domingo, 15 de febrero de 2009

La Virgen Purísima de Túcume


Un mar humano inunda las calles de Túcume. Las miradas extasiadas y, a lo mejor, una lágrima. Corazones latiendo al ritmo del amor hermoso, contemplando la célica escultura… Un mar de almas puras que, enamoradas de la reina del cielo apartan de sí mismas las cosas terrenas para cantar loores profundamente emocionados a la Señora Purísima, a la Virgen Madre y a su Concepción Inmaculada y Santa.
Miles de latidos dirigidos al unísono a la virginia flor, al oro mas puro extraído de la tierra inerte, a la perla mas fina, a la rosa mística que por privilegio concibió fruto de vida abundante que abrió el paraíso para que nadie se pierda. Brilla con luz propia en medio de las tinieblas con tan Divina lumbre que el sol mismo no la iguala. Brilla en el cielo de Túcume nuestra Madre Virgen cual aurora soberana.
¡Mira Madre Pura! Cómo a las puertas del templo se agolpa el pueblo por pedirte amparo, reconociéndote cual madre cariñosa, patrona generosa, su luz, su guía y su perpetuo faro.
En su presencia todo es luz y pureza, ante ella el mal sus ímpetus retira al no poder derribar tan prodigiosa muralla. La multitud canta su ternura como diciendo: ¡Señora mía! ¡He aquí a tu hijo! Un pueblo entero clama a su Dios, a través de la “Mamita más linda”, cuyo semblante de bondad y lleno de gracia jamás le ha sido negado.
Madre de Cristo, Túcume es el bello lauro que tu sien decora. En este y otros venturosos días de plácida alborada, contempla el pueblo tu mirar sereno y confía en la protección intemporal de su destino.
Siempre tus hijos te tenemos a bien: En la noche sombría, como luz pura y celeste faro. En nuestra debilidad, amparo. Y en nuestra tristeza, alegría. Aunque dura sea la travesía y pedregoso el sendero, nuestro afán al caminar no se podría superar sin la ayuda singular de nuestra madre del cielo.
Quiero entonar un himno de ternuraA la mujer más pura,A la Reina inmortal de cielo y tierra
A nuestra Virgen de Túcume bendita En cuyo ser palpita Lo grande, lo sublime y lo divino; Que, creada por Dios para consuelo Del mortal peregrino, Con sus alas de amor nos lleva al cielo.