martes, 15 de enero de 2013

Trato A los Japoneses en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y su Repercusión en Lambayeque

El trabajo que presento fue asesorado por mi persona y es de autoría de la señorita investigadora Priscilla Lee Chin. Se realizó en setiembre del año 2012.


INTRODUCCIÓN

El período de la segunda guerra mundial no solo es conocido por el maltrato a los judíos en los campos de concentración nazi, sino también por otras injusticias sociales que se dieron en el continente americano. Tras el ataque a Pearl Harbor en 1941, Estados Unidos adoptó una política represiva en contra de los japoneses; y este trato cruel que se les dio ocurrió también en nuestro país. A raíz de dicho incidente, Perú se mostró en contra de los países que conformaban el Eje (Alemania, Italia y Japón); por lo que hubo represalias contra la población de dichos países. La etnia japonesa fue la más numerosa en nuestro país, por lo cual, esta investigación se centrará en el trato que se les dio a los japoneses en el Perú, específicamente en el departamento de Lambayeque, entre 1940-1945. 

Considero importante este estudio porque permitirá que la sociedad peruana, particularmente los lambayecanos, conozca el trato a los japoneses que vivían en dicha zona durante la segunda guerra mundial, cuál fue el motivo de ello y qué hicieron las autoridades y pobladores al respecto. Esta información es vital como parte de nuestra historia lambayecana, pues nos ayuda a comprender mejor el hecho histórico, tomar conciencia del mismo y recapacitar sobre las acciones de nuestros antepasados para con los japoneses. El hecho de que Perú haya sido uno de los países latinoamericanos que compartió esta política antijaponesa durante este período de grandes tensiones internacionales, es un tema que ha motivado investigaciones acerca de la historia de los japoneses en el Perú desde distintos enfoques. Amelia Morimoto y Mary Fukumoto, peruanas de descendencia japonesa, han escrito varios documentos relacionados al tema. Isabelle Lausent-Herrera, investigadora francesa, ha estudiado sobre la inmigración asiática en el Perú. El tema del trato a los japoneses durante la segunda guerra mundial, específicamente en Lambayeque, no se ha abordado en profundidad; por ello, para esta investigación, tomo como referente el libro “Japoneses bajo el sol de Lambayeque” del Dr. Luis Rocca Torres.
El propósito de este estudio es analizar en qué medida el trato que se dio a los japoneses en Estados Unidos, en el contexto de la segunda guerra mundial, repercutió en Lambayeque entre 1940-1945. 
CAPÍTULO 1: INFLUENCIA NORTEAMERICANA EN LA CAMPAÑA ANTIJAPONESA EN EL PERÚ (1940-1945)

Desde la caída del presidente peruano Augusto B. Leguía, en 1930, se produjo una campaña antijaponesa motivada por algunos sectores gubernamentales y periódicos nacionales. Esto se dio, por una parte, debido a que Leguía, que estaba a favor de la inmigración japonesa al Perú, fue derrocado inicándose un cambio de actitud de los gobernantes que le sucedieron con respecto a ellos.[1] Por otro lado, esta campaña se vio influenciada por el disgusto que muchos peruanos tenían contra ellos; ya que después de haber llegado al Perú, los japoneses comenzaron a sobresalir como grandes comerciantes y por tener varias localidades importantes.[2] Por ejemplo, el 11 de octubre de 1937, J.P. Dávila manifestó, en “La Prensa”, lo siguiente: “Esta colonia, organizada y dirigida en forma perfecta desde Tokyo, tiene como fines inmediatos la absorción de nuestros incipientes medios económicos y de las tierras de cultivo para echar profundas raíces y afirmar su hegemonía (…)”.[3] Se propició en los peruanos  cierto recelo y temor del poder y acecho japonés hacia sus negocios. Un año antes, el gobierno de Benavides publicó un decreto, el 26 de junio de 1936, limitando a 16000 el ingreso de extranjeros por nacionalidad.[4] Con ello los japoneses no ingresaron al país hasta 1939.[5]

