viernes, 24 de julio de 2009

José Francisco de San Martín y Matorras: "El Generalísimo de las Armas"


Me parece pertinente culminar la secuencia sobre “La Independencia del Perú” refiriéndome a la insigne figura de Don José Francisco de San Martín y Matorras, “Fundador de la libertad del Perú” y “Generalísimo de las Armas” (de acuerdo a las recompensas y honores otorgados por el Primer Congreso Peruano en 1822 presidido por Francisco Javier de Luna Pizarro). No bastan los datos biográficos. Trataré de acercarlos a la personalidad del “Generalísimo” mediante el conocimiento de algunos de sus escritos.
José Francisco de San Martín y Matorras, hijo de Juan de San Martín y de Gregoria Matorras, nació en Yapeyú el 25 de febrero de 1778. En 1781, su familia se traslada a Buenos Aires y en 1784 a España, donde José Francisco realizó sus estudios elementales para luego, en 1789, incorporarse como cadete al Regimiento de Infantería de Murcia a la edad de once años. Serviría en el ejército del Rey en Europa y África. Allí iniciaría una carrera militar que lo llevaría a convertirse en uno de los más importantes libertadores de América. Sobre su experiencia diría: “Yo servía en el ejército español en 1811. Veinte años de honrados servicios me habían atraído alguna consideración, sin embargo de ser americano; supe de la revolución de mi país, y al abandonar mi fortuna y mis esperanzas, sólo sentía no tener más que sacrificar al deseo de contribuir a la libertad de mi patria; llegué a Buenos Aires a principios de 1812 y desde entonces me consagré a la causa de América: sus enemigos podrán decir si mis servicios han sido útiles”.
En 1812, retornó a su patria con el deseo de colaborar en la lucha por la Independencia. Tres años después, se encargó de la gobernación de la provincia de Mendoza donde formó el ejército que liberó a Chile en 1817 y programa la Expedición libertadora de Perú. Diría: “No aspiro a la fama de conquistador del Perú. ¿Qué haría yo en Lima si sus habitantes me fuesen contrarios? No quiero dar un paso más allá de donde vaya la opinión pública. La opinión pública es un nuevo resorte introducido en los asuntos de estos países: los españoles, incapaces de dirigirla, la han comprimido. Ha llegado el día en que va a manifestar su fuerza y su importancia”.
Lograda la independencia peruana, se embarca a Guayaquil para entrevistarse con Bolívar y ponerse a sus órdenes en la consolidación de independencia americana, según se desprende de las misivas cruzadas entre ellos. San Martín en carta a Bolívar con fecha 29 de agosto de 1822, refiere: “Los resultados de nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la pronta terminación de la guerra. Desgraciadamente yo estoy íntimamente convencido o que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes, con las fuerzas de mi mando, o que mi persona le es embarazosa”. Es firme pero prudente: “He hablado a usted, general, con franqueza, pero los sentimientos que expresa esta carta quedarán sepultados en el más profundo silencio; si llegasen a traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para perjudicarla, y los intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia”.
San Martín está dolido por la actitud de Bolívar pero, aun así, da muestras de una gran humildad: “Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien América debe su libertad. El destino lo dispone de otro modo y es preciso conformarse”. Trata de comprender y, al despedirse de Bolívar dice: “Con el comandante Delgado, dador de ésta, remito a usted una escopeta y un par de pistolas juntamente con el caballo de paso que le ofrecí en Guayaquil. Admita usted, general, esta memoria del primero de sus admiradores. Con estos sentimientos y con los de desearle únicamente sea usted quien tenga la gloria de terminar la guerra de la independencia de la América del Sur, se repite su afectísimo servidor”.
Tras gobernar el Perú entre 1821 y 1823, regresó a Chile camino a Argentina, desde donde partió al exilio en Europa. Tras su estadía en Inglaterra, Escocia, Bruselas y diversos lugares de Francia, y de un complicado viaje al Río de la Plata (1829), en 1834 decidió radicarse definitivamente en Grand Bourg, cerca de París, donde murió el 17 de Agosto de 1850 en Francia.
Antes de morir legó el texto conocido como “Máximas a Mercedes Tomasa” (su hija) en que le invoca a humanizar el carácter, amar la verdad, inspirar confianza y amistad, dar a los pobres, ser honrada, saber guardar secretos, respetar las creencias, tratar dulcemente a los pobres y viejos y hablar poco.
Sus restos mortales fueron repatriados a Buenos Aires en 1880 según su voluntad expresada en su testamento “Sí deseo que mi corazón sea depositado en el cementerio de Buenos Aires”.