sábado, 11 de octubre de 2014

Pobreza y Consumismo ¿Qué hacer?


El PNUD es el organismo de las Naciones Unidas que se ocupa de analizar y monitorear los indicadores de la pobreza y el desarrollo en el mundo. En su informe sobre la situación mundial hasta el año 2013 refiere “(en el mundo) la riqueza está repartida de manera extremadamente desigual…” y, aunque descendió la pobreza extrema mundial de 36% a 19% (hay 620 millones menos de pobre extremos en el mundo) el problema de la desigualdad es notorio y refleja, a mi entender, una caída en los indicadores morales de las diversas sociedades en las que, a pesar de las cifras, el consumismo se fortalece como parte de una cultura individualista disfrazada de prosperidad y que, en términos prácticos, muestra la laxitud de valores como la solidaridad, caridad y justicia; la despreocupación por el prójimo y la reducción de los objetivos de vida únicamente a los referidos al bienestar económico y el logro de la riqueza. Dígase de paso, no hay problema en ser rico mientras se tenga clara la idea del compartir o repartir con justicia, según sea el caso.

Si la riqueza mundial estuviera distribuida equitativamente, indica el mismo informa, una familia media, de dos adultos y tres hijos, podría disponer de ingresos por 2.850 dólares al mes. Sin embargo, un ser humano de cada tres no dispone de las instalaciones sanitarias más elementales, uno de cada cuatro no tienen electricidad, uno de cada siete vive en zona de extrema pobreza, uno de cada ocho tiene hambre y uno de cada nueve no dispone de agua potable. Cada persona podría disponer de un ingreso medio de 19 dólares al día, pero uno de cada vive con menos de 1,25 dólares al día.

Rafael del Peral, propone “actualmente vivimos en un mundo en el que consumimos de manera masiva, y ha llegado el momento de plantearse ciertas preguntas, como ¿por qué consumimos?, ¿quién se beneficia con mi consumo?, ¿a quién perjudica?”. Mientras Susana Rodríguez refiere que “…ha triunfado en las últimas décadas un estilo materialista y egoísta que ha acabado por ocasionar un agravamiento de la desigualdad social que ha sido, con toda probabilidad, una de las causas de una crisis que, para algunos, no es solamente de carácter económico, sino también una crisis cultural, de valores”. Creo que en nuestro tiempo, cada quien reclama su derecho a consumir y, con ello, se va perdiendo la integración social por la actitud de un consumidor que rinde pleitesía a los caprichos o veleidades que estimulan la producción de objetos superfluos que no cubren necesidades primarias y vitales.

Francisco Coriñaupa en “Autoridad ¿Existe?: Consumismo, moda y otras fantasías capitalistas”, indica: “el sujeto postmoderno, o sea, construido socialmente a imagen y semejanza del capitalismo, se maneja entre el consumismo y el individualismo de forma muy natural, no teniendo que buscar alguna relación sino viviendo identificado a ella, y no solo a través de la economía, que da sentido al consumismo, sino por las ideas y claro, por la conducta que irradia de ellas, es decir la idea de vivir aquí, ahora y rápido, con la mayor satisfacción posible, y buscar la manera para hacerlo tangible, es lo ´normal´”.

Consumo y consumismo no es lo mismo. El primero implica satisfacción de necesidades. El segundo superficialidad, egoísmo, individualismo, injusticia, inequidad… vale la reflexión seria de este hecho en el que, a lo mejor, nosotros mismos estemos sometidos.