La campaña antijaponesa cobró mayor intensidad en 1940, unos meses después del estallido de la segunda guerra mundial. Prueba de ello, tenemos que el periódico “La Tribuna” publicó el 3 de mayo de 1940 que los japoneses estaban organizando la “Quinta Columna”, considerado como un grupo de espionaje y sabotaje; y representaban un peligro para la seguridad nacional.[6] Ante esta situación, el 13 de mayo 1940, se desataron revueltas antijaponesas (apoyadas por los servicios secretos ingleses y americanos)[7]. Hubo una gran cantidad de saqueos de negocios y hogares japoneses,[8] que produjeron pérdidas por seis millones de soles de la época.[9] De acuerdo a una encuesta del consulado japonés, 620 familias fueron atacadas; y de estas, 54 perdieron todos sus bienes.

El gobierno del Perú, que se mostró al inicio neutral, a partir del ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 se manifestó a favor de los Aliados, tomando medidas severas contra sus inmigrantes italianos, alemanes y japoneses. Como consecuencia, los inmigrantes que más sufrieron fueron los japoneses.[10] Considero que los estadounidenses incitaron a varios países latinoamericanos para adoptar medidas similares contra los japoneses. Por esta intervención los estadounidenses fueron los máximos responsables del maltrato que se dio a los japoneses en dichos lugares. Sin embargo, fue Perú el país que más apoyó la campaña antijaponesa. Por esta razón, Francis Peddie afirma que luego de Estados Unidos, fueron Canadá y Perú los países que adoptaron las medidas más extremas, incluyendo una masiva traslación de japoneses a los campos de concentración, confiscación de hogares y bienes, e incluso la deportación directa hacia Japón.[11]   

Nuestro país era gobernado por Manuel Prado Ugarteche, considerado “representante de la oligarquía financiera”[12] y “defensor de los Aliados contra las potencias fascistas del Eje”, lo cual significaba que Perú apoyaba las medidas estadounidenses, incluso aquellas injustas que estaban dirigidas en contra de los japoneses; su gobierno destacó por atraer el capital estadounidense.[13] Perú, como la mayoría de los países latinoamericanos, apoyaba la causa aliada porque tenía la intención de beneficiarse mejorando sus relaciones diplomáticas y comerciales con Estados Unidos; pues le vendía a este petróleo, algodón y minerales.[14] El hecho de tener como comprador a este país grande, poderoso y necesitado de dichas materias primas durante la guerra, representaba para los peruanos un gran beneficio; al  comprar nuestros productos, EEUU, era considerado un “socio excesivamente poderoso”.[15]

La campaña antijaponesa que se produjo en Estados Unidos repercutió en Perú porque este último fue uno de los países alineados a los Aliados. Esta afirmación se puede comprobar con dos acontecimientos que se dieron en el año 1942. El primero, fue el hecho de que Perú rompiese relaciones diplomáticas con los países del Eje el 24 de enero de 1942.[16] Y el segundo, fue la reunión entre Prado y Roosevelt en Washington en mayo de 1942;[17] siendo Manuel Prado el primer presidente sudamericano invitado por el mismo Franklin Roosevelt a visitar la capital de Estados Unidos y afianzar su posición de apoyo.[18] Esta entrevista evidencia la influencia estadounidense para la toma de decisiones con respecto al trato de los inmigrantes alemanes, italianos y japoneses en el Perú. Al respecto, Gardiner comenta: “(El presidente Prado) repetidamente demostró su docilidad ante los deseos de ese país. Con la esperanza de librar al Perú de los japoneses de manera permanente, hizo suya la idea de su deportación y repatriación y buscó maneras para su internamiento en los Estados Unidos que le aseguraran que nunca regresarían al Perú”.[19]

El 19 de febrero de 1942 se proclamó la Orden Ejecutiva 9066 en Estados Unidos, la cual autorizaba la creación de campos de internamiento para los japoneses.[20] No obstante, esta medida no solo afectó a los japoneses en Estados Unidos sino también a aquellos que se encontraban en otros países de Latinoamérica. El Gobierno estadounidense presionó e incentivó que se tomen algunas medidas en contra de los inmigrantes japoneses en América Latina puesto que creían que representaban una amenaza para los intereses estadounidenses en cuanto al mercado latinoamericano.[21]

Considero que Estados Unidos propició esta campaña antijaponesa debido a que las deportaciones fueron secundadas por el mismo gobierno estadounidense.[22] Perú envió gran cantidad de japoneses sin consideración alguna, pues, en mi opinión, no les importó el sufrimiento que causaría a cientos de familias por el hecho de ser japoneses o descendientes japoneses. No respetaron sus sentimientos, opiniones ni derechos. Y esta falta de consideración hacia ellos se debe, a mi juicio, a una ideología racista y xenofóbica, manifestada por el gobierno peruano y respaldada los Estados Unidos; al hacerles pensar a los peruanos y latinoamericanos, que los japoneses eran un peligro para la nación. El gobierno peruano no se perjudicaba económicamente, pues estas deportaciones las financiaba Estados Unidos.


CAPÍTULO 2: CONCRETIZACIÓN DE LAS POLÍTICAS ANTIJAPONESAS DE PRADO UGARTECHE EN EL PERÚ

Durante el primer período del gobierno de Prado Ugarteche (1939-1945), tiempo de la segunda guerra mundial, se aplicaron políticas de persecución a familias japonesas de un modo radical a nivel general en todo el Perú, pues deportó masiva e injustamente a residentes japoneses.[23] Por ejemplo, la deportación del señor Mantaro Kague al campo de concetración “Crystal City” (Texas), afectó la situación de su familia, pues de esta manera es cómo la relata su hijo Augusto Kague: “(…) Nos lanzaron de la casa que alquilábamos porque no pudimos pagar y comenzamos a vagar como gitanos en casas de amigos y familiares".  Así como este caso, casi mil familias fueron entregadas por el gobierno de Prado a Estados Unidos.[24] 

Perú adoptó medidas antijaponesas para apoyar la ideología de Estados Unidos contra ellos. En Río de janeiro, el 14 de mayo de 1940, Perú se opuso – decretando una serie de leyes – a que los diplomáticos japoneses latinoamericanos adquieran más productos; con ello logró neutralizar la presencia japonesa en nuestro país.[25]

En 1941, se disolvió su Sociedad Central, se cerraron varias de sus instituciones, se obstruyeron sus periódicos, confiscaron sus bienes y brevetes, se desconectaron teléfonos,  e incluso hubo arrestos domiciliarios y deportaciones masivas – por ser acusados de “inteligencia con el enemigo” – a campos de concentración en Estados Unidos.[26] El gobierno peruano emitió un decreto el 12 de agosto de 1941 por el cual prohibía la exportación de minerales hacia los países del Eje[27]; convirtiéndose, Estados Unidos, en uno de sus principales “clientes”.
Ante la noticia del ataque japonés a Pearl Harbor, esa misma tarde, el Consulado del Japón comunicó a los japoneses en Lima, el 10 de diciembre de 1941: “(…) Deben vivir como elementos pacíficos en la sociedad peruana desligados completamente de acontecimientos internacionales. La observación estricta y fiel de las leyes y medidas que se dicten es la condición primordial para todos los japoneses”.[28] Ese mismo día, el Ejecutivo decretó, como medida de seguridad nacional, la “inmovilidad de los fondos  de cuenta bancarias y valores de las firmas sociales e individuales japoneses”.[29] Los japoneses no podrían retirar dinero de los bancos. El consulado japonés aconsejó no reclamar ante las medidas adoptadas contra ellos y no tuvieron otra opción más que lidiar con estas. Sin embargo, algunos que no estaban dispuestos a soportar estos crímenes, prefirieron salir del país. El 4 de abril de 1942 abandonaron voluntariamente el Perú 141 personas.[30]

En la reunión entre Prado, Roosevelt y el general Marshall en Washington, se llegaron a varios acuerdos. EEUU pidió a Perú su colaboración para la deportación de 17 mil 500 japoneses,[31] Prado permitió a los estadounidenses instalar una base militar suya en Talara (Piura). Asimismo, permitió a las fuerzas aliadas utilizar puertos y aeropuertos peruanos.[32] Por otro lado, Prado firmó un tratado de préstamos y arriendos, por el que se congelaban los precios de las exportaciones peruanas a cambio de la reducción de los aranceles latinoamericanos.[33] Con ello Perú se beneficiaba con un mercado seguro y aumentaba sus ingresos al pegar menos impuestos por sus productos.

