sábado, 22 de septiembre de 2012

La Visión del Conquistado en el Antiguo Perú


"La ejecución del Emperador Atahualpa" de Guamán Poma de Ayala (1533)

“Muertos los dioses, destrozados/ Sus ejércitos, abatida su resistencia, Perdido su gobierno, la conquista fue/Algo más que una tragedia: fue un/ Trauma para el pueblo indígena”.

Don Francisco Morales Padrón


Introducción
La conquista española de América es, también, una historia de guerra. El hecho histórico de la conquista ha sido conocido a partir de la mentalidad del vencedor, muy poco se ha investigado sobre la del vencido. Es posible afirmar que “la historiografía que solemos manejar es la del europeo descubridor – conquistador, donde consta su curiosidad, su admiración, su estupor y su victoria sobre un mundo nuevo”[1]. Se puede inferir que la curiosidad, admiración, estupor, pasmo y sorpresa existió, también, de parte de los aborígenes americanos ante la llegada de un nuevo tipo de personas llegadas desde un mundo desconocido.
Morales Padrón se ha preguntado “¿Qué pensaron los indios al ver llegar a sus costas a los descubridores y conquistadores? ¿Cuáles fueron las primeras actitudes? ¿Qué sentido dieron a su lucha? ¿Cómo concibieron su propia derrota?” puedo agregar otra: ¿Por qué fue imposible que miles de aborígenes hicieran frente y derrotaran a un puñado de descubridores y conquistadores? El mexicano Miguel León Portilla enunció “rara vez se piensa en la admiración e interés recíproco que  debió despertar en los indios la llegada de quienes venían de un mundo igualmente desconocido”[2]. Es posible llegar a vislumbrar en medio de los textos, mitos y tradiciones  (poemas, tradiciones, crónicas, etc.) las características de la mentalidad del conquistado, objeto de nuestro estudio.
1.    El Mito de Viracocha
Según Antoinette Molinié “Los españoles que invaden los andes, tienen el honor de recibir el título de Viracocha, el nombre del dios andino que ellos identificaban como el hacedor o dios supremo”[3] los cronistas españoles enfatizaron en aquel nombre dado a los conquistadores por los vencidos; así, podemos encontrar referencias en las crónicas de Cieza de León, Betanzos, Molina, Sarmiento de Gamboa, Cobo, Santa Cruz Pachacuti, Ramos Gavilán, Gutierrez de Santa Clara y Acosta[4]
Un apunte indispensable, los textos de la conquista, especialmente los referidos al mito de Viracocha, interpretado como el retorno de los dioses; deben ser utilizados con sumo cuidado. Las alteraciones a los datos históricos, en algunos casos, resulta impresionante. No significa que dichos textos no deban ser utilizados. Pienso, como Gerardo Ramírez Vidal, que es necesario someterlos, primero, a “un control histórico, filológico y retórico que los haga confiables”[5]
En “El Reverso de la Conquista”, Miguel León Portilla afirma “los quechuas, al igual que sus hermanos aztecas y los pueblos mayas de las tierras altas de Guatemala, pensaron en un principio que los extraños hombres barbados que llegaban a su tierra eran los dioses que regresaban. En el mundo quechua se les tomó por el legendario Huiracocha (Viracocha) y sus acompañantes. Pero, aún cuando durante muchos años se les siguió llamando Huiracochas a los españoles, en realidad bien pronto se descubrió el error inicial”[6]  
Molinié indica, también, que fueron varias las características de los españoles que les permitieron ser vistos por los aborígenes como “seres divinos”: las barbas de “diferentes colores”, los animales “con pies de plata” (herraduras), el idioma y su forma de comunicarlo en “trapos blancos” (papel), los arcabuces “que contenían a Illapa, dios del trueno”.
Viracocha era, para los antiguos peruanos, el hacedor y organizador del universo. En las crónicas de la conquista de Betanzos, es descrito como “un hombre alto de cuerpo y que tenía una vestidura blanca que le daba hasta los pies que traía ceñida; traía el cabello corto y una corona hecha en la cabeza a manera de sacerdote…traía en las manos cierta cosa que a ellos les parece al día de hoy como estos breviarios que los sacerdotes traían en las manos”.
Según el mito, Viracocha, en el inicio de los tiempos, sale del lago Titicaca, crea el sol, la luna y las estrellas en Tiahuanaco, petrifica a una humanidad anterior y manda una nueva en las diferentes provincias de los andes. Se multiplica en dos Viracocha más, uno tomó la ruta del Contisuyo, otro la del Antisuyo. El mismo se dirige hasta el Cuzco y después de varias aventuras llega a la costa norte y desaparece en el mar. Es posible inferir que los aborígenes creyeron que los españoles eran “hijos de Viracocha” o Viracocha mismo pues llegaron por el mismo mar en el que el antiguo dios había desaparecido. Además la impresionante e impactante parafernalia española, con elementos desconocidos para aquellos pobladores contribuyó a fortalecer en ellos dicha creencia. Bien podemos afirmar que los españoles eran una suerte de “Viracocha blancos”.
No era raro, entonces, el sometimiento de los aborígenes a los blancos conquistadores, Viracochas blancos o hijos de Viracocha. El mismo Manco Inca, hijo de Huayna Capac fue uno de los primeros en someterse al invasor convencido que se trataba de dioses o enviados de su dios. Sin embargo, poco tiempo después, ocurre con él lo mismo que con el resto de su pueblo: llegan al convencimiento de que se trata de hombres y no de dioses, de invasores y no de enviados o salvadores; “cerca de la capital incaica, lsa tropas de Pizarro hacen presos a unos mensajeros de Callcuchima, uno de los generales de Atahualpa. Ellos estaban encargados de anunciar a Quizquiz un descubrimiento importantísimo: que los españoles eran mortales”[7] Comienzan, entonces, las revueltas y sublevaciones. Todas ellas derrotadas.
En 1560, una nueva revuelta, la de Titu Cusi Yupanqui, se inspiraría en una ideología milenarista basada en la creencia en Viracocha. El llamado “Taqui Oncoy” significó la posibilidad de un nuevo ciclo, un nuevo mundo y una nueva humanidad. Según su creencia “el dios de los blancos ha creado España y todo lo que es español, pero son las Huacas quienes han creado a los indios, el imperio y todo lo andino… los dioses andinos fueron derrotados momentáneamente y van a tomar revancha. Las Huacas van a exterminar a todos los indios que acepten el bautismo y la religión cristiana. Las Huacas van a provocar la restauración del Imperio Inca”[8]
El triundo de los españoles significó para los aborígenes, en base a su creencia en Viracocha, un nuevo ciclo; un tiempo en el cual todo se puso al revés. Se pasó de la prosperidad y la expansión al sometimiento y servidumbre. Las enfermedades y epidemias no hiceron más que confirmarles esta visión. Ellos ingresaron desde el mar y apoyaron, convenientemente, a Huáscar. Luego fueron descubiertos. No eran dioses, eran los opresores, los invasores…el error de los antiguos peruanos al relacionarlos con Viracocha no fue permanente, duró poco tiempo, sin embargo, fuer el tiempo suficiente para la derrota, el Imperio había caído.


