jueves, 9 de junio de 2011

Vida y Obra del Siervo Nicolás de Ayllón: De “Casa de recogidas” a Monasterio Capuchino

Junto a José Luis Flores Gallegos en la escenificación
sobre "Esclavos de Lambayeque" en el marco de la
asignatura escolar de Historia Regional Lambayecana 
La causa seguida por la Inquisición contra Ángela Carranza causó un efecto negativo en el proceso de beatificación iniciado a favor de Nicolás de Ayllón “por las dudas acerca de la veracidad de los testimonios sobre la vida y las virtudes del sastre indígena” incluidos en la hagiografía del Padre Bernardo Sartolo. La situación se agravó al ser incluida María Jacinta de Montoya (María Jacinta de la Santísima Trinidad), esposa de Nicolás, debido a “la controversia generada por algunas declaraciones que no esclarecían en su totalidad los hechos prodigiosos obrados por el indio sastre antes y después de su fallecimiento”.

Antes de su matrimonio con el Siervo de Dios Nicolás de Ayllón, María Jacinta fue “donada” del Monasterio de la Encarnación de Lima, se puede inferir que tuvo una vida de oración y trabajo dedicado especialmente al “desarrollo de oficios como la jardinería y la cocina y colaborando en actividades como la enfermería, lavandería y compra de alimentos para el monasterio” (“Velos y votos: elecciones en los monasterios de Lima colonial”. Pedro Guibovich, 2003).

María Jacinta, al comienzo, no tomó de buen agrado el matrimonio con Nicolás, sin embargo aceptó el compromiso así como la condición social de Nicolás: “Que sea indio el que ha de ser mi marido, no le quita el que sea bien nacido, y mucho menos el que sea afable, cortés, recogido, y virtuoso, yo no me caso con su Nación sino con su persona y importa poco, que la Nación no sea igual, si la persona es muy ajustada, en el tendré quien finalmente me asista, y quizas en un Español hallare un tyrano que me desprecie; su oficio rendirá abundantemente para los dos, y es locura aspirar a lo superfluo, quien se halla como yo, sin tener lo necesario” (según la Hagiografía de Bernardo Sartolo, 1684. Pp. 64 – 65 en “Santidad e inquisición a fines del siglo XVIII el caso del Siervo de Dios Nicolás de Ayllón”). Al poco de casarse debido a su desagrado, solicitó al Arzobispo de Lima Pedro de Villagómez la anulación de su matrimonio, obteniendo como respuesta del clérigo el pedido de “vivir agradecida con Dios por el marido que le había dado”.

El buen trato y dedicación que le prodigó Nicolás durante cada día de su vida matrimonial lograron en María Jacinta el respeto y admiración a su esposo; esto sería más notorio desde el momento de la muerte del Siervo cuando las muestras de veneración que daba el pueblo de Lima la motivaron apoyar el inicio de la causa de beatificación. En la hagiografía del Padre Bernardo Sartolo se da cuenta de una revelación que tuvo Nicolás durante su agonía y le fue narrada a María Jacinta por el propio indio: “Durante su agonía, la Virgen se le apareció al indio sastre entre sus sueños y le dio su palabra de que su casa no quedaría en desamparo, ya que estaría bajo su protección y la de los religiosos de la Compañía de Jesús. Asimismo, la Virgen le dio a conocer que su casa sería convertida en monasterio y que pasaría a ser conocida como la casa de “Jesús, María y José”.

La casa en la que vivían María Jacinta y Nicolás había sido propiedad del jesuita Juan de Alloza quien falleció en 1666, según Vargas Ugarte en “olor de santidad”, motivo por el cual se apertura una causa informativa de sus virtudes “Non Cultu” hasta 1689. Dicha causa no llegó a prosperar. Sin embargo, es significativo el hecho que un hombre de reconocidas cualidades cristianas legara a Juan tan apreciada propiedad.

