miércoles, 13 de enero de 2016

Historia de un Meganiño: El Fenómeno “El Niño” de 1877

La sabiduría popular de los lambayecanos del área rural durante el siglo XVIII refirió el fenómeno “El Niño” con la siguiente idea “enero poco, febrero loco, marzo poco a poco, abril aguas mil dentro de un barril” señalan, entonces el proceso ordinario del Fenómeno “El Niño”. Para ellos, como para nosotros, el proceso de esta ocurrencia atmosférica es: durante el mes de enero se producen lloviznas o lluvias ligeras, en febrero se inician las lluvias torrenciales, en marzo las lluvias comienzan a menguar y, en abril tenemos agua “más que suficiente”. Sin embargo, ha ocurrido en los últimos cinco siglos once Meganiños; tiempo en el cual la anterior fórmula tradicional queda muy corta. El presente artículo busca dar a conocer las características de un Meganiño, para lo cual me enfocaré en el ocurrido los años 1877 – 1878.
Según Arturo Rocha Felices “En el bienio 1877-1878 ocurrió uno de los más grandes Fenómenos El Niño de que se tiene noticia, el que constituyó una modificación severa, violenta y transitoria del clima dominante, que se produjo cuando las acciones humanas sobre el medio ambiente eran pequeñas, de modo que no se puede establecer una relación causal entre ellas y el fenómeno ocurrido…originó grandes daños en una parte importante del planeta y sus consecuencias económicas y sociales fueron enormes” (Rocha, 2014) luego compara y afirma que en la costa norperuana el Meganiño de 1982 tuvo un impacto similar al de 1877.
Sobre dicho evento, el inglés Sir Spencer St. John en su informe general sobre el Perú (1878) registra en sus observaciones in situ que “Un fenómeno curioso fue ampliamente notado. Después de la gran marea alta de 1877 se produjo un cambio en el tiempo y cayeron fuertes lluvias en lugares que no habían conocido tal fenómeno por más de 50 años y los cerros desnudos y los llanos arenosos de pronto se vieron cubiertos con flores y diminutos arbustos. La temperatura se elevó perceptiblemente y en 1877 hubo muy poco frío y nublado del que aquí se llama invierno” (Spencer, 1878)
El investigador chileno Patricio Aceituno, señala “El año 1877 fue un año que podría haber sido catalogado como el año del Apocalipsis, en todo el mundo. Cuando uno mira la evolución del clima a nivel global desde mediados del siglo XIX hasta ahora, lo que se ve es un salto en este año que muestra que nunca la temperatura había subido tanto en un solo año, una situación tremendamente anómala y que generó muchos cambios a nivel político y social en muchos países” (Aceituno, 2008)
Rocha Felices, sintetiza el impacto del fenómeno El Niño de 1877 en Lambayeque con los siguientes términos: “El departamento de Lambayeque fue, a la luz de la información disponible, uno de los lugares del norte peruano que sufrió más intensamente los efectos del Meganiño 1877-1878. El 29 de marzo de 1877 el río Chancay Lambayeque tuvo lo que llamaron la gran creciente que originó una fuerte inundación en varios lugares del departamento y que produjo graves daños a los caminos, puentes y vías férreas. Las acciones que se tomaron en febrero de 1878 para la defensa de la ciudad de Lambayeque fueron intensas; sin embargo, los daños fueron muy grandes. Los pobladores se retiraron a los médanos altos de la arena. Los daños no fueron solamente urbanos; en el campo, dicen los informes, no ha quedado una sola sementera en estado de utilidad. Todos los campos agrícolas quedaron cubiertos por las aguas, formándose un inmenso lago. Se ahogaron animales, se perdieron las cosechas y los sistemas de riego. Fue la ruina total de la agricultura… Se reportaron impactos severos en Motupe, Lambayeque, Chiclayo, Zaña, Trujillo y Chimbote”. Spencer refiere en sus observaciones una sobre la temperatura durante aquel periodo de tiempo “hubo un incremento marcado del calos, que ha continuado hasta el mes de mayo de 1878, en el que se aprecia la tendencia a volver al estado normal…” (Rocha, 2014)

Es conveniente, entonces, aprender de la historia y no bajar la guardia. En un país con un fenómeno atmosférico recurrente, tomar medidas de último minuto, resulta en un acto poco inteligente pues significa no haber aprendido nada de ella.