viernes, 19 de marzo de 2010

Breve historia de La Colonia China en Lambayeque (II Parte)

El presente busca complementar el artículo “Breve Historia de la Colonia China en Lambayeque” publicado en este medio el 26 de noviembre del año 2009. La riqueza del tema y del aporte de la colonia china a nuestra cultura bien merecen la pena esta gracia.
Humberto Rodríguez Pastor en “Agricultura y Chinos en Lambayeque y la Libertad, Siglo XIX” (1984) manifiesta que por la escasez de la mano de obra, entre 1849 y 1874 desembarcaron en el Perú alrededor de 100 mil chinos; la mayor parte de ellos dedicados a la agricultura en haciendas rurales de la costa. Así, el Censo Nacional de 1876 indica que en el Perú habían 49 956 chinos de los cuales 4 095 residían en Lambayeque (3 009 en Chiclayo y 1 086 en Lambayeque) de ellos 4 085 eran hombres y solo 10 mujeres; la mayoría agricultores y otros dedicados a labores domésticas, cigarreros, panaderos, obreros, mineros, lavanderos, molineros y un herrero. Llegaron a nuestras costas en los barcos “Rosalía”, “Cavour”, “Manco Cápac” y “Luisa Canevaro”. La población china representaba el 2% de la población total del Perú.
En Lambayeque representaban el 34% de la población total del distrito de Zaña; 28% de Lagunas;8% de Jayanca; 5% de Chiclayo y menos del 5% de Lambayeque, Ferreñafe, Eten, Chongoyape, Pacora, Motupe, Olmos, Monsefú, Mochumí, Salas, Reque, Mórrope, La Isla de Lobos y San José. Casi el 60% de chinos estuvo concentrada en las haciendas cañeras de Lambayeque, entre ellas: Pátapo, Tumán, Cayaltí, Chumbenique, Oyotún, Pucalá, Sipán, Úcupe, Batán Grande, Viña, Pomalca, Combo, Samán, Capote, San Nicolás, Cascajal, Chinche, Racali, Sincapi, Sucha, Callanca, Canchachalá, Cita, Chillama, Huanama, Huillamba, Moyán, Nocce, Puchaca, Quipampa, Ramada, Santa Lucía, Sucho, Totoras y Yermán.
Las actividades que realizaban eran: trabajar la tierra, cuidar el ganado, cortar la caña, cultivar y recoger algodón, sembrar y cosechar arroz, operar en el molino y en el trapiche de vapor. Los mayores beneficiarios de su trabajo fueron los hacendados Salcedo, Larco, Gutiérrez, Buenaño, Leguía, Vértiz y Mayorga.
Trabajaban de 6 de la mañana a 6 de la tarde a cambio de 2 reales de jornal y elevaron la producción de azúcar a casi 60 mil toneladas, un indicador de lo positivo que resultó para la economía de la región la presencia de los ciudadanos chinos.
Pero esta gente valiente se sobrepuso a la adversidad, la marginación y los maltratos de manera admirable. En “La Inmigración China en el Perú” (Ricardo La Torre Silva, 1992) se dice “El culí recibía su remuneración de tres maneras diferentes: pago en dinero, pago en especies (alimentos y vestimenta), pago en servicios (medicina y vivienda). También la obligación de recibir alimentos, vestimenta y atención médica. A cambio de eso el culí debía ponerse bajo las órdenes del empresario…Los castigos corporales se aplicaron a los chinos cotidianamente …cuando hubo reclamos por estos castigos y se produjeron escándalos públicos, los gobiernos y periódicos de entonces trataron de ocultarlos, utilizando procedimiento judiciales como testigos que dieran constancia de falsos hechos. También eran cotidianos los castigos más sofisticados”.
En 1887 el Gobierno Chino envió una comisión para investigar con las autoridades peruanas la condición de los culíes. Se visitaron las haciendas costeñas comprobándose que muchos chinos ya no estaban en condición de contratados pues habían terminado los plazos de trabajo.
Luego de la Guerra del Pacífico, la masiva migración interna de campesinos de la sierra a la costa abarató la mano de obra y el trabajador chino fue dejado de lado. “A fines del siglo XIX, la presencia china en el campo era mínima. Su presencia en las ciudades es otra historia”.