Entre abril de 1942 y febrero de 1945 fueron deportadas a los campos de concentración 1771 japoneses y nikkei[34]. Es decir, de los 2200 japoneses, aproximadamente, deportados de doce países latinoamericanos, al menos el 70 % provenía del Perú.[35]
Estas políticas de persecución se dieron a nivel nacional, pero especialmente en Lima de una manera más radical y masiva. De acuerdo con el censo de 1940, los japoneses eran el grupo de extranjeros más numeroso del país, siendo 17 638, la mayoría residía en Lima.[36]

Estas medidas se adoptaron aun cuando el Tratado de Paz, Amistad entre Perú y Japón, firmado el 21 de agosto de 1873, seguía en vigencia. Esto evidencia la sumisión y apoyo a Estados Unidos, en un momento en que ya no necesitaban la mano de obra de los japoneses. Opino, que esto refleja la deslealtad de los peruanos para con ellos y la astucia de los políticos de esos tiempos al ser justamente Perú, el primer país latinoamericano en establecer relaciones diplomáticas con Japón, y el primero de ellos en visitar Washington a invitación del presidente Roosevelt.[37]  

Después de todas estas medidas y el trato que recibieron los japoneses en nuestro país, el presidente Prado declaró, finalmente, el 11 de febrero de 1945 la guerra a Alemania y Japón; evidenciando una vez más el apoyo a la causa aliada.[38]        

CAPÍTULO 3: PERSECUCIÓN DE LOS JAPONESES EN LAMBAYEQUE ENTRE 1940-1945

Como era de esperar, las medidas que se adoptaron en contra de los japoneses durante la segunda guerra mundial repercutieron también en Lambayeque, donde sufrieron de agresiones e injusticias, siendo perseguidos y deportados por las fuerzas policiales.[39]

Como efecto de la influencia estadounidense en el trato que se les dio a los japoneses a nivel nacional, el gobierno peruano incentivó en las provincias esta ideología xenofóbica considerando que los japoneses debían ser deportados al ser considerados una “amenaza” para la nación.  Es decir, una vez que el gobierno estadounidense logró convencer al gobierno de Prado que los japoneses debían ser castigados de alguna manera por todo lo que estos representaban, las jefaturas policiales y fuerzas militares desde Lima mandaron la orden a las autoridades locales lambayecanas para que se encargasen también de perseguir, principalmente, a los prósperos comerciantes japoneses de tal forma que sus negocios sean cerrados, y ellos sean deportados a Estados Unidos.[40]  Según Luis Rocca, se puede asegurar que en Lambayeque las autoridades hicieron una “lista negra” con los nombres de quienes debían deportar.[41] Esta tenía como objetivo deshacerse de los inmigrantes japoneses y, especialmente, de aquellos que poseían negocios importantes. Esto indica un posible temor y envidia por parte de algunos residentes del lugar de que los japoneses sean más prósperos que ellos. Considero que otra de las razones por la que querían eliminar a los grandes empresarios, era por una cuestión de orgullo. Si los primeros inmigrantes japoneses habían llegado para trabajar en las haciendas azucareras;[42] con el tiempo, su prosperidad fue notoria; el hecho significó un duro golpe al orgullo de los comerciantes locales. También tenían como objetivo deportar a los directivos de la Sociedad Japonesa de Chiclayo[43], pues si esta organización carecía de líderes sería cerrada – y así ocurrió –, logrando una menor interacción entre los mismos japoneses de la localidad.[44]       

