miércoles, 25 de marzo de 2015

La Desterritorialización Cultural, Otro Efecto de la Actual Globalización


Es correcto afirmar que “la globalización afecta las categorías básicas de nuestra percepción de la realidad en cuanto trastoca la relación tiempo espacio y la reinventa…” (Hopenhayn, 1999). La aceleración del Tiempo  que ahora se mide por la velocidad de la luz y la contracción de las distancias y los espacios que ahora son más virtuales que físicos, son dos muestras de dicha reinvención. Otra es la novedosa circulación del dinero y las imágenes. Grandes cantidades de dinero e imágenes de diversos tipos, tamaños, formas y color; circulan “sin límites de espacio y en un tiempo infinitesimal”. Esta nueva realidad influye en  las personas y sus culturas. Hay quienes no pueden (por haber sido insertados o capacitados en el manejo de las herramientas tecnológicas de este tiempo), aunque deseen, moverse, producir, intercambiar o comunicar alguna manifestación de su cultura a la misma velocidad  y en los espacios (ahora virtuales) donde circula de ordinario el conocimiento, la información y las evidencias de las manifestaciones culturales. Esta, relega a la periferia del espacio cultural desterritorializado, a todos aquellos que por razones educativas, económicas, religiosas, políticas o  sociales desconocen los accesos a este nuevo espacio. Mientras se afianza con aquellos que, por las mismas razones, tienen acceso sin restricciones al espacio en el que se logra (de facto) desarrollo y progreso. La Desterritorialización que trae consigo la actual globalización es excluyente y marginadora en cuanto las instituciones que norman la vida social y cultural (la principal es el estado) no  tomen medidas que permitan acceder al espacio virtual a todos sin diferencia y en igualdad de condiciones. Los espacios material y virtual no son, en apariencia, complementarios; implican posiciones ideológicas irreconciliables, en cuanto a la pertinencia de su uso y la necesidad de su existencia. Las posiciones neutras al respecto tienen un aire romántico y soñador. Estimo que uno de los dos espacios terminará absorbiendo al otro y, al final, serán las cosas (lo material) menos bello, importante y necesario que aquello que circula en el espacio virtual aunque no esté al alcance de nuestras manos.


El nuevo panorama en nuestra región y país muestra a los integrados y excluidos del espacio virtual desterritorializado como personas reestratificadas, reubicadas en los niveles que impone el territorio virtual merced al grado de accesibilidad del sujeto. Estas son, también, nuevas categorías sociales, pues la interacción humana se realiza en un porcentaje cada vez mayor en las redes sociales que gestan nuevas formas comunicacionales y códigos lingüísticos usuales para unos e incomprensibles para otros. Son cada vez más las personas que no soportan vivir sin tecnología que los conecte con dicho espacio. Las tecnologías que nos conectan con el espacio virtual son todas y cada una extensiones de nuestros sentidos a grado tal que muchos se sienten incompetentes al prescindir de ellas. Una nueva distinción surge, la división joven – adulto, pues a mayor edad habrá menor posibilidad de acceso. La obsolescencia ha pasado de ser un término que califica a las máquinas en desuso al que califica, también, a las personas sin acceso y por lo tanto, improductivas e ineficaces. Esto implica, entonces, la minimización de la dignidad humana, en general, para la “elevación” del homo tecnológicus, en particular.
“La reorganización de los escenarios culturales y los cruces constantes de las identidades exigen preguntarse de otro modo por los órdenes que sistematizan las relaciones materiales y simbólicas de los grupos” (García, 1990) hoy somos testigos de la descentralización de las empresas, la simultaneidad planetaria de la información, la adecuación de ciertos saberes e imágenes internacionales a los conocimientos y hábitos de cada pueblo, el uso de satélites y computadoras en la difusión cultural…la persona de hoy está siendo inducida a ser de un lugar y de todos a la vez, a saber lo suyo y lo de otros independientemente de quien sea o de la pertinencia de dicho saber, a conocer y comportarme de acuerdo a mi cultura y de acuerdo a la de otros al mismo tiempo.
Este es el tiempo del hombre máquina, aquel de quien se piensa puede “funcionar” con tal velocidad  que sepa de todo y los transmita en el mínimo tiempo posible. Aquel que de no acceder al espacio virtual desterritorializado de la cultura será considerado inútil, viejo u obsoleto.







