domingo, 31 de agosto de 2008

El historiador creyente


Según la idea ciceroniana la historia es testigo de las edades, luz de la verdad, vida de la memoria y maestra de la vida. La historia es maestra de la vida, solo cuando es marcada por la sabiduría; por eso donde la sabiduría no inspira la interpretación de la historia humana, el amor que permite la real comprensión del hecho histórico pasa de largo; la historia sin amor no es maestra de la vida y solo la historia vista con los ojos de la sabiduría nos hace alumnos aplicados de aquella maestra que indica la vida esperanzada en un destino distinto, en una realidad transformable, en un hombre nuevo, renovado, capaz de crear y recrear a la luz de la verdad.
Su Santidad el Papa Juan Pablo II dijo el año 2004 con ocasión del 50º aniversario del Pontificio Comité científico de las ciencias históricas dijo que es importante “cultivar un serio conocimiento histórico de los diversos campos en los que se articula la vida del individuo y de la comunidad”. “No existe nada más inconsistente que hombres o grupos sin historia. La ignorancia del propio pasado lleva fatalmente a la crisis y a la pérdida de identidad de los individuos y la comunidad”.
El historiador creyente ve que el punto de referencia para comprender mejor la historia de la humanidad es la Biblia. Sabe que la Palabra de Dios le brindará una conciencia adecuada del hombre y del mundo, de sus debilidades y fortalezas, de su opresión, tragedias y redención... de sus tinieblas y de la verdadera luz. La Biblia es también una presencia histórica en sí mismo, necesariamente interpretado a la luz del magisterio de la Iglesia. Por tanto, el historiador creyente afirma que la historia es maestra de la vida como la Iglesia, depositaria del proceso histórico de la presencia del cuerpo de Cristo en medio del mundo, es maestra de la vida cristiana.
Polibio dijo:” Ninguna educación es más apta para los hombres que el conocimiento de las acciones pasadas” eso, de ordinario, lo hace quien tenga en sus manos la información y desee brindarla con claridad y sin prejuicios, pero John Weiss remarcó la importancia de que “ La historia es una ciencia útil (Cuando) la sabiduría del historiador interpreta correctamente lo que ha ocurrido con anterioridad. Confiemos en que dicho conocimiento histórico sea sobre todo un medio para labrar nuestro destino”
El historiador creyente aplica con pertinencia el principio de la prospección histórica, sabe que no se prepara el porvenir sin aclarar el pasado. Nota que cuando el ser humano interpreta la historia a la luz de una verdad vivificante se realiza como tal, toda la sociedad crece, crece la libertad, crece la sensibilidad y aumenta la seguridad. Y al revés, cuando el hombre hace una interpretación materialista y simplista de la historia se deshumaniza, se pierde la libertad, abunda la insensibilidad y toda la sociedad se desintegra.
El historiador creyente se reconoce hijo de Dios y asume su posición de nueva criatura. Usa la historiografía pero ¡es historiador! Y por tanto vincula su trabajo a la reflexión filosófica y nos hace ver que si no conocemos nuestra propia historia somos incapaces de introducirnos en la cultura de las identidades y de sentir la realidad del presente; pero, sobre todo, nos habla de la imposibilidad de hacer proyectos para el futuro. La historia es maestra de la vida, pero debemos aprender sus enseñanzas.
Quien no vive para amar no sirve para vivir. Quien no ama no interpreta los hechos a la luz de las verdades del evangelio. Cuando el evangelio no marca la interpretación histórica, no ilumina y, en medio de la oscuridad, se vive en caos y en confusión. Amamos por gracia, y entendemos la historia del hombre con base en ese amor que viene de lo alto. El intérprete de la historia vinculado a la sabiduría, tendrá claridad del hecho histórico y podrá dictarlo para edificación del hombre, solo entonces la historia es maestra de la vida.

No hay comentarios: