jueves, 16 de julio de 2009

La Independencia del Perú



1.- La vida limeña meses y días antes.

Para comprender el hecho histórico de la Independencia del Perú es necesario tener información acerca de sus tres tiempos fundamentales: antes, durante y después. En esta primera entrega trataré de responder a la pregunta ¿cómo se vivía en la ciudad de los Reyes pocos meses y días antes de la declaración, proclamación y jura de la independencia? Para lo cual detallaré algunas características de la vida limeña basándome en el trabajo del historiador peruano Arnaldo Mera Ávalos de la Pontificia Universidad católica del Perú, titulado “Cuando la Patria llegó a la capital: El miedo ante el advenimiento de la independencia” (1985).
La ciudad de Lima se había convertido en un refugio de criollos del Virreinato del Río de la Plata y de otros llegados de distintas partes de América. Tales personas vinieron junto a las “malas noticias de caos, pobreza y desorden en las zonas liberadas a causa de la independencia”. Se nota un grave temor al cambio, un miedo comprensible a lo desconocido.
La gente temía a la Patria, simbolizada por el Ejército libertador, los aristócratas limeños temían perder sus propiedades y quebrar su unidad familiar. Las mujeres eran realistas y, aunque no pudieron firmar ningún documento, mantuvieron un fuerte vínculo con su confesor. Sus confesores eran sacerdotes españoles. Los esclavos dependían de la suerte de sus amos y los indios de Lima, acomodados al sistema, servían en su mayoría en el ejército realista.
El clima era el de una guerra civil. Faltaban alimentos y trigo, y había carestía de harinas debido al bloqueo armado del inglés Lord Thomas Cochrane que apoyó la causa libertadora. Muchas familias (alrededor de 350) se refugiaron en los conventos y en el Castillo del Callao (mal llamado Real Felipe). Además, Lima amurallada era rodeada por las tropas del General realista José de Canterac desde La Molina, San Borja, Limatambo y Bellavista. La acción de Canterac destinada a mostrar el poderío del ejército español creó entre los limeños un clima de mayor inseguridad por el temor a los enfrentamientos con las tropas patriotas.
La plebe de la ciudad dependía de las decisiones de la aristocracia. Era, en realidad, acomodaticia, es decir, estaba con el momento. No existía el concepto de ciudadano. Un ejemplo: Poco tiempo antes, la plebe de Lima, había escuchado la Jura de la Constitución de Cádiz en las Plazas y la avivaron, en especial cuando los oradores del acto lanzaron algunas monedas.
Los esclavos no eran todos de la misma condición. El esclavo negro de la élite (carroceros, cocineros, mayordomos) vestía mejor que muchos blancos pobres. Su vida dependía de lo que pasaba con su amo. Se mantuvieron junto a ellos hasta que San Martín ofrece libertad a los negros que se pasen al bando libertador. Por eso en Lima se temía al ejército libertador, a las “Tropas” desordenadas proclives al pillaje y al saqueo y a los desertores del ejército realista.
El ejército realista estaba intacto, aunque eventualmente se daban algunas deserciones. Habían abandonado Lima para dirigirse al Cuzco luego del cerco de Lord Thomas Cochrane. Estaba conformado por indios de todo el territorio.
Debo aclarar que, si bien es cierto, aunque hubo limeños notables que apoyaron la causa de la emancipación, fue más notoria la actitud a favor de la fidelidad a la corona española por parte de la aristocracia. Las características generales mencionadas líneas arriba nos pueden dar una luz para reconstruir mentalmente la realidad vivida en la ciudad capital del Perú que fue también centro de nuestro proceso emancipador.

2.- Declaración, Proclamación y Jura.