Así como fueron tratados los japoneses en Lima, debido a la influencia estadounidense en la toma de estas medidas, los japoneses en Lambayeque sufrieron de las mismas medidas. Una de ellas fue el hecho de que se cerraron varios de sus negocios, llegando al punto de rematar las tiendas en un día.[45] Como se puede apreciar, estos tenían muy poco tiempo como para pensar bien acerca del futuro de su local, ya que en muchas ocasiones, como nos lo cuenta la Sra. Oyama (esposa del Sr. Yoshio Oyama), lo que hicieron los japoneses antes de ser tomados, era encargarles sus negocios a sus vecinos o amigos. Por otro lado, esta misma señora nos cuenta que el padre de su esposo fue llevado incluso en piyama, puesto que lo arrestaron en la madrugada y lo llevaron al mismo ómnibus en el que iba Karl Weiss, un alemán e importante personaje de la historia de la educación lambayecana[46]. Así como ellos, arrestaron a todos los japoneses, italianos, y alemanes; los subieron a un ómnibus; se los llevaron por Talara; y luego los llevaron a Crystal City, Estados Unidos.  La gran mayoría de deportados fueron reclutados en el campo de internamiento de Crystal City (Texas), considerado el más grande de ellos pues tenía una capacidad para 962 familias, de las cuales, la mayoría eran peruanos.[47]

Al final, fueron deportados 46 japoneses; y los principales negocios de Chiclayo, Ferreñafe, Tumán, Motupe y Cayaltí fueron cerrados. Todo ello afectó a la vida familiar, puesto que, durante este período de deportaciones, de acuerdo a Rocca, los más perjudicados fueron los hijos de los inmigrantes japoneses.[48] Apoyando esta misma idea, opino que efectivamente fueron los niños los más afectados por el trato que se les dieron, especialmente, a sus padres. Por ejemplo, Chikao Nakasaki Mayeda relata: “En la época de la guerra los niños sufrían el drama. Yo de niño lo vi todo… los viejos japoneses perseguidos cerraron sus tiendas.”[49] Así como él, Alfredo Itabashi cuenta: “Era un trauma para los hijos de japoneses la duda, de que si lo iban a llevar a papá o no, será un día u otro día, y si lo llevan con quién me quedo.”[50] El hecho de ver cómo se llevaban a su padre, o sin siquiera saber dónde estaba (puesto que a veces se los llevaban sin avisar), les afectaba psicológicamente. Además, como cerraban los negocios de sus padres, los niños sufrían porque no tenían dónde vivir;  también estos salían perjudicados porque el Colegio Japonés, construido en Chiclayo en 1933, fue expropiado en 1942.[51] Esto significó un impedimento para que una gran cantidad de niños descendientes de japoneses aprendan acerca de su cultura y les perjudicó en sus estudios. Por ejemplo en el caso de Alfredo Itabashi fue de la siguiente manera: “Todo estaba bonito, hasta que llegó la guerra mundial. Cerraron el colegio, yo ya no podía seguir estudiando. Como sabía japonés, y no sabía castellano, tuve que regresar a primero de primaria en Colegio Nacional.”[52]

Por otro lado, varios testimonios logrados por Rocca aseguran el autoritarismo y agresividad de las autoridades policiales que estaban a cargo de las operaciones antijaponesas. Sin embargo, a pesar que estos trataban cruel e injustamente a los japoneses, por órdenes de las jefaturas policíacas de Lima; los mismos pobladores lambayecanos se caracterizaban por demostrar todo lo contrario. Hubo varios casos de fugitivos japoneses que recibían apoyo silencioso por parte de ellos. Esta ayuda leal hacia ellos se puede comprobar con el mismo hecho de que algunos japoneses desde Chimbote y Trujillo vinieron hasta Lambayeque para ser refugiados.[53] 

