jueves, 12 de enero de 2017

El Pleito de las Lejías


Según fuentes históricas estudiadas por Scarlett O´Phelan, Víctor Peralta y Susana Aldana, el hecho que a continuación narro ocurrió por la aplicación de las Reformas Borbónicas el siglo XVIII que trajo consigo el aumento de alcabalas (impuesto a la venta de mercancías) y la libre comercialización de algunos productos, con lo cual acabó el monopolio de determinadas comunidades. El pleito por el control del comercio de lejía entre las comunidades de Mórrope y Sechura se inició el año 1773.
En Lambayeque las casas – tinas existieron primero en las haciendas y, luego, en los alrededores de las ciudades. Eran fábricas de jabón con sebo animal, donde se beneficiaban los animales, procesando sus pieles separando de ellas el sebo. En este proceso, la lejía era el principal insumo por su propiedad cáustica.

En 1773 Juan Chapilliquén, procurador de los indígenas sechuranos, exigió a las autoridades la libre comercialización de las lejía en los corregimientos piurano y lambayecano. Hasta esa fecha los indígenas de Mórrope ejercían el monopolio comercial de dicho producto. Chapilliquén presentó a Mórrope como una comunidad próspera con ingentes productos minerales (yeso, también cal y sal), ganado y agua; agregó contar con el apoyo de los tineros de Piura y Lambayeque, pues la lejía de Mórrope les llegaba siempre adulterada. Pedro Estela, diputado de comercio, calificaría a los morropanos de “…muy agudos y pícaros (vendedores de) lejía de pampa, mezclada con la yerba que llaman cheque o de gallinazo, que cuaja famosamente por lejía de Caboverde y afloja el material del jabón muchísimo porque no vale nada”.
Don Francisco Santisteban, procurador de los morropanos, argumentó que su comunidad tuvo derecho de comercialización por casi dos siglos, sin razón alguna para terminar con dicho beneficio; además, la comunidad de Sechura, tenía el monopolio de la comercialización del pescado otorgado por el gobierno virreinal y Mórrope jamás contravino dicha disposición. Agregó que sin este monopolio su comunidad perecería al no contar con actividad agrícola. Además, como consecuencia de esta actividad, han pagado puntualmente todos los impuestos al gobierno virreinal y las demás obligaciones locales.

El pleito duró hasta el siglo XIX cuando las autoridades dispusieron el libre comercio de lejía, fallando a favor de los sechuranos. Sin embargo, esto motivó la participaron en el comercio de las comunidades de Lambayeque, Monsefú y Eten con lo cual el precio bajó desfavoreciendo a los sechuranos como al resto de comunidades lambayecanas.

El golpe de gracia al comercio de la lejía ocurrió a inicios del siglo XIX con el cierre progresivo de tinas en la costa norte del Perú por el desarrollo del comercio agrario que disminuyó el comercio de lejía hasta convertirlo en insignificante.

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