Se trata de tres actos jurídicos distintos que ocurrieron entre los meses de julio y Agosto de 1821 en la Ciudad de Lima.
Luego de ocupar Lima, el general José Francisco de San Martín y Matorras, envió un oficio al Cabildo de la ciudad, en cuyo texto comunicaba la necesidad de declarar la independencia. El ayuntamiento habría reconocido la voluntad general que respaldaba dicha alternativa, respondiendo con el texto de un acta donde acuerda la declaración de independencia el 15 de julio de 1821. Dicha Acta, redactada por Don Manuel Pérez Tudela, fue la respuesta formal del cabildo de Lima. En ella se establece que la voluntad general esta decidida por la independencia del Perú y por el rechazo de la dominación española y cualquiera otra extranjera. La decisión fue tomada por los miembros del cabildo de Lima en presencia del Arzobispo de la iglesia de Lima Francisco Javier de Zárate, los prelados de los conventos religiosos, los títulos de Castilla y otros vecinos.
La proclamación de la independencia se realizó el día 28 de Julio de 1821 (se eligió ese día por ser sábado) desde cuatro plazas públicas según la costumbre de la época. El hecho fue comunicado a la población de Lima mediante la publicación de un bando en toda la ciudad en el que se indicó que se proclamaría la independencia en “los lugares públicos en que en otro tiempo se os anunciaba la continuación de vuestras tristes y pesadas cadenas”. Debo indicar que de la misma forma, en el pasado, se habían proclamado las noticias importantes llegadas desde España. La Proclamación la hizo el propio San Martín desde las Plazas de Armas, La Merced. Santa Ana y de la Santa Inquisición (actual Plaza Bolívar). El General patriota Tomás Guido, en una carta dirigida a su esposa en la que narraba la proclamación de la independencia que presenció, manifiesta: “No he visto en América un concurso ni más lucido ni más numeroso. Las aclamaciones eran un eco continuado de todo el pueblo... Yo fui uno de los que pasearon ese día el estandarte del Perú independiente... Jamás podría premio alguno ser más lisonjero para mí, que ver enarbolado el estandarte de la libertad en el centro de la ciudad más importante de esta parte de América, cumpliendo el objeto de nuestros trabajos en la campaña.”
A partir del 29 del mencionado mes se realizó la juramentación por el pueblo organizado en sus diversas instituciones. La jura era una tradición virreinal. Cada vez que se entronizaba un nuevo monarca la población procedía a jurarle fidelidad en un gesto de sometimiento. Por ello San martín se apresuró a pedir el compromiso de la población, las instituciones y gremios de la capital. La jura se realizó en el Cabildo Eclesiástico, en la Congregación de San Felipe Neri, en la Sacristía de la Catedral, en el Colegio de Abogados, en el Convento de San Francisco, en la Universidad de San Marcos, en el Ramo de Correos, en la Casa de Moneda y en diversos barrios de Lima y el Callao. Posteriormente, debieron hacer lo propio, y ante sus respectivos párrocos, los pueblos de los departamentos libres. En el caso de Lima, era fundamental que las instituciones establecidas en la capital y que recibieron la convocatoria acataran el mandato de San Martín en tanto Jefe del Ejército Libertador, quien notificó mediante oficio de 23 de julio, que dichas instituciones se hicieran presentes el domingo 29 en la catedral a fin de asistir al Te Deum y la Misa de acción de gracias y que, posteriormente, en cada local institucional, procedieran al acto del Juramento. La fórmula usada para la Jura de la independencia fue la siguiente: “¿Juráis por Dios y la Patria sostener y defender con vuestra opinión, persona y propiedades la Independencia del Perú, del Gobierno Español, y de cualquier otra dominación extranjera? Si así lo hiciereis, Dios os ayude, y, si no, Él y la Patria os lo demanden."

3.- El significado de la gesta emancipadora en la actualidad
Una sonrisa única, un uniforme radiante, muchas banderas flameando, escarapelas... No necesito más para anidar otra vez una esperanza fiel y sencilla: El Perú es grande y procuraré ser digno de llamarme hijo de la Patria. Quizá, solamente me deje llevar por la emotividad de estos días, por los recuerdos de grandes hazañas y logros casi imposibles de una nación que besa el cielo con su fe y pisa firmemente la tierra con su trabajo; pero hoy agradecí a Dios por haber sido educado en el amor a lo nuestro, en el aprecio por su tradición que, como firme base de su presente, alimenta las ansias de un futuro distinto, de una historia renovada, escrita a pulso por cada peruano de a pié, por cada hombre y mujer, que al repetir el término PERÚ pueda decir con alegría ¡Es mi Patria!El niño de la sonrisa única, el de la escarapela y la esperanza tiene derecho a aprender a amar a su Patria. Se lo ganó, con el natural y decisivo hecho de haber nacido en este suelo. Ese niño, que hace un instante pasó desfilando ante mí con gallardo paso, mirada fija y rostro templado, goza del derecho a ser educado en tal amor. No interesa dónde ni como nació, o si tiene más o menos que otro, interesa mucho que es peruano y su derecho a ser y pertenecer se lo ha ganado como una gracia especial. El niño de la marcialidad y la esperanza necesita amor y orden, requiere ejemplo, voluntad de educar y sueños, muchos sueños. Hay que amar a la Patria para ganarse el derecho de tener un futuro en ella y en ese amor se guía, se afirman y se multiplican virtudes. Amo a mi Patria: Ella me brindó su suelo, su historia, su idioma, su identidad multirracial, sus mártires y el derecho a luchar por un futuro acá.Es este nuestro humilde modo de pagarle lo mucho que le debemos. Aquí estamos, poniendo en libertad nuestros anhelos, alegrándonos de los colores rojo y blanco, los colores de la Patria: ¡Arriba los corazones!... porque ese niño de la sonrisa única necesita que se le eduque en el mismo amor en que nosotros o muchos de nosotros hemos sido educados; ya no se puede, ni se debe vivir más en la ignorancia ni en la desidia; porque el futuro de nuestro país necesita de seres que lo amen con compromiso, si hoy no le enseñamos a amarla, cercenaremos tal derecho. Es preciso amar a la Patria para fortalecerla y exaltarla, de nuestro amor brota su futuro y de ese retoño florecerá el porvenir de nuestros hijos y nuestros nietos, que sabrán renunciar o aprender a amarla gracias a nuestro ejemplo. En nosotros está forjarlo. Hoy pongo en tus manos este mensaje con los colores de la Patria, con un blanco y rojo ilusionado, con afecto y felicidad. De ti dependerá multiplicarlos en este julio y para siempre. Otra sonrisa única, otro uniforme radiante, otra escarapela, otra esperanza. Perú: tengo tanto para darte. ¡Hoy comenzaré!