A diferencia de las autoridades lambayecanas y de los mismos pobladores de otras ciudades, la gran mayoría de la población lambayecana, especialmente los indígenas y negros, mostraron su solidaridad para con los japoneses. En lugar de realizar saqueos, como los ocurridos en Lima; ellos se distinguieron por ofrecer su apoyo. Por ejemplo, Chikao Nakasaki Mayeda cuenta al respecto: “Mi papá tenía algunos amigos provincianos, por el negocio que había tenido (…) En la época de la persecución de los japoneses mi padre recibió el apoyo de sus amigos de la sierra.”[54] Así como Chikao Nakasaki, muchos otros recibieron el apoyo de los indígenas porque casi 2/3 de los varones japoneses formaron una familia con mujeres indígenas; por esta razón es que las familias de estas mujeres ayudaron y protegieron a los japoneses.[55] Del mismo modo, no debemos olvidar que, como los primeros inmigrantes japoneses llegaron para trabajar en labores agrícolas y haciendas azucareras desde 1899,[56] estos tenían ya desde entones, amistades con los pobladores que trabajaban también en ello. Por último, tenemos el caso de Einoshin Hamada, quien recibió el apoyo de una familia de raíces negras; pues lo protegieron dándole alojamiento en una casa que se encontraba en un monte, de tal manera que los policías no lleguen a descubrirlo.[57]

Como es evidente, el trato amable y solidario que se distingue por parte de la población indígena y etnia negra es admirable. Mientras que el trato que recibieron por parte de las autoridades dejan mucho qué desear, puesto que, además de no respetarlos, las familias de estos deportados salieron perjudicadas. Solo por seguir las órdenes desde las autoridades de Lima, que estaban a su vez influencias por la campaña antijaponesa de Estados Unidos, los policías locales causaron graves estragos entre la población japonesa en Lambayeque.

CONCLUSIÓN

Durante la segunda guerra mundial, el Perú fue el país latinoamericano que más contribuyó con las deportaciones de japoneses a los campos de concentración de Estados Unidos. Por otro lado, la campaña antijaponesa que se había desatado en los años 30 entre la comunidad peruana – debido a la envidia y antipatía hacia los japoneses –, se había intensificado entre los años 1940-1945 por la ideología influenciada por los estadounidenses de que los japoneses representaban un peligro para nuestra nación, causando que estos sean rechazados en el país.

Estas decisiones y medidas tomadas por Prado, junto con el Congreso, son – en mi opinión – injustificables. El solo hecho de verse beneficiados económicamente, no les da ningún derecho de atentar contra los derechos y la tranquilidad con que vivían los japoneses en el Perú. El trato que estos recibieron fue un hecho lamentable, pues algunas de estas personas a las que deportaron y perjudicaron (ya sea arrebatándoles la oportunidad de una buena educación, o de tener éxito en algunos negocios) eran justamente peruanos. Esta falta de consideración hizo que los japoneses y descendientes japoneses sientan la traición por parte de sus propios compatriotas.

Las drásticas medidas que se tomaron contra ellos se dieron a nivel nacional; por ende, estas repercutieron también en Lambayeque. En nuestro mismo pueblo se les trató con agresiones, perdieron casi todos sus bienes e incluso muchos fueron deportados. Sin embargo, un rasgo que se puede rescatar de ello, y es justamente uno de los aspectos por lo que nos debemos sentir orgullosos de nuestros antepasados, es que por lo menos en Lambayeque, muchos pobladores brindaron apoyo a los japoneses que eran perseguidos únicamente por ser considerados una “amenaza”.  

BIBLIOGRAFÍA

Libros:

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§  Fukumoto, M. (1997). Hacia un nuevo sol. Lima: Asociación Peruano Japonesa del Perú
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§  Peddie, F. (2006). Una presencia incómoda: La colonia japonesa de México durante la Segunda Guerra Mundial. México:  Universidad Nacional Autónoma de México
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§  Rocca, L. (1997). Japoneses bajo el Sol de Lambayeque. Lambayeque: Universidad Nacional “Pedro Ruiz Gallo”
§  Tarrida, J. (2000). El siglo XX de El Comercio. Perú: El Comercio S.A.


