domingo, 17 de agosto de 2008

Hombre de hoy: Luces y sombras


Es lamentablemente real que en general el ser humano busca la verdad a su manera y ve sombras. Se encuentra atado y mira a lo lejos la luz. Al final del túnel la verdad ansiada. Mientras permanece rodeado por las sombras propias y la de sus pares, necesita la verdad pues intuye que solo ella le mostrará el real propósito de su vida. Entonces, interpreta una y otra vez la realidad, su entorno, los hechos, su propia interioridad; ha de comenzar de nuevo una y otra vez en la misma labor por no tener una clave cierta de interpretación.
El hombre de hoy ha confiado en la razón. En este mundo nuevo no marcado por ligeros reajustes sino por grandes cambios, ha integrado, refundido y superado todos los conocimientos acumulados hasta el; conoce nuevas realidades, nuevos rostros, se ve obligado a considerar a todos como hermanos... pero sigue buscando la verdad, lejos de sí, fuera de sí.
Busca en los valores el remedio para la “Enfermedad” humana. Busca y no encuentra. Confía en su razón pero no es libre. Siente tener poder sobre la virtud y el vicio, sobre el obrar lo bello y lo vergonzoso. Su “Poder” lo esclaviza, lo ata, lo limita. Se amolda a un estilo racional que, al parecer, le brinda tranquilidad pero no paz. Se ha civilizado hasta el exceso pero sabe que ha de caminar mucho mas para llegar al Hombre moral. Ha reducido la moral a la decencia exterior y, entonces, concluye que no está en ello la verdad y ha de comenzar de nuevo.
Prejuzga, luego existe; en su lógica parece imposible desterrar la dinámica social: avanza la tecnología, la expansión mundial de la democracia y los derechos humanos...pero sus prejuicios resisten compactados en el interior de las conciencias. En complicidad con una historia parcialmente tratada, en muchos casos de manera intencional, termina condicionando la mirada que cada uno tiene de su prójimo. A cada ser le “Corresponde” un adjetivo calificativo: Negro, cholo, indio, pobre...
El hombre se ve, se oye, se huele, se toca, se gusta, se encierra en sí mismo y busca para sí. Su ser es una cárcel de altos muros gruesos, una cárcel disfrazada de cuerpo, mazmorra de músculos, nervios y huesos. El hombre confía en su razón, no es libre, mira sin ver y escucha sin oír. Ama, en general, su cuerpo tanto como a la naturaleza. Sabe que el hogar planetario debe ser sano y habitable, pero lo enferma desde su límite hacia la porción de tierra ajena. Le preocupa su espacio.
Sin la verdad, esclavo de sí mismo, se ha vuelto un nostálgico sensiblero y habla de armonía y equilibrio logrados con sugestión, de amor al prójimo envuelto en interesada filantropía, de compromiso con su patria ocultando su personal interés de destacar.
Ha instalado una inhumana racionalidad instrumental que choca frontalmente con la concepción de desarrollo humano. Se ha convertido y convierte a los demás en Hombre – Objeto. No puede verse ni ver a los demás como personas. corre el riesgo de convertirse en mero espectador o víctima de los vertiginosos cambios del mundo en que vive.
Conoce, comprueba, investiga, clona, viaja al espacio, busca y busca insatisfecho, experimenta... ¡Solo la verdad lo hará libre!. ¿Es acaso una visión desesperanzada del ser humano? ¿Hay solución en la búsqueda del hombre? ¿Existe, acaso, la verdad ansiada?.
Llegó la hora de cerrar por un momento los libros y la boca, para dejar de buscar y rebuscar términos y abrir para siempre el espíritu. Llegó el momento de reconocer con humildad ¡Todo comienza con Dios! pues Todo, absolutamente todo, en el cielo y en la tierra, todo lo visible y lo invisible fue creado por Dios y para los propósitos de Dios. Abrir el corazón a la verdad no incluye el conocimiento teórico de la verdad que anula el actuar vivificante de la gracia en el hombre. Llegó la hora de ensanchar los límites de nuestra existencia y trascender, navegar mar adentro, volar como águilas y desear caminar sobre las aguas.
El propósito de nuestra vida excede en mucho a nuestros propios logros, a nuestra tranquilidad e incluso a nuestra felicidad. Es mucho más grande que la familia y los sueños. Si deseamos saber por qué estamos en este planeta, debemos empezar con Dios. Contrario a lo que nos dictan muchos libros y estrategias de autoayuda, no encontraremos el sentido de nuestra vida buscando humanamente en nuestro interior. Es muy probable que ya lo hayamos intentado, pero no nos hemos creado a nosotros mismos, por lo que no hay manera de que podamos decir para qué fuimos creados. ¡Somos eternos! La vida en la tierra es un pequeño paréntesis en la eternidad. Estamos en este mundo pero no somos de este mundo.
“Yo soy el camino, LA VERDAD y la vida...” “Señor, así te ha parecido bien. Ocultar estas cosas a los sabios y entendidos y revelarlas a los humildes”.
La verdad interpela y cuestiona, pero nos envía. El hombre que ama la verdad se siente enviado. Mira al cielo y pregunta sobre su propósito, Jesús es la verdad, solo en El hay libertad. Es una declaración de fe. Dios permita que desde el lugar y la posición en que estemos entendamos A la verdad, escuchemos su voz en la profundidad del silencio y en las palabras de los pobres, veamos su presencia en los rincones de la tierra en los colores tan diversos de los rostros, la toquemos en el cuerpo del enfermo, en la mano del anciano, en mis hijos, en mis familiares, en mis compañeros, en cada uno con su nombre y apellido, con su historia, debo ver en todos y en todo la obra creadora de Dios. No puedo pasar por su vida sin dejarles al Señor de la verdad. Si no lo hago así no seré libre.