jueves, 29 de abril de 2010

La Tradición Oral Lambayecana

Hay una profunda filosofía constructiva en el interior de todas las historias orales y creencias de los pueblos, porque a través de las más diversas vicisitudes de su existencia, aquellas creaciones coadyuvan a la estabilidad y regulación de la vida de la comunidad. La tradición oral la constituyen todas las narraciones populares como mitos, leyendas, cuentos, dichos, etc. La esencia de la tradición oral nos remonta al pasado prehispánico donde dioses y seres mágicos poblaban el imaginario de los hombres.
Los abuelos o “mayores”, generalmente, son los que poseen en sus memorias estas historias y ya en la actualidad hay un desencuentro entre la generación adulta y la joven, lamentablemente hoy son muy poco requeridos para narrarlas.
Trabajo actualmente, en la sistematización de las tradiciones orales de la Región de Lambayeque. Afirmo que las narraciones generacionales contienen información histórica valiosa y, por lo tanto, la tradición oral se puede estudiar tanto desde el ámbito de la literatura como de la historia, no se trata solo de folklore, ES HISTORIA. Son muchas las tradiciones que aportan información que coadyuva a dar forma a la historia regional a partir de las historias más cercanas, la de los pueblos, distritos, caseríos… Tal es el caso de Zaña donde puede usarse el amplio repertorio de décimas y cantos populares a través de los cuales, por ejemplo, se obtienen datos sobre los esclavos, su vida en el galpón, sus aportes en la interculturalidad, sus danzas, rebeliones, cantos, etc.
Debemos generar y desplegar, en los jóvenes y niños, su propia capacidad creativa y de redacción compilando, durante sus visitas a los distintos lugares de nuestra región, diversas historias y tradiciones difundidas de generación en generación mediante la palabra hablada. Además es urgente generar las capacidades de organización, investigación y compilación de tradiciones orales lambayecanas. Este es un paso fundamental que permitirá el reconocimiento pleno de nuestro patrimonio cultural.
Hasta el momento, Logramos reconocer como características de la Tradición Oral lambayecana las siguientes: Pertenecen a un determinado contexto cultural, el cual abarca una comunidad próxima e incluso una región o país; Son transmitidas oralmente de generación en generación; Se repiten en cuanto a temas y estructura del relato pero suelen introducir variantes; El autor pierde rostro y nombre; Provienen de la creatividad de un pueblo y pertenecen a su memoria colectiva; Se difunden en las labores cotidianas, en las plazas o en reuniones familiares y días festivos; La transmisión se realiza cada vez que alguien narra un hecho y lo hace suyo, tan suyo que introduce modificaciones e interpreta sus significados.
De acuerdo a ese conocimiento pudimos determinar los siguientes pasos metodológicos para el rescate y sistematización de la Tradición Oral Lambayecana: Delimitar el tiempo y el espacio para ordenar las narraciones; Localizar fuentes locales y regionales de información; Aplicar estrategias de recolección de datos (Entrevistas, cuestionarios, etc.); Procesar y analizar información; Verificar y corregir; Presentar la historia oral de la comunidad.

miércoles, 21 de abril de 2010

Sublevación de Esclavas Negras en la Hacienda "La Punta" de Zaña


El esclavo negro protestó contra el yugo colonial de diversas maneras: a través de bailes (Zangó) cantos y coplas; en sublevaciones y convirtiéndose en cimarrón (fugitivo) y bandolero (asaltante rural). Una copla muy antigua (siglo XIX) decía: “A mi no me mandan reales/ ni me gobiernan cuartillos/ a este cuerpo yo lo mando/ y el hace lo que yo le digo” (Del Repertorio de Juan Leiva en “La Otra Historia: Memoria Colectiva y Canto del Pueblo de Zaña”- Instituto de Apoyo Agrario Editores).
El Valle de Zaña era conocido, por su riqueza, como el “Potosí pequeño” y, aunque muchos culparon de sus calamidades a “la zambería haragana y cimarrona…los bacanales de africano son…los zangós y los fandangos…” (Referencia de Nicanor de la Fuente en “Pasado y Presente de Zaña”) es imprescindible que la historia destaque la contribución de los hombres y mujeres de raza negra no solo en la construcción material de nuestros pueblos y su trabajo arduo en el área rural; sino también en la lucha por terminar con su ignominiosa condición y por la independencia nacional.
En el Archivo General de la Nación se encuentra registrado el documento: “Causa seguida por Don Antonio de Peramás contra Doña Jacoba Rubio, instigadora de la sublevación de esclavos ocurrida en la Hacienda La Punta del Valle de Zaña, violación de domicilio y otros excesos” (Legajo 95 – Cuaderno 1164 – Año 1802) el cual, aunque se encuentra incompleto, aporta valiosa información sobre la Sublevación de esclavas en zaña ocurrida un cuarto de siglo antes de la Proclamación de la Independencia.
En la Hacienda “La Punta”, los esclavos y un número muy significativo de mujeres negras, se sublevaron contra toda autoridad que emanara del poder virreinal. El ataque, encabezado por Doña Jacoba Rubio, fue dirigido contra el alcalde de la zona Don Antonio Ramón de Peramás e incluyó el incendio de los trapiches, además de numerosos muertos y heridos entre aquellos que obedecían a la autoridad.
Temiendo mayores consecuencias, se hizo necesaria la presencia de las tropas virreinales, por orden emitida en Lima, que acabaron con la sublevación y aprehendieron a los instigadores.
Durante el juicio, Doña Jacoba Rubio mencionó que capitaneo la revuelta pues los negros le pidieron que “los gobernase y tomase posesión de la hacienda, pues para el efecto habían expulsado al alcalde y sus mayordomos”.
Algunos de los esclavos y esclavas que participaron fueron castigados de manera despiadada, otros fueron ajusticiados (as) en el Cerro “La Horca”. Uno de los castigados fue Juan Thombo que, habiendo defendido al alcalde, causó demasiados destrozos. Un grupo de mujeres negras fueron castigadas por quejarse, durante el juicio, de las autoridades coloniales y al demostrarse que durante la revuelta arengaron a los esclavos que combatieron contra la autoridad. Dichas mujeres fueron, entre otras, las esclavas Manuela del Espíritu Santo, Estefanía Ripalda e hijos, Josefa Ripalda, Petrona Villotas, Juana María Villotas y Mónica Calero.







sábado, 17 de abril de 2010

Chiclayo Por Siempre

Hugo Alonso Valdivia en el artículo “Ser Chiclayano” (agosto-2008) comenta que la recordada artista nacional Chabuca Granda dijo alguna vez “los chiclayanos son originales, su alma vive en el mundo impenetrable de la dualidad. Beben en una misma copa o en un "poto de calabaza", la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto y se ríen de la música de otro; toman en serio los chistes y de todo lo serio hacen bromas. Tratan a dios como "el gran cholo" y extrañan la Iglesia Matriz, que don Carlos Castañeda Iparraguirre demolió cuando era alcalde. No renuncian a sus ilusiones. Nacen con sabiduría, saben y opinan de todo. Cuando viajan, todo lo comparan con Chiclayo, ellos son "el pueblo elegido"... Se caracterizan por su gastronomía, simpatía e inteligencia. Son hiperbólicos y desmesurados, dicharacheros, jaraneros y van de un extremo a otro con sus opiniones y sus acciones”.
Particularmente, y desde hace un tiempo, tomé conciencia de mi ser Chiclayo, me aferro a mis raíces, sintiendo el recorrido del agua profunda, el aroma del algarrobo, el faique y el overo… aquel que se desprende cuando decido abrazar sus ramas cual aristas de mi historia, cual testigos de mi ancestro.
Tomé conciencia de la estirpe de la que provengo y me sentí orgulloso de poseer tal fortaleza. Comprometí mi vida enamorado de mi historia, de las costumbres y tradiciones de un pueblo que se recrea en el tiempo y mira su destino envuelto en la paz de su presente.
Chiclayo me ha dado el viento que eleva mis sueños, el sol que bronceó mi piel chola cobriza y el agua de la fe para calmar mi sed de eternidad. Me ha dado la semilla del futuro que crece bajo la luz interminable de su celeste cielo, en el fértil valle de Naylamp con la savia espesa de su vida que permitirá mi regreso a las entrañas de mi origen.
Es Chiclayo mi pasado y mi futuro, a cada instante es mi todo, son tan amplios sus brazos que en su seno alcanzamos todos, podemos reír juntos y lamentarnos, podemos caminar con el firme paso del mochica en medio del bosque seco y esperar en paz con la firmeza del árbol milenario. Me declaro perdidamente enamorado del espacio mágico que me vio nacer, que me permitió su tierra para saberme hoy semilla… Ser chiclayano es un estilo de vida, una forma de ser, un sentimiento, un compromiso, una mentalidad.
Chiclayo es, también, una familia sin par en cualquier lugar del mundo. “Cuando dejas cualquier lugar apreciado dejas en el media vida; cuando dejas Chiclayo es inevitable sentir que dejas la vida entera”. La mía es una familia que sobrevive al tiempo dejando su impronta en la historia.
Es verdad, el 15 de abril de 1835 la Villa de Chiclayo es elevada a la categoría de ciudad por el entonces presidente Gral. Felipe Santiago Salaverry y es reconocida como “Ciudad Heroica”, para días después, el 18 de abril, ser convertida en provincia. Sin embargo la historia nos transporta en el pasado a distancias mas profundas: a Santa María de la Concepción de los Valles de Chiclayo, a Cinto y Collique, a Sipán y la tradición moche… Chiclayo es eterno, es el signo intemporal de la cultura dinamizada que se recrea al ritmo de la evolución de las mentalidades. Chiclayo es hoy lo que fue y lo que será.



miércoles, 7 de abril de 2010

Costumbres Coloniales

En “El Virreinato del Perú: Historia crítica en la época colonial en todos sus aspectos” (José Manuel Valega – Lima, 1939) se tocan muchos aspectos sociológicos y costumbristas de la colonia y, resulta un estudio tan importante que la “Historia General de los Peruanos” (Tomo II – Lima, 1975) incluye sus conclusiones en la parte tercera, desarrollando las características sociales, económicas, religiosas, intelectuales, costumbristas y de la vida cotidiana de Lima colonial.
Me resulta muy interesante dar a conocer algunas costumbres que, por proyección o por moda, debieron darse en determinados lugares del Perú colonial, entre ellos Lambayeque. A cada párrafo, una costumbre:
Ante la pérdida repentina de uno de sus hijos pequeños, el padre de familia recibía la siguiente fórmula de pésame, que eran a su vez palabras de consuelo o de felicitación: “Que Dios preste a UD. Vida, para echar ángeles al cielo”.
Cada cierto tiempo, entre los nobles y señores había la costumbre de “Varear la plata”; esto es, sacar al patio de las grandes casonas, las monedas que de ordinario se guardaban en talegas bajo las camas, para sacudirlas con palo sobre una manta. Se perseguía evitar la oxidación. Los esclavos hacían el trabajo dos veces por año. Los vecinos, por el sonido, se enteraban del vareo y muy pronto la ciudad entera sabía de la defensa de la fortuna monetaria de un señor.
Antes que el café o el te (introducido por los ingleses) en el Perú se consumía el “Mate de Paraguay”. Era la bebida de las tardes y se le reconocían bondades curativas. Un verso de Manuel Ascencio Segura lo demuestra: “Se vendía en las boticas/lo mismo que el alcanfor/y se usaba solamente/en casos de indigestión”.
El alumbrado en las ciudades coloniales era un problema en cuanto el Perú no producía, entre los siglos XVI y XVII, la materia prima necesaria: las velas de sebo animal. Por aquellos tiempos dichas velas eran traídas desde Chile y con ellas se adornaban las bellas lámparas y candeleros de metal que se exhibían en el interior de los hogares. Tal era la necesidad que produjo gran alegría la llegada al Perú de 4 500 quintales de sebo el 17 de diciembre de 1631. Parte de aquella carga, según el “Diario de Lima” serviría para los nobles hogares en las ciudades del interior.
Para distinguirse entre solteras y casadas, las mujeres se adornaban de la siguiente manera: las casadas con claveles y rosas en el peinado a la derecha, las solteras con las flores a la izquierda. Así no era posible el error masculino.
Cuando un vecino era encontrado en flagrante delito, el “alcalde del crimen” (uno de los dos que tenía cada ciudad) lo sentenciaba a una pena que, por costumbre, era la siguiente: cabalgar, desnudo de medio cuerpo, sobre un “tordo flor de lino” (así se llamaba al asno del verdugo) para recibir en cada esquina, previo pregón explicativo, series de cinco “ramazos” (azotes) en cada estación con intervalos de medio minuto. La pena no surtía efecto intimidatorio, por el contrario, la gente encontraba diversión donde la autoridad buscaba combatir el delito.
Cada 28 de diciembre (día de los inocentes) se requería estar prevenido para defenderse de las burlas de los demás. Se dice que cuando un ingenioso criollo pidió prestado una onza de oro, en casa del prestador y en plena vía pública circulaba de boca en boca la siguiente estrofa: “Manda Herodes a su gente/que quien preste en este día/lo pierda por inocente”.
Los pasquines y vítores formaron, también, parte de las costumbres y del llamado “hábito pasquinesco” en tiempos coloniales. Un pasquín era un mensaje anónimo sobre una pared en forma de escrito breve o de dibujo obsceno. Un vítor, en cambio, estaba compuesto por una o dos coplas que se manifestaban bulliciosamente ante un acontecimiento de alegría social, he aquí uno dedicado al Padre Calatayud cuando, en 1804, fue elegido comendador de la Merced: “Vítor al Padre Calatayud/faro de conciencia/sol de virtud/vítor al Padre Calatayud/vítor, hermanos, por el Perú”.
Cuando el interés de una orden religiosa estaba comprometido en la realización de un hecho público, se acostumbraba celebrar la “misa del buen suceso” que consistía en dejar expuesto el Santísimo Sacramento después de la misa, en medio de rogativas públicas.
He aquí un caso de “viveza criolla”: En 1607, Diego Valverde de 25 años suscribió escritura pública jurando ante los Evangelios a no beber chicha ni vino, ni fumar tabaco durante dos años, bajo pena de 500 pesos de plata a favor de los presos del Santo Oficio. Diez meses después, Valverde, totalmente ebrio mata a su suegro y es procesado por homicidio en el fuero común y por perjuro en el inquisitorial. Por el homicidio fue sentenciado a 5 años, pero por embriagarse no fue condenado pues demostró no haber bebido chicha ni vino.
Aquel que desde la calle rondaba la casa de la mujer amada esperando verla solo de lejos y robarle una sonrisa, pues la negativa de su padre le impedía visitarla; era conocido como “percuchante”.
En 1787, por Real orden de Don Carlos III, dispuso que el “derecho de acera” perteneciera a quien tuviese la pared a la derecha. Es decir, cuando por la misma acera caminaban dos personas de clases sociales distintas, la menos importante debía ceder al otro el lado derecho de la acera al lado mismo de la pared. Por eso todos los niños fueron instruidos en la cesión de la acera a toda persona mayor o de alta dignidad.
Los capitanes españoles hasta los grados superiores tenían licencia para contraer nupcias. Los de menor grado lo tenían prohibido. Cuando nacían los hijos de los militares casados recibían el grado de alférez o de cadete con asignación de un sueldo.
Una oración se hizo famosa en nuestra tierra afectada frecuentemente por temblores: “Aplaca, Señor, tu ira, tu justicia y tu rigor. Por tu purísima sangre, misericordia, Señor”. Además, muchas casonas coloniales tenían en la parte céntrica el “cuarto de los temblores” que no era otra cosa que un cuarto similar a una jaula de maderos atados fuertemente con el único decorado de un cuadro del Señor de los Temblores y cruces de San Andrés.
El joven bravucón, ebrio y, en general, libertino era llamado “mozo de tumbo y trueno”; además de acuerdo a su “dedicación” a tales actividades recibía un apelativo mayor<. Chuchumeco.
Antiguamente, los señores fumaban cigarros puros, a los cuales les cortaban la punta. Estas eran recogidas, picadas y envueltas en papel para convertirlos en cigarros muy baratos para fumadores modestos. Tales baraturas se llamaban “puchos” y el vendedor de los mismos “puchero”.
Las “lloronas” o “plañideras” eran mujeres especializadas en el arte de las lágrimas y eran contratadas para incitar al dolor en un funeral. Las había de primera clase y cobraban las más altas tarifas. Además, en los entierros de los nobles, se presentaban los “pobre de hacha” que eran tipos menesterosos que acompañaban a las “plañideras” con cirio en mano. Ambos lamentaban con lloros y gritos histéricos la pérdida de alguna persona a la que tal vez jamás conocieron. El Virrey Croix emitió un bando prohibitivo contra las “plañideras” y los “pobres de hacha” el 31 de agosto de 1786, sin embargo esta costumbre no logró ser eliminada.
Un tipo antiguo era el “sereno”. Desde las siete de la noche, estacionado en las esquinas, hacía sonar un pito de barro; y a las diez comenzaba a pregonar o cantar las horas que daban las torres de las iglesias, repitiendo de hora en hora hasta las cinco de la mañana, diciendo: “¡Ave María Purísima, las diez han dado, Viva el Perú y sereno!”.
Por tanto consignar costumbres, algo me pasó; creo que debo terminar:


“Tal vez no creerás, lector
Pero por consignar tanto tipo
Le ha dado a tu amigo, el escritor
Un grave y fuerte hipo”









viernes, 2 de abril de 2010

En Dios, la muerte es vida


¡Jesús ha resucitado! ¡Vive y por siempre Reinará! La Cruz del Gólgota sigue erguida pero está vacía como la Tumba. La piedra del sepulcro ha sido removida, pero aún falta remover el corazón de tu pueblo, corazón endurecido y temeroso, corazón de este tiempo que busca el encierro en sí mismo, que impide ver al prójimo donde tú decidiste también vivir.
Cristo amado, eres el Verbo de Dios, ¡Eres Vida!, eres el destino dispuesto para el hombre: Cristo Rey, Vida que nunca muere. Mientras otros existen, quienes te amamos vivimos; pues en el mundo lo menos frecuente es vivir. En medio del mundo, la muerte espera tan sólo reclinada, dormitando. Pero tú la haces despertar, las elevas en tu resurrección y la haces vida eterna en el lugar que nos tienes prometido.
Nada acaba con tu muerte, el fin de tu cuerpo carnal no es la última palabra. Produce, a lo mucho, la primera pregunta. En este tiempo en que se cree a tan pocos, en el que abundan las dudas y las negaciones, es cuando más se necesita la fe en ti, Jesús vivo. Hay muchos como Tomás, escépticos, incrédulos, realistas o pesimistas; son aquellos que desconfían aunque todo vaya bien. Santo Tomás es, como los hombres modernos, un positivista, un existencialista que no cree más que en lo que toca, porque no quiere vivir de ilusiones; un pesimista audaz que no duda en enfrentarse con el mal, pero que no se atreve a creer en la dicha. Para él, y para otros muchos, lo peor es siempre lo más seguro. Para ellos la vida acaba con la muerte.
Por ellos y por mí, de lo más profundo de mi corazón, con la mente elevada a tu Espíritu, de rodillas, en paz y abandonado en tu gracia te digo “¡Señor mío y Dios mío!” aunque no vea he creído. Me invade la dicha que inspira tu eternidad, que también es mía, me mueve esa esperanza y me alienta a caminar por este mundo. Tu vida venció a mi muerte, tu Gloria es la corona merecida por tu sacrificio y entrega sin límites, tu amor victorioso reina y vence el egoísmo destructivo, tu resurrección configura la vida nueva de ilusión, confianza y gracia. ¿Por qué contentarme con vivir a rastras cuando siento el anhelo de volar? La vida de cada hombre es un camino hacia Dios, es caminar hacia sí mismo.
Por amar tu vida debo proclamar mi respeto por la vida humana desde el momento de la concepción, por los derechos de cada persona, en especial del derecho a vivir. Omar Khayyan (poeta persa) dijo: “Entre la fe y la incredulidad, un soplo. Entre la certeza y la duda, un soplo. Alégrate en este soplo presente donde vives, pues la vida misma está en el soplo que pasa”. Tú mi Dios, eres el soplo de Vida; Tu, Señor, eres el soplo que pasa, el soplo eterno; tu, señor, eres mi Dios viviente y resucitado, Dios y hombre eterno, por quien el género esperanzado reza el cántico teresiano: “¡Ay que larga es esta vida! / ¡Qué duros estos destierros! / ¡Esta cárcel, estos hierros / en que el alma está metida! / Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, / que me muero porque no muero”. En Dios, la muerte es vida.