Páginas web:

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Audio:
§  Oyama, Y.; Fupuy, M. (entrevistados). (2012). Japoneses en Lambayeque durante la segunda guerra mundial. [CD]. Lambayeque, Perú: Colegio San Agustín



[1] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 136
[2] Ver Fukumoto, “Hacia un nuevo sol”, p. 231
[3] Ver Fukumoto, “Hacia un nuevo sol”, p. 237-238
[4] Ver Lausent, “Pasado y presente de la comunidad japonesa en el Perú”, p. 37
[5] Ver Morimoto, “Inmigración y comunidad de origen japonés en el Perú: Balance de los estudios y publicaciones”, p. 6
[6] Ver Fukumoto, “Hacia un nuevo sol”, p. 243
[7] Ver Lausent, “Pasado y presente de la comunidad japonesa en el Perú”, p. 48
[8] Ver Fukumoto, “Hacia un nuevo sol”, p. 244
[9] Ver Asociación Peruano Japonesa, “Centenario de la inmigración japonesa en el Perú”, p. 79
[10] Ver Tarrida, “El siglo XX de El Comercio 1940-1949”, p. 7
[11] Ver Peddie, “Una presencia incómoda: La colonia japonesa de México durante la Segunda Guerra Mundial”, p, 74
[12] Ver Fukumoto, “Hacia un nuevo sol”, p. 247
[13] Ver Roca, “Historia visual del Perú”, p.  196
[14] Ver Fukumoto, “Hacia un nuevo sol”, p. 248
[15] Ver Cuenca, “Historia universal. De la segunda revolución industrial (s. XIX) al mundo actual”, p.  1044
[16] Ver Cayo, “Enciclopedia temática del Perú. República.”, p. 143
[17] Ver Basadre, “Historia de la República del Perú 1822-1933”, p. 3811
[18] Ver Roca, “Historia visual del Perú”, p. 198
[19] Ver Fukumoto, “Hacia un nuevo sol”, p. 239
[20] Ver en American Social History Project, “Executive Order 9066: The President Authorizes Japanese Relocation”. Disponible en: http://historymatters.gmu.edu/d/5154/
[21] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 135
[22] Ver Fukumoto, “Hacia un nuevo sol”, p. 239
[23] Ver Orrego, “Historia del Perú. Etapa republicana”, p. 897
[24] Ver Goya, “Memoria | Peruanos. Remember Crystal City”. Disponible en: http://www.larepublica.pe/24-08-2008/memoria-peruanos-remember-crystal-city#foto1
[25] Ver Lausent, “Pasado y presente de la comunidad japonesa en el Perú”, p. 33-34
[26] Ver Lausent, “Pasado y presente de la comunidad japonesa en el Perú”, p. 48-49
[27] Ver Lausent, “Pasado y presente de la comunidad japonesa en el Perú”, p. 33
[28] Ver Fukumoto, “Hacia un nuevo sol”, p. 248
[29] Ver Tarrida, “El siglo XX de El Comercio 1940-1949”, p. 51
[30] Ver Fukumoto, “Hacia un nuevo sol”, p. 248-249
[31] Ver Goya, “Memoria | Peruanos. Remember Crystal City”. Disponible en: http://www.larepublica.pe/24-08-2008/memoria-peruanos-remember-crystal-city#foto1
[32] Ver Cayo, “Enciclopedia temática del Perú. República.”, p. 143
[33] Ver Orrego, “Historia del Perú. Etapa republicana”, p. 897
[34] Término referido a las personas descendientes de japoneses, incluyendo a los de ascendencia mixta. Extraído de: http://www.apj.org.pe/que-es-nikkei
[35] Ver Tarrida, “El siglo XX de El Comercio 1940-1949”, p. 51
[36] Ver Tarrida, “El siglo XX de El Comercio 1940-1949”, p. 51
[37] Ver en Asociación Peruano Japonesa, “Cronología en la historia de la inmigración japonesa al Perú”. Disponible en: http://www.apj.org.pe/inmigracion-japonesa/historia/cronologia-inmigracion
[38] Ver Tarrida, “El siglo XX de El Comercio 1940-1949”, p. 51
[39] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 135
[40] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 140
[41] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 140
[42] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 31
[43] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 140
[44] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 148
[45] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 145
[46] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 214
[47] Ver Fukumoto, “Hacia un nuevo sol”, p. 252
[48] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 144
[49] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 212
[50] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 281
[51] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 146
[52] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 280
[53] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 144
[54] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 212
[55] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 149
[56] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 31
[57] Ver Rocca, “Japoneses bajo el sol de Lambayeque”, p. 150