lunes, 22 de marzo de 2010

El Venerable Nicolás Puicón Xailón (Nicolás de Ayllón)

Algunos hechos extraordinarios sustentan la tradición católica de nuestro pueblo: La aparición del Niño Jesús en la hostia consagrada durante la misa en honor a Santa María Magdalena en Ciudad Eten (1649); la muerte de Santo Toribio de Mogrovejo en Zaña durante un Jueves Santo; la gracia de Nuestra Señora de La Merced que hizo llover sobre Mórrope el 11 de Marzo de 1752 después de una prolongada sequía y por el pedido multitudinario de un pueblo que oraba a sus pies. Otros hechos más se atribuyen a la Santísima Cruz de Motupe, El Nazareno Cautivo de Monsefú, El Señor de La Justicia y Santa Lucía de ferreñafe, La Virgen Purísima de Túcume, San pablo de Pacora, etc. Sin embargo un santo chiclayano al que la historia destaca como admirable ha sido olvidado, de manera que en nuestros días casi nadie lo recuerda y, mucho menos, lo venera.
Nicolás de Ayllón o Nicolás Puicón Xailón, el “Santo Chiclayano”, nació el 10 de Setiembre de 1632. Desde muy pequeño, destacó por su humildad y notables virtudes cristianas. Fue hijo del agricultor Don Rodrigo Puicón y de Doña Francisca Xailón, ama de casa, esposa y madre ejemplar. Sobre Ayllón, el Amauta chiclayano Don Jorge Lazo Arrasco nos comenta en “Chiclayo Ciudad Símbolo” (2007): “La personalidad de Nicolás de Ayllón fue manifiesta durante su vida y hasta cien años después de su muerte. Se le recordaba y exaltaba por sus obras de caridad (entregó su vida al cuidado de los niños, los ancianos y los enfermos) y por los milagros que había obrado, como sanar a los que padecían de enfermedades incurables, producir lluvia en época de sequía, impedir devastaciones o calamidades anunciadas, etc.… Pasaba horas y días enteros dialogando sobre la generosidad, la bondad y la justicia de Dios… se pasaba noches enteras entregado a la oración y a la lectura de la Biblia. Sus biógrafos afirman que se alumbraba con la tenue luz que daban los leños del algarrobo o faique, y que la claridad del día lo encontraba despierto, sin haber dormitado algo”.
Con Nicolás de Ayllón no ocurrió lo mismo que con San Martín de Porres, San Juan Macías, Santo Toribio de Mogrovejo o Santa Rosa de Lima. A pesar que de su nombre se escuchó con veneración en España y otros lugares de América entre los siglos XVI y XVIII; su presencia paradigmática quedó perdida en el tiempo y, aunque la causa de su canonización y beatificación llegó hasta El Vaticano, su figura sencilla en los altares le resultó esquiva. Dicho esto debo afirmar que siendo la preocupación de algunos que como yo lo hubieran deseado, es seguro que desde el cielo este santo hombre goza de la humilde privacidad de los fieles siervos del Dios vivo.
Considerado por quienes conocieron su obra como “Venerable siervo de Dios”, Don Nicolás de Ayllón falleció a los 45 años de edad en la ciudad de Lima el día 7 de Noviembre de 1677. Procuremos que su nombre jamás sea olvidado por las actuales y próximas generaciones.