2.    La Literatura Inca y la Sensibilidad del Conquistado
De tiempos anteriores a la conquista, sabemos de la transmisión de los sentimientos en composiciones transmitidas en forma oral; sin embargo, “gracias a la memoria y buena voluntad de algunos cronistas españoles y mestizos, a las varias recopilaciones republicanas y al desarrollo último de las antropología y la ciencia literaria se ha podido reconstruir un panorama de la literatura incaica y un esquema de sus divesos géneros”[9]
Hoy sabemos que los antiguos peruanos componían cantos colectivos de celebración y triunfo (Haylli) cantos de amor (harawi) canciones líricas menos íntimas que el harawi (huayno) cantos colectivos de alegría (taqui). Pero de todos los géneros, el más usado a partir de la conquista española fue el huanca, género semejante a la elegía. Una de aquellas composiciones dramáticas fue “Apu Inca Atahualipaman”, compuesta pocos años después de la muerte de Atahualpa y traducida por Don José María Arguedas. A continuación un extracto necesario del texto en el que se llora la muerte del Inca:
“¿Qué arco iris es este negro arco iris / que se alza? / Para el enemigo del Cuzco horrible flecha que amanece / Por doquier granizada siniestra golpea. Mi corazón presentía/a cada instante,/aun en mis sueños, asaltándome/en el letargo,/a la mosca azul anunciadora de la muerte;/dolor inacabable (…)/Las nubes del cielo han dejado/ennegreciéndose;/la madre Luna, transida,/con el rostro enfermo,/empequeñece./Y todo y todos se esconden, desaparecen,/padeciendo(…)/Bajo extraño imperio, aglomerados los martirios,/y destruidos;/perplejos, extraviados, negada la memoria,/solos;/muerta la sombra que protege;/lloramos;/sin tener a quién o dónde volver/estamos delirando(…)/¿Soportará tu corazón,/Inca,/nuestra errabunda vida/dispersada,/por el peligro incontable cercada, en manos ajenas/pisoteada?/Tus ojos que como flechas de ventura herían,/ábrelos;/tus magnánimas manos,/extiéndelas;/y con esa visión fortalecidos/despídenos…/¿Permitirá tu corazón/Poderoso Inca/Que estemos completamente perdidos/Desunidos/Dispersos, en poder de otros,/Pisoteados?...”[10]
            Puede notarse la sensación de desolación e incertidumbre, no solo del autor del texto sino también de todo un pueblo; la reacción de los conquistados ante el “arco iris negro” que orna amargamente el firmamento ante el sometimiento del conquistador español.
            Es necesario, también, apreciar en la magistral obra del Inca Garcilaso de la Vega, “Comentarios Reales”,  el deseo del autor de expresar el sino trágico de su pueblo, todo a partir de una serie de textos dedicado a honrar la memoria de su madre indígena y enaltecer el recuerdo de su padre conquistador. En la persona de Gracilaso hay una mezcla de sensaciones que significan el origen de una nueva nación.
            La sensación de menosprecio ante el fenómeno del mestizaje, iniciado inmediatamente después de la conquista, es asumida también por Garcilaso “A los hijos de español y de india, o de indio y española nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones, fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en indias, y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación, me lo llamo yo a boca llena y me honro con el. Aunque en indias si a uno de ellos le dicen que sois un mestizo o es un mestizo, lo toman por menosprecio” [11]
            En Garcilaso destaca también la añoranza, el recuerdo de la gran cultura fenecida y sus costumbres. El Libro IV Cap. XII tuvo por título “Criaban los hijos sin regalo ninguno”. Narra el fajado a los recién nacidos, el horario de lactancia, las abluciones en agua fría, en concordancia con una crianza rígida, espartana, tendiente a la disciplina. Comenta Garcilaso que así hacían “por acostumbrarlos al frío y al trabajo…”
            El orgullo por sus manifestaciones culturales destaca, también en la obra de Garcilaso. Así lo demuestra su preocupación por el rescate de tradiciones orales y palabras quechuas en un tiempo en el cual el castellano era impuesto en las tierras conquistadas.
            Otros textos que han estudiado de la literatura peruana, aquella que rescata las creaciones incas a la llegada de los españoles, aquella que manifiesta los sentimientos y emociones ante el hecho de la conquista; nos pueden ayudar en el propósito de conocer la sensación de los antiguos peruanos ante el hecho de la conquista. Propongo la lectura de “Equivocaciones” (1928), “Historia de la República del Perú”(1939 - 1968) y “Literatura Inca” (1938) de Jorge Basadre. Además de la obra “Tarmap Pacha Huaray” (1905) del naturalista y literato tarmeño Adolfo Vienrich.De la Canal. Además “Mitos, leyendas y cuentos peruanos” (1947) de Francisco Izquierdo Ríos y José María Arguedas y “Colección de textos quechuas del Perú” (1952) de Farfán.
3.    Algunas palabras finales
Sin lugar a dudas, las mentalidades de conquistadores y conquistados muestran características intensamente humanas, profundas y apasionadas; se juzgaron mutuamente de manera permanente, pero terminaron fundiéndose al gestar una nueva cultura, la cultura americana, punto de inicio y base de nuestra nacionalidad.
La historia peruana debe considerar el aporte de los estudios literarios de los periodos inca y de la conquista, especialmente los mencionados en el presente trabajo y que muestran una gran relación con las necesidades propias de los estudios históricos.
No podemos considerarnos sino un pueblo mestizo con una cultura que se recrea según la dinámica propia de una multitud de ideas, costumbres, ancestros, términos… todos ellos distintos, venidos de lejos pero interiorizados y usados por los peruanos de hoy.
Bibliografía
·         DELGADO W. (1985) “Síntesis de la literatura peruana”. Perú: UNMSM
·         ESPASA C. (1999) Gran Enciclopedia de España y América”. España
·         GARCILASO I. (1986) “Comentarios Reales”  Perú: UNMSM.
·         LEON M. (1959). “La Visión de los Vencidos”. Mexico: UNAM
·         LEON M (1964). “El reverso de la conquista”. Mexico: UNAM
·         LOPEZ – BARALT (1986) “Apu Inka Atawallpaman, elegía quechua anónima”.
·         MILINIE A. (1983) “El Regreso de VIracoha”
·         MILINIE A. (1983). “El Regreso de VIracoha”
·         MORALES F. (1979) “La conquista del conquistado”. España: Espasa Calpe.
·         URBANO H. (1981) “Wiracocha y Ayar”
·         RAMIREZ G (s/f). “Sobre la falsa historia del retorno de los dioses”
·         WACHTEL N. (1971) “La Visison des Vaincus”