Apuntes Sobre la Memoria Histórica


Aunque no sea propiamente un espacio, la memoria histórica es el lugar interior, y también social, de los recuerdos y hechos significativos; sencillos y trascendentes. Es, ante todo, la capacidad personal de recordar; sin embargo, es innegable que los hechos históricos, aunque tengan interpretaciones personales, implican connotaciones  y, consecuentemente, recuerdos sociales.
La memoria es, según Platón, el lugar de unión o de dispersión a nivel personal y social; afirma que “hay en nuestras almas una tablilla de cera, la cual es mayor en unas personas y menor en otras, y cuya cera es más pura en unos casos y más impura en otros, de la misma manera que es mas dura unas veces y más blanda otras, pero en algunos individuos tiene la consistencia adecuada” (Platón en el Teeteto) Para él, la memoria es un don por el cual si queremos recordar algo que hayamos visto, oído, o pensado, lo podemos actualizar o recobrar de aquella “tablilla de cera” en la cual grabamos las más significativas experiencias y recuerdos.
Es, además, el conjunto de hechos históricos que están escritos o no. Cuando  se escriben se basan en los recuerdos y conocimientos de quien los registra. Los hechos significativos registrados se convierten en documentos considerados fuentes históricas. Para el registro de un hecho histórico son válidos los recuerdos en fuentes escritas y, también, las tradiciones orales en forma de anécdotas, poemas, frases. Estas versiones contienen una riqueza singular que confirma o niega, que resta o exagera, que apoya o ataca. Las versiones orales deben ser registradas aunque no  se constituyan, de inicio, en fuentes confiables pues también manifiestan en grado mayor o menor la creatividad de su autor, casi siempre desconocido y su manera particular de recordar.
Para Petar Ramadanovic, la memoria, es una proto escritura, una escritura primaria, y se pregunta “O es que la escritura ofrece un modelo o una manera de pensar la memoria, que de otro modo permanecería impensable, porque la mayoría, si no todas las teorías de la memoria (incluyendo la de la neurociencia) concibe los recuerdos como impresiones? …se escribe para refrescar la memoria” (Ramadanovic, 1999) La memoria es como un archivo donde se ordenan y clasifican los recuerdos recientes y distantes.
Existen experiencias, lugares o personas que activan y actualizan los recuerdos personales y sociales sobre los hechos históricos antiguos y más recientes. También es posible ingresar a dicho espacio gracias a las fuentes (documentos, monumentos, tradiciones) y podemos, además, incorporar elementos que ayudan en nuestra labor de recreación e interpretación histórica: inferir e imaginar (ya que la memoria no tiene límites internos) comparar y contrastar, relatar, empatizar, etc.
Hay un pasado, pero la memoria se proyecta desde un momento posterior. Es entonces la memoria, la que hace posible la distinción del antes y el después, por tanto del presente, pasado y futuro. En el pasado está lo que recuerdo, el presente es el momento en que recuerdo y el futuro es aquello que no puedo recordar. Antiguamente se creía que la memoria congela el tiempo.
La memoria histórica aporta el recuerdo y, con el, nos trasladamos a lugares desconocidos y nos permite configurar una realidad compuesta por lugares donde no estuvimos y personas a las que no conocimos. Nos  ata a lo que nunca volverá y nos aferramos a ella como  si fuera el futuro mismo que consideramos prometedor a partir de una comprensión visión optimista y esperanzada del nuestra historia patria.
En “la Genealogía de la Moral”, Nietzche afirma “el dolor es lo que mejor ayuda a recordar”. Creo que exageró. Nuestra memoria histórica nos une (en los niveles personal, local, regional y nacional) por recuerdos que resaltan la grandeza de nuestro ancestro y testimonian la creatividad y originalidad de nuestro pueblo.
Una tarea aún pendiente: sistematizar los recuerdos de nuestra memoria histórica local y regional.