martes, 10 de marzo de 2015

La Globalización de la Indiferencia


Nos es indiferente algo o alguien que no despierta nuestro interés o afecto, que no capta nuestra empatía, que no genera nuestra atención y, últimamente, algo o alguien que definimos sin comprometernos.
El “hombre light” (hombres y mujeres) en una cultura hedonista, cede a la tentación del lujo o la carrera, transforma su vocación en oficio y vive haciendo guiado por objetivos claramente económicos, dejando de lado su trascendencia hasta divagar por las arterias de su propio egoísmo. Le interesa su apariencia física, la ropa y objetos que posee; se deleita compartiéndolo solo con los suyos por una cuestión de estatus… “Debemos contrastar la cultura del bienestar que nos hace insensibles a los gritos de los otros y que nos lleva a la globalización de la indiferencia” (Papa Francisco, 2015)
La indiferencia está de moda, se habla de pobreza, marginación y exclusión en la prensa, revistas, mesas redondas, comisiones de estudio, etc. Todos reflexionan sobre el tema. Da la impresión que a muchos les molesta la insistencia en sacar a la luz algo que debería estar oculto. “Otros pueden pensar que siempre es importante disponer de datos sociológicos, más o menos fiables, bien sea por curiosidad científica, bien para justificar un ejercicio simplemente académico. Por suerte no todo es tan frívolo”.
Muchos deberíamos sentirnos interpelados por una realidad que nos lleva, a preguntarnos ¿De qué me sirven las cifras, hice algo después de conocerlas? ¿Cómo es posible que la marginación y pobreza, el hambre y la exclusión social, se hallen a nuestro lado y no hayamos hecho nada? ¿Cómo es posible que este país, cuyo gobierno presenta al mundo cifras económicas envidiables, no sea capaz de dar una respuesta solidaria y eficaz a esa realidad de millones personas? ¿Qué hago para trascender con mi prójimo? ¿Cómo motivo a quiénes se encuentran en mi entorno a hacer algo sobre esta realidad?
El otro es visible mientras no sea incómodo o violente nuestro estilo de vida. Preferimos vivir teorizando  “Nos estamos acostumbrando a las estadísticas que hablan del desempleo o la pobreza... Nos estamos acostumbrando a que se nos hable de ocho millones de pobres en nuestro país... Nos estamos acostumbrando a las cifras mundiales del hambre... Nos estamos acostumbrando a considerar a nuestros ancianos como a seres inútiles. Nos estamos acostumbrando a todo tipo de economía sumergida...” (García, 1986)

Cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás, eso es algo que Dios Padre no hace jamás; entonces nuestro corazón cae en la indiferencia. No debemos ser indiferentes ante la injusticia, la indiferencia y el sufrimiento de los demás. Vivir replegados y encerrados en nosotros mismos es el egoísmo típico de este tiempo. Mientras el mundo se cierra, los cristianos se abren y acogen al más débil, al más pobre, al más pequeño...luchemos contra la globalización de la indiferencia

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