[1] Ver en “La conquista del conquistado” de Francisco Morales Padrón, catedrático de Historia de los Descubrimientos Geográficos de la Universidad de Sevilla, España. Ver en “Gran Enciclopedia de España y América” Tomo V – pp. 26.
[2] Ver en “La Visión de los Vencidos” pp 3 de Miguel León Portilla, historiador y antropólogo mexicano.
[3] Ver en “El Regreso de VIracoha” pp. 71 de Antoinette Milinié Fioravanti (1983)
[4] Ver en “Wiracocha y Ayar” de Henrique Urbano (1981)
[5] Ver en “Sobre la falsa historia del retorno de los dioses” de Gerardo Ramírez Vidal (s/f)
[6] Ver en “El Reverso de la Conquista” de Miguel León Portilla citado por Milinié Fioravanti.
[7] Ver en “La Visison des Vaincus” de Nathan Wachtel (1971) pp. 52 - 53
[8] Ver en “El Regreso de VIracoha” pp. 73 de Antoinette Milinié Fioravanti (1983)
[9] Ver e Atlas Histórico y Geográfico del Perú pp. 201: “Síntesis de la literatura peruana” de Washington Delgado.
[10] Ver en “Apu Inka Atawallpaman, elegía quechua anónima” de López – Baralt (1986).
[11] Ver en “Comentarios Reales” de Garcilaso de la Vega. Libro IX Cap. XXXI