoria histórica es el lugar interior, y
también social, de los recuerdos y hechos significativos; sencillos y
trascendentes. Es, ante todo, la capacidad personal de recordar; sin embargo,
es innegable que los hechos históricos, aunque tengan interpretaciones
personales, implican connotaciones y,
consecuentemente, recuerdos sociales.
La memoria
es, según Platón, el lugar de unión o de dispersión a nivel personal y social;
afirma que “hay en nuestras almas una
tablilla de cera, la cual es mayor en unas personas y menor en otras, y cuya
cera es más pura en unos casos y más impura en otros, de la misma manera que es
mas dura unas veces y más blanda otras, pero en algunos individuos tiene la
consistencia adecuada” (Platón en el Teeteto) Para él,
la memoria es un don por el cual si queremos recordar algo que hayamos visto,
oído, o pensado, lo podemos actualizar o recobrar de aquella “tablilla de cera”
en la cual grabamos las más significativas experiencias y recuerdos.
Es, además,
el conjunto de hechos históricos que están escritos o no. Cuando se escriben se basan en los recuerdos y
conocimientos de quien los registra. Los hechos significativos registrados se
convierten en documentos considerados fuentes históricas. Para el registro de
un hecho histórico son válidos los recuerdos en fuentes escritas y, también,
las tradiciones orales en forma de anécdotas, poemas, frases. Estas versiones
contienen una riqueza singular que confirma o niega, que resta o exagera, que
apoya o ataca. Las versiones orales deben ser registradas aunque no se constituyan, de inicio, en fuentes
confiables pues también manifiestan en grado mayor o menor la creatividad de su
autor, casi siempre desconocido y su manera particular de recordar.
Para Petar
Ramadanovic, la memoria, es una proto escritura, una escritura primaria, y se
pregunta “O es que la escritura ofrece un modelo o una manera de pensar la
memoria, que de otro modo permanecería impensable, porque la mayoría, si no
todas las teorías de la memoria (incluyendo la de la neurociencia) concibe los
recuerdos como impresiones? …se escribe para refrescar la memoria”
(Ramadanovic, 1999) La memoria es como un archivo donde se ordenan y clasifican
los recuerdos recientes y distantes.
Existen experiencias,
lugares o personas que activan y actualizan los recuerdos personales y sociales
sobre los hechos históricos antiguos y más recientes. También es posible ingresar
a dicho espacio gracias a las fuentes (documentos, monumentos, tradiciones) y
podemos, además, incorporar elementos que ayudan en nuestra labor de recreación
e interpretación histórica: inferir e imaginar (ya que la memoria no tiene
límites internos) comparar y contrastar, relatar, empatizar, etc.
Hay un pasado,
pero la memoria se proyecta desde un momento posterior. Es entonces la memoria,
la que hace posible la distinción del antes y el después, por tanto del
presente, pasado y futuro. En el pasado está lo que recuerdo, el presente es el
momento en que recuerdo y el futuro es aquello que no puedo recordar.
Antiguamente se creía que la memoria congela el tiempo.
La memoria
histórica aporta el recuerdo y, con el, nos trasladamos a lugares desconocidos
y nos permite configurar una realidad compuesta por lugares donde no estuvimos
y personas a las que no conocimos. Nos ata
a lo que nunca volverá y nos aferramos a ella como si fuera el futuro mismo que consideramos
prometedor a partir de una comprensión visión optimista y esperanzada del
nuestra historia patria.
En “la
Genealogía de la Moral”, Nietzche afirma “el dolor es lo que mejor ayuda a
recordar”. Creo que exageró. Nuestra memoria histórica nos une (en los niveles
personal, local, regional y nacional) por recuerdos que resaltan la grandeza de
nuestro ancestro y testimonian la creatividad y originalidad de nuestro pueblo.
Una tarea
aún pendiente: sistematizar los recuerdos de nuestra memoria histórica local y
regional.
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