Nos es
indiferente algo o alguien que no despierta nuestro interés o afecto, que no
capta nuestra empatía, que no genera nuestra atención y, últimamente, algo o
alguien que definimos sin comprometernos.
El “hombre light”
(hombres y mujeres) en una cultura hedonista, cede a la tentación del lujo o la
carrera, transforma su vocación en oficio y vive haciendo guiado por objetivos
claramente económicos, dejando de lado su trascendencia hasta divagar por las arterias
de su propio egoísmo. Le interesa su apariencia física, la ropa y objetos que
posee; se deleita compartiéndolo solo con los suyos por una cuestión de
estatus… “Debemos contrastar la cultura del
bienestar que nos hace insensibles a los gritos de los otros y que nos lleva a
la globalización de la indiferencia” (Papa Francisco, 2015)
La indiferencia
está de moda, se habla de pobreza, marginación y exclusión en la prensa,
revistas, mesas redondas, comisiones de estudio, etc. Todos reflexionan sobre
el tema. Da la impresión que a muchos les molesta la insistencia en sacar a la
luz algo que debería estar oculto. “Otros pueden pensar que siempre es
importante disponer de datos sociológicos, más o menos fiables, bien sea por
curiosidad científica, bien para justificar un ejercicio simplemente académico.
Por suerte no todo es tan frívolo”.
Muchos deberíamos
sentirnos interpelados por una realidad que nos lleva, a preguntarnos ¿De qué me
sirven las cifras, hice algo después de conocerlas? ¿Cómo es posible que la
marginación y pobreza, el hambre y la exclusión social, se hallen a nuestro
lado y no hayamos hecho nada? ¿Cómo es posible que este país, cuyo gobierno presenta
al mundo cifras económicas envidiables, no sea capaz de dar una respuesta
solidaria y eficaz a esa realidad de millones personas? ¿Qué hago para
trascender con mi prójimo? ¿Cómo motivo a quiénes se encuentran en mi entorno a
hacer algo sobre esta realidad?
El otro es
visible mientras no sea incómodo o violente nuestro estilo de vida. Preferimos
vivir teorizando “Nos estamos
acostumbrando a las estadísticas que hablan del desempleo o la pobreza... Nos
estamos acostumbrando a que se nos hable de ocho millones de pobres en nuestro
país... Nos estamos acostumbrando a las cifras mundiales del hambre... Nos
estamos acostumbrando a considerar a nuestros ancianos como a seres inútiles.
Nos estamos acostumbrando a todo tipo de economía sumergida...” (García, 1986)
Cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos
olvidamos de los demás, eso es algo que Dios Padre no hace jamás; entonces
nuestro corazón cae en la indiferencia. No debemos ser indiferentes ante la
injusticia, la indiferencia y el sufrimiento de los demás. Vivir replegados y
encerrados en nosotros mismos es el egoísmo típico de este tiempo. Mientras el
mundo se cierra, los cristianos se abren y acogen al más débil, al más pobre,
al más pequeño...luchemos contra la globalización de la indiferencia
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