La casa de Nicolás había servido, según el historiador Juan Luis Orrego Penagos, como “vivienda para recoger a niños huérfanos y jóvenes mujeres abandonadas” y, según Celes Alonso Espinoza, como “Casa de recogidas”. A su muerte, María Jacinta se hizo cargo de la dirección de la casa con el propósito de convertirla en Monasterio. Debido a la buena reputación de Nicolás y María Jacinta por el loable trabajo realizado en su vivienda no sería difícil contar con el respaldo de los personajes más notables de aquel tiempo. Después de enviar cartas a las principales autoridades coloniales, personalidades y al mismo Rey de España; María Jacinta logró respaldo a su proyecto. Celes Espinoza nos brinda, de documentos escritos por María Jacinta, la visión de esta mujer con respecto del futuro Monasterio: “(será) Plantel de flores, paraíso abundante, fuente hermosa, ciudad cercada, preciosa corona y navío lleno de riquezas… huerta cerrada, paraíso de delicias, tálamo nupcial, aposento inmaculado, tabernáculo, reclinatorio, escuela de virtudes, estación militar, casa de santidad, guarda de la castidad, firmamento de pudicia, y espejo de religión y obediencia”. Agrega el contenido de una carta de María Jacinta al propio Rey: “Manifiesto que esta casa y beaterio o conservatorio se halla ya fundado a la vista de los virreyes, Audiencia y Arzobispo. Solo lo que se pretende es que se sirva V.M de permitir que las mujeres que la habitan viviendo debajo de obediencia, pobreza y castidad se consagren a Dios, con profesión de Regio aprobada por su Santidad”.

Espinoza afirma que “De otro lado, cabe mencionar que estas muestras de solidaridad trascendieron el ámbito local. Desde Madrid y Roma, se comenzó a gestar una red de apoyo cuyo objetivo era consolidar el sueño del monasterio y la santidad del indio sastre. Personajes como Gaspar de Villalobos, procurador de la causa de Nicolás en Roma, y Diego de Villatoro, caballero de la orden de Santiago y miembro del Tribunal de Contaduría Mayor de Hacienda de Lima, intercambiaron cartas, en las que dejaban sentados los procedimientos que se debían seguir para acelerar los trámites del proceso de Nicolás. En sus cartas, se dan instrucciones a María Jacinta para la obtención de los documentos necesarios para agilizar el desarrollo de la causa de Nicolás, así como algunos consejos acerca de cómo debía actuar para lograr la fundación del monasterio”.

Juan Luis Orrego agrega “Como la casa siguió aumentando, y los recursos no alcanzaban para cubrir los gastos, un vecino adinerado, Francisco Mendoza Cisneros, donó un terreno donde se levantó una capilla, la que entró en servicio el 1 de abril de 1678. Dos meses después, el 17 de junio, un sismo afectó los templos de la ciudad y, nuevamente, Francisco Mendoza y Cisneros donó un sector grande de su casa para construir una nueva capilla, con sacristía, enrejado, coro y comulgatorio. Desde entonces se llamó capilla de Jesús, María y José”.

Aunque al comienzo pensó, María Jacinta, pedir a las hermanas Carmelitas Descalzas hacerse cargo de la casa, luego decidió por las virtudes de pobreza y caridad de las Capuchinas Franciscanas. Orrego Penagos afirma “El crecimiento de la capilla fue muy rápido y el beaterio se convirtió en monasterio. Luego, varios benefactores dieron donativos para continuar la obra y, cuando a inicios del siglo XVIII, llegaron las monjas capuchinas, ya los trabajos estaban muy avanzados”. La Real Cédula que autoriza la conducción del Monasterio por las Capuchinas se emite en 1698. El arribo de las Capuchinas a Lima fue en 1714.

Fue después de este logro que la Inquisición encontró una serie de imprecisiones en la hagiografía de Sartolo (la versión de Ángela Carranza) y alcanza a la misma María Jacinta acusándola de “búsqueda fama y prestigio personal”. Celes Espinoza recoge en los archivos de la inquisición, en el documento “Proceso de fe María Jacinta”, la siguiente precisión del Santo Oficio sobre el libro de Sartolo: “En el libro impreso en muchas partes del se aplaude a la dicha María Jacinta de Santa con otras prerrogativas singulares, que estando viba –como se ha dicho– puede tener grave inconveniente en la virtud y ejemplo con que oy vibe María Jacinta, según la voz común que corre”.

La Dra. Raquel Pardo en su trabajo “¿Santas o falsas beatas?” indica que la acusación de la inquisición a María Jacinta fue por “Fingir éxtasis, suspensión de los sentidos, tener arrobos, quedar fuera de sí, tener visiones, y revelaciones de verdades secretas” luego agrega que María Jacinta “Se auto denunció a raíz del juicio de su amiga Ángela Carranza”.

La complejidad de la causa seguida contra María Jacinta, lo mismo que la actuación de la Inquisición en este y otros casos de la época, serán revisadas en la siguiente entrega.