miércoles, 25 de octubre de 2017

Los Milagros de Fray Francisco Solano en Lambayeque

Oleo: San Francisco Solano
De Kracker Johann Lucas
Año: 1770 

En 1676 en Madrid (España), se publica la obra “Vida, virtudes y milagros del apóstol del Perú el B. P. Fr. Francisco Solano” del presbítero franciscano Diego de Córdoba y Salinas. El texto reúne las declaraciones y testimonios de quinientos testigos sobre la acción milagrosa de San Francisco Solano. Los testigos pertenecieron a las diócesis de Sevilla, Granada, Lima. Córdoba y Málaga. En la obra aparecen (Cap. XI – p. 523 - 526) cuatro testimonios  registrados entre 1634 y 1640 en el pueblo de San Pedro de Lambayeque.
A San Francisco Solano se le llama el “Taumaturgo del nuevo mundo” reconociéndosele como una Persona que actuó de forma milagrosa y a quien se atribuyó actos prodigiosos. Nació en 1549 en Andalucía (España). Recorrió a pie los territorios de Perú, Argentina y Paraguay, instruyendo a los naturales y ganando fama por su humildad, alegría, servicio y labor pacificadora.  Falleció en 1610 pero sus virtudes fueron reconocidas también en Lambayeque.
Sana una niña desahuciada: A 26 de enero de 1634, juraron ante el juez apostólico en el pueblo de Lambayeque, Martín Godínez Ternero y su mujer María de Mingolla que hacía tres años que una hija suya llamada Lucía estuvo desahuciada y sin esperanza de vida, ni remedio alguno le era de provecho, no podía comer y para que recibiese alguna sustancia le habrían la boca con un palo. El padre afligido pidió una imagen de San Solano que puso en la cabecera de la enferma invocando su intercesión que luego se experimentó, pues el mismo día mejoró y pidió de comer y de bien en mejor en breve consiguió entera salud. Y lo declararon sus padres juntamente con Luisa de Mingolla testigo conteste”.
Resucita un niño: Mayor fue la maravilla que dentro de dos años sucedió, que según buena cuenta fue el de 1639. Parió la dicha María Mingolla un niño que llamaron Pedro que por haber nacido antes de tiempo salió enfermizo y desmedrado y a los siete días le sobrevino un mal repentino. Tomolo en los brazos su padre, pusosele el rostro renegrido, fuele faltando el aliento y la respiración, dio dos o tres boqueaqueadas y con ellas acabó la vida dando principio a general llanto y lágrimas en todos los de su casa. El padre certificado de la muerte del hijo, hizo memoria de lo mucho que valen con Dios los méritos del S. Solano, partió de carrera por el retrato del santo, llegó al difunto y pidió a todos hiciesen pausa en sus lágrimas y tuviesen fe, que sin duda Dios le restituiría la vida a su hijo  por medio de su siervo el santo Solano. Y así sucedió pues dentro de media hora que estuvo puesto el retrato del santo al rostro del niño, resucitó, abrió los ojos y de improviso el color difunto y amarillo se transformó en un color rosado y apacible cobró nuevo aliento y tomó el pecho y quedó bueno y sano y lo estaba al tiempo que se escribió ante el juez apostólico esta maravilla. Todos quedaron como pasmados y alabaron a Dios que por la intercesión del bendito padre Solano obró tan gran milagro, por cuya causa llaman al niño Pedro Solano. Hicieron declaración con juramento en forma los dichos su padre y su madre, y su hermana Lucía de Mingolla, testigo conteste a 26 de enero de 1640”.
Sana una niña muy peligrosa: Una niña llamada Francisca, hija de Alonio García Flores y de Lucía de Mingolla su mujer, vecinos de Lambayeque, estuvo muy peligrosa de una enfermedad que le dio a modo de perlesía, torcíasele la boca a un lado y hería lastimosamente de pies y manos. Viendo su madre cuan poco le prestaban los remedios que le hacían, pidió a su cuñado Martín Ternero el retrato del S. P Solano que con viva fe puso en la cabecera de la doliente y siendo esto de parte de noche, volvió luego en sí y a medianoche tomo el pecho que en tres días no había sido posible con que fue mejorando de manera que amaneció  quitada la fealdad de la boca y vuelta a su lugar, y en señal de su salud milagrosa, apareció delante de todos (con notable admiración) sobre la cabeza de la niña una señal en forma de cruz, como dorada y muy hermosa que luego se fue desapareciendo, y sin otra cura ni remedio humano, en breve se conoció su maravillosa salud y algunos dos años después reconocidos al santo padre Solano, hicieron de esta declaración ante el juez apostólico según derecho los dichos su padre y madre y María de Mingolla testigo conteste el enero pasado de 1640”.
Sana un niño de calenturas: Doña María Santillán, viuda de Miguel de Ribas, juró en el dicho pueblo de Lambayeque ante el juez apostólico, a treinta y uno de enero de 1640, que habría tiempo de cuatro meses, que estando un niño llamado Pedro, que criaba en su casa muy enfermo, una noche llego a estar tan mortal y con tal pestilencial calentura, que no hablaba ni comía y todos aguardaban que expirase. Acudió esta señora con un poco del aceite de las lámparas del santo Solano que le aplicó al vientre implorando su auxilio que luego se sintió con la súbita mejoría de manera que al tiempo que trataban de su entierro amaneció sin calentura y pidió de comer y siempre se continuó su mejoría. Y esta declarante y los demás de su casa celebraron el suceso por milagro obtenido por los méritos del santo Solano”.    
Portada de la Obra de Diego Córdoba y Salinas
“Vida, virtudes y milagros del apóstol del Perú el B. P. Fr. Francisco Solano” - 1676

Algunos comentarios que me parecen necesarios: En los tres primeros milagros es notoria la participación de personajes cercanos, familiares. Los prodigios ocurrieron en favor de dos de los hijos y un nieto de Martín Godínez y María de Mingolla. Se puede inferir la notable devoción familiar a San Francisco Solano. Tenían un retrato del santo y según la costumbre de la época pienso debió tratarse de un retrato grande. En el primer caso se testimonia la sanación de su hija Lucía, al parecer de epilepsia, en 1634 aclarando que el hecho se produjo en 1631. En el segundo caso, Pedro el recién nacido hijo de la pareja, resucita por la intercesión milagrosa de San Francisco Solano treinta minutos después de invocarse su acción milagrosa. Entre los testigos de los hechos se cuenta a Luisa y Lucía de Mingolla hermanas de la madre de los pequeños. El tercer prodigio fue en favor de Francisca, hija de Lucía de Mingolla, usándose medios similares a los dos primeros; esta vez, una cruz dorada apareció por poco tiempo en su cuero cabelludo. Sobre el cuarto prodigio, no puedo evitar relacionarlo con el segundo, en favor del pequeño Pedro; me da la impresión que refieren al mismo milagro.
Me parece significativo que en la dedicación de la obra de Córdoba y salinas realizada por Fray Pedro de Mena a Don Pedro de Portocarrero y Aragón, Conde de Medellín y Presidente del Real Consejo de Indias entre 1676 y 1679; Mena, califique a San Francisco Solano como el “místico diamante de subidos fondos de fe, celo, austeridad y milagros… tesoro perulero con que aquella opulentísima ciudad de Lima adorna la Iglesia…”.


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