miércoles, 22 de septiembre de 2010

Las Cofradías en el Perú Colonial

El surgimiento de las cofradías, como institución española importada al Perú, se explica a partir de la evangelización de la población indígena y la difusión del cristianismo en América. Esta fue la razón de la corona española para la toma pacífica o violenta de las tierras en el nuevo mundo.
Llama la atención la enorme aceptación que, entre las diversas castas, generaron las cofradías. En un determinado momento la Iglesia emitió ordenanzas para detener el avance incontenible en las doctrinas de todo el Perú. Fue tal el dinamismo logrado por esta institución que, para el siglo XVII, lograron gran cantidad de adeptos en Lima y el interior del virreinato.
Las cofradías no fueron homogéneas pues su funcionamiento dependió en gran manera de la casta que la conformaba, de sus intereses o del lugar donde existía. Básicamente pueden ser divididas en cofradías rurales y urbanas.
Las cofradías, teniendo como base de su fundación un criterio religioso, se convirtió además en una institución de gran importancia económica, política y social. En ella se otorgaban créditos y se realizaban muy buenos negocios, se acrecentaba el prestigio y poder de las élites y, principalmente, se manifestaba el vínculo entre el ser humano y la divinidad.
Olinda Celestino y Albert Meyers en su obra “Las Cofradías en el Perú. Región central” (1981) hacen un estudio muy serio sobre cofradías rurales e hipotizan que, desde su fundación, el vínculo entre las cofradías y el ayllu fue tan estrecho que en determinado momento se hicieron instituciones indistinguibles. De ser así, las cofradías fueron también instituciones de amparo y respaldo (al menos moral) durante la dura experiencia que significó para los indígenas la extirpación de idolatrías. Afirman: “tentativamente, tenemos la impresión de que hay una correspondencia estrecha entre los ayllus y las cofradías. Al instalarse varias cofradías en el interior de una reducción desarrollan y albergan solidaridades étnicas y parentales. Simultaneamnete , se apela a la cofradía con el nombre de ayllu y al ayllu con el nombre de cofradía. Los miembros y los bienes de las cofradías se distinguen continuamente, se reclaman y proclaman componentes de antiguos ayllus y emparentados entre sí”
En “Cofradías de indios y poder local en el Perú colonial: Huaraz, siglo XVII” (1983) el investigador Rafael Varón indica que, por ejemplo, en Huaraz de fines del siglo XVI se nota un número considerable de cofradías que se incrementa hacia el año 1640 debido a la campaña de extirpación de idolatrías. De esto se puede inferir que la población amerindia sustituyó sus antiguas instituciones, ahora perseguidas, por las cofradías. A mi parecer, el ayllu se revitaliza como cofradía, haciéndose notoria esta dinámica propia del sincretismo religioso durante “sus ritos, festividades y actividads anuales; sobre todo el día de la fiseta de sus santos patrones respectivos”.
Walter Vega sugiere en “Cofradías en el Perú colonial: Una aproximación bibliográfica” (UNMSM. Revista Diálogos N° 01 – 1999) que la evolución del vínculo de estas instituciones va desde un primer momento en que el ayllu manipula a la cofradía para garantizar su existencia, producción y cultura; a otro en que la cofradía reemplaza al ayllu. Este hecho se hace notorio en la preocupación de la nobleza indígena por ocupar altos puestos en estas instituciones.
De lo anterior podemos notar que, en el Perú, la cofradía de corte español adquiere características propias haciéndose una institución original y distinta a la europea.
La única forma, según Pablo Macera, de tener certeza del vínculo existente entre el ayllu y la cofradía es comparando para un mismo pueblo y año las listas de los miembros del ayllu y de cada cofradía.
Para el caso de las cofradías urbanas, Teresa Egoavil en “Las cofradías de Lima, siglos XVII y XVIII” (1986) señala que se trata de instituciones financieras de seguro y crédito. Beatriz Garland en “Las cofradías en Lima durante la colonia. Una primera aproximación” (1994) agrega a la definición de Egoavil que las actividades económicas estavan asociadas “con culto al santo patrón y la promoción de una serie de manifestaciones socioculturales y espirituales”.
La organización de la cofradía permitió a las personas de diversas castas mostrar su capacidad de decisión y discusión, pudiendo ser elegidas y elegir sus liderazgos; hecho que contrasta con el duro orden social basado en el absolutismo y los privilegios de casta.
Lo anterior originó desconfianzas por parte de las autoridades coloniales. Frederick Bowser en “El esclavo africano en el Perú colonial” (1977) manifiesta: “Las autoridades siempre veían con cierta desconfianza a las cofradías de color. Ya en 1549 el Cabildo de Lima se quejó de que las reuniones de la fraternidad negra no eran más que sesiones de planeación de delitos y asaltos y excusa para emborracharse. En años posteriores continuó expresándose de vez en cuando el temor de que los miembros de las cofradías negras solamente se reunían para planear crímenes y fraguar rebeliones”.
Para este tiempo existían, también, algunas “hermandades” y “esclavitudes” que a manera de cofradías informales, sin licencia estatal ni eclesiástica, realizaban reuniones fuera del orden que establecía en ellas la presencia de las siguientes autoridades: notario eclesiástico, juez de cofradías y asistente real. Era indispensable la presencia de representantes de los poderes civil y eclesiástico, con esto se daba respaldo a la elección de mayordomos, priostes y programación de actividades. Debo resaltar que en muchas ocasiones la inasistencia de estas autoridades ocasionó diversos problemas también en las cofradías formalmente establecidas.
Un canal, según Beatriz Garland, para relacionarse desde la cofradía, con los hermanos, la sociedad y Dios era la ofrenda. Sugiere: “(La ofrenda) fue el instrumento indispensable para dar origen a cualquiera de estas relaciones”.
Discrepo con la clasificación de las ofrendas que hace Beatriz Garland y propongo las siguientes: Las ofrendas obligatorias (cuotas mensuales de cada cófrade) las voluntarias (alhajas, bienes, etc) y las testamentarias ( a la muerte del cófrade). Era indispensable tener las cuentas claras, cuando esto no ocurría se producían conflictos al interior (entre los cófrades) o al exterior, por efecto de sus relaciones interinstitucionales, como el ocurrido entre las cofradías de “San Eloy” (gremio de plateros) y de “Nuestra Señora de la Misericordia” (frailes agustinos).
Las cofradías dependían de las autoridades civiles y clesiásticas, pero los límites de cada una nunca fueron bien establecidas. Teresa Egoavil estudió un documento de 1780 en el que se describe la pugna entre ambos fueros por intervenir en dar solución a un problema de ofrendas suscitado en la cofradía de “San José de la Buena Muerte”. Dicho documento refiere que “El Señor Fiscal Ambosio Zerdán en documento al Virrey pide se deslinden las responsabilidades y se delimite la jurisdicción del gobierno y de l Iglesia sobre las cofradías”. Al gobierno le interesaba controlar las “libertadas” que los cófrades tenían y que le resultaban peligrosas. A la Iglesia le interesaba la labor de evangelización y la participación en las obras pías de estas instituciones. El interés económico es insoslayable.
Las cofradías fueron, además, medios excelentes de la contrarreforma para mantener la dinámica de la labor evangelizadora en América. Joaquín Rodríguez en “Las Cofradías en la Modernidad y el Espíritu de la Contrarreforma” (1996) nos dice: “Son las cofradías de españoles en este marco ciudadano, las que mejor expresan el espíritu de la segunda mitad del quinientos y más tarde de los postulados contrarreformistas: la conducta ascética, la simbología ritual, el corporativismo religioso, la ayuda mutua, son características que llevan consigo los emigrantes peninsulares que se asientan en las tierras ultramarinas. Con ellos emigran sus devociones y sus símbolos, su sensibilidad y sus mecanismos de conducta”.
Las cofradías de españoles destacaban notoriamente entre todas. Los cófrades vestían las mejores vestimentas y los rituales estuvieron marcados por la ostentación propia de la casta. Fue también una manera de manifestar su posición social y su poder por encima del resto de castas.
Rodríguez agrega que para a comienzos del siglo XVII, la mitad de cofradías eran de indios, negros y mulatos. En ellas “se fomentó el culto sacramental, la importancia de devociones e imágenes como vehículos de salvación, la práctica de los sacramentos, el desarrollo de las penitencias públicas y la fundación de obras pías”.
Las castas se vieron imbuidas de los valores cristianos. Pertenecer a una cofradía les daba los siguientes beneficios: sepultura en una iglesia, otorgamiento de dotes, celebraciones eucarísticas por los fallecidos para sacarlos del purgatorio, entre otros.
Según mi parecer la cofradía colonial es fruto delsincretismo religioso. En ellas se observa que el antiguo “culto pagano” no ha desaparecido pero ha sido reducido a una mínima expresión por el “culto cristiano”. Esto es más notorio en el campo, pues en la ciudad el “culto pagano” fue practicamente nulo.
Según Egoavil, las cofradías manifestaron, también, su poder económico al realizar inversiones, compra y venta de inmuebles y préstamos hipotecarios.
Las cofradías fueron un factor de unidad en cuanto sus miembros se sintieron, al interior de ellas socialmente aceptados. Pero fue un factor de dispersión por cuanto cada cofradía, por lo general, representaba a castas distintas. Algunos autores, como paniagua, hablan al respecto como de una “segregación ritual”.
 



1 comentario:

Aleyda Amakara Leyva Chévez dijo...

Que tal profesor? hace mucho que no le encuentro. Hoy intenté enlazar su blog mediante RSS a mi blog de aula y no lo encontré.Por favor Habilite la opción :)
Hasta pronto
Aleyda